El manager de los Bravos ha tenido un gran impacto en la organización.
Mark Bowman. Mlb.com
Atlanta.- Cuando Bobby Cox llegó a Atlanta antes de la temporada de 1978 sin ninguna experiencia previa como manager de Grandes Ligas era un entusiasta hombre de 36 años determinado a realizar lo que fuera posible para acabar con la fama de perdedores que los Bravos tenían en el béisbol.
Así como sus jugadores y otros miembros de la organización lo notaron de inmediato, llegó con una personalidad feroz que había sido ciertamente influenciada el verano anterior, cuando trabajó como coach de primera base para Billy Martin y los campeones de la Serie Mundial Yanquis de Nueva York.
“Si habíamos tenido un mal juego el día anterior y habíamos cometido errores con rollings de rutina, el agarraba el fongo y bateaba roletazos de practica a todos los infielders”, dijo Bill Acree el añejo director de viajes y gerente de equipos. “Bateaba roletazos durísimos. Las pelotas iban directo a las barbillas y los pechos de los peloteros”.
“Si perdíamos 3 o 4 juegos seguidos, me pedía que no lavara los uniformes. También había momentos cuando alrededor de la media noche me llamaba para decirme que necesitaba el terreno a las 9 de la mañana para una práctica completa”.
Ahora, 32 años después, cuando Cox se prepara para la temporada final de su legendaria carrera como manager, Acree todavía trabaja para este hombre ahora de 68 años, cuya competitividad desbordada le ha ganado un record de por vida de expulsiones y el respeto de multitudes de jugadores y otros individuos que han trabajado con él.
“Diría que ahora se controla mejor”, dijo Acree, quién ha estado con los Bravos desde que la organización se mudó para Atlanta antes del inicio de la temporada de 1966. “Ahora no ataca de frente. Lo hace más en el estilo de rodear y conquistar”.
Una vez que Cox se consagró como manager de Grandes Ligas y tuvo la oportunidad de reestructurar la actitud y los componentes de la organización de los Bravos, se impulsó hacia una carrera que ha incluido 2143 victorias como manager, el cuarto mayor total en la historia de las Grandes Ligas, un título de Serie Mundial, 5 banderines de la Liga Nacional, y 15 títulos divisionales (14 con los Bravos 1 con los Azulejos).
“Cuando vaya a Cooperstown este año, voy a quitarle el polvo a una silla para tenerla lista para él”, dijo el pitcher del Salón de la Fama, Phil Niekro. “Si no es escogido en el primer año que sea elegible, no regresaré más allí”.
Cuando le preguntaron que recordaba de haber jugado para Cox en 1978, Niekro no pudo precisar alguna memoria específica. Pero el laureado nudillista todavía reconoce a Cox como el hombre que orquestó la escalada del equipo hacia la corona de la División Oeste de la Liga Nacional en 1982.
Después que la temporada de 1981, recortada por una huelga de peloteros, terminó, Ted Turner, dueño de los Bravos, despidió a Cox y también lo describió como la clase de manager que el sentía estaba capacitado para ocupar ese cargo.
Un año después, mientras Cox dirigía a los Azulejos de Toronto, Joe Torre lideraba a los Bravos al título de la División Oeste de la Liga Nacional. Sin ningún irrespeto a lo que Torre hizo en su primera temporada en Atlanta, Niekro todavía mira hacia ese año memorable como un producto de la diligencia y dedicación que Cox mostró durante esos cuatro años que estuvo en Atlanta.
“Bobby construyó ese equipo”, dijo Niekro. “Él construyó esa organización. Pienso que nunca habrá un manager que haya tenido un impacto sobre una organización como el que él ha tenido en los Bravos”.
Torre permaneció tres años en Atlanta, y después de conducir a los Azulejos a su primer título divisional en 1985, Cox regresó a Atlanta antes del inicio de la próxima temporada para empezar un período de cinco años como gerente general de los Bravos.
Al principio de ambos períodos en Atlanta, una de las principales iniciativas de Cox fue inculcar el sentido de profesionalismo en la organización. Esto fue algo que Glenn Hubbard tomó muy en cuenta, él había debutado con los Bravos en 1978 y ahora se prepara para su duodécima temporada como integrante del cuerpo técnico de Cox.
Uno de los primeros recuerdos de Hubbard sobre Cox tiene que ver con cuando lo acompañó en una caravana Knoxville, Tenn. El otrora segunda base recuerda como su nuevo manager hizo énfasis en que cada uno de sus jugadores y coaches debían vestir de una manera profesional.
“Hasta este día, cuando salimos de gira, nos diferenciamos por la forma como vestimos”, dijo Hubbard. “Hay algunos equipo que salen de gira y llegan al estadio en jeans y camisas. Él ha sentado un patrón donde no sólo queremos ganar 14 banderines sino que queremos lucir como tales”.
Durante su época como Gerente General del equipo, Cox enfocó sus esfuerzos en reestructurar los departamentos de búsqueda y desarrollo de peloteros. Los frutos de este trabajo se empezaron a recoger cuando él regresó a la banca de los Bravos a mediados de la temporada de 1990 y luego el próximo verano dirigió al conjunto al primero de 14 títulos divisionales seguidos.
“Estuve en el entrenamiento primaveral el año pasado por una semana y sigo pensando que Bobby no ha cambiado ni una pizca en 31 años”, dijo el antiguo relevista Gene Garber. “Él era el mismo tipo que es ahora. No ha cambiado ni un pelo en todos estos años, a pesar de la notoriedad que viene con el éxito y el campeonato mundial. Sus expresiones son las mismas. La única diferencia entre ahora y entonces es la que da la experiencia. Estoy seguro que ha aprendido a dar mejor las batallas ahora de cómo lo hacía antes”.
Cuando Garber ganó una de las minibatallas que escenificó ante Cox durante la temporada de 1978, de inmediato se dio cuenta de que este manager novato reconocía la importancia de entender lo que era primordial para los jugadores.
La noche del 01 de agosto de 1978, Garber mantuvo en blanco a los Rojos de Cincinnati en el séptimo y octavo innings y estaba determinado a salir para el noveno y completar el relevo de tres episodios para además terminar con la seguidilla de 44 juegos seguidos que tenía Pete Rose.
Después que los Bravos anotaron 5 carreras en el octavo para tomar una ventaja de 16-4, Cox le dijo a su veterano relevista que su trabajo había terminado. Cuando Garber protestó y proclamó que él lanzaría el noveno inning y además estaría dispuesto a abrir el juego del día siguiente, sintió la intensidad de la mirada de su joven manager.
“Me miró por un buen rato hasta que dije ‘Ah,ah’”, dijo Garber. “Entonces dijo ‘Garb, anda y domínalos’ Pienso que se dio cuenta cuan importante era para mí salir para el noveno. Garber, quién ponchó a Rose para terminar aquella histórica noche de agosto en el Atlanta-Fulton County Stadium, rapidamente tuvo el presentimiento de que aquel aguerrido joven manager tenía toda la voluntad de apoyar a sus peloteros. Décadas después, los jugadores de todas las Grandes Ligas todavía reconocen la lealtad y la paciencia de Cox como razones por las cuales les gustaría jugar para él.
“Es terriblemente paciente con los peloteros”, dijo Garber. “Entonces lo era y pienso que aún lo es. No ha olvidado que para los jugadores este es un juego muy duro. Ellos no necesitan que se les recuerde que dejaron de hacer esto y dejaron de hacer aquello”.
A través de los años las tácticas dirigenciales de Cox han evolucionado. Han transcurrido décadas desde que llamó a una práctica de campo temprano en la mañana o amenazó a los jugadores con que tendrían que usar uniformes sucios.
Pero como lo testifica John Holland, el gerente del club house del equipo visitador en el estadio de los Bravos desde 1968, Cox sigue siendo el amigo fiel quién comenzó a ganar respeto en el mundo del béisbol poco después que los Dodgers le dieran su primera oportunidad de jugar en las Ligas Menores.
“Él es una persona de calidad y siempre ha tratado bien a todos”, dijo Holland. “Como yo lo entiendo, ya era así desde que jugaba. Cuando íbamos a Dodgertown, había gente que nos decía “Ha sido así desde el día que firmó”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 8 de julio de 2010
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