By Gordon Edes, Yahoo! Sports
Mesa, Arizona. Cuando Gary Hughes entró a la unidad de cuidados intensivos y vió a Lockman en un baño de hielo, mientras los médicos trataban de bajarle la fiebre de 40 grados, sabía que quedaba poco tiempo.
Se recostó en la cama y susurró: “Pat Daugherty dijo que tenías que estar mañana en Starkville, Miss.”
La mascarilla de oxígeno no pudo disimular la sonrisa ante este chiste privado entre viejos hombres de béisbol, hombres que habían pasado grandes partes de sus vidas viajando a lugares como Starkville y Abilene, San Mateo y Sumter, Huntsville y Walla Walla en una búsqueda sin fin de la próxima generación de peloteros Grandes Ligas.
Ese se había convertido en un chiste común entre Whitey, Gary y Pat y Bill Stoneman, en los tiempos cuando trabajaban con los Expos de Montreal, el tipo de historia que los viejos amigos compartían en la mesa mientras cenaban aquí en el desierto hace tres semanas.
Un año el estado de Mississippi estaba lleno de prospectos como Will Clark, Rafael Palmeiro y Bobby Thigpen, todos futuros Grandes Ligas, y los Expos seguían pidiéndole a Lockman que hiciera otro viaje a Starkville para buscar prospectos.
“Hasta que Whitey dijo: ‘Es todo, no voy más para Starkville’”, dijo Hughes.
La cena había durado 3 horas, las historias fluían hacia delante y hacia atrás, pero se sintió, dijo Hughes, como si todo se hubiera acabado en 1 minuto.
Carroll “Whitey” Lockman podría hablar de más de 60 años de cuentos memorables desde que llegó a las Grandes Ligas, a los 18 años, con los Gigantes de Nueva York en 1945 y bateó un jonrón en su primer turno al bate.
En 1951, jugó un papel importante en uno de los juegos más memorables que se haya jugado, el play off entre los Gigantes y los Dodgers de Brooklyn que fue decidido por “El batazo que se oyó alrededor del mundo” de Bobby Thomson. Lockman bateó antes de Thomson y conectó un doble a la banda contraria que explotó al pitcher abridor Don Newcombe. Willie Mays, entonces un novato, esperaba en el círculo de prevenidos cuando Thomson largó el jonrón ante el relevista Ralph Branca.
Lockman recordó ese juego en la cena de aquella noche, habló de cómo Thomson había abanicado una recta en el medio del plato en el primer lanzamiento. “El próximo pitcheo, dijo Whitey, fue alto y adentro”, dijo Hughes, “pero Thomson la sacó del parque”.
Hughes bromeó con Lockman en la cena, le dijo que habia leido el libro escrito por el reportero del Wall Street Journal, Joshua Harris Prager, quién coniguió que algunos antíguos Gigantes le confesaran sobre un sofisticado sistema para robarse las señas.
El manager de los Gigantes, Leo Durocher, había instalado al infielder de reserva Hank Schenz provisto de un telescopio en una ventana del club-house de los Gigantes que estaba detrás de la cerca del center field. Schenz se robaría las señas del catcher, luego a través de un sistema de zumbidos eléctricos ideado por el electricista de Polo Grounds, le indicaría a Sal Yvars, el catcher del bull pen, cual era el próximo lanzamiento. Si Yvars lanzaba una pelota al aire, el lanzamiento era curva. Si no lo hacía, lanzarían una recta.
“Nunca pude lograr que Whitey admitiera que hubo algún robo de señas”, dijo Hughes. “Estuvo a punto de admitirlo. Le dije que estaba leyendo el libro y dije: ‘Tengo algunas preguntas para ti’. El dijo: ‘Está bien, las contestaré’, pero no lo hizo”.
“Él dijo: ‘Él bateó el jonrón ¿No fue así?’”
En uno de esos pequeños movimientos del béisbol, Lockman reemplazaría al volátil Durocher como manager de los Cachorros de Chicago a mediados de la temporada de 1972. Dos años después, él también sería despedido, no sin antes ser parte de otro pedazo de historia. El 08 de mayo de 1973, Lockman fue expulsado de un juego contra los Padres de San Diego, en los últimos innings el equipo fue dirigido por el coach Ernie Banks, era la primera vez que un afro-americano dirigía un equipo en las Grandes Ligas, aunque haya sido parcialmente. Dos años después, los Indios de Cleveland rompieron la barrera cuando contrataron a Frank Robinson como su manager.
Lockman pasó el próximo cuarto de siglo en el desarrollo de peloteros, primero con los Cachorros, luego con los Expos, donde se convirtió en asesor especial y maestro del Gerente General David Dombroswki, un rol que él asumió cuando Dombrowski se fue a los Marlins de Florida. Se retiró en 2001, en el aniversario 50 del jonrón de Thomson, pero le encantaba saber de sus viejos amigos, como Hughes, quién es asesor especial de Jim Hendry, el gerente general de los Cachorros de Chicago.
Lockman estuvo bien en la cena, dijo Hughes, lo llamó dos veces para agradecerle por la reunión. Pero este martes 17 de marzo de 2009, Hughes estaba en el estadio de Scottsdale antes de un juego cuando recibió una llamada de la esposa de Lockman, quién estaba llorando. Le dijo que Whitey se iba a morir.
Hughes salió del estadio y se fue al hospital. Esa noche Lockman murió de complicaciones pulmonares. Tenía 82 años.
Antes del juego de exhibición del miércoles entre los Cachorros y los Gigantes, los dos equipos que jugaron un papel importante en la vida de Lockman, se guardó un minuto de silencio en su memoria.
“Que caballero”, dijo Hughes. “Fue un ejemplo de cómo se debe vivir la vida”.
“Muchos hombres rudos y grandes me llamaron hoy al teléfono llorando”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
martes, 31 de marzo de 2009
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