jueves, 28 de enero de 2016
Esquina de las Barajitas: El Húngaro Loco.
Bruce Markusen. The Hard Ball Times. 16-07-2010.
Aunque hay algo de exceso de azul en esta fotografía, la barajita de Topps de Al Hrabosky en 1980 se cataloga como una de las más icónicas por su habilidad para capturar a un jugador en su momento más apropiado. Con sus hombros inclinados hacia adelante y su expresión facial al límite de la ferocidad animal, Hrabosky es visto en el momento de meter la pelota en su guante mientras sacude sus pies sobre el montículo antes de lanzar su próximo pitcheo ante un asombrado bateador.
Después de hacer una aparición como relevista lanzallamas novato con los Cardenales en 1970, Hrabosky agregó su curiosa rutina en el terreno de juego a su lista de hábitos personales en 1974. Cada vez que enfrentaba un rally de varias carreras del equipo rival, Hrabosky caminaba detrás del montículo, agachaba la cabeza, y empezaba a meditar. Luego de varios segundos de contemplación, Hrabosky respiraba profundo, metía la pelota dentro del guante, giraba alrededor del montículo, y se lanzaba hacia la caja de pitcheo. Casi siempre, Hrabosky seguía a su motivación psicológica en el terreno, reivindicándose de su última dificultad de pitcheo.
La inusual rutina ocasionó un apodo de parte de la oficina principal de los Cardenales. El director de relaciones públicas del equipo, Jerry Lovelace, empezó a llamar a Hrabosky “El Húngaro Loco”. El apodo, el cual reflejaba su herencia con precisión, se pegó en los periodistas, narradores y aficionados, lo cual le dio a Hrabosky uno de los alter ego más identificables de su época, y de cualquier otra.
Tambien fue durante sus primeros días con los Cardenales que Hrabosky decidió alterar su apariencia física. Con Richie Allen y Reggie Jackson habiendo roto la regla no escrita contra el vello facial, que se mantuvo por largo tiempo, a comienzos de los años ’70, los peloteros de ligas mayores se sintieron libres de dejar crecer bigotes y barbas. Hrabosky se unió a la diversión facial al dejar crecer su bigote, pero le agregó un toque poco convencional al hacerlo en estilo FuManchú, lo cual le daba una apariencia mucho más temible. También se dejó crecer el cabello largo y rebelde, parecía todo menos peinado bajo su gorra. La nueva apariencia de intimidación amenazante encaja perfectamente con su rutina y viceversa.
Hrabosky interpretaba su nueva imagen en sus respuestas a los reporteros. Cuando un periodista le preguntaba a Hrabosky en que pensaba cuando iba desde el bullpen al montículo, el daba una explicación que deleitaba a los medios. “Solo pienso en odiar a la gente”, le dijo Hrabosky a Associated Press. “Me transformo psicológicamente. Me digo a cada momento que soy el mejor pitcher del beisbol. Hago cualquier cosa para motivarme”.
Hrabosky no era el mejor pitcher del juego, pero desde 1973 hasta 1976, él forjó un excelente período de cuatro años mientras pasaba de relevo intermedio a ser apagafuegos.
Hrabosky usaba un plan simple: Lanzaba recta tras recta, retaba a los bateadores con su lanzamiento principal 90 porciento del tiempo. La actuación de Hrabosky tuvo su apogeo en 1975, cuando agenció efectividad de 1.66 con 13 victorias y lideró la liga con 22 salvados como la última línea defensiva en el bullpen de Red Schoendienst.
En 1977, Hrabosky pasó un momento difícil. En un movimiento de 180 grados el dócil Schonedienst fue sustituido por Vern Rapp como manager de los Cardenales y este inmediatamente instaló un régimen disciplinario en San Luis. Rapp vetó el vello facial en los Cardenales, sin hacer excepción con Hrabosky o cualquiera de las peloteros veteranos. El Húngaro Loco cumplió la orden en desacuerdo, se afeitó el bigote y cortó su cabello largo, pero hizo evidente su disgusto. “¿Cómo puedo intimidar a los bateadores si parezco un golfista profesional?” Le preguntó Hrabosky a un miembro de los medios quien era adepto a su causa.
Con tal distanciamiento entre Hrabosky y la gerencia, los Cardenales cambiaron a su as relevista zurdo luego de la temporada, lo enviaron a los Reales de Kansas City por el relevista derecho Mark Littell y el cátcher de buena mascota y pobre bate Buck Martínez. Hrabosky volvió a su bigote Fu Manchú, retuvo su histrionismo maníaco en el montículo, y le dio a los Reales un apagafuegos de poder de primer orden, ayudándolos a ganar su tercer titulo seguido de la división oeste en 1978.
Luego de una temporada sabática en 1979, Hrabosky se fue a la agencia libre, firmó un contrato multianual con los Bravos de Atlanta. Hrabosky tuvo dos temporadas mediocres alrededor de una buena en 1981, cuando tuvo una efectividad de 1.06 a pesar de ser limitado a 24 juegos debido a problemas con su brazo.
Igual que en San Luis, los medios de Kansas City y Atlanta notaron que el personaje el Húngaro Loco de Hrabosky difería de su personalidad verdadera. Fuera del terreno, los reporteros tomaban nota de su conducta amigable, su alto nivel de inteligencia, y su habilidad para manejarse bien en una variedad de escenarios de entrevistas. Hrabosky trasladó esas fortalezas hacia un trabajo a medio tiempo como ancla deportivo para KPLR en San Luis, sirviendo la escena para una transición suave hacia la cabina de transmisión de los Cardenales luego de sus períodos como jugador activo con los Reales y los Bravos.
Él permanece en la cabina de transmisión hasta este día, sin el Fu Manchú oscuro, sin el cabello largo, y sin el histrionismo de intimidación. Pero los aficionados de San Luis aun lo conocen cariñosamente como el Húngaro Loco.
Acerca de Bruce Markusen
Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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