lunes, 16 de marzo de 2009

Donde nos puede llevar el odio.

Observando la conducta de muchos aficionados venezolanos asistentes a los juegos del II Clásico Mundial de Béisbol, podría parecer, como lo dijo el propio Magglio Ordóñez, sólo un grupo de opositores del gobierno actual. Sin embargo las razones por las cuales han pitado a Ordóñez reflejan la realidad de un país asfixiado por el discurso de odio y resentimiento ventilado desde las alturas del poder. Resulta realmente triste ver a los venezolanos pitar a uno de sus jugadores, porque a fin de cuentas se trata del equipo de Venezuela, como lo escribiera hace poco un periodista, sin embargo también son venezolanos los miles de niños y mendigos que deambulan por las calles, los enfermos y heridos que mueren esperando atención médica, los miles de trabajadores del sector público despedidos o amedrentados por el sólo hecho de disentir del gobierno, también son venezolanos, los soldados de Fuerte Mara y los del Cuartel de Cumaná, los miles de trabajadores a quienes se les acaba el sueldo sin terminar de comprar la canasta básica, los familiares de los trabajadores petroleros de Los Semerucos vejados, atacados con balas de salva por la guardia nacional por el sólo hecho de tener una posición distinta a la oficial y por si fuera poco recientemente demandados por el estado venezolano por una alta suma de dinero, también es Venezuela la que a diario recibe burlas de un oficialismo que se jacta de educar al pueblo con unas misiones cuyo objetivo es muy diferente a una educación académica, también es Venezuela la que a diario recibe cuchilladas en forma de atropellos constitucionales para ignorar la voluntad del pueblo o para despedir profesionales de altura y luego sustituirlos por personas que no cumplen con los requisitos del cargo, también es Venezuela un país donde no tiembla el pulso para crear nuevas leyes que erosionen la constitución, acabando con la descentralización sólo para saciar las ansias de poder. Por eso le diría a Ramón Hernández que si él no es capaz de sentir lo que es la cruda realidad venezolana, tampoco quiero ir a ver un juego de béisbol donde los peloteros muestran egoísmo e indiferencia con lo que ocurre más allá del estadio. David Concepción tiene toda la razón cuando dice que cada quién tiene derecho a tener la posición política que mejor le parezca. Sólo que en esta Venezuela del siglo XXI quién tenga una posición distinta a la oficial es acorralado de la manera más mimetizada hasta obligarlo a claudicar o a retractarse. Ordóñez pide respeto para sus opiniones, sin embargo el proceso político que apoya se ha burlado del resultado de unas elecciones porque la voluntad del pueblo ha sido distinta a lo que la “revolución” esperaba.
Ciertamente todo esto es muy triste, pero consecuencia del discurso del resentimiento desbordado, de ese que alguna vez escuché en una facción comunista: “Cuando lleguemos al poder hay que quitarle todo a los ricos, hay que arrasarlos. Porque han causado mucho daño entre los pobres”. Nunca una dificultad ha tenido peor remedio que el odio desbordado. Porque se revuelve, se encabrita, toma vida propia y se vuelve muy difícil de controlar. Nadie tiene la verdad absoluta, por eso hay que discutir con todos los actores de la sociedad, de la comunidad, para que todos nos sintamos parte respetada, entonces si estaremos hablando de VENEZUELA.

Alfonso L. Tusa C.

No hay comentarios: