viernes, 15 de septiembre de 2017
Un centenar de anécdotas, leyendas, memorias, juegos, curiosidades a través del centésimo aniversario de los Navegantes del Magallanes.
1.- Octubre de 1968 y un agónico jonrón de Clarence Gaston. Cada noche a las 8, religiosamente Felipe encendía el radio transistor y se escuchaba la marcha deportiva de Radio Rumbos. Jesús Mario reclamaba más volumen y la voz del narrador plenaba la habitación de bolas, strikes, squeezeplays, jonrones, dobleplays, toda una jerga, todo un universo de reglas desconocidas para mí. A los siete años de edad estaba más pendiente de los aviones de papel, los trompos, las metras y los gurrufíos, sin embargo me llamaba mucho la atención eso que mis hermanos escuchaban en el radio. La afición de ellos no terminaba en escuchar los juegos, durante el día compraban barajitas de beisbol, compraban la revista Sport Gráfico, devoraban las páginas deportivas de El Nacional y El Universal. Me miraban con ojos punzantes cada vez que les preguntaba por algun pelotero o jugada relacionada con los Leones del Caracas. Se quedaban silenciosos y decían que ese era el equipo rival, el que tantos malos ratos le hacía pasar a su idolatrado Magallanes. Por algunas semanas escuchaba los juegos y trataba de conocer el juego, Felipe decía que era muy fastidioso seguir a un equipo como el Caracas que ganaba todos los días y también ganaba muchos campeonatos. Jesus Mario añadía que era mucho más emocionante seguir el beisbol desde la incertidumbre y la sorpresa del Magallanes. Todo eso lo empecé a comprender mejor la noche del sábado 8 de diciembre de 1968, cuando los Navegantes del Magallanes vencieron a los Leones del Caracas, después que estos empataron el juego en las entradas finales, entonces conocí otro término de la jerga: extra inning. Cuando mis hermanos se lamentaban y daban por perdido el juego, la voz del narrador inundó el comedor a través de las cornetas del radio: “…la bola se va…se va…se va…joooonrooooooon de Clarence Gaston…Magallanes deja en el terreno al Caracas” Yo no sabía que era eso de “dejar en el terreno”, ni mucho menos que era un jonrón, pero a partir de ese momento supe que el equipo de mis simpatías era los Navegantes del Magallanes.
2.-Un tal Camaleón. Hacia finales de 1968 estuve con mis hermanos en el estadio municipal de Cumaná. Me quedé abismado de cómo Felipe permanecía petrificado mirando el terreno de juego. Se puso muy contento cuando notó que se podía bajar al terreno y casi corrió hacia la zona de la tercera base. Caminaba como un astronauta en su primera excursión lunar, revisaba cada pedazo de arcilla colorada, cada palmo de grama, cada milímetro de raya de cal. Cuando le pregunté porqué hacía eso, me quedó mirando cual monstruo fantasmal. “Aquí jugó Camaleón García, el mejor tercera base de Magallanes y de toda la liga venezolana, yo lo vine a ver con mi tío una noche hace dos o tres años, Magallanes vino a jugar versus Cardenales de Lara y Camaleón me sorprendió con su agilidad para tomar toques de bola casi en frente del plato, lo que luego lanzaba hacia primera base eran riflazos. También se lanzó de cabeza dos veces hacia la raya. Y largó dos batazos que casi salen del estadio, uno agrietó la pared del jardín izquierdo, el otro lo capturó el jardinero central pegado a la cerca”. Había dicho todas esas palabras sin respirar y para nada se veía asfixiado.
3.-Los dos juegos sin hits ni carreras de Vidal López. Uno de los tragos más amargos que veía pasar a Felipe ocurría cuando los caraquistas le restregaban los juegos sin hits ni carreras de LennyYochim (8 de diciembre de 1955) y Howie Reed (24 de octubre de 1968) precisamente ante el Magallanes. Se quedaba mudo por unos instantes y recurría a las dos joyas de pitcheo de Vidal López, el 7 de julio de 1941 ante el Santa Marta y el estelar pitcher boricua Tite Figueroa (2-0), y el 10 de agosto de 1941 versus el Vargas de Luis Aparicio Ortega, Antonio Briñez, Balbino Inojosa y Daniel Canónico (4-0). De inmediato los caraquistas alegaban que eso había ocurrido antes de la liga profesional. Entonces Felipe recurría al juego sin hits ni carrera de Mel Nelson (18 diciembre 1963) y los caraquistas replicaban que el equipo de Nelson se llamaba Orientales. Pasó mucho tiempo para que los Navegantes del Magallanes vieran a un pitcher lanzar sin hits ni carreras, el 10 de enero de 1996, Donnie Wall, Oscar Henriquez y Dave Evans dominaron a Cardenales de Lara para vencerlos (4-0), Chris Roberts lanzó el segundo no-hitter ante La Guaira el 3 de noviembre de 1996 y finalmente Anthony Lerew dejó sin imparables ni anotaciones a los Leones del Caracas el 21 de noviembre de 2010.
4.-La llegada a Valencia. No recuerdo haber visto más desconcertados a mis hermanos que en aquellos meses de inicios de 1969. Empezaron los rumores de la venta del Magallanes y cuando se concretó la transacción a un grupo de Valencia, Felipe temía que le iban a cambiar el nombre al equipo, también que ya no iba a poder ir a ver algun juego cuando fuese a Caracas con papá, tenía que ser muy sortario para que esos días el Magallanes jugara ante el Caracas o La Guaira en la capital. Recuerdo que una de las críticas más grandes que hicieron mis hermanos a los nuevos dueños fue que le pusieran al equipo: Magallanes de Carabobo. “Ese equipo va más allá de un simple estado. Ese equipo tiene seguidores en todo el país”.
5.-La barriada y el equipo. Uno de los cuentos más descabellados que le escuché a mis hermanos hacia finales de la década de 1960 fue que el barrio Los Magallanes de Catia en Caracas había recibido ese nombre debido a que el equipo de beisbol Magallanes se había fundado allí a comienzos de siglo. En eso momento ni se me ocurría preguntarles si estaban seguros de esa historia, me parecía una muestra más del desbordado fanatismo que mostraban en determinados momentos por el equipo. Viéndolo a la distancia, recuerdo que les tenía mucho miedo a mis hermanos cuando su intensidad por el equipo llegaba a esos niveles. Luego, cuando muchos años después, tuve oportunidad de escuchar y leer por varias fuentes que efectivamente el barrio había recibido el nombre en homenaje al equipo, reconocí en mi interior que mis hermanos estaban en lo cierto, aún les debo una disculpa por eso.
6.-Carnaval e inmersión en un tambor de agua. El 01 de febrero de 1970 llegamos a Cumaná a eso de las once y media de la mañana. La Guaira ganaba 1-0 en el segundo inning. Magallanes dominaba la final 2 juegos por 0. En la esquina había un templete con música a todo volumen y cada cierto tiempo sintonizaban el juego de beisbol. Justo en el momento cuando llegamos una muchacha convirtió sus pasos en zancadas y aún así, los manganzones de la esquina descargaron un balde de agua en su espalda. Cuando Magallanes pasó a ganar 2-1 en el quinto inning, los tipos de la esquina llenaron la calle con el juego de pelota. Al verlos tan pendientes del juego, en el cierre del noveno, me llegué hasta la esquina y en menos de dos minutos me levantaron en vilo y me sumergieron con todo y radio en el tambor de agua. Salí pataleando de allí, el radio había dejado de funcionar y ya había dos outs. Corrí desesperado hacia casa de mis abuelos y encendí el radio de tubos de la sala. La voz de Delio Amado León retumbaba en las paredes, “Magallanes tiene montado el sancocho de tiburón…estraiiic el tercero…los Navegantes ganan su primer campeonato en 15 años”.
7.-Historia fragmentaria. Desde 1917, cuando se realizó la famosa reunión en el bar “Back Stop” me ha resultado difícil conectar aquel equipo amateur, improvisado, que solo se mantuvo hasta 1918, con los Navegantes del Magallanes que ingresaron a la Liga Venezolana de Beisbol profesional en 1946. Principalmente porque entre 1918 y 1927 transcurrió mucho tiempo y aunque esa vez el equipo vivió por seis años, en 1933 volvió a desaparecer hasta 1940. Fueron 16 años de ausencia en el beisbol de primera categoría y primera división de aquella época que hacen muy intrincada la ruta para enhebrar la historia magallanera. Además, luego de la temporada 1955-56, por dificultades económicas y familiares de Don Carlos Lavaud, el nombre Navegantes del Magallanes desapareció de LVBP. Empezaron los años de Oriente y Orientales, hasta que la insistencia y empeño del Catire Istúriz logró convencer a Lavaud para que le permitiera utilizar el nombre y los Navegantes del Magallanes reanudaron su historia en la temporada 1964-65. En total fueron 24 años de ausencia que tuvo el Magallanes en el beisbol venezolano, quizás mdemasiados para muchos de sus seguidores.
8.-Maratón de infarto. Entré al estadio José Bernardo Pérez por los lados de tercera base. Aun cuando hubo un duelo de pitcheo en los primeros siete innings. Quizás Ben Callahan fue quien estuvo más cerca de que le anotaran en el séptimo episodio, solo una jugada fantasmal de Joe Orsulak ante batazo contra la cerca de Clint Hurdle mantuvo el marcador en blanco. En la apertura del noveno inning estuve a punto de abandonar el estadio cuando Juan Francisco Monasterio despachó imparable ante Jeff Zaske para remolcar a Oswaldo Guillén. Esa carrera parecía un muro infranqueable ante el dominio del relevista Jeff Dedmon quien había venido a relevar a Marty Decker. Entonces Orsulak soltó imparable al centro y luego de un passedball de Antonio Córdova, Benny Distefano despachó trueno a la derecha para igualar las acciones. Zaske y Nelson Torres debieron sortear situaciones de hombres en circulación donde La Guaira parecía despegarse. En el duodécimo inning los escualos volvieron a tomar ventaja cuando Guillén trajo al plato a Gustavo Polidor. En el cierre de ese inning Ernesto Gómez sencilleó a la izquierda y Wolfgang Ramos emergió por Carlos Porte. El linietazo que despachó Ramos por toda la línea de cal del jardín derecho me provocó una taquicardia que no se detuvo hasta que Gómez pisó el plato con el empate. El sufrimiento continuó porque Ramos se quedó varado en tercera. En el cierre del décimo cuarto inning Gómez volvió a batear imparable a la izquierda y Alfredo Pedrique lo llevó a la intermedia con toque. Cuando recordaba como Ramos se había quedado esperando remolque, Stan Cliburn soltó imparable al centro que me hizo experimentar la fantasía de disfrutar una victoria esquiva y muy sufrida, aun no lo creía cuando vi a Gómez pisar el plato aquella noche del 9 de noviembre de 1983.
9. Antaños del Stadium.Hacia finales de la década de 1960, cada sábado cuando llegábamos a casa de mis abuelos en la calle “Ayacucho” de Cumaná, el vecino de enfrente siempre tenía música a todo volumen y uno de los discos que más repetía era el de los Antaños del Stadium. Cada vez que sonaba una canción que después me enteré se llama “San José”, sonaba el chasquido de la aguja y después sonaba “Cocoíta”. Varios años después encontré en una tienda de discos el famoso LP de los Antaños del Stadium con el estadio San Agustín en la portada, y al revisar las canciones en el reverso me di cuenta que entre “San José” y “Cocoita” había una canción llamada “Magallanes”. Le pedí el favor al encargado de la tienda que sonara ese surco y escuché el famoso pasodoble. Esa misma tarde le pregunté a abuelo cual era el equipo predilecto del vecino del frente y me dijo con los ojos desorbitados “¡Muchacho, ese es más caraquista que el tipo de la corneta!”
10.- La abnegación de un manager. En la temporada 1987-88, Rodolfo J. Mauriello como gerente deportivo de los Navegantes del Magallanes contrata a Felipe Rojas Alou como manager. Luego de uno de los primeros juegos de la temporada, Mauriello en sus funciones como periodista fue al dugout magallanero luego de un juego. Estuvo esperando por Alou por espacio de hora y media, como el manager no aparecía y ya casi todo el equipo estaba de vuelta en el bus, Mauriello se aventuró en el clubhouse. A unos cinco metros de distancia observó como Felipe Alou hacía gestos con los brazos, se inclinaba un poco hacia adelante, se agachaba y hacia otras observaciones al jardinero John Fishel quien estaba sumido en una larga sequía ofensiva. “Vamos John, yo sé que tu puedes batear en esta liga. Yo sé que eres un gran bateador. Sé que en el próximo juego vas a dar al menos dos imparables y una va a estrellarse contra la cerca”.
Alfonso L. Tusa C.
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