jueves, 20 de abril de 2017

Han pasado 50 años, pero la gema de Billy Rohr aun muestra de que están hechos los sueños.

Steve Buckley. The Boston Herald. 14 de abril de 2017. Billy Rohr estará en la corte a las 8 en punto de la mañana, porque eso es lo que hacen los abogados. Más adelante en el día tiene una reunión en Loma Linda University Medical Center, al cual él representa, y aún más tarde llevará a su esposa Kathy a una cita médica. Un día más. “Pero no me malinterprete”, dijo Rohr, de 71 años de edad, por teléfono el otro día desde su oficina en Palm Springs, Calif. “Estoy pendiente de la fecha. Estará en mi mente todo el día. Y dudo que alguno de mis amigos me permita olvidarla”. Billy Rohr. Solo decir el nombre es regresar el reloj hasta comienzos de la primavera de 1967, y a una época cuando los Medias Rojas eran poco más que algo secundario en toda Nueva Inglaterra y más allá. Y si alguien pensaba en ellos, era principalmente para bromear y reir a carcajadas, porque los patirrojos eran un hazmerreir. El equipo de ligas mayores de Boston había pasado la mayor parte de las dos décadas previas rondando el sótano de las posiciones de la Liga Americana, era una organización tan desactualizada que no fue hasta 1959 cuando Pumpsie Green se convirtió en el primer pelotero negro en ponerse el uniforme de los Medias Rojas. Jackie Robinson había debutado con los Dodgers de Brooklyn hacía 12 años. Pero entonces llegó 1967, y salió el sol. Los patirrojos tenían a un manager aguerrido en Dick Williams, y tenían a un par de ejecutivos en la oficina principal llamados Dick O’Connell y Neil Mahoney, quienes, al notar que el dueño Tom Yawkey había perdido interés en el equipo, dotaron a la nómina de jugadores afroamericanos jóvenes como Joe Foy y George Scott, y John Wyatt, un relevista veterano quien 12 años atrás había lanzado con los Clowns de Indianapolis en las ligas negras. Los Medias Rojas tenían al héroe local Tony Conigliaro. Tenían dos estrellas nacientes en el jardinero izquierdo Carl Yastrzemski y el pitcher derecho Jim Lonborg. Y el 14 de abril de 1967, hace 50 años, tuvieron a Billy Rohr. Héroe Inesperado La mayoría de los aficionados a los deportes de Nueva Inglaterra, aún los que no existían entonces, entiende que fueron los Medias Rojas del “Sueño Imposible” quienes cambiaron para siempre la manera como se siente el beisbol allí. Los largamente desventajados Medias Rojas con las apuestas en contra 100-1 capturaron el banderín de la Liga Americana el día final de la temporada, y luego se fajaron con los Cardenales de San Luis hasta el séptimo juego de la Serie Mundial hasta que un gran pitcher derecho llamado Bob Gibson acabara con el sueño. Pero a los ojos de muchos aficionados viejos de los Medias Rojas, el Sueño Imposible no empezó el día inaugural en Fenway Park, sino días después, el 14 de abril, cuando los Medias Rojas se aparecieron por el Yankee Stadium original para enfrentar a los Yanquis en la apertura de la temporada en ese estadio. Williams decidió entregarle la pelota a Rohr, un zurdo flaco que estaba por debutar en grandes ligas. De lo que a menudo no se habla es que el catcher de Rohr de ese día, un tipo de 27 años nativo de Fall River, llamado Russ Gibson quien había pasado 10 temporadas completas en las menores, también estaría debutando en grandes ligas. Es cierto, los Yanquis de 1967 estaban pasando aceite, sus décadas de dominio habían quedado atrás. Habían terminado últimos en la Liga Americana de 10 equipos en 1966, y para finales de 1967 solo subirían al noveno puesto. El toletero Mickey Mantle tenía el cuerpo adolorido y jugaba su penúltima temporada, y su pitcher abridor del 14 de abril, el rival de Rohr, era el gran zurdo Whitey Ford, alias “The Chairman of the Board”, quien en menos de un mes lanzaría su último juego. Pero, caramba, Mickey Mantle y Whitey Ford. Eso era suficiente para asustar a un muchacho de 21 años que debutaba en grandes ligas, quien solo había lanzado ante equipos de ligas menores y cuya única experiencia en estadios de ligas mayores venía de cuando iba a algun juego de los Medias Rojas cuando era niño. Aún así, esto fue lo que ocurrió. Billy Rohr, quien en 1966 lanzó para el equipo filial AAA de los Medias Rojas en Toronto, llegó lanzando sin hits ni carreras al noveno inning. Producir una joya Aquí, necesitamos entregarle la historia al difunto, gran narrador radial Ken Coleman, cuya descripción de la atrapada de Yastrzemski ante el elevado profundo de Tom Tresh para abrir el cierre del noveno inning vivirá por siempre, gracias al simbólico y maravilloso disco del “Sueño Imposible” que cada fanático de los Medias Rojas de aquellos días puede recitar de memoria. “Billy Rohr en el umbral de algo grande, con una tremenda actuación hoy. Ocho imparables, todos ellos pertenecen a los Medias Rojas. Rohr hace sus movimientos, aquí viene…elevado a lo profundo del jardín izquierdo…¡Yastrzemski retrocede a toda velocidad…se lanza sobre la grama y realiza una tremenda atrapada! ¡Todos en Yankee Stadium se pusieron de pie mientras Yastrzemski retrocedía y atrapaba la pelota!” El próximo bateador, Joe Pepitone, bateó un elevado inofensivo a la derecha. Rohr estaba a un out de un juego sin hits ni carreras. El siguiente bateador era Elston Howard, el veterano catcher de los Yanquis quien al final de la temporada jugaría con los Medias Rojas. Aquí fue cuando el manager Dick Williams hizo lo que después admitiría como uno de los errores más grandes de su carrera dirigencial de Salón de la Fama. “Tontamente salí a conversar con Rohr antes de su primer envío a Howard”, declaró Williams en su autobiografía, “No More Mr. Nice Guy”, escrita con Bill Plaschke. “Él tenía una cita con la fama, y mi intervención pudo haber incidido en que la malbaratara”. Si fue o no consecuencia de la intervención de Williams, Rohr llegó al conteo de 3 y 2 antes de dejar una curva sobre el plato que Howard dirigió hacia el jardín derecho para un sencillo. Rohr perdió el juego sin hits ni carreras pero los Medias Rojas ganaron el juego. Pero para muchos seguidores de los Medias Rojas, algo más ocurrió ese día. Si este muchacho puede ir a Yankee Stadium y estar a un out de un juego sin hits ni carreras en su primera apertura de grandes ligas, ¿De qué más es capaz este equipo? Estaría mintiendo si dijera que los seguidores de los Medias Rojas empezaron a prepararse para la Serie Mundial desde ese día. Eso no fue lo que ocurrió con los fanáticos, y no fue lo que pasó con Rohr, ni lo que pasó con el equipo. Como Rohr me dijo esta semana, “Yo no tenía ninguna experiencia con el equipo grande y sus intentos de ganar juegos en los años previos a 1967. Sabía cuales habían sido las marcas, pero no tenía la menor idea de la prolongada historia de la sequía. Así que fue difícil para mí conectarme con eso”. Impacto duradero Lo más cerca que estuvo Rohr de sospechar que había ocurrido algo significativo fue cuando regresó al hotel del equipo y encontró un mensaje de un representante de Ed Sullivan, cuyo programa de variedades los domingos por la noche televisado a nivel nacional, era un gigante en sintonía. “Yo estaba muy seguro de que eran Gibby y Mike Andrews y quizás Jim Lonborg, quienes andaban en algo, así que no le presté atención a eso”, dijo Rohr. Pero la gente de Sullivan quería que Rohr fuera presentado a la audiencia el domingo en la noche. Y Williams, quizás afectado por la culpa de aquella visita al montículo, permitió que Rohr asistiera al Ed Sullivan Theater. Y después de conocer a Sullivan y hablar de beisbol tras bastidores con el cantante Tony Bennett, quien estaba esa noche en el programa, Rohr abordó un vuelo comercial el lunes en la mañana para reunirse con los Medias Rojas en Chicago. Hubo otras visiones de celebridades conectadas con el juego de un hit de Rohr. Ese día estaba en la tribuna la antígua primera dama Jackie Kennedy, quien vio el juego con su hijo John-John de seis años. Rohr habló con ellos después del juego. También estaba en la tribuna la estrella de cine nacida en Quincy, Lee Remick. Gibson, quien falleciera en 2008, me dijo una vez que Conigliaro tenía un portero en Yankee Stadium quien le llevaba mensajes a Remick, quien finalmente respondió: “Tony, despierta, Lee Remick”. Considerando que Conigliaro pasó la mitad del juego tratando de conseguir una cita y que Rohr estaba tan desconectado de lo que había hecho que asumió una llamada de Ed Sullivan como una broma, es justo decir que a las personas les tomaría algunos años para de verdad entender lo que había ocurrido el 14 de abril de 1967. “La primera vez que me di cuenta de eso”, dijo Rohr, “fue en 1983, cuando regresamos a Fenway para la “Tony C Night”, después que Tony tuvo su ataque cardíaco y estuvo hospitalizado. Ese fue el día del golpe de Buddy LeRoux, todas esas cosas extrañas estaban ocurriendo”. “Pero había tantas personas hablando conmigo, preguntándome por el juego de un hit, que eso empezó a arraigarse. Además, estaba el disco del Sueño Imposible y la narración de Kenny Coleman de aquel juego. Me parece que el juego tienen un lugar en la mayoría de nuestras memorias colectivas”. Rohr ganó solo dos juegos más en las mayores, uno de ellos contra los Yanquis una semana después en Fenway. Lanzó un poco con los Indios de Cleveland en 1968, y luego en las menores con los Tigres y los Expos de Montreal. Retirado del beisbol después de 1972, él regresó a la escuela, y después a la escuela de leyes. Él y Kathy tuvieron una hija y ahora tienen tres nietos. “Sé que tan importante fue ese juego para mí, y sé que tan importante fue para los seguidores de los Medias Rojas”, dijo Rohr. “Pero de ahora en adelante cambiaré la historia. Es el cierre del noveno con cuenta completa para Elston Howard y el abanica se poncha y termina todo. ¿por qué no?” “A mi edad”, dijo él, “no hay nada malo con un poco de teatro”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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