"¡Hijo, ven acá!" La voz entrecortada y firme del Padre atravesó la cancha de baloncesto. El muchacho miraba con los puños apretados, las afrentas y burlas de los rivales quienes los habían derrotado por cuarta vez en cuatro días. Los compañeros de Manuel casi se lían a puñetazos con los ganadores. "¿Quieres darte a respetar?", el Padre templó a Manuel por una mano. "Ellos son los que no se conforman con la victoria. Pareciera que lo que más les importa es meterse con los perdedores. Son una copia de lo que pasa en el Campeonato de Béisbol Profesional Venezolano. Hay unos equipos que después que ganan el Campeonato empiezan a cantar canciones despotricando de los rivales en vez de celebrar su victoria". El Padre sacó un pañuelo y enjugó la frente. "Es muy lamentable lo que pasa en el Béisbol Profesional. Sí tú quieres hacerte respetar, debes practicar, escuchar, aprender y sobre todo respetar a tus semejantes. Si, todos cometemos errores. Pero lo más importante es reconocerlos y presentar disculpas. Sólo así se empieza a corregir nuestras faltas. Porque la vida no son solo triunfos. Es en la derrota cuando de verdad se tiempla el carácter de la persona, y es desde allí donde se ubican los grandes seres humanos cuando llegan a la cima de las victorias más grandes, nunca olvidan que saborearon el acíbar del fracaso y por eso reconocen los méritos de sus adversarios". Manuel estrechó los ojos hasta convertirlos en ranuras imperceptibles. "Eso no es lo que se ve ahora Papá. Además los árbitros a veces pareciera que se hacen de la vista gorda y no sancionan a nadie. Como ahorita, vieron como los del otro equipo gozaban burlándose de nosotros y no hicieron nada. Lo mismo pasa con los árbitros del profesional y los directivos de la liga. Pareciera que les da miedo hacer cumplir las reglas, todo es un misterio, un darle largas a todo para no hacer nada. Así hicieron una vez con el primer juego de una final creo entre Magallanes y Zulia. El público se cansó de lanzarle objetos a los peloteros, el juego estuvo paralizado por más de veinte minutos y maravillosamente la decisión de la liga, se pospuso varios días para finalmente decidir que el juego se reanudaría como si no hubiese ocurrido nada. Por eso es que tanto el público como los peloteros siguen protagonizando actos lamentables. Tampoco veo a nadie disculparse, eso sería en tu época". El Padre pasó una mano por el hombro de Manuel. "Recuerdo una vez que David Concepción fue expulsado de la temporada por discutir con un árbitro por algo mucho menor a las faltas de ahora". "¿Eso fue en esta misma Liga?" El Padre asintió. Manuel se encogió de hombros. "Entonces ¿qué nos pasó?"
Alfonso L. Tusa C
viernes, 9 de enero de 2009
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