lunes, 22 de julio de 2019
Dwight “Dewey” Evans Recuerda 1975
Herb Crehan 20 de enero de 2016.
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Cuando Dwight Evans se reportó al entrenamiento primaveral en Winter Haven, Fla. Para la temporada de 1975 con los Medias Rojas, estaba muy optimista acerca de ese año. “Sabía que teníamos mucho talento”, dijo Dwight durante una entrevista reciente en su hogar de la zona metropolitana de Boston. “Pensé que podíamos competir con cualquiera en el este de la Liga Americana”.
Él añadió, “El año anterior estuvimos en el primer lugar de la división hasta que nos quedamos sin gasolina a principios de septiembre. Entonces nos percatamos de Jim Rice y Fred Lynn, quienes fueron llamados al final de la temporada, y vimos que podían contribuir. “Si, me gustaban nuestras oportunidades”, dice enfáticamente.
Dwight solo tenía 23 años de edad cuando empezó el entrenamiento primaveral pero ya había sido probado en ambientes de alta tensión. Los Medias Rojas lo habían llamado a mediados de septiembre de 1972, cuando el equipo estaba enzarzado en una carrera ardorosa por el primer lugar del este de la Liga Americana. Y en 1974, fue factor clave en el éxito tempranero del equipo.
El optimismo de Dwight Evans acerca de los Medias Rojas de Boston de 1975 estaba bien fundado. A pesar de que las predicciones de los “expertos” decían que terminarían terceros en su división, terminaron primeros en el este de la Liga Americana, ganaron el banderín de la liga, y estuvieron a un juego de sorprender a los Rojos de Cincinnati en un Serie Mundial histórica. Dwight tuvo una destacada temporada regular en su defensa del jardín derecho y en el plato, y fue sin discusión el héroe anónimo de los Medias Rojas en la Serie Mundial.
Nativo de California
Dwight Michael Evans nació en Santa Mónica, California, el 3 de noviembre de 1951. Su familia se mudó a Odahu en las islas hawaianas, cuando él era pequeño.
“No jugaba beisbol cuando vivíamos en Hawaii, así que cuando me mudé a Northbridge, California, a los nueve años de edad tuve que fajarme para nivelarme con los jugadores de mi edad”, recuerda Dwight. “Cuando nos mudamos de vuelta a California, mi padre me llevó a un juego de los Dodgers y me enamoré del beisbol”.
“Mi memoria más duradera de las pequeñas ligas es hacer trabajos en la pequeña granja de mi abuelo para ganar el dinero de la inscripción. No teníamos mucho dinero adicional cuando yo crecía”, reconoce.
Para el momento cuando empezaba bachillerato había alcanzado y sobrepasado a los otros adolescentes. En su primer año integró el equipo All-Valley y en su año final fue el pelotero más valioso de la San Fernando Valley League.
“Nunca pensé en tener una carrera profesional hasta que noté que los buscadores de talento me miraban como un jugador de año final”, dice Dwight. “Es divertido, oi de muchos equipos de grandes ligas, pero no de los Medias Rojas. Me sorprendí mucho cuando ellos me tomaron en el draft de junio”.
Canal rápido hacia las mayores.
Los Medias Rojas seleccionaron a Dwight en la quinta ronda del draft de 1969 y lo asignaron a su equipo de ligas menores ubicado en Jamestown, New York. “Las menores fueron un gran ajuste para mí”, recuerda Evans. “Era solo un niño (17 años de edad) y nunca había estado en el este. No estaba seguro de si merecía estar en Jamestown junto a los otros”.
Dwight avanzó rápidamente a través de las menores y en 1972 fue promovido al equipo AAA en Louisville, Kentucky. “Tuve un comienzo lento en Louisville”, dice Evans, “pero Darrel Johnson me dijo que iba a ser su jardinero derecho bateara .100 o .300. Eso ayudó a relajarme”.
Bateó .300 en Louisville y fue nombrado pelotero más valioso de la International League en 1972. Su juego estelar esa temporada le valió un llamado en septiembre para unirse a los Medias Rojas en medio de una cerrada carrera por el banderín. Se convirtió en jardinero regular de los Medias Rojas el 18 de septiembre de 1972, y participó en los últimos 17 juegos de alta tensión.
“Me sentí cómodo en los jardines desde mi primer juego en las ligas mayores”, dice Dwight. “La defensiva me salía naturalmente, pero me tomó mucho tiempo ajustarme en el plato. En las mayores el pitcheo es mejor, pero la defensiva es aun mejor”.
¿Cuál fue la primera impresión de Dwight acerca de Fenway Park? “No podía dejar de pensar en lo hermoso que era el estadio. Estaba sorprendido de lo inmenso de la pared del jardín izquierdo y de lo cercana que parecía. Siempre me ha gustado mucho Fenway Park”.
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Entrenamiento primaveral de 1975.
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Cuando empezaron los entrenamientos primaverales en marzo de 1975, Dwight Evans ya había jugado en más de 250 encuentros con los Medias Rojas de Boston. Después de dos temporadas completas como regular y de jugar papel importante en la tercera, estaba cerca de ser un veterano de ligas mayores, aún así era uno de los peloteros más jóvenes del equipo. El novato Jim Rice era un año menor con 22, y el novato Fred Lynn tenía la misma edad que Evans con 23.
Los “Gold Dust Twins”, Rice y Lynn, acapararon la atención en el campamento de los Medias Rojas ¿Cómo se sintió Dwight Evans con el foco de atención ubicado sobre Rice y Lynn? “Estaba maravillado por permanecer fuera de la atención de los medios”, enfatiza Evans. “Nunca quise ninguna atención individual”.
“Y estaba muy feliz de que se unieran al equipo en 1975. Vimos lo que podían hacer el septiembre previo”, dice él. “Estaba convencido de que eran dos de las piezas faltantes y que nos ayudarían a pasar al siguiente nivel”.
Cuando los Medias Rojas se fueron de Winter Haven al finalizar el entrenamiento primaveral, Peter Gammons escribió: “Hay potencial de banderín, pero también muchas interrogantes para considerarlos como candidatos en abril”. Dwight Evans mantenía su optimismo inicial. “Me sentí seguro de nuestra oportunidad desde el comienzo del entrenamiento primaveral hasta el final de la temporada”.
Cuando empezó la temporada regular, tanto los Medias Rojas como Dwight Evans tuvieron un comienzo flojo. Los Medias Rojas se recuperaron primero. Después de terminar abril en el quinto lugar, el equipo llegó al primer lugar de la división este a finales de mayo, y ocuparon el primer o segundo lugar por el resto de la temporada.
Afectado por lesiones en la pantorrilla y hombro, el promedio de bateo de Evans rondó los .230 hasta el receso del juego de estrellas de 1975. “Nunca usé las lesiones como excusa”, dice Evans. “El hecho es que siempre empezaba lento. ¡Cuando el clima se calentaba, yo también lo hacía!”
Campeones de la división este.
Los Medias Rojas se apoderaron del primer lugar el 29 de junio de 1975, y con marca de 55-35 en el resto del camino nunca perdieron el liderato. Y como se dijo, cuando el clima se calentó, el bate de Dwight Evans despertó. Bateó para .327 después del juego de estrellas para subir su promedio general en la temporada a un muy respetable .274.
“Como crecí en Hawaii y California, el clima del norte a principios de la temporada era totalmente ajeno para mí. Nunca me acostumbré a jugar en Boston y el norte en abril y mayo”, admite Evans.
Al preguntársele si recordaba algun momento clave durante el transcurso de los Medias Rojas hacia el primer lugar del este, Evans responde, “No. Confiámos todo el año en que íbamos a ser consistentes toda la temporada”.
“Pero pienso que la adición de Denny Doyle en junio para jugar segunda base fue importante para nuestro éxito”, reconoce. “Estabilizó nuestro cuadro interior y aportó la chispa. Lo buscamos por su defensiva pero también bateó bien con nosotros (.310)
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Postemporada histórica.
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Los Medias Rojas aseguraron la corona de la división este a finales de septiembre y se prepararon para enfrentar a los archi favoritos Atléticos de Oakland en la serie de campeonato de la Liga Americana. “Nadie pensaba que teníamos oportunidad”, recuerda Evans 40 años después. “Pero sabíamos que éramos mejores que Oakland y los barrimos en tres juegos”.
Los Rojos de Cincinnati y su gran maquinaria roja eran aun más favoritos que los Atléticos cuando empezó la Serie Mundial de 1975. “Para ese momento estábamos acostumbrados a ser el batacazo”, dice Evans. “Pienso que usábamos eso para motivarnos”.
La Serie Mundial de 1975 es considerada uno de los mejores Clásicos de Otoño de todos los tiempos. Cinco de los siete juegos se decidieron por una carrera, dos juegos fueron a extra innings y los cambios de liderato fueron muy numerosos. El canal televisivo MLB denominó al sexto juego como el encuentro más grandioso de los últimos 50 años.
Dwight Evans tuvo una destacada Serie Mundial para los Medias Rojas de Boston. Bateó para .292, empujó cinco carreras, y empató el tercer juego con un jonrón de dos carreras en el noveno inning.. Y en el undécimo inning del sexto juego hizo lo que el manager de los Rojos Sparky Anderson llamó: “La atrapada más grande que he visto en esas circunstancias”.
El marcador estaba igualado 6-6 en el undécimo cuando Joe Morgan, de los Rojos, bateó una línea dirigida hacia los asientos de la tribuna del jardín derecho. Así es como Dwight Evans recuerda su espectacular atrapada. “No fue mi mejor atrapada, pero si la más importante. Anticipé que la pelota giraría hacia la línea de cal del jardín derecho, pero se mantuvo recta como una flecha. Fue muy emocionante atrapar esa pelota”.
“Nos disgustamos mucho cuando perdimos el séptimo juego ante los Rojos”, dice Dwight. “Sentimos que habíamos jugado tan bien como los Rojos y que cualquiera podía haber ganado”.
“Pero esperábamos regresar a la Serie Mundial en el futuro porque teníamos un equipo muy talentoso”. Resultó que Dwight tuvo que esperar 11 años para regresar a la Serie Mundial en 1986, sería el único integrante de los Medias Rojas que jugó en las Series Mundiales de 1975 y 1986.
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Dwight Evans hoy.
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Dwight “Dewey” Evans fue el jardinero derecho más grande en la historia de los Medias Rojas. Evans estuvo en todas o en parte de las 19 distinguidas temporadas como el jardinero derecho regular de los Medias Rojas, y en 1982 fue seleccionado como jardinero del equipo de todos los tiempos por votación popular. En el centésimo aniversario de Fenway Park en 2012, fue seleccionado como jardinero derecho del equipo de todos los tiempos de Fenway Park. Y en nuestra entrevista de mayo de 2000 con el ícono de los Medias Rojas, Johnny Pesky, él dijo: “Dwight Evans fue el mejor jardinero derecho que vi”.
Varias veces en su carrera de 20 años, lideró la Liga Americana en carreras anotadas, jonrones, boletos, y porcentaje de embasado. Y tan bueno como fue a la ofensiva, fue aun mejor en su defensiva, al ganar ocho guantes de oro, el máximo número en la historia de los Medias Rojas. Han pasado 14 años desde su retiro y aun permanece entre los 100 mejores peloteros en las historia de las ligas mayores en 10 categorías importantes.
¿Y de donde vino el apodo de Dewey? “Caramba, ojalá tuviera una anécdota interesante sobre eso”, contesta Dwight, “¡pero no la tengo! Cuando jugaba en las menores nos poníamos apodos. El mío era Dewey y se quedó. He aprendido a apreciarlo”, se ríe.
Dwight Evans y su esposa aun tienen su hogar en la zona metropolitana de Boston. Sus tres hijos son todos adultos y Dwight disfruta ser abuelo.
Dwight fue coach de bateo de los Medias Rojas en 2002, y en 2003 fue nombrado Consultor de Desarrollo de Peloteros por los Medias Rojas, un cargo que aun mantiene. “Trabajo con los peloteros jóvenes en el sistema de ligas menores de los Medias Rojas y me gusta. Hago mi trabajo en Pawtucket y he trabajado con muchos jóvenes quienes van a tener grandes carreras”.
¿Qué mensaje tiene Dwight Evans para los fanáticos de los Medias Rojas? “Los fanáticos de los Medias Rojas son maravillosos”, replica Evans. “Aprendí al principio de mi carrera que si das todo tu esfuerzo siempre te apoyarán. Si un pelotero flojea, aunque sea brevemente, los fanáticos le van encima. Y eso está bien”.
“Quiero agradecerles por apoyarme todos estos años, hasta el presente. Los fanáticos de los Medias Rojas siempre han sido maravillosos conmigo”.
Traducción: Alfonso L. Tusa.
jueves, 11 de julio de 2019
Para Cleon Jones, el Beisbol fue solo el Comienzo.
Michael Powell. The New York Times. 28 de junio de 2019.
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MOBILE, Ala. — “¡Epa Cleon! ¡Gracias por el techo!”
Cleon Jones se recuesta en la ventana de su van y sonríe a la mujer que lo ha saludado desde su porche. “Si Jesse no estuviera sentado ahí, Jones señaló al esposo de ella de cabello cano, les lanzaba un ladrillo a todos. Ni siquiera fueron a la reunión de hoy de nuestra comunidad”.
La mujer mantiene los brazos arriba, como rindiéndose, y sonríe. “¡Lo siento!”
Jones ríe. “Tranquila, todo bien. No la vamos a tomar contigo”.
Bajamos por el camino y nos internamos en Africatown, la antígua sección negra de Mobile, donde Jones creció en los cañaverales y riberas de cocodrilos que llevaban hacia el río Mobile, allí aprendió a jugar beisbol lo suficiente para ser estrella con los Mets y allí él y su esposa Angela construyeron un hermoso hogar de ladrillos cercano a la choza donde creció sin electricidad ni agua potable.
Él es un alcalde de hechos, los vecinos lo buscan para conseguir préstamos, para reparar techos, construir jardines para la comunidad o cuidar a un hijo impactado por un rayo. Jones, ahora de bigotes blancos en su octava década, saluda desde una gorra azul y naranja de los Mets. Sus palabras se extienden con el acento suave de Alabama.
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“Al crecer en el sur de Jim Crow, aprendí mi camino”, dice él. “Si, me mantuve en ese camino. Ahora cada camino es nuestro y tenemos cambios por hacer”.
Jones. Tommie Agee. Ed “The Glider” Charles y Donn Clendenon. Ellos fueron claves para los Mets de 1969, estrellas a quienes mis amigos y yo imitábamos en nuestros swings y carreras hacia el plato. Esos peloteros afroamericanos eran mucho más que eso y en aspectos que apenas podíamos imaginar. Es importante recordarlos, especialmente a Jones, en el fin de semana cuando los Mets celebran el quincuagésimo aniversario de aquel equipo de 1969.
Eran los hijos generacionales de los pioneros del beisbol Jackie Robinson y Larry Doby que navegaron el sur de Jim Crow con sus leyes venenosas y límites disimulados.
Donn Clendenon, el primera base de paso relajado con swing de Barca Lounger, fue estudiante en Morehouse, donde le asignaron un tutor conocido como “big brother”: Dr. Martin Luther King Jr. En 1968, Clendenon estaba con los Piratas de Pittsburgh, organizó a los peloteros negros y amenazó con un boicot a menos que se suspendiesen los juegos el día del funeral de King; los dueños de equipos tuvieron que aceptar a regañadientes.
Ed Charles venía de la realidad segregacionista de Daytona, Fla. Agee era el mejor amigo de Cleon e hijo especial de Mobile. Todo esto es planteado maravillosamente en el libro de Wayne Coffey acerca de ese equipo, “They Said It Couldn’t Be Done”.
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Mobile fue una cisterna desbordada de talento beisbolero afroamericano. Una agraciada ciudad de sauces llorones de 190.000 habitantes, Mobile produjo cinco inquilinos del Salón de la Fama del beisbol, todos negros: Hank Aaron, Willie McCovey, Billy Williams, Ozzie Smith y Satchel Paige. Jones recuerda mirar de joven a Paige lanzar en una exhibición: “Le ordenaba a sus compañeros, ‘siéntense’. Y ellos se sentaron en el terreno mientras él ponchaba a tres bateadores”.
Entre los que casi alcanzaron la grandeza está el jardinero central de los Reales de Kansas City, Amos Otis.
“Hombre, si querías jugar, todo lo que tenías que hacer era ir allá afuera y lanzar una pelota al aire”, dijo Jones.
Mucho de ese talento atlético negro ya no fluye hacia el beisbol, se desvió hacia el futbol americano y el baloncesto. Eso le duele a Jones y es una historia para otra oportunidad.
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A decir de Jones, su juventud fue bucólica luego de una niñez complicada. Tuvo amistades con muchachos blancos de Chickasaw y Prichard, y jugaron futbol americano y beisbol. A veces comían en la mesa de su madre en Africatown y a veces el comía en sus mesas. Nunca se dio el lujo de olvidar donde estaba. Cuando se asomaba el crepúsculo se excusaba y tomaba su larga caminata de vuelta a casa.
“Me aseguraba de estar en casa al anochecer, si, lo hacía”, dijo él.
Mientras se apuraba de vuelta a casa oía los gritos desde los porches en penumbras.
“Muchacho ¿te bañaron en chocolate?” y “Regresa a África”.
La ecuanimidad de Jones se resquebrajaba.
“Les gritaba de vuelta: ‘Al infierno con eso. ¡Llévame de regreso! ¡Ustedes me trajeron aquí!’”
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Cuando era un infante, su madre y padre hacían cola para tomar el bus en Mobile. Un hombre blanco exigió que se fueran al final de la cola. “Mi madre usaba el cabello largo, y él la templó por el cabello y la haló hacia atrás” y le dijo un epíteto racial, dijo Jones.
“Iniciaron una pelea y mi papá sacó la mejor parte”, dijo Jones. “Llegó la noticia de que la policía lo buscaba, y esa noche mi papá subió a un tren que iba a Nueva Orleans y Chicago”.
Pocos días después su madre huyó a Filadelfia. Cuando el cumplió 12 años, oyó a su abuela llorar en el porche, él se levantó de la cama y se acercó a su lado y le preguntó que ocurría.
Había llegado la noticia de que la madre de Jones había fallecido. “Nunca vi a mi madre excepto en fotografías”.
Después de la escuela secundaria, Jones empezó un arduo viaje de carreteras en las ligas menores y pueblos del sur, donde hombres y mujeres entrecerraban los ojos y gritaban ofensas raciales. Unos cuantos peloteros negros agitaban sus cabezas y partían hacia su hogar.
Jones no hizo eso. “Oía eso y me enterraba tan profundo en el plato que solo miraba al pitcher. Entonces venía el lanzamiento y ¡bang!”
Aquí y allá vio asomos de luz. Su equipo llegó a Jacksonville Fla., una noche y Jones y otros compañeros de equipo negros entraron en un restaurant. Estuvieron sentados 45 minutos sin ver una mesera.
El gerente se disculpó y llamó a la mesera. Ella utilizó una grosería racial para dejar claro que no le serviría a Jones ni a sus acompañantes. El gerente llamó a otra mesera y despidió a la que no les sirvió.
El día siguiente los peloteros regresaron a ese restaurant y la misma mesera que había rechazado servirles, fue a verlos. “Ella nos dijo, ‘Me criaron de cierta manera pero debo reconocer que soy adulta y tomo mis propias decisiones. Rogué para que me devolvieran mi trabajo y ahora les ruego a ustedes que me disculpen’”.
Los hombres hablaron con ella y ella les sirvió la cena.
Esa noche jugaron y Jones miró hacia las tribunas y vio a la misma mesera aupándolos. “Cada vez que íbamos a Jacksonville siempre la reconocíamos y ella nos saludaba. Habíamos conseguido una amiga genuina”.
“La mayoría de las personas quiere ser cordial. Solo hay que dejar la puerta abierta”.
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Jones no es un idealista de ojos estrellados, y sus ojos destilan acero cuando es retado. Aun en los Mets, a quienes consideraba su familia, hubo unos pocos blancos racistas incorregibles. Salía de la ducha y oia comentarios que prefería no haber escuchado.
“Después de jugar con esos tipos por un tiempo, se convirtieron en mis amigos”, dijo Jones, mostrando una sonrisa. “O pretendieron serlo tan bien que no podía hacer nada”.
Jones bateó .340 en 1969, con su velocidad y poder, fue el líder ofensivo del equipo.
Su fin con los Mets seis años después fue irregular. Su manager y su gerente general favoritos, Gil Hodges y Johnny Murphy, habían fallecido hacía tiempo de ataques cardíacos.
Se había lesionado la rodilla y había llegado a enfrentarse al manager Yogi Berra.
Entonces, cuando se rehabilitaba en Florida, la policía encontró a Jones completamente vestido y dormido en su van con una mujer blanca. La llevaba al hogar de ella cuando el vehículo se quedó sin gasolina. El director de los Mets, M. Donald Grant, un imperioso corredor de bolsa, obligó a Jones a llevar a su esposa a una conferencia de prensa para disculparse, un momento humillante por lo grotesco y el tono racista. Jones fue despedido del equipo poco después, y se retiró el año siguiente.
Hace mucho tiempo hizo las paces con el equipo.
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Conversábamos en el almuerzo en Catfish Junction, mientras disfrutábamos del bagre frito y los nabos, y regresábamos hasta Africatown. Recientemente, los arqueólogos habían sacado los restos de madera de lo que casi por seguro fue el Clotilda, el último barco de esclavos que llegó al continente americano en 1860, del fondo del río Mobile. Los esclavistas blancos escondían sus esclavos, una carga ilícita porque la importación de esclavos era ilegal, en lo que ahora es conocido como Africatown.
Aquellos esclavos negros, más adelante gobernaron el pueblo de acuerdo a la costumbre Africana. Jones y su grupo comunitario trabajan para construir un centro de visitantes de Africatown y para conseguir nuevos techos y casas y atraer jóvenes negros propietarios de casas.
Jones tiene 76 años de edad; el tiempo no es un río infinito. Charles y Clendenon han fallecido, y su amigo Agee murió muy joven de un ataque cardíaco a los 58 años de edad. “Ellos tocan a su puerta a las 10 pm y el sale”, dice su esposa Angela. “Tienes que hacer lo que Dios le dice a tu corazón que haga”.
Jones sonríe. En pocos días hará un viaje hacia Nueva York para participar en la celebración del quincuagésimo aniversario de aquel campeonato de hace tanto tiempo.
“Viví un sueño donde tenía que estar pellizcándome y preguntándome si era real”, dijo él. “Tengo la oportunidad de reconstruir Africatown, el asentamiento negro más histórico de Alabama. Hemos tenido momentos desesperantes pero la vida es buena. Nos movemos en todas direcciones”.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C. 10 de Julio de 2019.
lunes, 8 de julio de 2019
Entrevista con Gary Peters
Por Mark Liptak
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¿Que dirías cuando finalmente tienes la oportunidad de hablar con uno de los héroes de tu juventud? ¿Cómo le harías saber a esa persona lo mucho que lo admiraste como persona y por su trabajo…como su conducta dentro y fuera del terreno ayudó a influenciar y moldearte y cuanta alegría te generaba cuando lo veías pitchear?
Recientemente tuve que enfrentar este dilema cuando tuve la oportunidad de hablar con Gary Peters, mi primer héroe en el beisbol, y uno de los mejores pitchers del juego durante los años 1960.
No por coincidencia quería ser como él. Estaba en la tribuna entre el “home” y primera base, en los palcos de terreno del viejo Comiskey Park, la noche del 15 de julio de 1963. Eso fue especial por dos razones…fue el primer juego de beisbol que vi en persona y esa noche Peters lanzó un juego de un imparable para vencer a los Orioles 4-0 mientras ponchaba a trece bateadores.
Un “primer juego” muy especial ¿no les parece?
Peters tuvo muchos juegos como ese. Por supuesto que no todos fueron de un hit, pero pregúntele a los bateadores de la Liga Americana que tan bueno fue entre 1963 y 1967. Muchos le dirán que fue tan bueno entre los zurdos como Whitey Ford y un valorado sucesor de Billy Pierce como as del cuerpo de lanzadores de los Medias blancas.
Los números y reconocimientos resaltan eso. En 1963 Peters irrumpió en el beisbol, al ganar diecinueve juegos, y liderar la liga con una efectividad de 2.33. Lanzó cuatro blanqueos, logró un salvado, pitcheó 243 innings y recetó 189 ponches. Fue nombrado novato del año de la Liga Americana o co-novato del año (junto a su compañero Pete Ward) .
1964 fue aún major. Peters ganó veinte juegos, formó parte del equipo de estrellas, tuvo una efectividad de 2.50, 3 blanqueos, lanzó más de 273 innings y ponchó 205 bateadores.
Ningun pitcher podía mantener el ritmo de esos números, y Peters dio muestras de que era humano en 1965. En 1966, de nuevo lideró la Liga Americana en efectividad con un increíble registro de 1.98. Consiguió otros cuatro blanqueos pero debido a la anémica ofensiva de los Medias Blancas, su marca fue de solo 12-10.
En la agridulce temporada de 1967, Gary regresó a sus grandes números. Ganó 16 juegos, tuvo una efectividad de 2.28, tres blanqueos, un tope vitalicio de 215 ponches y lanzó tres innings en el juego de estrellas, ponchando cuatro y permitiendo un solo imparable.
Los Medias Blancas se desmembraron en 1968 y 1969, y Peters fue cambiado a Boston en uno de los peores cambios que haya hecho la franquicia. Peters y el cátcher Don Pavletich fueron a los Medias Rojas por el pitcher Billy Farmer (quien se retiró una semana después de empezar el entrenamiento primaveral) y el jugador del cuadro Syd O’Brien. Boston compensó a los Medias Blancas por Farmer, al enviar al pitcher Jerry Janeski, quien ganó 10 juegos en 1970, luego desapareció del beisbol. Mientras tanto Peters rejuveneció su carrera y ganó treinta juegos en las próximas dos temporadas. Pudo haber impulsado a los Medias Blancas a jugar por encima de .500 en 1971 si hubiera estado en el lado sur de Chicago y pudo haber sido la diferencia para alcanzar a los Atléticos en 1972.
Me reuní, con Gary en su hogar en Florida donde hablamos de sus días con los Medias Blancas, de que tan cerca estuvo de ser miembro de los Atléticcos de Kansas City, de los dos juegos de un imparable que lanzó, de su efectividad como bateador (19 jonrones vitalicios), de jugar bajo la presión de las carrera por el banderín en las temporadas de 1964 y 1967 y de sus parecer acerca de cuando es el mejor momento para subir a los pitchers jóvenes a las grandes ligas.
Ah, y acerca de cómo resolví el dilema de decirle a Peters que fue mi héroe de juventud… Simplemente se lo dije de frente con la esperanza de no avergonzarlo. El respondió con la misma clase y estilo que lo caracterizó en sus días de jugador activo, con humildad y respeto.
Entrevista de Gary Peters.
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ML: Gary cuéntame la historia de como los Medias Blancas te descubrieron y firmaron en Pennsylvania.
GP: “Al oeste de Pennsylvania donde crecí no había ligas juveniles. Ni pequeñas ligas, ni pelota de American Legion, ni nada parecido. Teníamos las caimaneras…algunos las llamaban semipro y jugué eso. Mi papá participó en ese juego por mucho tiempo y yo empecé a ir cuando tenía como 12 años de edad. Cuando tenía 14 años ya jugaba un poco, un inning o dos al final de los juegos. Jugué regularmente unos tres o cuatro años después de eso pero principalmente jugué más baloncesto, ese era el deporte más practicado en el area. Los Medias Blancas tenían un buscador de talentos llamado Fred Schaffer, mi papá lo conocía y fue a verme. En 1955 fui a Chicago y entrené con los Medias Blancas en Comiskey Park. Otros equipos como los Piratas también estaban interesados, pero él me ofreció suficiente dinero y dijo que los Medias Blancas me universidad durante el otoño e invierno y solo podía jugar beisbol en el verano. Así que firmé y fui a Grove City College en el receso entre temporadas”.
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ML: Tú y JC Martin empezaron sus carreras de ligas menores en Holdrege, Nebraska en 1956 ¿Alguno de los otros muchachos llegaron a jugar con los Medias Blancas y que recuerdas de esos días?
GP: “Pienso que JC y yo fuimos los únicos dos que lo hicimos. Holdrege tenía personas muy agradables y para mí era un gran pueblo. Ciertamente era más grande que el lugar donde crecí. Durante el primer mes, ¡en realidad jugué en el jardín derecho. Jugué mucho en primera base en semipro pero ellos tenían a JC jugando primera en Holdrege, así que fui a los jardines. Bateaba alrededor de .360 pero tenía dificultades para halar la pelota. Pienso que varios de los muchachos llegaron con los brazos adoloridos y me probaron como pitcher”.
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ML: Te fue my bien en las ligas menores, tuviste números ganadores de doble figura en seis de siete temporadas que jugaste allí. ¿Cuáles fueron las cosas más importantes que aprendiste esos años?
GP: “Aprendí a ser controlado. Cuando empecé solo tenía la recta, y un poco de la slider pero muy poco. Cada año mi control mejoraba algo. Ray Berres, el coach de los Medias Blancas para ese momento, me ayudó mucho con mis envíos. Me enseñó como balancearme, como mantener el peso atrás hasta que lo necesitabas, donde colocar el brazo. Me enseñó mecánica de pitcheo. En el invierno de 1962 jugaba en Puerto Rico y pude poner en práctica con éxito todas esas enseñanzas. Los coaches de hoy como Sammy Ellis y Tommy John enseñan a pitchear de la forma como Berres lo hacía”.
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ML: JC Martin me contó una historia acerca de ti. Dijo que en el entrenamiento primaveral de 1961, Al López preguntó por ti y si lanzabas la slider. Martin dijo que le contó a López que tenías una gran slider. Al aparentemente habló contigo y te recomendó que la usaras más. JC dijo que en realidad debiste haber llegado a las ligas mayores uno o dos años antes de cuando llegaste. ¿Por qué no lanzabas ese pitcheo si era tan bueno?
GP: “Lanzaba una slider que se alejaba de los bateadores pero era plana, no se movía mucho. Nunca había aprendido a lanzar la curva, y eso era lo que intentaba hacer en 1961. Esa fue otra area donde Berres me ayudó. Terminé lanzando la curva y resultó que cuando lanzaba la slider, ahora desarrollaba un quiebre hacia abajo además de alejarse de los bateadores. También aprendí a pitchear bajo en la zona de strike. No sé si hubiera llegado dos años antes…tal vez uno…pero no sé si hubiese sido tan exitoso como finalmente lo hice”.
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ML: Finalmente alcanzaste tu primer triunfo en las ligas mayores el 6 de mayo de 1963 cuando venciste a los Atléticos de Kansas City 5-1. No solo ganaste sino que bateaste el primer jonrón de tu carrera. ¿Qué recuerdas de ese juego?
GP: “Recuerdo que eso ocurrió pocos días antes del día del corte. En aquellos días los equipos tenían hasta principios de mayo para mantener algunos peloteros adicionales en el roster, entonces tenían quedarse con ellos o dejarlos ir. No había pitcheado mucho y pensé que los Medias Blancas iban a prescindir de mí. Estábamos en el avión rumboa Kansas City cuando Ray Berres se devolvió hacia donde yo estaba. Primero pensé que venía a decirme que los Medias Blancas decidieron dejarme ir, en vez de eso me dijo que Juan Pizarro quien se suponía debía lanzar tenía gripe y que yo debía lanzar. ¡Estaba feliz de tener esa oportunidad! Lancé muy bien y Jim Brosnan terminó el juego por mí. Fue el primero de once triunfos seguidos para mí. Ewing Kauffman, quien después fue dueño de los Reales de Kansas City, me dijo que si los Medias Blancas me dejaban ir, los Atléticos me iban a tomar”. (Nota del autor: La mayoría de los aficionados al beisbol saben que Jim Bouton escribió “Ball Four” para detallar su temporada de 1969 con los Pilotos de Seattle pero muchos aficionados no saben que fue Jim Brosnan quien en realidad fue el primer autor de un libro de beisbol. Su libro “The Long Season” detallaba su época con los Rojos de Cincinnati. Fue la primera vez que un libro llevaba al aficionado promedio dentro del clubhouse y hablaba de lo que en realidad ocurre en un juego y una temporada. Se trata de una gran lectura en caso de encontrar el libro, el cual ahora no está en el mercado”. “También recuerdo el jonrón que le bateé a Ted Bowsfield. Me dejó colgada una curva. Me tomaba muy en serio el bateo y siempre que podía tomaba práctica de bateo”.
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ML: Fue una señal de lo que vendría para ti. ¡Hablas acerca de causar impacto! En el ’63 ganaste el premio del novato del año con diecinueve triunfos, una destacada efectividad de 2.33 y 189 ponches. ¿Cómo hiciste para tener tanto éxito tan temprano?
GP: “Por los años que estuve en las ligas menores. Trabajé duro, jugué mucho beisbol invernal. Todo cristalizó cuando ajusté mi mecánica. La engrané de tal manera que no tenía que pensar en ella. Mis envíos se hundían, mi slider era rápida y se quebraba”.
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ML: Mostraste que lo de 1963 no había sido casualidad al tener una mejor actuación en 1964. Veinte triunfos, efectividad de 2.50, 205 ponches y fuiste al juego de estrellas. Tengo que pensar que por lo menos, esas dos temporadas, tu confianza estaba por los cielos.
GP: “Bien, aun cuando las cosas fueron duras para mí, nunca salí a pitchear pensando que no podía ganar. Siempre sentí que iba a ganar. Si, tenía confianza y teníamos un equipo muy bueno.
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ML: Tenías unos envíos que parecían suaves, JC Martin me dijo que eran muy engañosos. Parecían fáciles, entonces de pronto la pelota explotaba al salir de tu mano y rompiste muchos bates.
GP: Tenía lo que se llamaba “velocidad engañosa” en aquellos días. Tenía un windup lento y hacía lo que Ray Berres me enseñaba. Mantenía mi peso atrás hasta el momento preciso, me mantenía en equilibrio, luego lanzaba. Ray de verdad refinó mi mecánica, nunca lancé tan duro. Recuerdo que una vez pusieron una pantalla, lanzabas contra ella y ella marcaba tu velocidad. Quería saber de lo que era capaz y traté de lanzar tan duro como pude. Pienso que el registro fue como 93”.
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ML: ¿Cuáles pitcheos hacías regularmente?
GP: Tenía la recta y una slider que lanzaba usualmente a los bateadores zurdos porque rompía hacia a bajo y lejos de ellos. Desarrollé una curva de gran radio que me gustaba lanzar cuando estaba delante en la cuenta 1 y 2, o 0-2 y tenía el cambio de velocidad.
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ML: ¿Cuál era tu mejor pitcheo?
GP: tendría que decir mi sinker y la slider. Era un pitcher de pelotas bajas.
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ML: 1964 fue un año increíble para ti y los Medias Blancas. Tuvo que ser frustrante porque a pesar de ganar 98 juegos y tú haber ganado tus últimas nueve decisiones en fila, todavía terminaron un juego por detrás de los Yanquis. Jim Landis me contó lo mal que se sintió después del último juego, no podía entender que dejaron de ir a la Serie Mundial por apenas un juego ¿Cómo te sentiste?
GP: “Estaba disgustado, triste es una buena palabra para eso. Se hacen tantos juegos para terminar pensando que se pierde por un juego. Inmediatamente pensé en algunos de los juegos y me dije ‘si hubiese hecho ese pitcheo de manera diferente, o si hubiera bateado un imparable en ese momento tal vez hubiésemos ganado y estuviéramos en la Serie Mundial’. Jim al menos jugó en la serie de 1959 por lo que sabía como se sentía estar allí. Lamento no haber tenido la oportunidad de jugar en una Serie Mundial”.
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ML: Habría sido interesante ver que hubiesen hecho los Medias Blancas contra Bob Gibson y los Cardenales.
GP: “¡Sé que no hubiésemos anotado muchas carreras ante él! Me gustaba mucho ver a Bob lanzar en sus mejores años. En el ’64 y el ’67 estuvo fenomenal”.
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ML: 1965 no fue un buen año para ti. Especialmente cuando se considera lo que hiciste los dos años previos, 10-12 con 3.62 de efectividad, ¿estabas adolorido?
GP: “Lo estaba. A pocas semanas de empezar la temporada tuve un tirón en un músculo de mi costado izquierdo. No fui a la lista de incapacitados pero eso me molestó todo el año. Era lo suficientemente doloroso cuando lanzaba, eso me causaba dificultades y estoy seguro de que afectó mi rendimiento. Lo otro es que el equipo no era muy bueno en los fundamentos del juego. Estábamos cambiando y no hacíamos las jugadas que ejecutábamos los años anteriores”.
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ML: En 1966 mientras tu marca era de solo 12-10, tu efectividad fue increíble…1.98 y eso fue dos años antes de lo que fue llamado “el año del pitcher”. ¿Cómo pudiste perder 10 juegos con una efectividad como esa?
GP: “Nuestra ofensiva no era muy buena, teníamos problemas para batear. Fuimos blanqueados muchas veces ese año. (Nota del autor: Ese año Peters perdió tres juegos porque los Medias Blancas fueron blanqueados. Solo permitió cuatro carreras en total en esos tres reveses. Los Medias Blancas fueron blanqueados once veces esa temporada) No te puedes preocupar por esas cosas, todo lo que puedes hacer es salir y dar tu mejor esfuerzo en cada juego”.
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ML: Hablando de bateo, ciertamente no eras un “out automático”. Bateaste diecinueve jonrones y empujaste 102 carreras en tu carrera. Hubo oportunidades cuando el manager Eddie Stanky te alineó de sexto o séptimo en el orden al bate, delante de tipos como Al Weis, Wayne Causey, Tim Cullen y JC Martin. Se que estabas orgulloso de eso pero me gustaría saber si eso causaba resentimiento o vergüenza a los tipos que bateaban detrás de ti.
GP: “No pienso que Eddie trataba de avergonzarlos, pienso que trataba de provocarlos. Eddie era ese tipo de manager, ese era su estilo. Intimidaba a muchos peloteros, pero yo siempre me llevaba bien con él. Pienso que Eddie solo quería tratar de que ellos empezaran a jugar mejor”.
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ML: Hablando de Stanky, sé que era duro, esperaba mucho de los peloteros y no temía presionarlos. También tenía la reputación de mandar a pegarle la pelota a los bateadores ¿cierto?
GP: “Eddy muy rara vez ordenaba a alguien lanzarle a pegar al bateador, cuando ocurría era usualmente con los pitchers jóvenes. También había quienes no podían hacer eso. Cuando eso ocurría, él les reclamaba. Recuerda que eso era normal en aquellos días, sé que cuando uno de los nuestros era golpeado, no me tenían que decir que debía hacer. Tenía que proteger a mis compañeros. También había oportunidades cuando el lanzamiento se te escapaba de las manos. Se que golpeé a Carl Yastrzemski en el cuello, no estaba buscando golpearle, trataba de pitchearle adentro y la pelota se me resbaló. Entonces José Santiago me golpeó en la cabeza. Kansas City tenía un pitcher llamado Jack Aker quien fue uno de los peores que vi lanzándole a pegar a los bateadores. Le pegó a Pete Ward un par de veces. Yo estaba pitcheando y cuando vino a batear Rick Monday lo golpeé en la cara y fracturé su mandíbula. Sinceramente no trataba de golpearlo allí y me sentí muy mal por eso, pero Ward siguió recibiendo pelotazos”.
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ML: 1967 fue otra temporada agridulce para los Medias Blancas. Regresaste a tus patrones usuales con dieciséis triunfos, y una efectividad de 2.28. Los Medias Blancas parecía que iban a ganar el banderín antes de colapsar en la semana final de la temporada contra los Atléticos y los Senadores. Gary, ¿Qué ocurrió, especialmente la noche cuando los Atléticos barrieron aquel doble juego?
GP: “No jugamos buen beisbol. Joe Horlen y yo pitcheamos muy mediocre esa noche. (Nota del autor: Los Medias Blancas perdieron un doble juego ante los Atléticos el 27 de septiembre con marcadores de 5-2 y 4-0 frente a menos de seis mil aficionados en Kansas City. Chuck Dobson y Catfish Hunter se apuntaron las victorias. Los dos reveses bajaron a los Medias Blancas desde medio juego detrás de Minnesota hasta juego y medio con tres juegos por jugar. Peters solo duró 5.2 innings, permitió tres carreras y ponchó diez. Sin embargo solo una carrera fue limpia y los Medias Blancas, algo que ocurría rara vez, cometieron tres errores en el doble juego los cual resultó muy costoso). Kansas City era el equipo débil y esos equipos son notorios por jugar buena pelota. Hay que darles crédito. Recuerdo el silenció en nuestro dugout después de esos juegos. He regresado a ese momento a través de los años…no me molesta ahora porque hay que seguir adelante, pero sé que algunos de los muchachos del equipo todavía están molestos por lo que ocurrió”.
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ML: Lanzaste en el juego de estrellas de ese año. Cuéntame que recuerdas.
GP: “Lancé tres innings ese día, y solo permití un imparable. Fue de bill Mazeroski quien conectó un roletazo entre tercera y campocorto. Recuerdo haber ponchado a Willie Mays. Fue una gran experiencia para mí, porque tuve la oportunidad de ver y enfrentar a todas esas estrellas de la Liga Nacional de quienes había oído”. (Nota del autor: Peters pitcheó el sexto, séptimo y octavo innings de ese juego que eventualmente fue ganado por la Liga Nacional 2-1 en 15 innings, con un jonrón de Tany Perez. Peters terminó con cuatro ponches. El juego se efectuó en Anaheim, California).
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ML: Después de esa temporada los Medias Blancas se desmembraron. 1968 y 1969 fueron desastrosos dentro y fuera del terreno. Los Medias Blancas llegaron a jugar alrededor de una docena de juegos de esas temporadas en Milwaukee. Había rumores de que el equipo se iba a mudar a Milwaukee y estaba probando el mercado. ¿Ayudó eso a causar los años difíciles?
GP: Honestamente nunca oi esas historias de la mudanza de los Medias Blancas. Pensaba que simplemente jugábamos algunos juegos allí para poner a esa ciudad a punto para recibir a un equipo propio de vuelta. Recuerdo. Que lo hicimos muy bien en esos juegos”.
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ML: Que hay de ti en lo personal. Esos fueron de lejos tus dos peores años, tuviste marca combinada de 14-28, entiendo que no tuviste mucho respaldo de tus compañeros pero ¿hubo algo más?
GP: “Estuve adolorido ambos años y casi me retiré en 1968. En el ’68 sufrí una lesión en la espalda. Jugábamos un doble juego, lancé en el primer juego y estaba en el camerino lavándome y cambiándome de ropa. El segundo juego empezó y perdíamos 5-0. Embasamos pocos corredores y Eddie Stanky envió al recogebates al camerino a buscarme. Eddie quería un bateador zurdo porque teníamos hombres en base, tuve que ponerme el uniforme a la carrera, casi no me dio tiempo. Sali a batear y trataba de halar la pelota. Naturalmente, el pitcher me estaba lanzando afuera. Traté de halar una pelota afuera y salió un roletazo. Nunca llegué a primera base…Tuve un espasmo en la espalda. Era tan delicado que no pudieron inyectarme el relajante muscular. Estuve tres días en tratamiento hasta que finalmente se aflojó mi espalda pudieron inyectarme. Resultó que tuve una rotación de unos grados en la pelvis. Hasta el día de hoy, cuando me paro frente a un espejo puedo ver que una pierna es algo más corta que la otra. En 1969 me lesioné el brazo. Fue en el entrenamiento primaveral y pienso que Luis Aparicio estaba bateando. Yo lanzaba práctica de bateo, y cuando haces eso, a un lado de la jaula e bateo hay un coach bateando roletazos hacia el infield. Una de las pelotas se quedó frente a la jaula, la vi, pensé que todos sabían que estaba ahí. Mientras me disponía a buscar la pelota, uno de los coaches, puede haber sido Kerby Farrell salió a recogerla. Tuve que detenerme en mi carrera y sentí una punzada. Eso me molestó de manera intermitente todo el año. No lo supe hasta años después que me había desgarrado el manguito rotador. Me lesione el brazo otra vez en 1982, en un campamento de fantasía de los Medias Blancas y un día en el trabajo me cai sobre el hombro, me hice una resonancia y me dijeron que lo tenía completamente dislocado. El médico también me mostró donde se habían formado las cicatrices de otras dos lesiones que ocurrieron en el pasado. Lo que imaginé fue que la primera ocurrió en el ’69 y la segunda en el ‘82”.
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ML: Fuiste cambiado a los Medias rojas después de 1969 y tu carrera se recuperó, treinta triunfos en las siguientes dos temporadas ¿Cuáles eran las diferencias entre las dos organizaciones?
GP: “Los Medias Blancas siempre decían que tenían problemas de dinero. Fui representante de los peloteros por cinco o seis años y cada vez que había alguna observación la llevaba a la gerencia. Una vez estábamos en un hotel de Baltimore. El lugar era tan malo que ni siquiera había un closet para colgar la ropa, había algunos ganchos en las paredes. ¡Estábamos en grandes ligas! Fui a hablar con la gerencia y les pregunté si eso era lo mejor que se podía conseguir. Gané alrededor de 6.500 dolares cuando gané diecinueve juegos en 1963. Despues de ganar veinte en 1964 me dieron un aumento pero pienso que no llegaba a los veinte mil dólares. Pienso que todo estaba diseñado para que el gerente general de los Medias Blancas mantuviera el presupuesto por debajo de un límite, si era capaz de lograr eso, ganaba un porcentaje de los ahorros. Así era como manejaban las cosas. Cuando llegué a Boston, el gerente general Dick O’Connell me dijo ‘¿cuanto necesitas para sentirte satisfecho?’ Le di una cifra, la cual pensaba era un poco alta y el me dijo ‘bien voy a buscar los papeles para que firmes’. ¡Recuerdo haber pensado que de saber que iba a ser tan fácil habría pedido más!”
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ML: Gary dos de tus juegos con los Medias Blancas destacan en tu carrera. Me gustaría que me hablaras de ellos para ver que recuerdas. El primero ocurrió la noche del 15 de julio de 1963. Lanzaste un juego de un imparable contra los Orioles con trece ponches.
GP: “Recuerdo que cuando estaba calentando me sentía bien, no de maravillas. Cuando subí al montículo y empecé a lanzar, mi repertorio era excepcional. Esa noche mi slider fue tan buena que nadie la podía batear. He hablado con muchos de los jugadores de los Orioles a través de los años, como Brooks Robinson, y coinciden conmigo. Le hice un envió a Jackie Brandt que JC Martin no pudo ver por completo. Él quería un pitcheo adentro y lancé una recta a través de las costuras como Sandy Koufax y se disparó. Brandt se asustó con ese pitcheo. El único imparable lo conectó Ropbin Roberts, el pitcher de ellos. ¡Él vive a pocas millas de mí y a través de los años me ha recordado eso! Le lancé una recta y el le dio con el mango del bate para levantar un globito que cayó en el jardín derecho corto”.
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ML: El otro juego de un imparable que lanzaste fue el 14 de mayo de 1967, fue el segundo enfrentamiento de una doble cartelera contra los Angelinos. Ganaste 3-1. No solo lanzaste para un imparable con diez ponches, sino que impulsaste dos carreras con un sencillo. ¿Qué recuerdas de eso?
GP: “No tenía mucho en la pelota ese día pero la alineación de los Angelinos no era la mejor. No era tan buena como la de Baltimore unos años atrás. Le hice un mal pitcheo a Moose Skowron y él la depositó en las gradas entre el jardín izquierdo y el central. En cuanto a mi bateo, sé que esa facultad me permitió agregar triunfos y juegos completos a mi carrera. Los managers me dejaban en el juego debido a eso. Si no hubiese sido capaz de batear, me hubieran sacado por un emergente”.
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ML: Quería preguntarte algo a cerca del “plan de incentivos” de Eddie Stanky para los pitchers ¿Es verdad que por cada juego completo lanzado, él les compraba un flux?
GP: “Si, pero también había que sacar al menos veintiun outs mediante roletazos. Aún así pienso que terminó comprándonos a Joe Horlen, Tommy John y a mí siete fluxes hasta mitad de temporada. Dio por finalizado ese plan después del receso del juego de estrellas”.
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ML: El pitcheo de los Medias Blancas fue fenomenal a través de la mayoría de la década ’60. Los Medias Blancas lideraron la liga en efectividad colectiva cuatro de cinco años entre 1963 y 1967, aún así nunca tuvieron un pitcher dominante como Sandy Koufax o Don Drysdale ¿Cuál era el secreto?
GP: “Teníamos fajadores, tipos que jugaban duro y querían ganar. Pienso que Ray Berres tuvo mucho que ver con eso también. Cuando Tommy John llegó desde Cleveland estaba tratando de hacer outs con rectas altas y eso no le estaba dando resultados. Berres le aconsejó mantener la pelota baja y empezó a ganar muchos juegos”.
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ML: ¿Qué tal fue jugar para Al López y Eddie Stanky, como eran ellos?
GP: “¡Dios, estás hablando de un gran contraste! Al fue el mejor manager que tuve. Él conocía el juego y se mantenía distante de los peloteros. Era un buen psicólogo, era calculador y sabía como sacar lo mejor de ti. También le gustaban los medios y se llevaba muy bien con ellos. Cuando Al era el manager los medios nunca nos perjudicaban porque se llevaban bien con él. Eddie hizo un buen trabajo en el campo. No era afectuoso con los peloteros pero trataba de ser amigable con ellos. El problema con Ed era que trataba de ser amigable con alguien y pocos minutos después lo aterrorizaba. Algunos peloteros no podían soportar eso y sus carreras se arruinaron. Sé por la experiencia de haber estado cerca de él, que decía algo y en diez minutos lo lamentaba. Pero Eddie no era el tipo de persona que siempre se iba a disculpar por lo que hacía. También enfurecía a los medios de Chicago. Cuando hacía algo equivocado, los medios nos zarandeaban. No tenían nada contra los peloteros pero toda la arremetida era debida a Stanky. De verdad querían ajustar cuentas con él”.
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ML: Los aficionados de los Medias Blancas te recordaron cuando llegó el momento de escoger el equipo del siglo. Sé que debiste estar orgulloso de que después de treinta y cinco años aun te recordaran por lo que hiciste.
GP: Eso fue un gran honor. Me sorprendí porque los Medias Blancas tuvieron muchos grandes peloteros en su historia. Me enteré cuando llamé a Glen Rosenbaum. (Nota del autor: Por muchos años “Rosey” fue el pitcher de la práctica de bateo de los Medias Blancas y secretario de viajes). Navegaba con mi velero desde Annapolis, Maryland de vuelta a Florida. Rosey me contó acerca de eso y llamé a mi esposa para decirle. ¡Ya ella lo sabía y se aseguró de que supiera que todos mis hijos y nietos irían con nosotros a Chicago para la ceremonia! Por cierto voy a estar en Chicago para el juego de estrellas de este año. Todos los miembros del equipo del siglo han sido invitados a participar en las festividades”.
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ML: Gary, como antíguo pitcher, me gustaría saber que piensas de la tendencia a apurar a los muchachos en su ruta hacia las grandes ligas en vez de dejarlos aprender los fundamentos del juego por unas temporadas en las ligas menores. Pasaste siete años en las menores antes de recibir el llamado ¿Algún comentario?
GP: “Las organizaciones hacen las cosas de maneras distintas. Cuando yo jugaba, los Yanquis y los Medias Blancas nunca apuraban a sus lanzadores jóvenes porque siempre tenían cuerpos de pitcheo sólidos. Pienso que lo peor que los equipos pueden hacer es subir a los novatos en medio de la temporada y esperar que lo hagan bien. He visto muchachos que se han lesionado al apurarlos de esa manera”.
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ML. Estuviste en Nueva York a mediados de enero para la convención del BAT (Equipo Asistencial del Beisbol). ¿Puedes decirnos que ocurrió y si vista a algunos de tus viejos compañeros de equipo?
GO:” Tommy Lasorda fue el orador invitado en el banquete. Bud Selig estuvo en la audiencia esa noche. El discurso de Tommy incluyó unas palabras sobre el juego de estrellas y dijo que cuando él dirigió en ese juego, jugaba para ganar. Nunca ponía a jugar a todos y dijo que los peloteros que no jugaban, nunca se quejaban porque ellos también querían ganar ese juego. Sintió que ese tipo de sentimiento debía regresar al juego. En cuanto a ver a los muchachos, ¡casi teníamos tantos antiguos peloteros de los Medias Blancas que podíamos armar nuestro propio equipo! Yo estaba ahí, Jim Landis, Tommy John, Al Weis…Billy Pierce, Luis Aparicio vino desde Venezuela. Se suponía que Dick Allen estaría allí, pero no asistió. Fue un momento muy agradable”.
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ML: ¿Puedes resumirme tus días con los Medias Blancas?
GP: “Hubo algo de disgusto porque estuvimos muy cerca de llegar a la Serie Mundial, pero no me puedo quejar. Mis mejores recuerdos vienen de mis días en Chicago. Los muchachos siempre se llevaban muy bien, eran buenos entre si. Cada octubre algunos de nosotros nos reuníamos en Colorado. Pasábamos una semana cazando renos y venados y luego en el camino de regreso nos deteníamos en Nebraska, Ron Hansen tenía familiares allí y nos quedábamos para entregar los premios en el banquete de la liga infantil local. Fueron momentos maravillosos”.
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Traducción: Alfonso L. Tusa C. o6 de julio de 2019.
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