martes, 14 de diciembre de 2010

Lincecum versus Halladay

Siempre he preferido los duelos de pitcheo como el tipo de juego que disfruto más en el béisbol. “The Freak” contra “Doc” pareciera ser el clásico enfrentamiento de dos lanzadores con grandes temporadas que se van a enfrascar en una disputa de bateadores dominados que pudiera extenderse más allá del sexto episodio con la pizarra colmada de arepas.
En algún momento de la temporada de 1969 fui a la librería de Cumanacoa con mi hermano Felipe y me quedé estático ante la portada de la revista “Sport Gráfico”. “Tom el terrífico”. Un pitcher con tres pelotas en la mano sonreía mientras descansaba en el clubhouse. Antes del primer juego de la Serie Mundial ante los Orioles de Baltimore había una gran expectativa porque Tom Seaver enfrentaría a Miguel Cuellar ambos ganadores del premio Cy Young en sus respectivas ligas. Cuellar venció a Seaver 4-1 para hacer sonreir a los expertos que predijeron la victoria de los oropéndolas en la Serie. Felipe me dijo que Baltimore le iba a pasar por encima a los Mets. Estuve tentado a responderle sólo me salió un asomo de sonrisa que se escondió tras mis pensamientos de que Seaver tendría otra oportunidad y de que esos Mets eran de cuidado por lo que habían hecho en la temporada para desbancar a los Cachorros de Chicago del primer lugar de la División Este de la Liga Nacional.
Las cualidades de Lincecum y Halladay dan para esperar una batalla de estrategias de pitcheos inesperados que hagan quebrar las vértebras de cada bateador. Lincecum variando su velocidad mediante su mecánica de pitcheo. Halladay escondiendo la pelota a punta de rectas de dos y cuatro costuras, del cambio de velocidad, de la curva y de la recta cortada. Todos elementos de una tabla periódica de pitcheo de alta factura.
El quinto juego de la Serie Mundial de 1957 encontró a Whitey Ford quién venía de ganar el primer juego 3-1 ante Warren Spahn y los Bravos de Milwaukee, y a Lew Burdette quién había derrotado a Bobby Shantz y los Yanquis 4-2 en el segundo. El tipo de enfrentamiento que hace sospechar gran tensión y mucho sudor por el dominio que podrían ejecutar los lanzadores. Burdette con el excepcional control que tenía en sus lanzamientos. Ford por su extraordinaria capacidad de mantenerse calmado en situaciones difíciles, sólo Eddie Matthews, Henry Aaron y Joe Adcock pudieron ligarle sencillos corridos en el sexto inning para marcarle la carrera que le dio el triunfo a los Bravos.
Halladay participó en 33 juegos en la temporada regular de 2010, los inició todos, completó 9, ejecutó 4 blanqueos, 21 victorias, 10 reveses, 2.44 de efectividad, 250.2 innings, 30 boletos, 219 ponches, 1.041 de WHIP (boletos + hits por episodio), 24 jonrones.
Lincecum 33 juegos, 33 inicios, completó 1, 1 blanqueo, 16 victorias, 10 reveses, 3.43 de efectividad, 212.1 innings, 76 boletos, 231 ponches, 1.272 de WHIP, 18 jonrones.
En parte tuve que reconocer los argumentos de Felipe. Baltimore también tenía un gran pitcheo además de la excepcional defensiva y el respetable bateo que presentaba. En el segundo juego de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, Dave McNally se batió a capa y espada ante Dave Boswell de los Mellizos de Minnesota el domingo 05 de octubre de 1969 en Memorial Stadium. La pizarra se mantuvo inmaculada por 10 episodios, sólo en el undécimo capítulo marcaron los Orioles mediante sencillo de Curt Motton que remolcó a Boog Powell. Es de imaginar la desesperación de Boswell en el dugout porque lo relevaron con Ron Perranowski y el primer bateador le bateó el imparable ganador. McNally sólo permitió 3 imparables, uno de César Tovar, otro de Tony Oliva y otro de George Mitterwald.
Otro juego de grandes expectativas fue el primero de la Serie Mundial de 1968. Denny McLain (46 juegos, 41 inicios, 28 completos, 6 blanqueos, 31 victorias, 6 derrotas, 1.96 de efectividad, 336 innings, 63 boletos, 280 ponches, 31 jonrones) versus Bob Gibson (34 juegos, 34 inicios, 28 completos, 13 blanqueos, 22 ganados, 9 perdidos, 1.12 de efectividad, 304.2 innings, 62 boletos, 268 ponches, 11 jonrones). Los Cardenales de San Luis le marcaron 3 carreras a McLain en el cuarto inning y Gibson maniató a los Tigres de Detroit, solo pemitió 5 imparables y ponchó a 17 en 9 episodios, rumbo a una victoria 4-0.
En el segundo juego de la Serie Mundial de 1969 Jerry Koosman se fajó con McNally y llevó a los milagrosos Mets a una victoria 2-1 que me hizo decirle a Felipe: “Y ahora que me dices de lo que le van a hacer los Orioles a los Mets?”
¿Qué veremos este sábado 16 de octubre? ¿Un juego que se enfría alrededor del cuarto inning como el de Seaver ante Cuellar o el de McLain ante Gibson? ¿Uno más cerrado como el de Koosman y McNally o el de Burdette y Ford? ¿O un forcejeo sin aliento como el de Boswell y McNally? Lincecum y Halladay cuentan con los elementos para enfrascarse en un juego cerrado, quizás no a través de todo el juego porque el mismo ha cambiado en la forma como se manejan los lanzadores, pero sí para traspasar los bates contrarios mientras el juego llega a su máxima intensidad.

Alfonso L. Tusa C.

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