lunes, 16 de noviembre de 2015
Jim Rice un héroe a gran escala para un niño pequeño
25-07-2009, Greg Garber. ESPN.com
Fort Myers, Fla. _ No son las 9 a.m., pero ya hay señales e que este será un poco común dia agradable de marzo en City of Palms Park.
Es soleado y hay 25 grados de temperatura, los pájaros cantan, las flores se abren y Jim Ed Rice está, inexplicablemente, riendo.
Sosteniendo una taza de café humeante, él entra al extenso camerino que es el hogar de los Medias Rojas de Boston durante el entrenamiento primaveral.
“Días”, el antíguo toletero de los Medias Rojas dice, parece sentirlo. “¿Como les va?”
Rice, 56, es a menudo descrito por los medios como reservado, hasta irritable. Él no concede entrevistas, pero ha aceptado sentarse con un panel de ESPN para discutir un simple, día de catarsis en su carrera que tuvo poco que ver con beisbol.
Hace seis meses, fue anunciado que Rice había sido elegido al Salón de la fama en su décimaquinta y final aparición en las tarjetas de votación.
Un total de 412 de los 539 votantes de la Baseball Writers' Association of America sufragaron por Rice, algún 76.4 porciento, 1.4 porciento, o siete votos, más del mínimo requerido para entrar a Cooperstown, N.Y.
“Si no hubiera sido porque tenía la décimaquinta vez en la cabeza, probablemente habría dicho, ‘Hey, mis números no eran lo suficientemente buenos”, dijo Rice. “Y pienso en ciertas situaciones donde ves tipos que están en el Salón de la Fama, bien, algunos tipos del Salón de la Fama no deberían estar en el Salón de la Fama”.
“Tus números son mejores, pero no puedes regresar y pensar en eso porque no estás votando. No puedes llorar por la leche derramada, solo lo dejas pasar. No está en tus manos”.
Cuando el bate, a menudo un R206, 35 pulgadas, 32 onzas de madera cruda Louisville Slugger, estaba en sus manos, Rice era un bateador tremendo. En 16 temporadas con los Medias Rojas, bateó 382 jonrones, empujó 1451 carreras y bateó para .298. Por tres temporadas seguidas (1977-79), bateó más de 35 jonrones y 200 hits. En su temporada de jugador más valioso de la Liga Americana en 1978, el bateó .315, produjo 46 jonrones y 139 carreras empujadas y porcentaje de slugging .600, números que parecen más grandes en el retrovisor de las recientes revelaciones de esteroides.
Seis veces, Rice estuvo entre los primeros cinco más votados en la carrera por el jugador más valioso de la Liga Americana.
Rice dijo sentirse honrado por ser parte del ahora certificable triunvirato de Medias Rojas en el Salón de la Fama que también incluye a Ted Williams y Carl Yastrzemski.
“Miro en la historia de los Medias Rojas, que tienen tres jardineros izquierdos en el Salón de la Fama”, dijo Rice. Eso es lo que veo más que cualquier otra cosa. Y miro que nadie en los Medias Rojas ha usado mi número. Asi que eventualmente mi número será retirado con los otros dos tipos (los Medias Rojas planean retirar la camiseta con el número 14 de Rice el martes en Fenway Park). Cuando se habla de la historia de los Medias Rojas, y se tiene tres inquilinos del Salón de la Fama que juegan en el jardín izquierdo, eso no es tan malo”.
Todos los números y honores son buenos a su manera, dijo Rice. Pero cuando él piensa en su carrera de beisbol, el momento del cual se siente más orgulloso no es un estacazo sobre la cerca o una atrapada para salvar el juego o una victoria para asegurar un banderín.
No, el momento que persiste en su memoria se formó hace casi 27 años, un momento y lugar casi olvidados cuando él simplemente hizo lo correcto, y pudo haber salvado la vida de un niño pequeño en el proceso.
Un asiento ideal.
Tom Keane, como muchos habitantes de Nueva Inglaterra, disfrutaba el beisbol, pero adoraba los Medias Rojas. El entrenaba a sus hijos en la Pequeñas Ligas y ocasionalmente, los llevaba a uno de sus lugares favoritos del planeta, Fenway Park.
El 7 de agosto de 1982, Keane manejó desde Greenland, N.H., con sus hijos Jonathan, 4, y Matthew, 2, para un juego contra los Medias Blancas de Chicago. Mediante un amigo, él había conseguido tres boletos con el vicepresidente ejecutivo de los Medias Rojas, Haywood Sullivan. Cuando el acomodador les mostró los asientos, en la segunda fila del Field Box No. 29, justo a la izquierda del dugout de los Medias Rojas, Keane estaba sorprendido. La grama lustrosa, el Monstruo Verde, ellos estaban muy cercanos.
“Estaba en realidad justo ahí”, Keane recordó recientemente. “Era un asiento que todo el mundo soñaba conseguir cuando tenían niños pequeños y querían llevarlos cerca de la acción. Era justo ideal”.
“Obviamente, mientras nos sentamos aquí hoy, lo que hizo Jim Rice salvó la vida de Jonathan. Me refiero a que tenía un niño pequeño con la parte izquierda del cráneo abierta y sangrando profusamente. Si continuaba sangrando, sabe Dios que hubiera pasado”.
Los Medias Rojas, al calor de una intensa carrera por el banderín, estaban a 2.5 juegos de los Cerveceros de Milwaukee en el este de la Liga Americana. Temprano en el juego, Rice había bateado un doble de dos carreras y el marcador estaba igualado 2-2 en el cuarto inning. El segunda base Dave Stapleton, el jugador favorito de Jonathan, vino al plato contra el pitcher de Chicago, Richard Dotson. Stapleton hizo swing retrasado y bateó un foul hacia la tribuna a la derecha del plato.
Keane no vio la pelota, pero oyó un sonido de ruptura. Pensó que la pelota había golpeado el lateral del dugout.
Hasta que él oyó el grito atenuado, retardado de su hijo.
“Me volteé inmediatamente y la cara de Jonathan estaba llena de sangre”, dijo Keane, forzando la memoria.
Rice, parado con su pie izquierdo en el primer escalón del dugout, no podía ver exactamente donde había ido la pelota pero oyó el sonido apagado, el “oooh” de la multitud, y el horrendo silencio que siguió.
“Tratas de alzar la vista y ver si hay alguien golpeado”, dijo Rice, “y entonces cuando hay alguien golpeado es cuando reaccionas, especialmente cuando hay sangre involucrada”.
En retrospectiva, Rice cree, que cubrió la distancia en alrededor de una docena de pasos y menos de 10 segundos.
“Jim Rice estaba ahí con sus brazos inmediatamente”, dijo Keane, “Me refiero a que llegó inmediatamente”.
Rice, un padre de dos niños pequeños, estaba pensando una cosa.
“Mi hijo”, dijo él. “Solo alguien, yo, haciéndome cargo de mi hijo, levantando a mi hijo y llevándolo al clubhouse”.
Rice, sin dudar, levantó a Jonathan y lo llevó en un santiamén al dugout. El doctor de los Medias Rojas, Arthur Pappas, quien estaba sentado al otro lado del dugout, se movió desde su asiento hasta el salón de los masajistas, donde encontró a Rice.
“Vi a un niño inconsciente”, recuerda Pappas. “había sangre en su cara, su cabeza, había sangre saliendo de su nariz y su boca, todos indicativos de una herida significativa de cabeza”.
En minutos, Jonathan fue llevado por la ambulancia al Children’s Hospital, a solo una milla de distancia. Su cráneo estaba fracturado y había perdido mucha sangre. Jonathan vivió una cirugía delicada y fue dado de alta cinco días después luego de visitas de Stapleton y Tony LaRussa, quien era entonces manager de los Medias Blancas.
En el mundo litigante de hoy, Rice podría no haber actuado tan rápidamente. De hecho, después el fue increpado por el masajista Charlie Moss, quien temía que Jonathan pudiera haber sufrido un ataque cardíaco y creía que cualquier movimiento brusco podría haber causado dificultades. Para el momento cuando llegaran los técnicos médicos de emergencia o los enfermeros de la ambulancia y aplicaran sus protocolos, podría haber sido muy tarde.
“Obviamente, mientras estamos sentados hoy aquí, lo que Rice hizo salvó la vida de Jonathan”, dijo Keane. “Me refiero a que tienes a un niño pequeño, con la parte izquierda de su cráneo fracturada y abierta, sangrando profusamente. Si seguía sangrando, sabe Dios lo que habría pasado”.
“Pudo haber pasado lo peor”.
Ocho meses después, Jonathan se reunió con Rice. El 5 de abril, él lanzó la primera pelota en Fenway para abrir la temporada de 1983.
Más que talento.
Jonathan Keane tiene ahora 31 años. Es un tipo comprometido, vive en un aireada casa en Raleigh, N.C., y trabaja a través de Internet. Dice que no hay efectos relacionados al accidente.
“Jugar beisbol fue más un talento que un regalo. La reacción para salvar la vida de alguien, eso es algo completamente diferente”.
Jim Rice,
Pregúntele si hay alguna evidencia de la pelota que partió su cráneo y el se inclina hacia adelante y hala hacia atrás sus mechones marrones. Ahí, apenas visible sobre su ojo izquierdo, está el leve asomo de una cicatriz.
“Él es un héroe en mi mente”, dijo Jonathan de Rice, aunque admite que no recuerda nada de aquel día de agosto hace 27 años. “Él es alguien que salvó mi vida, y doy gracias a Dios de que él estuviese ahí”.
Lo cual trae la pregunta: Con más de 32000 personas en el estadio, aficionados, jugadores, empleados de los Medias Rojas, ¿Por qué solo Rice respondió? ¿Qué hay incrustado en su ADN que lo haría involucrarse en tan complicada circunstancia?
Si se busca algo de contexto, considere esto: Durante su carrera, Rice dos veces levantó a su compañero caído luego que sufriera una lesión en la rodilla, al deslizarse en el plato en Yankee Stadium y jugar en el jardín derecho contra los Indios de Cleveland, y lo llevó a atención médica.
No existe video del rescate de Jonathan por Rice y solo una imagen ha sobrevivido; un fotógrafo del Boston Herald capturó el momento. Rice, cargando al pequeño Jonathan en sus grandes brazos, lo lleva hacia el dugout.
El semblante de la cara de Rice es triste, pero determinado. Esto, sugiere su conducta, es lo que se debe hacer.
Por estos días, Rice trabaja como analista de NESN, la estación de los Medias Rojas.. Cuando él regresa a Fenway Park, Rice casi siempre recuerda visitar el dugout del equipo de casa, donde cuelga la fotografía. Nunca falla en volver ahí.
En Florida, le mostraron la foto de nuevo.
“Me veo cargando a mi hijo”, dijo suavemente. “Me veo siendo un padre, siendo alguien que es capaz de pensar en otros. Si ese fuera mi hijo, quisiera que alguien reaccionara de la misma manera”.
“Jugar beisbol fue más un talento que un regalo. La reacción para salvar la vida de alguien, eso es algo completamente diferente”.
Greg Garber es escritor de ESPN.com
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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