viernes, 8 de septiembre de 2017
Esquina de la barajitas: Cara de niño Rawly Eastwick.
Bruce Markusen.
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
De todas las barajitas que Topps produjo de Rawly Eastwick, ninguna captura mejor su cara de niño que la de 1978. A excepción del as de relevo de los Piratas de Pittsburgh Kent Tekulve, no puedo recordar alguien quien pareciera menos que un pelotero, que Eastwick, con su contextura demasiado flaca, Eastwick solo superaba a Tekulve por escasos kilogramos, pero aún así parecía un firifirito. Su rostro tampoco le aportaba ninguna fiereza adicional. Y para aquellos a quienes les gusta la hstoria de Hollywood, Eastwick tenía ese tipo de cara de niño que pondría celosa a Barbara Stanwyck.
Luego está el nombre. Rawly Eastwick, abreviatura de Rawlins Jackson Eastwick III, le hace a uno pensar en la realeza inglesa, o podría traer memorias de aquella película de 1987, Las Brujas de Eastwick, protagonizada por Jack Nicholson en un papel demoníaco. De seguro no suena como el tipo de nombre que deberíamos ver en el frente de una barajita de beisbol Topps.
El rostro y el nombre no encajaban con el beisbol, pero el brazo derecho de Eastwick si. En su apogeo, podía lanzar al nivel de los mejores relevistas. Y fuera del terreno, tenía talentos que igualaban sus destrezas de pitcheo.
Inteligente y bien hablado, Eastwick vive ahora en Boston, donde gerencia una serie de edificios de oficinas. Su nombre regresó a la conciencia pública en 2013, cuando planeaba presenciar la maratón de Boston. Quería estar en la meta, para saludar a algunas de las muchachas quienes corrían en apoyo a la caridad del jugador de la NFL Tedy Bruschi, conocidas como el “Tedy’s Team”. Una de las corredoras competía en tributo a Haylee Eastwick, la hija de Rawly, quien había sufrido un ataque cardíaco hacía cinco años. Eastwick tuvo que cancelar el saludo cuando supo del ataque terrorista en la meta de la maratón.
Hace mucho tiempo, Eastwick tenía muchos menos asuntos serios en su mente. Para el momento cuando esta barajita Topps fue publicada, a principios de la primavera de 1978, Eastwick se había convertido en un hombre rico. Había firmado un generoso contrato como agente libre con los Yanquis de Nueva York. Pero la barajita Topps no refleja la firma de Eastwick. En lugar de eso, esta lo muestra luciendo los colores pintados de los Cardenales de San Luis, con quienes había terminado la temporada de 1977 luego de un cambio de mitad de año desde los Rojos de Cincinnati. (Los Rojos, al haber perdido las esperanzas de firmar a Eastwick como agente libre, lo cambiaron a San Luis por el pitcher zurdo Doug Capilla. El cambio no recibió mucha publicidad porque ocurrió la misma noche cuando los Rojos adquirieron al futuro inquilino del Salón de la Fama, Tom Seaver desde los Mets de Nueva York).
Eastwick terminó la temporada de 1977 en San Luis antes de engrosar su capital mediante la libre agencia. Los Yanquis lo firmaron durante el invierno, aunque ya tenían a otros dos destacados relevistas en Sparky Lyle y el recién firmado futuro inquilino del Salón de la Fama, Goose Gossage.
En una época, Eastwick había sido el as relevista de los Rojos. Fue drafteado en 1969 por Cincinnati, Eastwick debutó en grandes ligas cinco años después. Al aparecer en ocho juegos al final de la temporada, mostró el tipo de brazo derecho que sería crucial para los Rojos durante su dinastía de mediados de la década de 1970. En 17 innings, ponchó 14 bateadores y su efectividad fue de 2.04.
Con envíos a tres cuartos de brazo, una recta sobresaliente y una gran slider, Eastwick emergió como relevista dominante de los innings finales en 1975 y ’76. Lideró la liga en salvados en 1975 y terminó tercero en la votación del premio Novato del Año de la Liga Nacional, pero tuvo alguna dificultad en la Serie Mundial de ese año. En el icónico sexto juego en Fenway Park, Eastwick recibió un jonrón de tres carreras al bateador emergente Bernie Carbo para permitir que los Medias Rojas de Boston igualaran el juego en camino al jonrón decisivo de Carlton Fisk.
Ese momento desafortunado no impidió que los Rojos ganaran la Serie Mundial. El siguiente verano, Eastwick se reivindicó con creces al empatar el liderato de juegos salvados de la liga, ganar 11 juegos, y disminuir su efectividad hasta 2.09. Mientras el bateo de poder de los Rojos se llevaba los titulares, Eastwick jugaba un silencioso pero clave papel en el segundo campeonato seguido de los Rojos.
En 1977, Eastwick perdió algo de fuerza en su recta. En la fecha límite para realizar cambios del 15 de junio, los Rojos lo enviaron a San Luis, donde tuvo dificultades el resto de la temporada. Los Cardenales no lo firmaron, y eso le permitió probar el mercado de la libre agencia. Así fue como aterrizó en Nueva York.
Eastwick no fue un miembro clave de los Yanquis campeones mundiales de 1978, solo hizo un puñado de relevos. Sin embargo, la primera temporada de Eastwick con el uniforme a rayas, ocasionó una de las primeras controversias de ese verano. Con Eastwick, Gossage y Lyle en la nómina del inicio de la temporada, el manager Billy Martin tenía exceso de ases relevistas. Martín se inclinaba por Gossage para cerrar la mayor parte del tiempo (se mantuvo con él a pesar de no empezar bien la temporada), empleaba a Lyle en el papel de preparador (set-up), Eastwick tenía pocas oportunidades.
No es que Eastwick lanzara mal en sus ocho apariciones con los Yanquis. Se convirtió en el ornamento del plan de trabajo de Martin, donde los abridores duraban muchos innings y solo los mejores relevistas de Martin recibían oportunidades en situaciones significativas. Si Eastwick hubiese lanzado en el beisbol actual, habría sido el hombre ideal del séptimo inning, preparando el camino para que Lyle lanzara el octavo y Gossage el noveno.
El llevadero Eastwick hizo un número de amigos entre sus compañeros de los Yanquis, pero Martin nunca pareció tenerle confianza para ponerlo a lanzar. En un bullpen de los Yanquis tan recargado, Eastwick se hizo negociable. Los Yanquis lo enviaron a los Filis de Filadelfia por el jardinero Jay “Moon Man” Johnstone y el jardinero de ligas menores Bobby Brown. De alguna manera, el cambio hizo realidad un sueño, Eastwick alguna vez había soñado con jugar para los Filis. Al crecer en Haddonfield, N.J., Eastwick había asistido a varios juegos con su padre en el Connie Mack Stadium. Los Filis nunca fueron a ver ni se acercaron a Eastwick cuando pitcheaba en el amateur.
Desafortunadamente para Eastwick, el bullpen de los Filis de 1978 estaba casi tan sobrecargado como el de Nueva York. Con Gene Garber, Tug McGraw, y Ron Reed disponibles para encargarse de los innings finales, las oportunidades de Eastwick siguieron de capa caída, igual que su recta. Quizás afectado por los 204 innings que acumuló en 1976 y 1977, Eastwick nunca recuperó su dominio con los Filis, los Reales de Kansas City, o los Cachorros de Chicago y se encontró fuera del beisbol para 1981.
Más allá de su meteórico éxito con la “Gran Maquinaria Roja” y su breve estadía con los Yanquis, el derecho tan delgado como un lápiz llamaba la a tención por sus hábitos exóticos. Eastwick practicaba meditación trascendental, algo que había hecho desde la infancia en un esfuerzo para controlar la ansiedad. También, durante su primera primavera con los Yanquis, Eastwick hablaba de una nueva dieta que había empezado. Era un régimen que prescindía de las carnes rojas y las comidas que contenían preservativos o colorantes, lo cual relativamente era una dieta radical para la época.
Durante los inviernos, Eastwick pasaba buena parte del tiempo coleccionando antigüedades, las cuales incluían un anillo centenario y monedas persas. Quizás, más notablemente, Eastwick mostraba aptitudes para hacer arte. Le gustaba hacer esculturas. También pintaba sobre lienzos. Se le daba muy bien la pintura con pincel, Eastwick dijo que su mejor pintura fue un fresco que le obsequió al inquilino del Salón de la Fama, Johnny Bench y su esposa como regalo de bodas.
Era otro aspecto de la vida de Eastwick que lo convertía en alguien más que un pelotero estereotipo.
________________________________________
Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario