Las finales de los torneos deportivos, guardan grandes alforjas de tensión y emociones ante la inminencia de título campeonil. La Serie Mundial de las Grandes Ligas, casi siempre está revestida de esas escenas de suspenso como la atrapada de Willie Mays en el primer juegoi de la serie de 1954, la atrapada de Sandy Amorós en el séptimo partido del Clásico de 1955, el jonrón de Billy Mazeroski en el séptimo juego de la serie de 1960, la línea de Willie McCovey que se incrustó en el guante de Bobby Richardson para terminar la serie de 1962, las dos atrapadas del centerfielder Tommie Agee en el tercer juego del Clásico de 1969, la cátedra de fildeo de Brooks Robinson en la antesala de los Orioles en 1970, el coraje de Roberto Clemente en 1971, el jonrón infartante de Carlton Fisk en el sexto juego de la serie de 1975, el duelo de pitcheo entre John Smoltz y Jack Morris para decidir la serie de 1991 a favor de los Mellizos ante los Bravos, el hit de bate quebrado con que Luis González derrotó a Mariano Rivera y los Yanquis en el séptimo juego del clásico de 2001. Son momentos que paralizan el tiempo por segundos y todo lo que se respira es césped, resina de pino, guantes, pelotas raspadas, gorras sudadas, cuando por momentos se quita la mirada del televisor, se puede ver el estadio en pleno sobre las paredes o el techo de la casa y cuando vamos a la cocina pareciera que corriéramos hacia el montículo, o de primera a segunda.
Eso más o menos fue lo que experimenté en el juego de anoche, 02 de noviembre de 2009, el quinto de esta serie de 2009, cuando los Yanquis trataban de rematar a los Filis. Cliff Lee a pesar de no estar en su mejor noche, contuvo a los mulos en 5 carreras y Chase Utley descargó dos toletazos allende las cercas para llevar la serie de vuelta al Bronx y abrir un capítulo de interrogantes de cara al sexto juego.
La primera es ¿podrá Andy Pettite responder al reto de lanzar con tres días de descanso? Es la primera vez que lo intenta este año. El manager Joe Girardi tomó una decisión discutible al designar a A.J. Burnett con sólo 3 días de descanso para lanzar el quinto juego, dependiendo del resultado de la serie, Girardi pudiera ser muy criticado por los analistas del juego. Ningún campeón ha ganado la serie con tres abridores desde 1991 cuando ganaron los Mellizos de Minnesota, entonces sólo se jugaban dos rondas de play offs. Por otro lado ¿Será capaz Pedro Martínez de silenciar a la explosiva alineación de los Yanquis? Hace rato que no puede quitarse de encima los cánticos de los aficionados del Bronx que dicen : “I’m still your Papi”. ¿Hará olvidar Brett Gardner a Melky Cabrera en el jardín central de los neoyorkinos? Pareciera que cuenta con los argumentos para hacerlo. ¿Explotará finalmente la garrocha de Ryan Howard? De hacerlo la serie va a llegar al máximo de su intensidad. ¿Podrá Chase Utley dejar atras a Reggie Jackson como el mayor jonronero en una Serie Mundial? Tiene la inspiración. ¿Contarán los Filis con las agallas necesarias para ganar dos juegos en Yankee Stadium donde los mulos sólo encajaron dos derrotas seguidas una sola vez desde mediados de junio?
Todo esto hará que cuando encendamos el televisor para ver el sexto juego sólo respiremos una mezcla de arcilla con grama, de guantes con pelotas, de intensidad con pundonor, de emociones y gritos de las tribunas.
Alfonso L. Tusa C.
martes, 3 de noviembre de 2009
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