Tim Brown. Yahoo Sports. 08 Marzo 2011
Dunedin. Fla. La voz de Irene Arencibia era tensa, su tono sospechoso. “¿Cómo sé que eres quién dices ser?”, demandó ella. Un extraño había llamado a su teléfono, le preguntaba algo sobre su hijo J.P., el próximo gran pelotero de los Azulejos de Toronto, un receptor a quién le darán la oportunidad de ser titular. “Soy muy protectora con mi hijo”, dijo ella de una vez firme y decidida. “Espero que me entienda”. Se excusó desde el teléfono, colgó, llamó a su hijo, a quién alternativamente llama J.P. o Jonathan (su segundo nombre es Paul), interrumpió su día de pesca, confirmó que le había dado el
número de ella a un reportero, le dijo que lo quería mucho, colgó, y volvió a la llamada original.
”No sé en quién puedo confiar”, dijo ella. “Espero que me comprenda”. Ella crió a J.P. y su hermana mayor, tambien llamada Irene, principalmente sola desde que el muchacho tenía 8 años, lo llevaba por todo Miami, por todo Florida y más allá, en busca de su ambición. Había dejado atrás los juguetes de los niños normales antes del kindergarten, dijo ella, por un bate y una pelota, cuando era más grande que los demás. También jugaba baloncesto y fútbol Americano, y aunque le gustaban esos deportes, Irene sabía que su J.P. era un beisbolista, un catcher, por simple intuición materna. “Estaba nerviosa hasta los huesos cada vez que estaba en el campo de fútbol americano”, dijo ella. “El entrenador de béisbol y yo nos sentábamos juntos y temblábamos”.
Vivían en un vecindario del Suroeste de Miami llamado Westwood Lakes, en una casa que daba por la parte trasera hacia el hogar de los padres de Irene, quienes habían emigrado de Cuba cuando su hija tenía sólo 2 años. J,P asistió a Westminster Christian, la secundaria que produjo a Alex Rodríguez y Doug Mientkiewicz. En los días especiales regresaba de la práctica a comer el pollo horneado de la abuela Julia,
su favorito.
Jugó para el altamente reconocido equipo Florida Bombers para jugadores de 18 o menos años. Allí coincidió con Gaby Sánchez, Yonder Alonso, Jon Jay. Se alistó en Tennessee junto a Chase Headley, Luke Hochevar y Julio Borbón. Jugó dos veranos con el equipo nacional de Estados Unidos, en 2006 ganó la medalla de oro y el premio al Jugador Más Valioso en el Campeonato Mundial Universitario de La Habana. Los
Azulejos lo seleccionaron en la primera ronda del Draft de 2007, 20 escogencias detrás de David Price, su compañero de equipo el verano anterior en Cuba.
La madre de Arencibia mantuvo una posición de alta gerencia en el ramo de la salud por más de dos décadas, luego se cambió al negocio de bienes raíces cuando los cazatalentos de béisbol empezaron a superar en número a los aficionados en los juegos de J.P. El nuevo trabajo le dio más tiempo libre y flexibilidad financiera, y cuando J.P viajaba, ella a menudo también lo hacía.
“Imagínese”, dijo ella, “vivir con ellos sus sueños más deseados. Mientras Jonathan crecía, daba miedo ver a un niño crecer con la pasión por algo específico, como la que tenía Jonathan. Siempre estaba encaminado y siempre sabía que hacer. Como padre, te sientas y rezas porque nada interfiera con alcanzar esa pasión.. Cualquier cosa puede
pasar, pero él no tenía miedo”.
Sumergido en sudor luego de seis innings detrás del plato contra los Filis de Filadelfia, y todavía con trabajo pendiente nueve horas despues de llegar al viejo estadio de Douglas y Beltrees en Dunedin, J.P. está a pocas semanas de un trabajo estable que su mama llama casualmente “Las Grandes”.
“Ella es una gran parte de mi vida”, dice él. “Ella hacía todo lo que podia para mantenerme jugando beisbol. Algunas veces también era duro, porque siempre quería que las cosas se hicieran bien y yo siempre fui duro conmigo. Quiero ser tan perfecto como sea posible. Y eso es un proceso”:
”Un día particular a principios de agosto pasado, J.P. la llamó. Era un jueves. “Mamá”, dijo él. “Me llamaron de las Grandes Ligas. Me voy mañana”. “Oh, Dios mío”, ella gritó. “Cuéntame, ¿cuando vas a jugar?”
“No sé”.
Horas después, el teléfono de ella sonó otra vez. Él estaba en Toronto.
“Te compré los pasajes aereos. Quiero que vengas”.
Él comenzaría el juego del sábado ante los Rayas de Tampa Bay. Batearía de noveno y recibiría al zurdo de los Azulejos Brad Mills. Ella se alojaría en el hotel de Rogers Centre, y se sentaría en la sección para familiares detrás del home plate, donde prefieren las mamás de los catchers.
Mientras se acercaba el turno de J.P., ella rezaba, pedía protección para él, que se sintiera fuerte, y tal vez para que diera un hit. Pensaba en su madre, quién había fallecido mientras J.P. estaba en Tennessee, y sonrió consigo cuando notó una bandera colgando de una de las ventanas del hotel, una gran T naranja. Tomó una foto de ella. J.P. fue a batear en el segundo inning. Al primer lanzamiento de James Shields, la sacó por el jardín izquierdo. En su próximo turno descargó un doble. La próxima vez bateó un sencillo. Y después largó otro jonrón. “Me imaginaba a mamá en el cielo muy emocionada”, dijo Irene. Hubo llamados del público para que J.P. saliera del dugout, y rugidos que ella nunca había oído. Cuando terminó el juego él se quitó la camiseta y llamó a su madre para que bajara al campo donde se abrazaron.
“Lo hiciste”, le susurró ella. “lo hiciste, tu abuela te está bendiciendo desde el cielo”.
En el clubhouse, sus compañeros invitaron a J.P para una noche de celebración. “No gracias”, dijo él. “Quiero salir con mi mamá”.
Fueron a un restaurant de carnes donde los televisores de las paredes estaban obsesionados con el debut del catcher novato. El receptor miraba alrededor, tratando de no impresionarse.
“Estaba en la novena nube”, dijo ella. “Todos los momentos difíciles, los sacrificios que hicimos, Dios me ha recompensado”.
J.P. Arencibia cumplió 25 años en enero, menos de dos meses después el catcher veterano John Buck dejó a los Azulejos para firmar con los Marlins de Florida. El puesto era de Arencibia, después de cuatro temporadas de ligas menores, las últimas dos en Triple A, y a pesar del hecho de que bateó de 30-1 con Toronto luego del debut memorable.
Bateó 53 jonrones en dos temporadas en Las Vegas, y bateó .301 en 2010, cuando fue el Jugador Más Valioso de la Liga de la Costa del Pacífico. Los scouts lo catalogaron como una fuerza ofensiva que necesitaría mejorar la defensiva, por eso Arencibia está obsesionado con liderar el cuerpo de lanzadores de los Azulejos que en un año perdió por la vía de los cambios a Roy Halladay y a Shaun Marcum, por lo cual será joven y vulnerable en el zumbido de sierras que es la División Este de la Liga Americana.
“Este es su momento”, dijo John Farrell, el nuevo manager de los Azulejos. Seguro que lo es. Con el veterano reservista José Molina como su mentor, Farrell como su conciencia y el coach de banca Don Wakamatsu como su guía, Arencibia tiene un cuerpo de lanzadores que aprender, una temporada que jugar, una carrera que ganar.
“Definitivamente estoy listo”, dijo él. “he estado listo”.
Su mama también está lista. Tiene sus boletos para el día inaugural, primero de abril en Toronto, los Azulejos contra los Mellizos de Minnesota.
Estará sentada detrás del catcher.
“Le rezo a mamá”, dijo ella, “que lo guíe para que nunca cambie”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 11 de marzo de 2011
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