martes, 10 de marzo de 2009

La asombrosa historia de Adam Pettyjohn

Matt Crossman - SportingNews

Cuando Adam Pettyjohn subió al montículo con el uniforme de los Rojos de Cincinnati el 14 de septiembre de 2008, trató de tomarlo como una aparición más. Pero no era así. Recordatorios de esto emergían por todas partes.
Comenzando por el bateador de los Diamondbacks Tony Clark. La última vez que Pettyjohn había lanzado en la Gran Carpa, Clark era su compañero en los Tigres de Detroit. Desde entonces Clark ha jugado para 5 equipos.
Sigamos con el manager de Pettyjohn, Dusty Baker. La última vez que Pettyjohn participó en un juego de Grandes Ligas, Baker no era el manager de los Rojos, ni de los Cachorros, sino de los Gigantes.
Y luego está el trofeo de la Serie Mundial de 2001 ganado por los Diamondbacks, exhibido en Chase Field. La última vez que Pettyjohn, 31, lanzó un juego de Grandes Ligas, ese trofeo no existía.
Pero ahí estaba Pettyjohn por primera vez desde el 04 de octubre de 2001. Trató de no pensar en el tiempo perdido, la lucha por regresar, los cinco equipos que lo habían rechazado. Este momento no sólo significaba la resurrección de una carrera sino también la reconstrucción de una vida que estuvo a punto de finalizar siete años atrás. El montículo no es lugar para pensar en este tipo de cosas. Podía ponerse emocional luego. Ahora tenía trabajo pendiente.
Él había regresado.
Los síntomas empezaron a comienzos de 2001, cuando Pettyjohn tenía 23 años. Al principio parecieron tenues. Cuando el problema se mantuvo, Pettyjohn fue al médico y le diagnosticaron colitis ulcerativa (irritación del colon). Un tratamiento (consistente en medicinas y visitas al médico) empezó de inmediato.
También empezaba la pesadilla en que se convertiría su vida.
Comenzó la temporada de 2001 con el equipo AAA de Detroit ubicado en Toledo. Allí en una cita médica, Pettyjohn dice que le practicaron una colonoscopia sin anestesia mientras seis integrantes del equipo médico lo rodeaban. “Estoy acostado en la camilla y ellos se aprestan a intervenirme. Sin sedantes, sin medicinas, nada. Eso duró como 25 minutos”.
En el verano de 2001 fue llamado por los Tigres e hizo su debut en Grandes Ligas. Nadie le preguntó por la colitis, así que no dijo nada. Se le acabaron las medicinas y sus médicos estaban en Toledo. Los síntomas parecían desaparecer, o al menos no empeoraban, por lo que no continuó el tratamiento. Ademas ¿quién regresaría con aquellos doctores?
La temporada terminó y Pettyjohn regresó a su casa en California. Su salud se deterioró rapidamente. “Lo escondí”, dijo. “No me voy a practicar esas colonoscopias otra vez”.
Su esposa Dee, se dio cuenta durante su luna de miel en enero, cuando fue al baño después de él. “Era mucha sangre”, dijo ella. “No podía creer, como seguía de pié”.
Perdió peso, estuvo entrando y saliendo del hospital. A menudo estaba tan débil que casi no podía caminar o hablar. Dee casi nunca lo dejó sólo.
“Salía a trabajar y regresaba a casa, pensaba que Adam estaba muerto”, dijo ella. “Ni siquiera se movía en la cama. Recuerdo moverlo con fuerza en la cama y no se despertaba. Recuerdo como lloraba sobre su cuerpo, pensando que se había ido. Recuerdo haber pensado ‘Oh Dios mío, tengo que llamar a mi mamá, no sé que hacer’. Estaba tan preocupada. Lloraba mucho. Repentinamente, él abrió los ojos y dijo ‘¿Qué pasa Dee?’
Durante el invierno, casi no podía tolerar ver a las personas que lo visitaban. Tuvo una larga conversación con su padre que ninguno de los dos olvidará. Dennis Pettyjohn nunca había visto a alguién tan destrozado. “Eso fue impactante. Él parecía como si fuese alguién que estuviera saliendo de un campo de concentración”, dijo Dennis Pettyjohn.
Dennis Pettyjohn dijo a su hijo que si ellos se llamaban Cristianos, necesitaban confiar en la fuerza de Dios. ¿Estaba diciendo esto a su hijo o a sí mismo? Probablemente a ambos. “Mientras más dura sea la prueba”, le dijo Dennis a su hijo, “Más duro será el testimonio”.
Venía una gran prueba. El médico de Pettyjohn le dijo que tenían que extirpar su colon.
Los Tigres, con quienes Pettyjohn había estado en contacto permanente, alquilaron una ambulancia aerea privada y trasladaron a Adam y a Dee a Detroit. Fue un día muy rápido. “Dios estaba ahí”, dijo Adam Pettyjohn. “Todas la puertas estaban abiertas. En 24 horas, Él tuvo listo al cirujano, consiguió el quirófano, la ambulancia, y consiguió el avión que me trajo desde Visalia, California a Detroit”.
La noche anterior al vuelo, un doctor en el hospital de California, le hizo dos transfusiones de sangre y le dijo a Dee:”Hay un 50% de probabilidades de que tu esposo muera en el vuelo”.
Dee se fue llorando a la habitación de Adam. Dijo que no quería que él muriera. Él estaba muy débil para hablar, sacó una tabla con un pedazo de papel adherido y escribió con un marcador negro: “Me voy”.
Muchos miembros de la familia perdieron la esperanza de que regresara.

Pronto vendrán las partes 2 y 3 de este artículo

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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