viernes, 13 de diciembre de 2019
Johan Santana, ecos del Salón de los Inmortales magallaneros (2019). Aquel juego de un solo imparable.
Siempre he rememorado un atardecer de finales de la década de 1990 ¿ya era 2000? Habíamos acordado asistir al estadio Universitario con José Luis Rodríguez, no el cantante, ni el jinete, hablo de mi compañero de trabajo en aquel INTEVEP de tantos logros y satisfacciones. Todavía a las seis de la tarde estábamos en los laboratorios, llegamos a pensar que tendríamos que conformarnos con escuchar el juego por radio. Sin embargo, la expectativa, la curiosidad, el suspenso por comprobar en vivo lo que habíamos escuchado del nuevo novato maravilla del Magallanes, nos hizo aventurarnos a bajar a Caracas cuando ya eran las seis y cincuenta de la tarde, además habíamos comprado las entradas por internet. Pepe disecó todas las curvas de la carretera Panamericana con más pericia que Ayrton Sena, en el IVIC los neumáticos chirriaron sobre el pavimento, en el IUT la fuerza centrífuga hizo que el carro oscilara hasta casi rozar la isla, mientras la velocidad se incrementaba. Apenas entramos a la tribuna central cuando el árbitro empuñaba la mano derecha luego del ceremonioso Play Ball, casi me tropecé mientras subía los escalones, trataba de mirar hacia el dugout de tercera base.
En los primeros innings los Tiburones de La Guaira marcaron una anotación y a partir de ese momento se estableció un duelo de pitcheo de manos estrujadas y gritos ahogados, Pepe bromeaba con una hermosa aficionada guairista, “celebra todo lo que quieras, a ese novato no le anotan una carrera más”. Ciertamente, el imberbe Johan Santana manejaba con tal propiedad la recta y sorprendía con una magia inesperada el cambio de velocidad, que no le anotaron más carreras en el resto del juego, no recuerdo si terminó el juego, lo más probable es que no, pero al menos lanzó hasta el octavo episodio. Aún así al terminar la apertura del noveno episodio todas las casillas tenían ceros en la línea del Magallanes, la samba retumbaba y mirábamos intermitentemente las caderas cimbreantes de la aficionada guairista y hacia el dugout, desde el ángulo incómodo que tenía a pesar de moverme muchos metros en ambas direcciones, logré ver a Santana sentado en el banco con las manos y el rostro sobre las rodillas. Dentro del sinsabor y el malestar de la derrota, me dije que “ese novato le va a dar grandes satisfacciones al Magallanes y a todo el beisbol venezolano”, aunque preferí no comentarlo con nadie.
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Poco tiempo pasó para empezar a comprobar aquel pronóstico personal. En la temporada 2000-2001 agenció efectividad de 1.99, aunque no reunió los innings para ingresar al cuadro formal de líderes de la competencia. Como abridor aceptó solo 4 carreras en 29.2 innings, con efectividad de 1.21 con marca de 2-1. Como relevista le marcaron 5 carreras en 11 innings para efectividad de 4.09. En el round robin de esa temporada fue líder en efectividad con 1.19. Venció al Pastora 8-6 el 7 de enero de 2001 y luego 2-1 el 22 de enero, en ambas ocasiones con juego salvado para Oscar Henriquez. Apenas permitió 2 carreras en 13 innings, 1 limpia. La segunda victoria significó el pase del Magallanes a la serie final. En la temporada 2001-2002 siguió tomando desquite de los Tiburones de La Guaira al reducirlos a cuatro imparables en 7 episodios, mientras ponchaba a 9, en el desafío efectuado el 5 de diciembre de 2001, luego el 22 de diciembre volvió a derrotar a los escualos al permitirles solo una carrera y cuatro imparables en seis entradas, aunque concediese seis boletos. Esa temporada lideró al Magallanes en efectividad con 1.76. Y en la serie final ante Tigres de Aragua consiguió el segundo triunfo de los Navegantes, 6-1, en trabajo de 7 innings donde permitió una carrera, cinco imparables y ponchó 7.
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Luego vinieron los 2 premios Cy Young como mejor pitcher de la Liga Americana, mientras lanzaba para los Mellizos de Minnesota (2004 y 2006), los 20 triunfos en la temporada de 2004, el juego sin hits ni carreras ante los Cardenales de San Luis (01 de junio de 2012) , mientras lanzaba para los Mets de Nueva York, para convertirse en el primer pitcher de los metropolitanos que conseguía esa hazaña, algo que ni el propio Tom Seaver había podido lograr, aquella victoria 1-0 ante Freddy García (23 de agosto 2005 y los futuros campeones Medias Blancas de Chicago en agosto de 2005), Santana lanzó 8 innings en los que permitió solo 3 imparables, concedió 1 boleto y ponchó 7, Joe Nathan se apuntó el salvado.
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Cuando los Mellizos obtuvieron a Johan Santana en cambio con los Marlins de Florida luego que estos lo habían reclamado en la regla V para diciembre de 1999, recordamos con Pepe aquel juego que bajamos a ver sobre la hora, sí, el que se perdió 1-0, pero Santana demostró de qué estaba hecho, ¿que se podía esperar de él?, hasta donde podía llegar. Sin importar el resultado, había valido la pena ir a ver ese juego, como valió la pena que Andrés Reimer tomara el riesgo de insistir ante Bob Watson, el gerente general de los Astros, quien ante la negativa de sus superiores terminó suministrándole 400 $ a Reimer para que viajara a Mérida, a fin de observar a aquel mozalbete. Los Astros habían visto jugar a Santana en 1994, en un torneo nacional junior, entonces se desempeñaba como primera base y jardinero.
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En medio del desarrollo de las pruebas de laboratorio siempre discutíamos con Pepe acerca de la mejor actuación de Santana con los Navegantes del Magallanes, aunque siempre salía a relucir aquel juego ante La Guaira, afortunadamente hubo uno mejor, el del 23 de diciembre de 2000, cuando maniató a los Cardenales de Lara, solo les permitió un imparable (de Miguel Cairo en el primer inning) en 8 innings, mientras ponchaba 6, en ruta a una victoria 1-0, que salvó Rubén Quevedo.
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Alfonso L. Tusa C. 13 de diciembre de 2019.©
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