miércoles, 20 de febrero de 2008

Jim Leyland: Es un gran placer dirigir a los Tigres de Detroit.

Cuando Leyland dice esto, mucha gente piensa automáticamente que se refiere a la mejorada alineación de los bengalìes. Nada màs lejos de la verdad, cuando el manager habla de “gran placer”, no se refiere a los toleteros del club sino a los seres humanos que conforman el equipo. “Tenemos un grupo de buenas personas. Hablo en serio”, dijo Leyland varias veces este martes 19 de febrero, mientras hablaba de las cualidades de su equipo. El foco para muchos ha sido los bateadores de Detroit. Los Tigres ya tenìan una alineación imponente, pero este invierno agregaron a un productor de carreras de primera lìnea como Miguel Cabrera, para no mencionar a los veteranos Edgar Renterìa y Jacque Jones. Para Leyland, que la atención se centre sobre este tema es comprensible, pero se corre el riesgo de sobreestimarlo. “Hay un montòn de personas hablando de nosotros. Todos los dìas nos van a zarandear con preguntas sobre la alineación de ‘la fila de asesinos’. No tenemos una alineación de ‘fila de asesinos’. Tenemos una buena alineación. Hay que tener cuidado de no caer en las expectativas que se estàn creando, porque se puede caer en una trampa de excusas”, dijo Leyland. Si esta alineación cumple con las expectativas, podrìa ser un gran placer dirigirla. Pero el verdadero placer para Leyland es manejar un aspecto de este club que es inmune a las rachas y los slumps: su carácter. “Siempre se vive y se muere como manager con la cooperación de los jugadores veteranos”, dijo Leyland. “Si ellos encajan dentro de las normas, que son sus normas, no mìas, entonces hay oportunidad de tener èxito. Nuestros muchachos han sido fantàsticos, Carlos Guillén, Pudge Rodríguez, Magglio (Ordòñez), (Plàcido) Polanco”. Leyland trajo el ejemplo de Carlos Guillén para ilustrar lo que decìa. Guillén ha sido por varios años un shortstop establecido, pero esta primavera el tiene toda la voluntad de hacer la transición a la primera base sin crear el mìnimo ruìdo. Asì le da a los Tigres màs profundidad ofensiva en esta posición y abre espacio para agregar otro campocorto experimentado: Renterìa. Màs allà de los veteranos Leyland tambièn reconoce el valor de jugadores jóvenes como el centerfielder Curtis Granderson: “Cuando se tienen jugadores como èl, no hay manager que pueda ignorarlo”. Leyland tambièn se sintiò conforme con la diversidad cultural del equipo. Èl sabe de la barrera del idioma que existe por ejemplo con los peloteros latinoamericanos que hablan español. A comienzos de la dècada de los ochenta fue a dirigir en Venezuela y experimentò lo que significa estar en un dugout donde la mayorìa habla un idioma distinto al tuyo. “Tenemos varios jugadores que hablan español y me divierto mucho con eso”, dijo Leyland. “Cuando ellos hablan español yo bromeo, porque sè que estàn hablando de mì, probablemente hablan mal de mì. Les digo: ‘Miren, yo no hablo español, pero lo entiendo, asì que tengan cuidado”. Leyland es uno de los managers màs respetados del juego. En esta època, este trabajo trasciende la estrategia del juego y llega hasta el manejo de las cualidades de las personas. La apreciaciòn de la naturaleza humana de los beisbolistas es màs importante que nunca. En el caso de los Tigres de Detroit, es cierto que tienen una de las mejores ofensivas de las Grandes Ligas. Pero en una temporada de seis meses se necesita mucho màs que habilidad. El tipo de carácter que permite mantener la unidad del equipo en buenos y malos momentos, es un requisito fundamental. Estos Tigres deberìan ser màs que buenos en esos departamentos, especialmente si la admiración y afecto que se han ganado de su manager tiene algún peso. “De verdad me siento bien con estos muchachos”, dijo Leyland. “Sè que las cosas a veces se ponen difíciles. Ellos disienten de algunas cosas que hago. Yo no estoy de acuerdo con algunas cosas que ellos hacen, pero estamos bien. Lo importante es que resolvemos las desavenencias porque hay respeto”.

Alfonso L. Tusa C.

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