De aquellos hombres desinteresados que emergían de varias puertas desperdigadas a lo largo de los pueblos para armar equipos de béisbol, fútbol, baloncesto o cualquier actividad deportiva, gradualmente fueron desapareciendo sus facciones, sus gestos, su efusividad, su optimismo, hasta que sólo fueron quedando ejemplos inquebrantables de una especie que terminó por aceptar el calificativo “en extinción”.
La prueba de que el principal argumento de aquellos promotores deportivos obstinados tenía raíces hondas en la salud de cualquier sociedad, emerge en nuestros días de iniciativas deportivas en franca disminución. Ahora los padres, esos mismos que en el pasado veían con ojos desconfiados que sus hijos salieran a practicar algún deporte porque “eso es para los vagos”, se han echado a sus espaldas las finanzas de todos los insumos necesarios para que sus hijos practiquen, el fútbol, el béisbol, el basket, el tenis, etc.
Muchas veces ni siquiera lo dicen o discuten, ellos llevan directamente a los muchachos hasta las capas más profundas de interactuar en equipo, reconocer errores, asimilar derrotas, respetar victorias. También despliegan un lienzo de cielos azules plagados de corazones fuertes, músculos resistentes, pulmones descomunales o metabolismos disparados que hacen explotar la vida en la juventud. Y disfrutan un mundo con cada grito, cada emoción desbordada, cada tarde de alegrías abrazada en el grupo que se reune para pasar un momento diferente lleno de retos y diversión.
Esa es la estirpe de hombres como Guillermo Valentiner, quién siempre entendió la trascendencia de la actividad deportiva en el progreso cultural de una sociedad. Por eso desde la prosperidad de sus empresas, como Laboratorios Vargas, invertía recursos sin dudar para apoyar iniciativas deportivas como clubes de fútbol o baloncesto a todo nivel hasta llegar al profesional con el Caracas FC o el Cocodrilos de LPB.
Lo más resaltante de la personalidad de Valentiner siempre fue su disposición a colaborar, muchas veces sin conocer a las personas a quién ayudaba. Sólo bastaba conocer los objetivos del proyecto, si el deporte estaba involucrado la decisión era más expedita.
Aunque a distancia, viví en experiencia propia la calidad de promotor deportivo del Dr. Guillermo Valentiner. A mediados de 2007 buscaba patrocinio para publicar el libro de mi autoría: “El Látigo del Béisbol. Una Biografía de Isaías Chávez”. Me acerqué a las oficinas de la Fundación Magallanes y se mostraron entusiasmados con la idea. Pero me dijeron que todo dependería de si conseguían un co-patrocinante. Unas semanas más tarde me llamaron para darme las buenas noticias, Laboratorios Vargas había aceptado copatrocinar el libro. La principal razón que me explicaron fue que el Dr. Valentiner había sido muy aficionado de la carrera beisbolera del “Látigo” Chávez y quería que ese libro se publicara. Me dieron el teléfono de la persona que debía contactar en Laboratorios Vargas, en principio el Dr. Valentiner quería reunirse conmigo para hablar del libro, pero después se hizo difícil la entrevista. Luego pregunté si quería que colocáramos el logo de Laboratorios Vargas en la portada del libro, la respuesta fue: No hace falta, la satisfacción más grande para mí es que se publique el libro”.
Ayer 25 de febrero de 2010, falleció en Caracas Guillermo Valentiner. Paz a sus restos.
Alfonso L. Tusa C.
jueves, 8 de julio de 2010
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