martes, 6 de diciembre de 2016

Relevo en la sala de control

Este lunes 5 de diciembre se confirmó lo que todo seguidor del beisbol sospecha cuando un equipo tiene desempeños deficientes por mucho tiempo: el manager siempre es el punto más vulnerable a la hora de buscar retomar el rumbo de las victorias. En ese sentido, los Navegantes del Magallanes nunca llegaron a mantener un nivel de juego medianamente estable a lo largo de los primeros 44 juegos de la temporada 2016-17. Tanto el pitcheo abridor como el de relevo mostraron fallas alarmantes, al punto de permitir que se les embasaran 4, 5 y hasta seis bateadores de manera consecutiva, eso demuestra el bajo rendimiento de un equipo, cuya defensiva ha hecho agua de manera recurrente con jugadas relativamente elementales, y en el aspecto ofensivo también han proliferado momentos de muchos corredores dejados en circulación. Lo que se busca con un cambio de dirigente en medio de temporada, es intentar que el cambio de filosofía o de enfoque del equipo, de su estrategia, de su química, genere un despertar de los peloteros para que recuperen su nivel de juego, porque en ese equipo hay talento suficiente para ganar regularmente hasta escalar posiciones en la tabla. Eso se espera al sustituir a Carlos García con Omar Malavé. Esta situación me hace recordar la temporada 1978-79, cuando Octavio Cookie Rojas, con un equipo repleto de estrellas (Oswaldo Olivares, Felix Rodriguez, Mitchell Page, Tim Blackwell, Rodney Scott, Mike Norris, Alfredo Torres, Rafael Cariel, Manuel Sarmiento, Jerry White, Ben Wiltbank, Willie Horton, Allan Wirth, etc.) no pudo ganar con regularidad y para principios de diciembre tenía una seguidilla de siete derrotas. La directiva con Alberto Parjús a la cabeza decidió cesantear a Rojas y en medio de una reunión donde se le informaba a los peloteros que andaban en busca del nuevo manager, se escuchó la voz de Horton desde el fondo: “Yo puedo dirigir este equipo”. Todos se miraron extrañados. Y la directiva decidió nombrar a Horton manager interino. La manera heterodoxa como Horton asumió la dirección del equipo empezó a generar resultados positivos en el terreno de juego y a los pocos días fue ratificado como manager titular del Magallanes. A partir de allí el barco siempre tuvo viento en popa hasta la Serie del Caribe. Toda esa remontada empezó un 6 de diciembre de 1978. Sabemos que Malavé no es Horton, ni este Magallanes tiene nada que ver con el de 1978-79. Sin embargo el hambre de triunfo, el compromiso de mostrar que si se puede salir adelante en este tipo de reto, son puntos que seguramente visualizó Horton y que ahora Malavé tiene como asunto de honor. De seguro ahora tendrá oportunidad de aplicar todos los conocimientos que absorbió de Cito Gaston, Oswaldo Virgil y Domingo Carrasquel, y de demostrar que puede reverdecer los laureles de sus dos campeonatos con Lara. Alfonso L. Tusa C.

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