Cuando Bobby Cox vino a jugar con Cardenales de Lara (1967-68 y 1968-69) y Leones del Caracas (1969-70), teniendo buenos números ofensivos con los pájaros rojos además de comandar a los antesalistas de la liga venezolana en promedio defensivo en la 67-68, nadie se imaginaba que pudiera establecerse como manager de Grandes Ligas. Y cuando vino a dirigir a Lara (1974-75, 1975-76 y 1976-77) mucho menos se pensaba que llegase a ganar 2143 juegos en Grandes Ligas (cuarta mejor marca de todos los tiempos), un título de Serie Mundial, 5 banderines de la Liga Nacional, y 15 títulos divisionales (14 con los Bravos de Atlanta 1 con los Azulejos de Toronto).
Ahora cuando anuncia que la de 2010 será su campaña postrera como dirigente de Grandes Ligas abundan los comentarios de personas que han vivido de cerca su gestión como manager. Desde que llegó a Atlanta en 1978 impresionó por su estilo aguerrido tomado en parte de Billy Martin cuando trabajó para él en el verano de 1977 como coach de primera base de los Yanquis de Nueva York.
Clarence Gaston trabajó para Cox en sus años con los Azulejos y lo que más recuerda de este es su estrategia y sensibilidad, “Era muy bueno dirigiendo pero también mantenía unidos a los coaches y los llevaba a cenar después de los juegos”.
Bill Acree el añejo director de viaje de los Bravos que ha estado con el equipo desde que se mudaron para Atlanta en 1966, todavía trabaja para Bobby y recuerda que al comienzo, “Si perdíamos 3 o 4 juegos seguidos, me pedía que no lavara los uniformes. También había momentos cuando alrededor de la media noche me llamaba para decirme que necesitaba el terreno a las 9 de la mañana para una práctica completa. Ahora no ataca de frente. Lo hace más en el estilo de rodear y conquistar”.
El laureado nudillista Phil Niekro quién jugara para Bobby entre 1978 y 1981 todavía reconoce a Cox como el hombre que orquestó la escalada del equipo hacia la corona de la División Oeste de la Liga Nacional en 1982. “Bobby construyó ese equipo”, dijo Niekro. “Él construyó esa organización. Pienso que nunca habrá un manager que haya tenido un impacto sobre una organización como el que él ha tenido en los Bravos”.
Luego de guiar a los Azulejos a su primer título divisional, Cox regresó en 1986 y pasó 5 años como Gerente General de los Bravos, reestructurando el sistema de búsqueda y desarrollo de peloteros, los frutos de este esfuerzo se empezaron a ver cuando él regresó a dirigir a los Bravos a mediados de la temporada de 1990, a partir del próximo año ganaría el primero de 14 títulos divisionales seguidos.
“Estuve en el entrenamiento primaveral el año pasado por una semana y sigo pensando que Bobby no ha cambiado ni una pizca en 31 años”, dijo el antiguo relevista Gene Garber.
Cuando Garber ganó una de las minibatallas que escenificó ante Cox durante la temporada de 1978, de inmediato se dio cuenta de que este manager novato reconocía la importancia de entender lo que era primordial para los jugadores.
La noche del 01 de agosto de 1978, Garber mantuvo en blanco a los Rojos de Cincinnati en el séptimo y octavo innings y estaba determinado a salir para el noveno y completar el relevo de tres episodios para además terminar con la seguidilla de 44 juegos seguidos que tenía Pete Rose.
Después que los Bravos anotaron 5 carreras en el octavo para tomar una ventaja de 16-4, Cox le dijo a su veterano relevista que su trabajo había terminado. Cuando Garber protestó y proclamó que él lanzaría el noveno inning y además estaría dispuesto a abrir el juego del día siguiente, sintió la intensidad de la mirada de su joven manager.
“Me miró por un buen rato hasta que dije ‘Ah,ah’”, dijo Garber. “Entonces dijo ‘Garb, anda y domínalos’. Pienso que se dio cuenta cuan importante era para mí salir para el noveno. Garber, quién ponchó a Rose para terminar aquella histórica noche de agosto en el Atlanta-Fulton County Stadium, rapidamente tuvo el presentimiento de que aquel aguerrido joven manager tenía toda la voluntad de apoyar a sus peloteros. Décadas después, los jugadores de todas las Grandes Ligas todavía reconocen la lealtad y la paciencia de Cox como razones por las cuales les gustaría jugar para él.
“Es terriblemente paciente con los peloteros”, dijo Garber. “Entonces lo era y pienso que aún lo es. No ha olvidado que para los jugadores este es un juego muy duro. Ellos no necesitan que se les recuerde que dejaron de hacer esto y dejaron de hacer aquello”.
Quizás en ello haya tenido algo de influencia la dura prueba de haber vivido las exigencias de la afición venezolana, sobre todo en un enfrentamiento Caracas – Magallanes.
Alfonso L. Tusa C.
jueves, 25 de febrero de 2010
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