lunes, 2 de noviembre de 2015
Willie Horton. El juego que nunca olvidaré.
Historia contada a Al Doyle. Baseball Digest. Julio 2004.
El antíguo jardinero de los Tigres recuerda el quinto juego de la Serie Mundial de 1968 cuando su tiro al plato atrapó a Lou Brock tratando de anotar y ayudó a levantar a Detroit hacia una victoria crucial.
Nunca olvidaré mi primer juego en Grandes Ligas. Los Tigres me llamaron desde la liga AA. Cuando me dijeron que iba para las Grandes Ligas, pensé que era una broma, pero ellos hablaban en serio. La fecha fue 10 de septiembre de 1963.
El equipo estaba en Washington para jugar ante los Senadores, llegué allí alrededor del sexto inning. Charlie Dressen me envió de emergente y bateé el sencillo para empatar el juego. Mi segundo turno al bate fue en Baltimore y largué mi primer jonrón ante Robin Roberts uno de los grandes pitchers de todos los tiempos. No se como se podría superar un comienzo como ese.
Cuando eres joven, eres feliz de jugar y estar alrededor de tipos como Al Kaline, Gates Brown, Billy Brutton y Rocky Colavito. Ellos me enseñaron como jugar el juego y hacer cosas como mover a los corredores y usar todo el terreno. Después de mi tercer o cuarto año yo sabía lo que quería hacer en cada turno al bate.
Los Tigres empezaron a cristalizar como equipo en 1967, y 1968 fue solo un repaso de las cosas que habíamos estado haciendo el año anterior. Conseguí 36 jonrones y 85 carreras empujadas, pero eso equipo de seguro era mucho más que yo. Cada noche alguien diferente algo importante. Gates Brown venció dos veces a Lee Stange con imparables como emergente en un doblejuego contra los Medias Rojas.
Nunca nos dábamos por vencidos hasta el último strike. Pensábamos que teníamos esperanzas y eso es lo que hizo de los Tigres un gran equipo en 1968. Pienso que alrededor de 40 juegos a partir del séptimo inning. Eso es sorprendente cuando consideras cuantos tipos estuvieron lesionados en un momento u otro durante la temporada, pero tener a Denny McLain ganando 31 juegos no dolía.
Entonces jugamos ante los Cardenales en la Serie Mundial, y nadie le iba a batear a Bob Gibson en el primer juego. Ponchó 17, lo cual es una marca. Bob estaba totalmente intocable ese día. Además de su recta, Bob es un tremendo atleta quien entiende el jugon tan bien como cualquiera.
Ganamos 8-1 el dia siguiente, y le bateé un jonrón a Nelson Briles. Entonces los Tigres perdieron los siguientes dos encuentros, Gibson nos venció de nuevo en el cuarto juego, y estábamos abajo 3-1 para el quinto juego, el cual es uno que siempre recordaré.
Los Cardenales ganaban 3-2 en el quinto inning. Lou Brock estaba en segunda y Julian Javier bateó un sencillo a la izquierda. Yo sabía exactamente lo que tenía que hacer. Ataqué la pelota y la manejé rápidamente. Mi trabajo era tirarla a Coyote, Don Wert, nuestro tercera base, a la altura de su nariz. Bill Freehan era el cátcher, y tuvo decidir entre decirle a Wert que cortara el tiro o lo dejara pasar.
Freehan pidió la pelota, y sacamos out a Brock en el plato. Ese fue un punto de inflexión porque regresamos para ganar 5-3. Kaline bateó un imparable de dos carreras en el séptimo para ganar el juego.
Algunas cosas ocurrieron en esa jugada. Lei los reportes de los scouts, y Lou había caído en algunos malos hábitos desde el receso del Juego de Estrellas. Se dispersaba un poco en las bases, y Lou no se deslizó en el plato. El coach de tercera base también estuvo un poco relajado en esa jugada.
Los Tigres también ganaron los dos últimos juegos de la serie para regresar y apoderarse del título. Mickey Lolich fue el héroe de los Tigres. Él inició y ganó tres juegos completos. Mickey se burló de todo el beisbol. Las personas lo criticaban por su peso, pero él lanzaba más de 300 innings cada año. Solíamos lamentarnos cuando él no tenía su barriga, porque Mickey lanzaba mejor con algo de sobrepeso. Mickey es uno de los pitchers más grandes con quien jugué.
Perdimos el quinto juego del playoff en 1972 contra los Atléticos de Oakland, y debimos haber ganado. No tuve un buen año por las lesiones y las malas rachas, y Billy Martin decidió colocar a Duke Sims en el jardín izquierdo para el juego decisivo aunque él era un cátcher. Yo estaba totalmente listo para ese juego, y no pude dormir hasta las 4 de la mañana de la emoción. Billy sacó lo mejor del equipo, pero yo debí haber estado en la alineación ese día.
Crecí en Detroit, así que fue un sueño hecho realidad jugar para los Tigres. Había mucha presión al jugar en casa, pero disfrutaba esas situaciones. Cuando fui cambiado luego del primer juego de la temporada de 1977, lloré toda la noche y me repuse. Le di mi alma y mi corazón a los Tigres. Entonces jugué para tres equipos en seis semanas antes de terminar con los Marineros.
Seattle puso el decorado final a mi carrera. Tuve 29 jonrones y 106 carreras empujadas como bateador designado en 1979, y las personas fueron grandiosas. Ellos animaban todo el tiempo. Yo hice algo. Los fanáticos tuvieron un gran día para mí después que consegui mi jonrón 300 ante Jack Morris.
No tengo lamentos, los Tigres me dieron la oportunidad de vivir un sueño. Amo el juego y la gente. El beisbol significa mucho para mí. Miro todos los días mi anillo de Serie Mundial y digo “gracias”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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