Lee Jenkins. Inside Baseball. SI.com
Las cartas llegan desde Saratoga, Calif., desde Fairfax Va., desde Monmouth Beach N.J., escritas por madres diligentes, padres desesperados y algunas veces por los mismos niños. El contenido es similar. Tienen un niño incapacitado para usar una mano. El Doctor le sugiere que practique fútbol, pero el niño sólo quiere jugar béisbol.
Y antes de que alguién le haga cambiar de opinión, descubre que alguién jugó pelota de Grandes Ligas a pesar de solo tener una mano. Y logró más que muchos de sus colegas con dos manos. El niño se entera de la leyenda de Jim Abbott.
El niño de 12 años Michael Branca supo de la leyenda por su madre, Robin, quién escuchó sobre Abbott a través del radio del carro durante las Olimpíadas de 1988. El niño de 10 años Billy Inserra se enteró mediante un libro infantil sobre Abbott, ‘Sobreponiéndose a las dificultades’, el cual Billy masticó como chicle cuando era un bebé. Y el joven de 8 años Blaise Venancio conoció la leyenda a través de Internet, al ver el video de Abbott transfiriendo el guante de su mano izquierda, que está completamente desarrollada, a su brazo derecho que termina en un muñón. Michael, Billy y Blaise son todos jugadores de las Pequeñas Ligas quienes practican la transición de Abbott, en la cual Abbott toma la pelota con el guante en su mano izquierda, luego pasa el guante al brazo derecho mientras deja caer la pelota en la mano izquierda.
Por supuesto, ninguno de ellos vivía hace 20 años cuando Abbott lanzó un juego completo para ganar la medalla de oro para el equipo de Estados Unidos en las Olimpíadas de Seúl en 1988. Ninguno vivía hace 15 años cuando Abbott lanzó un no hit no run con los Yanquis de Nueva York. Y ningunó presenció hace 9 años el juego donde Abbott hizo su último lanzamiento en Grandes Ligas mientras jugaba con los Cerveceros de Milwaukee. Abbott se pregunta por qué, ahora que tiene 40 años y hace mucho que se retiró del béisbol, los muchachos y muchachas le siguen enviando cartas. Quizás es porque saben que el les responderá.
Abbott trabaja como orador motivacional en corporaciones como Prudential, Exxon y Wells Fargo para contar su historia. De manera no oficial, él es el punto de partida de la historia de otros. Abbott recibe 20 emails o cartas al mes, cada una tan escalofriante como la otra. Muchas de ellas hablan de niños a quienes les falta una mano, o parte de ella. Él responde personalmente cada carta.
“A Blaise”, así comienza la nota para Blaise Venancio. “Quiero desearte la mejor de las suertes en el béisbol este año. Espero que tengas un gran desempeño en el campo. Sé que a veces es dificil hacer las cosas de manera diferente al resto de los niños. Pero creéme si perseveras, puedes ser tan bueno como ellos. Ten fé siempre. Todo es posible”.
Blaise, nativo de Monmouth Beach N.J., es un zurdo natural quien nació con el Síndrome de Polonia lo cual le costó la movilidad de su mano derecha. Cuando empezó a jugar béisbol, quería usar un guante en su mano derecha, como los otros zurdos. Su padre Matt, trató con 5 diferentes tipos de guante, los trataba con aceite para hacer el cuero más suave, pero Blaise no pudo usar ninguno. Finalmente, en marzo, Matt le mostro a Blaise el video de otro zurdo con un problema similar. Blaise decidió imitar al hombre del video.
En mayo, usando el guante en su mano izquierda, Blaise corrió desde el centerfield para cubrir segunda base y levantó un piconazo con el guante de revés. Cuando le preguntaron como lo hizo, Blaise respondió: “Me lo enseñó Jim Abbott. Él es mi amigo”.
Abbott vive en una calle ciega en Corona del Mar, Calif. A pocos pasos de la playa. Durante el verano vive en Northern Michigan, en una cabaña en el bosque, cerca de un lago. Él y su esposa Dana, tienen 2 hijas normales fisicamente, Madeleine de 11 años y Ella de 8, ambas son lanzadoras en sus respectivos equipos de softball. Abbott tambien tiene cientos, sino miles de niños con desventajas físicas.
Abbott empezó a reunirse con ellos poco después de empezar a jugar con los Angelinos de California en 1989, después de destacar en Michigan como amateur. Estaba sentado en el club house y sentía una palmada en el hombro del manager o algún compañero. Él sabía lo que significaba: Afuera había un aspirante a beisbolista que quería hablar con él. “Siempre traían sus guantes con ellos”, dice Abbott. “Les pedía que me mostraran como pasaban el guante de la mano al brazo, y lo hacían muy rápido. Luego les mostraba como lo hacía yo. Y lo hacíamos juntos”.
No sólo los niños desarrollan fortaleza de carácter con la historia de Abbott. El 29 de mayo Abbott hizo un discurso el el hotel Ritz-Carlton de Lake Las Vegas para una corporación llamada Investors Capital. Después que terminó el discurso con una ovación de pié, Abbott caminó hacia la recepción y recibió el saludo de Adam Schenk de 36 años. A Schenk le descubrieron su primer tumor cerebral cuando tenía 3 años. Durante una intervención para extraerle su segundo tumor, cuando tenía 30 años, Schenk tuvo un infarto y se le paralizó el lado derecho de su cuerpo, incluyendo su mano derecha. “Cuando estaba en el hospital, Jim fue quién me inspiró a comer de nuevo, caminar de nuevo y vestirme yo mismo de nuevo”, dice Schenk.
Schenk y Abbott se sentaron en la recepción del Ritz y pasaron más de una hora hablando de béisbol. Schenk recitó todas las estadíticas de Grandes Ligas de Abbott, un record de 87-108, 888 ponches y 4.25 de efectividad. “¿Sabes?”, dijo Schenk. “No fue un record muy bueno”. Abbot asintió con una sonrisa.
Después de retirarse en 1999, Abbott fue contactado por Lilly Walters, autora del libro “One-Hand Typing and Keyboarding Manual”. Walters, quien perdió parte de su mano izquierda en un accidente cuando tenía 10 años, quería un testimonio para su libro. Pero ella tambien representaba a los oradores públicos y le preguntó si estaba interesado en dictar conferencias. Abbott fue una escogencia inmejorable, siempre dejó a un lado los alardes, mantuvo su medalla de oro escondida en el fondo de una gaveta de su armario. Además, aún hablando a toda voz, Abbott suena como si estuviese susurrando. Pero disfruta conectandose con la audiencia y siente que su historia puede tener un impacto positivo en la vida de los demás.
Aún así, “No quiero hablar de mis días como jugador por siempre”, dice Abbott. “No puedes vivir en el pasado. Tienes que buscar la proxima fase, la próxima pasión. Diganme: ¿A donde iré desde aquí?”
La respuesta yace en todas esas cartas. Vienen de niños de 13 años como Andrew Christopoulos quién tiene una rara enfermedad sanguínea llamada Histiocitosis Celular de Langerhans que requirió tratamiento de quimioterapia por cuatro meses. La carta de Abbott para Andrew decía en parte: “Siempre he creído que los retos fuertes hacen a las personas más fuertes. Andrew, siempre saldrás victorioso de cualquier reto. Ten fé en eso”.
A Abbott no le gusta ser considerado como un embajador, pero esa será la descripción de su próximo trabajo. Neil Romano, el gerente del Departamento de la Oficina de Trabajo en su Política de Empleo para Discapacitados, ha nombrado a Abbott como consultor de la oficina. “Jim Abbott es un ejemplo”, dice Romano. “De que la gente con discapacidad tiene mucho que dar”.
Romano conoce la política, pero Abbott conoce a la gente. Él conoce a tanta gente que es imposible recordarlos a todos. Cuando piensa en todos, a menudo piensa en uno.
“Su nombre es Joe Rogers”, dice Abbott. “Una vez me escribió una carta. Es un jugador de hockey de Michigan, un portero. Y usa su guante como mano. Va a la Universidad de Notre Dame con una beca parcial. Es el chico más agradable del mundo. Desearía cconocerlos a todos, como lo conozco a él. Me pregunto todo el tiempó si estoy haciendo lo suficiente. Quisera hacer mucho más”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
lunes, 14 de julio de 2008
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