Sus carreras con los Dodgers se solaparon por dos temporadas, pero Jackie Robinson dejó una impresión imborrable en Roger Craig.
A finales de los años 40, no era precisamente el escenario de las relaciones raciales sanas tanto en el béisbol como en la sociedad estadounidense.
Resultó ser el tiempo y el lugar adecuados para Roger Craig, cuyo acento de North Carolina todavía es abundante como el polvo acumulado en Tobacco Road.
Mientras crecía hasta su altura definitiva, Craig siempre fue grande para su edad, lo cual le daba más rasgos caucásicos que lo diferenciaban en una comunidad de afro-americanos. Era el octavo de 10 hijos de una familia pobre que vivía en una vecindad mezclada, donde si tenía dos monedas eras la minoría.
“Había una iglesia Baptista pasando la calle, algunas veces entraba y me sentaba en la última fila y nadie se daba cuenta”, dijo Craig. “Había un campo detrás de la iglesia, ahí jugábamos pelota con otros niños. Yo era el único blanco. No tenía ningún problema por eso.
Me refiero a que no pensábamos nada respecto a eso. No era importante. Sólo queríamos jugar pelota”.
Craig jugaba baloncesto y béisbol, lo hacía tan bien como pitcher que recibió una vez recibió una llamada después de un encuentro de Ligas Menores en el que defendió a los Royals de Montreal en La Habana, Cuba. Craig debutó en Ebbets Field el 17 de julio de 1955, con un juego completo en el que permitió 3 hits y derrotó a los Rojos de Cincinnati 6-2.
Luego el manager Walter Alston le preguntó a Craig si su familia había venido a ver el juego. Craig que dijo que no había tenido tiempo de hacer las diligencias para traer a su esposa e hija desde Montreal. Alston lo envió directo al aeropuerto.
“¿Cuál aeropuerto? No se donde queda”, dijo Craig ahora de 77 años y rotando su residencia entre Misión Valley y Borrego Springs, California. “Yo era un muchacho del Sur, recién llegado a Nueva York, parado en las afueras de Ebbets Field, sin saber a donde ir, cuando llegó Jackie Robinson y me dijo: “Vamos muchacho, te llevaré al aeropuerto”.
“Mucho después supe que Jackie vivía en Connecticut, por lo que se desvió de su ruta para llevarme al aeropuerto”. Durante el trayecto quería hacerle un montón de preguntas. Quería preguntarle por lo que había pasado, pero no le pregunté nada”.
“En vez de decirme por lo que había pasado, todas sus dificultades, pasó todo el viaje explicándome por lo que yo podría pasar y lo que debía hacer para establecerme en las Grandes Ligas”.
Las lecciones de Robinson debieron surtir efecto, porque Craig lanzó por 11 temporadas en Grandes Ligas, ayudó a los Dodgers a ganar una Serie Mundial, sobrevivió a lanzar para los desastrosos Mets de 1962, luego dirigió a los Padres de San Diego a su primer record positivo y a los Gigantes de San Francisco a una Serie Mundial.
Cuando la gente habla de los legendarios “Muchachos del verano”, los “Bums” de 1955, Craig es recordado como el muchachito del grupo que venció a los Yanquis de Nueva York en la Serie Mundial que por fin fue ganada por los Dodgers de Brooklyn.
Sin embargo muy pocos días en una carrera de 37 años pueden compararse al primero.
“Tenía 24 años y había lanzado un juego completo de 3 hits”, dijo Craig, “pero pienso que estaba más emocionado por aquel viaje en carro escuchando a Jackie Robinson”.
Cuando Craig se unió a los Dodgers en 1955, la integración del béisbol de Grandes Ligas era noticia vieja, pero ni de cerca era un asunto resuelto. Robinson tenía 38 años, faltaba un año para su retiro, pero todavía fajándose por tener la audacia de pensar que debía y podía jugar un deporte de blancos.
“En aquella época nadie tenía que decirnos que debíamos salir a defender a uno de nuestros compañeros”, dijo Craig, un derecho que terminó con marca de 74-98 y efectividad de 3.83. “Teníamos otro afroamericano en Jim Gilliam y al cubano Sandy Amorós, pero Jackie era el tipo a quién todavía eran dirigidos los dardos, y nosotros salíamos a defenderlo”.
Debido a su procedencia, Craig casi no le prestaba a tención a las implicaciones raciales y sociológicas que rodeaban a Robinson. Se remitía a disfrutar la vista, el panorama de ver a Robinson ejecutar el dobleplay en segunda base como uno de los acróbatas de Balanchine del ballet de Nueva York.
En algún momento Roger Craig escribirá sus memorias, y cuando llegue el capítulo de Jackie Robinson y su papel en la reforma social, Craig hablará de todo lo que recuerde.
Sin embargo hablará más del pelotero que ayudó a cambiar el béisbol. No de la competencia entre los peloteros, sino de la forma como el béisbol es jugado. Craig observó ese cambio ocurrir ante sus ojos. En primera fila.
“Instintos”, dijo Craig. “Jackie tenía los mejores instintos para el juego, mejores que los de Willie Mays, quién para mí fue el mejor jugador de todos los tiempos. Veías a Jackie doblar en primera después de batear un sencillo o doblar en segunda luego de conectar un tubey, y seguía hasta mitad de camino rumbo a la base siguiente. Si el jardinero lanzaba hacia una base él seguía hacia la otra”.
“Algunas veces el jardinero se sorprendía tanto que Jackie llegaba a tercera caminando”.
Y después se robaba el home.
Chris Jenkins. San Diego Union Tribune.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 8 de julio de 2010
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