viernes, 7 de febrero de 2020
La Serie del Caribe que siempre recordaré.
Aquella noche elegían la reina del carnaval de Cumanacoa en la plaza Montes. Fui a regañadientes obligado por mamá a presenciar las festividades carnavalescas. El juego de ese 10 de febrero de 1970 podía representar el título del torneo caribeño para los Navegantes del Magallanes en representación de Venezuela, un galardón que había resultado esquivo a los equipos venezolanos en la primera etapa de esa competencia. En medio de mi tristeza por no quedarme en casa a escuchar el juego con mis hermanos en el radio de bulbos incandescentes del comedor, logré escabullirme hasta el escaparate y tomé el radiecito de Felipe de su compartimiento, lo metí hasta el fondo del bolsillo izquierdo de mi pantalón y lo disimulé prácticamente soldando mi mano izquierda en ese lugar. Había escuchado todos los juegos, parcialmente, pero los había escuchado. En el primero me quedé dormido, la mañana siguiente Jesús Mario me contó que Armando Ortíz le había bateado un jonrón al mismísimo Miguel Cuellar, si el flamante ganador del Cy Young de la Liga Americana junto a Denny McLain y los Navegantes habían terminado venciendo a los Leones de Ponce 3-1
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Cada vez que mamá se descuidaba, yo sacaba el radiecito, cuando anunciaban a la primera aspirante a reina, el juego estaba empatado 1-1 en el cierre del tercer episodio. A lo largo del torneo, nunca tuve la oportunidad de escuchar un juego completo, o era tarde en la noche, o tenía que estudiar porque si no tenía prohibido escuchar los juegos, o si era fin de semana, tenía que ponerme el disfraz de mexicano para salir en la comparsa que habían conformado en el vecindario.
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Debido a que solo participaban tres equipos, la serie fue diseñada a cuatro rondas, cada equipo efectuaría ocho juegos, por eso no los recuerdo todos. Si me quedó grabada la derrota ante los Tigres de Licey, porque fue un juego muy cerrado, si la memoria no me falla llegó empatado al noveno inning o fue a extrainning y el momento decisivo fue una apretada jugada en el plato donde participó el pitcher Don Eddy, los dominicanos ganaron 5-4 ese tercer juego de la divisa magallanera. La competencia fue muy disputada, cuatro de las victorias magallaneras ocurrieron por diferencia de una carrera. No era para menos, en el equipo borícua había luminarias como Tany Perez, Miguel Cuellar y Bernie Carbo, la representación quisqueyana contaba entre otros con Ricardo Carty, Manuel Mota y Cesar Cedeño.
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Hacia más allá de la mitad del juego cada vez me iba hacia un grupo de hombres que escuchaban el juego en el escalón del busto de Domingo Montes. La última vez que mamá me fue a buscar, me resistí un momento hasta que terminó el inning, en ese cierre del octavo Magallanes había empatado la pizarra 3-3 con dobletes de Ray Fosse y Armando Ortíz. Cuando más emocionante estaba el juego, terminó la elección de la reina de carnaval y mamá decidió acompañar a unas amigas hasta la casa de la maestra Berenice en la calle Las Flores. Yo tenía una mezcla de tristeza y disgusto, quería convertirme en invisible y quedarme escuchando el juego en la plaza. Como persistiera en mi tristeza, la maestra Berenice preguntó que me ocurría, cuando mamá le habló de mi afición por el béisbol, ella fue un momento al interior de la casa y trajo uno de aquellos radio-tocadiscos portátiles y me dijo que ahí podía escuchar el juego. En medio de mi emoción se me olvidó darle las gracias y mamá de inmediato me lanzó aquella mirada intensa por lo cual levanté la voz para agradecer aunque sin apartarme del radio-tocadiscos.
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En el cierre del noveno subí el volumen del radio porque la conversación de mamá y sus amigas era muy efusiva. Los Leones de Ponce tenían corredores en tercera y primera con un out, entonces Delio Amado León fue subiendo el tono de su voz hasta alcanzar niveles de tenor: “Santos Alomar intenta el squeeze play suicida pero Dámaso Blanco intuye la jugada y viene corriendo como en una carrera de cien metros planos, junto al corredor Jorge Roque, toma la pelota a mano limpia y se la pasa al receptor Ray Fosse…out en la goma…amigos, que jugada de feria ha ejecutado Dámaso Blanco, que manera de bloquear el plato de Fosse…escuchen al público…el estadio Universitario es un manicomio…” Yo quería saltar y gritar, pero la impresión de la jugada, lo cerca que estuvo el equipo puertorriqueño de irse adelante, me hipnotizó.
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Para el cierre del undécimo inning el carnaval seguía incrementando el humor y la inventiva de los espontáneos que ideaban cualquier tipo de disfraz y salían a desfilar en los capós de los carros. Pero la intensidad del juego llegó a su clímax cuando Dámaso Blanco abrió la entrada con sencillo a la izquierda que flumbeó el jardinero Jorge Roque para que Blanco anclara en la intermedia, de seguidas Aurelio Monteagudo se sacrificó para llevar a Dámaso a la antesala. En ese momento la adrenalina hervía en el estadio y en todos los rincones donde había un radio, estaba muy cerca el ansiado título de una Serie del Caribe para un equipo venezolano. El manager Jim Fregosi ordenó boletos intencionales para Cesar Tovar y Chico Ruiz. Entonces le tocó el turno a Gustavo Gil y despachó un roletazo imparable por el medio del campo que trajo el mensaje que desató la alegría desbordada por todo el país.
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Alfonso L. Tusa C. 07 de febrero de 2020.
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