lunes, 16 de noviembre de 2015

Armado con intensidad, Mike Hampton de Colorado, se toma su labor monticular muy en serio.

John Henderson. The Denver Post. Baseball Digest, Agosto 2001. Era el final de los días de perros del entrenamiento primaveral. Mike Hampton parado frente a su casillero, tenía una mirada intensa más apropiada para una carrera por el banderín a finales de septiembre. Un puñado de jubilados y turistas habían visto en HiCorbett Field de Tucson como los Marineros de Seattle lo habían castigado en su última aparición de la primavera. En 24 horas, solo necesitarías media docena de conexiones en tu computadora para encontrar el box score en internet, eso quedaba a conciencia de cada quien. Peo se podía leer el box score en la cara de Hampton: Los medios también lo harían ese día. Si alguna vez alcanzaban su casillero. “¡Apúrense!” soltó Hampton. “¡Tengo un humor de perros!” Un enjambre de reporteros y cámaras lo rodeó. Hampton, uno de los mejores pitchers del beisbol no estaba siendo juzgado. Era más o menos como, “Es primavera. ¿Cuál es el problema? Lo bueno era que solo era primavera, ¿no, Mike? ¿Será fácil dejar esto atrás? ¿Qué tan cortante estabas? Hampton miró entre la muchedumbre. “Estuve muy regado”, dijo él. “Sentí bien el brazo. Fue lo único positivo de todo”. “¿Realmente importa si tienes una mala salida en el entrenamiento primaveral? Hampton se enfocó en el autor de la pregunta. “Me importa cada día que lanzo, hasta cuando le lanzo a mi hijo en el patio”, dijo Hampton. Desde que Coors Field abrió su cámara de horrores en 1995, los Rockies necesitaron un pitcher especial. Los egos frágiles no aplican para esto. Los Rockies buscaban la intensidad requerida para mantener a raya una efectividad que tendía a subir. Ellos encontraron eso en un pequeño barril de pólvora llamado Mike Hampton. Este es el tipo de intensidad que llevó al antíguo ganador de 20 juegos a golpear un recipiente de agua fría en Coors Field después de una apertura para los Mets en abril de 2000. Eso lo llevó a caminar 3 millas de vuelta a su hotel luego de su próxima apertura en San Francisco donde él encontró su marca en 2-4 y efectividad 6.52 y los aficionados de Nueva York más encima de él. Seis meses después , la intensidad lo llevó a una marca de 15-10 y al quinto juego de la Serie de campeonato de la Liga Nacional ante los Cardenales de San Luis. Hampton lanzó un juego completo, un blanqueo de 3 imparables para llevar a los Mets a la Serie Mundial y convertirse en el jugador más valioso de esa serie de campeonato. Los Mets lo podían ver venir. Por lo menos, aquellos quienes lo notaban se acercaron a él mientras el juego avanzaba. “Ese era otro tipo de enfoque diferente al que yo había visto”, dijo el pitcher de los Mets, Bobby M. Jones. “Él no decía nada. La tv estaba encendida, pero él no la miraba. Era como si estuviera mirando a través del televisor”. Los Rockies están contentos de tener un pitcher de intensidad como Hampton para liderar un cuerpo de lanzadores que ha tenido un historial de problemas para contener las demostraciones ofensivas en el estadio de Colorado. Coors Field ha tenido su cuota de competidores. Todd Helton criticó a rolando Arrojo por querer salir del juego luego de ser golpeado por un linietazo. Dante Bichette una vez lanzó su bate a las tribunas luego de una mala práctica de bateo. Luego está Hampton. Pónganse a un lado amigos. Él se molesta luego de hacer un out. Él usa sus ganchos en sus días de reposo en caso de que el manager necesite un corredor emergente. “Él tiene este refrán: ‘No te metas conmigo’”, dice el abridor zurdo Brian Bohannon. “Cuando él esta listo para lanzar, esta listo para lanzar. No hay duda de eso. Cuando él está en el montículo, es tan feroz como cualquiera. Nunca está feliz con nada. Siempre puede estar haciéndolo mejor. El cielo lo ayude si entrega un out al hacer swin”. En una ocasión, Hampton era peor. Mucho peor. Él recuerda esos días con una sonrisa, lo cual es común si estás alrededor de Hampton lo suficiente. Él se ha mezclado en el apretado clubhouse de los Rockies con el aire de un tipo quién ha estado alrededor de su equipo por más tiempo que solo unos pocos meses. “A través del tiempo he mejorado respecto a eso”, dijo Hampton. “Pero cuando empecé, yo era solo un idiota. ‘No hables conmigo desde que llegue al estadio, hasta el momento cuando termine mi trabajo. No quiero que me mires’. Pero es algo en lo que he mejorado. Haces tu tarea, no tienes que ser un idiota. Cerca de una hora antes que el juego empiece, afronto mi juego”. Un coach de pitcheo no le enseñó esto a Hampton. Fue su esposa. Kautia Hampton ha conocido a Mike desde que ella era la anotadora del equipo junior de beisbol en Crystal Lake High School en Homosassa, Florida. Hace casi tres años, mientras él estaba con los Astros de Houston, ella le mostró la ley. “Mi esposa dijo, ‘Hey no la tomes conmigo. Yo no hice nada’”.dijo Hampton. “No vas a lanzar nada mejor si eres cruel con nosotros’. Me gusta levantarme, desayunar, jugar con mis hijos, payasear, luchar con mi hijo mayor. El menor está llegando a esa edad. Paso tiempo con la familia, los llevo al estadio. Ahí es cuando me enfoco”. Eso ha funcionado hasta ahora. Sus compañeros lo pueden decir. En sus primeras diez aperturas de 2001, Hampton tuvo marca de 7-1 con un blanqueo y 2.65 de efectividad. “Él actúa en los días cuando no lanza”, dijo el relevista Mike DeJean. “Él bromea. Siempre tiene algo en curso. Hora y media antes de salir a calentar, se puede notar la ósmosis y verlo cambiar. Tiene una visión tipo túnel. Sus ojos parecen dardos. Se enfoca en lo que hace, hacia donde va”. Hampton no se lamenta por su período de intensidad experimental. Cuando creció, esto llegó con el territorio. Caminó a los ocho meses. Cuando tenía cinco años, Hampton lanzaba tan duro que tenía que jugar con niños de 8 años. En octavo grado les dijo a todos que jugaría beisbol profesional. En el río Crystal, el podía zambullirse, hacer saltos adelante y atrás, y jugar a la defensa lo suficientemente bien para ganar el interés de los reclutadores de Notre Dame, Miami (Fla.) y Florida State. Su padre Mike Sr.(o Big Mike como lo llamaba el pequeño Mike) ciertamente ayudó. Él entrenó la mayoría de sus equipos juveniles y su hijo nunca fue acusado de tratamiento favorable. Una vez una línea golpeó a Hampton en la naríz haciéndole sangrar por las fosas nasales. Papa lo llevó a la fuente de agua. Lo limpió y lo llevó de vuelta al montículo. Hampton tenía siete años. Una vez tuvo que sentarse solo en el carro por habérsele llamado la atención por no fajarse. Su padre era dueño del Cedar Key Fish and Oyster Bar, el cual pertenecía a la familia desde 1962, y hacía que su hijo se levantara a las 6:30 cada mañana para filetear pescado por 4.50$ la hora. Nadie en el mundo de Hampton tiene más crédito que sus padres. Cuando su madre Joan, sufrió un ataque hace unos años, Hampton les construyó una casa más grande detrás de la pequeña. Hampton aun mantiene su casa vacacional en Homosassa, donde ve a su alma mater jugar futbol cada viernes en la noche. Él tiene la vida n perspectiva. También tiene el trabajo en perspectiva, lo cual ha ayudado en su primera temporada con los Rockies. En su primera inauguración el año pasado con los Mets, sufrió una caída dramática. Caminó un tope de su carrera de nueve en una derrota 5-3 ante los Cachorros de Chicago en Tokyo. “Tratar de impresionar a las personas”, dijo Hampton. “Ese era mi punto. Estaba tratando de ser el tipo, el salvador, él que trataría de llevarlos a la Serie Mundial. Eso era presión. Eso era presionante”. Hampton fue asediado por los medios en el clubhouse de Coors Field luego que los Rockies regresaron del entrenamiento primaveral. Las preguntas no han cambiado mucho desde entonces. Hampton sorprendió al mundo y firmó la versión de los pitchers de Hades el 9 de diciembre. “¿Cómo te las arreglarás para lanzar en la altitud? Sientes la misma presión que sentiste el año pasado el día inaugural?” Hampton lo maneja con la diplomacia calmada de un tipo que pocas de las influencias externas penetren su psique. La única persona a quién le da amplio espacio está rondando en el casillero a su lado. Gage, de cinco años, usa un uniforme de los Rockies de Colorado y pregunta si pueden regresar al salón de ejercicios. No podemos, dice su padre. Es tiempo de irnos. Primero, sin embargo Hampton le aplica una llave de lucha a Todd Helton. “Hey Gage”, dijo Hampton. “¿Debo golpearlo?” Soltó Hampton. Helton es afortunado de que Hampton no le aplicara esa llave en el juego”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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