viernes, 13 de marzo de 2009

Dave Roberts merece una despedida apropiada.

Bruce Jenkins

Los aficionados de los Gigantes nunca estuvieron en contacto con Dave Roberts, principalmente porque era muy tarde. El hombre había vivido sus mejores días cuando llegó al equipo. Hay que darle crédito al gerente general Brian Sabean por cesantear a Roberts tan temprano en el entrenamiento primaveral. Sabean le hizo un favor a Roberts, porque tendrá oportunidad de negociar con otro equipo, pero también dejó claro que sus intenciones son continuar con el movimiento de renovación juvenil sin retraso.
Esta es una buena señal para Eugenio Vélez, el corredor más influyente del equipo y un potencial jugador de reserva para la segunda base y los jardines. Pareciera que Vélez va a quedarse con el equipo, principalmente por su velocidad. Pero vamos a hacer una pausa para recordar a Roberts, no como Gigante pero como el hombre que realizó el robo de base más significativo en la historia del juego.
Era el cuarto juego de la Serie de Campeonato de la liga Americana de 2004, Boston perdía la serie 3-0 desesperadamente con los Yanquis y en ruta de ser barridos. Era el cierre del noveno en Fenway Park, Mariano Rivera en el montículo, para proteger la ventaja de una carrera. No había ni un alma en toda América quién le diera alguna oportunidad a los Medias Rojas. Pero Kevin Millar comenzó el inning con un boleto de 5 lanzamientos (poco usual para el singular Rivera), con Bill Mueller al bate, Roberts fue enviado como corredor emergente a primera base. Si alguien iba a ayudar a manufacturar una carrera robándose la segunda base, Roberts era el único pelotero en el roster de los Medias Rojas que podía haberlo hecho.
“Tu sabes que él se va a ir”, recordó el manager de los Gigantes Bruce Bochy. “No hay sorpresa. Tu sabes que él está ahí por una razón”. Como Roberts lo reveló después al Boston Globe. “Cuando estaba con los Dodgers, Maury Wills me dijo una vez que llegaría un momento en mi carrera cuando todos en el estadio sabrán que tengo que robar una base, y la robaré. Cuando salí allí afuera, sabía que ese era el momento”.
Roberts tenía 32 años, había sido adquirido de los Dodgers el 31 de julio para ser un jardinero de reserva. No había jugado en los 3 primeros juegos de la Serie de Campeonato, era una noche fría. Poco apropiada para salir a correr con la eliminación en juego. Pero era un profesional, uno de los mejores corredores de bases del juego, y ya le había robado una base a Rivera hacía un mes.
“Sabía que su mecanismo de defensa más grande estaba aguantando la pelota”, dijo Roberts. “Aguántala, aguántala, aguántala, es como una eternidad”.
Roberts recordó estar “asustado, excitado. No te puedo decir cuantas emociones sentí. Él lanzó a primera una vez, eso fue bueno porque me ayudó a asentarme. Volvió a lanzar a primera otra vez y casi me sorprende. Lanzó otra vez, y ahora yo estaba relajado completamente”.
“Sabía que después de tres lanzamientos, no iban a lanzar afuera. Tome mi distancia de 3 pasos y medio, y cuando lanzó hacia el plato, arranqué. Logré un gran salto. Fue una jugada cerrada pero gracias a Dios que Joe West me decretó quieto”.
El tiro de Jorge Posada casi sacó a Roberts, quién se deslizó de cabeza, pero un poco desviado hacia el lado de la base que da al short stop. Derek Jeter casi hace la magia con un toque artístico, pero lo hizo medio segundo tarde.
“Eso te demuestra que hay una línea muy estrecha entre ganar y perder”, dijo Bochy. “Unas pulgadas más y es out. Y Boston queda fuera”.
Lo que siguió fue algo impactante. Mueller bateó imparable al centro, Roberts anotó el empate. Y David Ortiz ganó el juego con jonrón en el inning 12, p ara iniciar la recuperación más grande de las series de campeonato en la historia de las Grandes Ligas. “Eso impactó mi vida de verdad”, Roberts dijo ese invierno. “La gente siempre es recordada por una cosa en su carrera, sea buena o mala. Afortunadamente para mí, esa base robada está incrustada en las mentes de las personas”.
El periodista del Boston Globe, Bob Ryan, escribió una interesante postdata: “Quinto juego. Octavo inning. Los Yanquis ganan 3-2 luego del jonrón de Ortiz abriendo el inning, Millar recibe boleto. Adivinen quién sale a correr. Tom Gordon está preocupado por su presencia. Está tan obsesionado con Roberts que pone a Trot Nixon en cuenta de 3-0 y termina bateándole sencillo que lleva a Roberts a tercera. Jason Varitek lo trae a la goma con elevado de sacrificio para empatar el juego. Pocas horas después (con sencillo en el cierre del décimo cuarto inning) Big Papi decide el juego otra vez”.
Dave Roberts nunca más salió al campo con los Medias Rojas, ni siquiera en el resto de esa postemporada. No tenía que hacerlo, si miramos atrás. Su impacto fue indeleble, las memorias 100% puras.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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