jueves, 6 de agosto de 2009

Enfrentar el cambio.

Un consejo de su madre ayudó a Victor Martínez para desarrollar su carrera.

Adam Kilgore

Menos de un año después de comenzar su carrera profesional, Victor Martínez quería renunciar. Los Indios de Cleveland firmaron a Martínez en los campos de Ciudad Bolívar, Venezuela, cuando tenía 17 años, poco tiempo después de aprender a jugar béisbol, jugando softbol con sus hermanos en el estadio ubicado detrás del patio de la casa de su madre.
Martínez veía los juegos de Grandes Ligas por televisión y soñaba con jugar en el shortstop, la única posición que conocía, la posición donde muchos de sus compatriotas habían destacado y seguían haciéndolo. Una vez que los Indios lo firmaron, lo convirtieron en catcher. Martínez nunca había usado una mascota ¿Qué oportunidad tendría ahora de llegar a las Grandes Ligas?
Martínez pensó en abandonar el complejo de entrenamiento de los Indios y regresar a Ciudad Bolívar para comenzar una vida fuera del béisbol. No sabía que hacer. Llamó a su madre, Margot Coromoto Martínez, llorando. Ella le dijo palabras que nunca olvidaría.
“Sólo haz el intento”, le dijo ella. “Nunca sabes que puede pasar. No tienes nada que hacer aquí en la casa. Sólo concéntrate, haz tu mejor intento y espera a ver que pasa”.
Su madre lo convenció y regresó al complejo el próximo día. Sería un catcher. Su madre lo ayudó a tomar las decisiones más importantes de su vida. Doce años después Martínez es uno de los mejores catchers del mundo, un Todos Estrellas, un toletero ambidiestro a quién los Medias Rojas de Boston adquirieron el viernes 31 de julio de 2009 a cambio de los pitchers Justin Masterson, Bryan Price y Nick Hagadone.
Martínez le debe más que su carrera a su madre. Cuando el tenía 7 años y su madre 33 su padre sufrió un ataque al corazón y falleció. Tenía 66 años. Ella nunca se volvió a casar. Trabajaba en dos hospitales como enfermera, en uno en las mañanas y en el otro en las tardes, algunas veces 16 horas diarias.
“Todo lo que soy ahora, se lo debo a mi mamá”, dijo Martínez este domingo 02 de agosto. “Ella era lo único que tenía. Fue algo duro. Eso te hace apreciar lo que tienes ahora”.
Todo lo relacionado con Martínez puede ser trazado a través del hogar que compartió con su madre, sus hermanos mayores Carlos y Olga y su hermano menor David. Eso modeló los grandes rasgos de su personalidad y los detalles de cómo juega al béisbol. Durante sus 8 años en Cleveland, Martínez evolucionó hasta convertirse en el jugador clave de la franquicia.
“Puedo decirles definitivamente que él es uno de los jugadores más especiales con quién haya compartido desde mi punto de vista personal, en mis 18 años en el juego”, dijo el gerente general de los Indios Mark Shapiro. “Él es uno de esos raros tipos que siente de verdad orgullo por usar un uniforme. Eso era un compromiso para él. Víctor emite todo lo bueno del béisbol, es digno de admiración”.
Martínez esta agradecido de su éxito, porque David, un pitcher zurdo, sólo llegó hasta Clase A antes que problemas con el brazo lo forzaran a abandonar el deporte. “No tuvo suerte”, dijo Martínez.
Martínez observaba a su madre y aprendió la ética de trabajo que aplicó para convertirse en un catcher de Grandes Ligas. También jugaba afuera con sus hermanos y aprendió a batear desde ambos lados del plato.
Casi todos los días, Victor, Carlos y David se escapaban al campo de softbol, su madre les pedía que regresaran a tiempo para comer. Un hermano lanzaba, otro bateaba y el otro jugaba left field. Toda pelota bateada hacia el right field era un out.
Los hermanos se las ingeniaban de distintas formas para dirigir la pelota hacia el left field, “sólo lo intentábamos, jugábamos”, dijo Martínez. Eso incluía batear a la zurda. A los 7 años ya Martínez bateaba desde ambos lados del plato.
Su madre lo apoyaba para que jugara béisbol, mientras veía los juegos de Grandes Ligas, estaba muy pendiente de Ozzie Guillén, el principal de los campocortos venezolanos de ese momento. Martínez se dio cuenta que podía vivir del béisbol.
Casi inmediatamente después que se presentó a una academia de béisbol en Venezuela, los Indios lo convirtieron en catcher. “No corría nada”, dijo Shapiro, quién era el director de ligas menores de los Indios para el momento. Minnie Mendoza, el coordinador de campo de los Indios para Latinoamérica, le dijo a Martínez que sería catcher. Después de la consternación inicial, Martínez aceptó su nuevo trabajo.
“De verdad acepté el reto”, dijo Martínez. “Para eso estamos aquí. Para trabajar duro”.
La transición fue lenta. Un pitcher lanzaba una pelota contra el suelo, y en vez de bloquearla, Martínez saltaba. El lanzamiento golpeaba al árbitro. “Ese no será el último”, le dijo Mendoza a Martínez.
Martínez tenía brazos largos y una contextura grande, tuvo muchos problemas para coordinar los movimientos del catcher. Se mantuvo trabajando en eso. Se hizo más asertivo con los pitchers y aprendió las tendencias individuales de cada quién.
“Es un muchacho a quién nos mantuvimos retándolo, pidiéndole que diera más, él nunca se rindió ante el reto”, dijo Shapiro. “Nunca cedió ante ninguna de las frustraciones. Asumió personalmente el liderazgo que conlleva ser catcher”.
Mientras Martínez se enfocaba en la receptoría, su ofensiva nunca fue un problema. Ganó dos título de Jugador Más Valioso y dos coronas de bateo en las ligas menores. “Nadie tuvo que trabajar con él en su bateo”, dijo Shapiro. “Teníamos que dejarlo tranquilo”.
Martínez mejoró su defensiva lo suficiente para que lo llamaran a las Grandes Ligas en 2002, a los 22 años. Su bate poderoso lo convirtió en uno de los catchers más valiosos de la liga. Rápidamente emergió como un líder del equipo, motivando al club house con su enfoque diario.
“Pienso que su pasión por el juego, su sinceridad, son cosas que influyen en los otros jugadores”, dijo Shapiro. “Todo es genuino en él”.
Antes de los juegos, los jugadores de los Indios decretaron “El momento de Víctor”, cuando él hacía elaborados estrechones de manos con cada jugador regular, un saludo diferente para cada pelotero. Tenía alrededor de 15 rutinas distintas, y de alguna manera las recordaba todas.
“¿Saben qué? No sé como lo hago. Sólo recuerdo. Te veo, y recuerdo lo que hago y lo que hago con los otros muchachos”.
Martínez se sentía orgulloso de su organización, quería terminar su carrera con los Indios. Cuando Shapiro le dijo que había sido cambiado, ambos lloraron. “Fue uno de los momentos más difíciles de mi carrera profesional”, dijo Shapiro.
Martínez dejó a un lado su disgusto y se unió a un nuevo equipo por primera vez en su carrera, el cambio más importante desde que su madre le dijera que hiciera el intento.
“Aquí estoy”, dijo Martínez. “Todavía hago el intento”.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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