martes, 14 de diciembre de 2010

Para Joe Posnanski Armando Galárraga debería ser el Deportista del Año 2010

Mi escogencia para Deportista del Año 2010 de la revista SportsIllustrated, es el pitcher de los Tigres de Detroit Armando Galarraga.De todas todas tuvo un año difícil. Dejó marca de 4-9 con 4.49 deefectividad. Sus Tigres estuvieron lejos de ser contendientes estatemporada. Él no tuvo ningún impacto en el panorama deportivo……excepto por un día, cuando fue perfecto. Ese fue el 2 de junio de2010. En su cuarta apertura del año. Fue contra los Indios deCleveland. Retiró los primeros 26 bateadores que enfrentó. Había unavispón del juego perfecto en el aire de mayo y junio. El 9 de mayo,Dallas Braden de los Atléticos de Oakland, quién hasta ese momentosólo era conocido por aquel incidente con Alex Rodríguez donde lereclamó por pasar por el montículo de vuelta al dugout, lanzó un juegoperfecto ante Tampa Bay. Justo 20 días después, el 29 de mayo, RoyHalladay lanzó otro juego perfecto versus Florida, una actuación de undominio tal que si hubiese sido el primer juego que alguién veía, sehabría marchado preguntándose cómo ALGUIÉN podía pegarle a la pelotaen ese juego llamado béisbol. Dos juegos perfectos en 20 días.Extraño. En toda la década de los años setenta hubo sequía total dejuegos perfectos. Así estaban las cosas, sólo cuatro días después del perfecto deHalladay y Galarraga estaba lanzando el suyo. No estaba tan dominantecomo Halladay. Los Indios le batearon con fuerza algunos lanzamientos.Pero ningun batazo cayo en terrenos de nadie. Así llegó el novenoinning, Mark Grudzielanek le dio bien a la pelota, pero fue out, MarkRedmond no le dio bien y salió de short a primera y Jason Donald erael ultimo bateador. Había menos de 18000 personas en el Comerica Park,pero había un rumor fuerte. Ningún pitcher ha lanzado un juegoperfecto a lo largo de la historia de los Tigres de Detroit. Lo quesiguió ahora es parte de la tradición del béisbol. Donald pellizcó lapelota con la punta del bate. Salió un machucón hacia el lado derecho,donde Miguel Cabrera se movió a su derecha, tomó la esférica y lanzó aprimera donde Galarraga corrió, recibió la pelota y pisó la base algoaparatoso pero pareció que a tiempo. Aquí viene la parte especial: Elárbitro de primera base Jim Joyce, al ser visto repetición trasrepetición, parecía listo para sentenciar el out de Donald y completarel juego perfecto. Sólo que Joyce no hizo eso. Pareció cambiar de opinión a mitad de lasentencia. Decretó quieto a Donald. Y el juego perfecto se convirtióinstantáneamente en un ordinario juego de un hit. Esta fue una de esas sentencias que parecíó errada hasta en vivo. Enla repetición, con la acción detenida, pareció algo peor que un error,algo grotesco, torcido, deprimente. Este fue un año cuando lasolicitud de revisar la repetición en el béisbol alcanzó nivelessorprendentes, quizás porque nos hemos convertido en una sociedad queno tolera la ambigüedad. Queremos blanco y negro, out y quieto,acierto o error, campeón y perdedor. En la repetición, no habíadiscusión de que Donald fue out. Tampoco había discusión en que JimJoyce en su esfuerzo honesto por proteger la historia del béisbol,había en su lugar trastocado la historia del béisbol. Para usar lapalabra más cruel en el mundo de los deportes: Él colapsó. Sabía queese último out significaba un juego perfecto, y sintió la presión,pienso que en vez de permitir que emergieran sus instintos (porquetodos saben que Jim Joyce es un buen árbitro), se perdió en el momentoy miró con intensidad para encontrar lo que no existía. Se sintióterrible, peor que terrible. “Le quité un juego perfecto a esemuchacho”, dijo con horror después del juego. Hay que imaginar a Joycecorriendo después del juego hacia la sala de videos, diciendose: “Porfavor, que lo hayas hecho bien. Por favor que lo hayas hecho bien”.Cuando vio que no lo había hecho bien, eso lo golpeó. Joyce manejaría su error con gran dignidad. Pero el héroe verdaderofue Galárraga. No discutió con Joyce en el terreno. Sólo pareciósonreir. Retiró al próximo bateador, Trevor Crowe, y terminó el juegocomo uno de un hit (en la mente de muchos, el primer juego perfecto de28 outs en la historia del beisbol). Luego fue al clubhouse y le dijoa los reporteros que estaba muy orgulloso de la forma como habíalanzado. Cuando le preguntaron por Joyce, dijo que Joyce no debíapreocuparse por nada, que todos cometemos errores. En realidad pensóen hablar con Joyce para hacerlo sentir mejor. Después cuando Joycevino a ver a Galárraga para disculparse por errar la sentencia, elpitcher reiteró su posición. Significó mucho para él que Joyce vinieraa disculparse. “Nadie es perfecto”, dijo Galárraga. Estoy seguro de que mucho después que haya olvidado los detalles deljuego perfecto de Braden y el juego perfecto de Halladay, recordaré lagracia de Armando Galárraga en el rostro de un injusticia del beisbol.Cuando todo había terminado, mucha gente quería que Bud Selig, echarapara atrás el reloj, para usar los superpoderes como Comisionado ydarle a Galarraga el juego perfecto que había lanzado con todos losméritos. Pero Selig no hizo eso, y estoy feliz. Por una cosa, cambiarla historia es un asunto peligroso. Si, Galárraga debió haber lanzadoun juego de 27 bateadores 27 outs, sin hits, sin corredores en base.Fue privado de eso por un buen árbitro quién se antojó del peormomento para errar una sentencia. Debido a la forma como él manejó esa situación, Armando Galarragalanzó un juego perfecto. De muchas maneras, ese fue el mejor juegoperfecto en la historia del béisbol.

Joe Posnanski

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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