Durante la ceremonia inaugural de la Serie Mundial de 2010, el olor aepisodios históricos trascendió la pantalla hasta abstraerme deltelevisor. Todos los peloteros alineados sobre el diamante resultabanun acto reluciente más allá de sus antecedentes. La voz punzante dela locutora del estadio nombró a Elvis Andrus y la magia del viajetemporal arrancó entre mis pies y las cerámicas de la sala. De prontome pareció ver correr a Cesar Tovar hacia el terreno y darle la mano aBilly Martin, la esencia del juego agresivo y la disposición paraejecutar jugadas de habilidad flotaba sobre el terreno. La tonalidad de la locutora alcanzó niveles de soprano cuandoanunció a los Gigantes de San Francisco. Al anunciar a Aubrey Huff eltrote de Andrés Galárraga inundó la pantalla mientras avanzaba entresu campaña de 2001, 72 juegos con Texas y 49 con San Francisco. Llegóel turno de José Uribe. Entre parpadeos centelleaba la visión deEdgardo Alfonzo atacando roletazos en la antesala. La voz femeninadesbordaba euforia, entonces pronunció el nombre de Freddy Sánchez,una sombra relampagueó detrás de la segunda base, solo pude distinguirel estilo inconfundible de Manny Trillo para soltar la bola por debajodel brazo con una potencia insospechada. La llegada de Edgar Renteríaal final de la fila de los Gigantes intensificó la luz que proyectabaimagenes de Cesar Gutiérrez bateando de 7-7 con Detroit luego de habersubido al Big Show con los Gigantes; la película saltó para mostrarvarias prácticas de Omar Vizquel tomando la pelota a mano limpia alborde la de la grama del infield de AT&T Park. La presentación llegó al paroxismo cuando enfocaron hacia el bullpen para anunciar a Tim Lincecum. Entonces llegaron fragmentos deljuego donde Ramón Monzant solo permitió un imparable en la victoria delos Gigantes de Nueva York 8-1 sobre los Filis de Filadelfia. Tambienrelumbró el debut de Isaías Látigo Chávez cuando dominó a BillyWilliams y a Ernie Banks mientras los Gigantes caían 8-2 ante losCachorros de Chicago. El postre de la ceremonia pareció perder sabor con la ausencia deWillie Mays para el lanzamiento inicial pero los reflejos del pie deJuan Marichal en el cielo, la potencia de los batazos de WillieMcCovey y Orlando Cepeda, la calidad integral de Monte Irvin y laconsistencia de Gaylord Perry ubicaron una guinda tan apetitosa comola atrapada de la Serie Mundial de 1954. Todo un caleidoscopio de jugadores relacionados a los Gigantes y losRangers que descorrió el telón de la Serie Mundial.
Alfonso L. Tusa C.
martes, 14 de diciembre de 2010
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