viernes, 21 de agosto de 2009

Cosas que extrañamos del béisbol. (I)

Dodgertown.
Una pancarta colgaba en la entrada: “¡Es maravilloso estar en Dodgertown!”. Caminabas por las mágicas veredas hechas de conchas marinas trituradas. Bajabas por la vía Vin Scully o por la Don Drysdale, todas las calles tenían faroles en forma de pelotas, azaleas florecidas y ocasionales palmeras. A la distancia se oía el eco de los bates contra las pelotas. El olor de la grama recién cortada en el aire. Aquí el tiempo pasaba tan lento como Tommy LaSorda iba de campo a campo en aquellos años finales de este paraíso del béisbol. Dodgertown era lo mejor de los entrenamientos primaverales.
En Holman Stadium, los juegos tenían la intimidad de un torneo de escuela secundaria. Ni las tribunas, de sólo 17 filas de asientos, ni los dugouts, tenían techo. Durante los juegos, los jugadores suplentes de los equipos rivales, se sentaban a conversar bajo las sombras de las palmeras un poco más allá del right field. En esos campos era que entrenaban Jackie Robinson, Gil Hodges, Duke Snider y Sandy Koufax. En ninguna parte del universo beisbolero se mezclaban tan maravillosamente el presente y el pasado. Aún en años recientes Koufax enseñó el arte de lanzar la curva a los jugadores de ligas menores en los campos traseros. LaSorda, el alcalde de Dodgertown, daba la bienvenida a los aficionados desde un carrito de golf.
Esta primavera de 2009, los Dodgers empacaron sus valijas y se mudaron a un complejo de $80 millones en Glendale, Ariz., una facilidad que comparten con los Medias Blancas de Chicago. La primavera nunca será igual.
Albert Chen.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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