miércoles, 18 de mayo de 2011

Gracia y humildad definieron al gran toletero Harmon Killebrew

Steve Rushin. SI.com

Nadie tuvo más nombres inapropiados que Harmon Killebrew, cuyo apodo_Killer- siempre pareció irónico, de la misma forma que los inmensos ciclistas son llamados pequeñitos, o los perritos son llamados perros bravos. Cuando Killebrew se retiró del béisbol en 1975, habiendo recorrido las bases con la cabeza gacha más que ningún otro pelotero en la historia del béisbol, se convirtió en el primer Killer en vender pólizas de seguro en Boise, Idaho.
El primer nombre de Harmon no era mejor. Porque siempre era recortado a Harm, un verbo enfermizo para un tipo quién, 30 años después que su compañero de equipo Danny Thompson muriera de leucemia, animó un torneo de golf en memoria del shortstop de los Mellizos. Killebrew murió de cáncer este martes 17 de mayo de 2011 en Scottsdale, Ariz., a la edad de 74 años.
Peor aun era que su apellido era Kill-a-brew, el cual inspiró un juego de bebidas llamado Harmon Killebrew. No importa que la elección de la cerveza del Killer fuera la que él marcó como: Killebrew Root Beer, una frase secundada por las palabras “Old Fashioned”, (“Chapado a la antígua”), lo cual redondeaba la percepción pública de Killebrew__amigo fiel, vendedor de seguros, cervecero aficionado__ además de ser un toletero del Salón de la Fama. Hubo algo chapado a la antígua en los 573 jonrones que bateó, la segunda mayor cantidad de un bateador derecho en la historia de la Liga Americana, detrás del moderno Alex Rodríguez, quién admitió el uso de drogas para mejorar su rendimiento. Killebrew era cuadrado de cuerpo y de espíritu. En 1963 la revista Sports Illustrated le preguntó si tenía algún hobbie inusual. Killer respondió: “Sólo lavar los platos”.
“Killebrew es tan tranquilo que los periodistas han renunciado a escribir sobre su imagen”, lamentó la revista Time la temporada siguiente, en un breve perfil.
“No hay nada especialmente excitante o colorido en Harmon Clayton Killebrew”, reportó Baseball Digest el mismo verano, “excepto que batea jonrones larguísimos y con más frecuencia que cualquiera en la actualidad”. Entonces Killebrew promediaba un jonrón cada 12 turnos, el mejor promedio desde Babe Ruth, los periodistas del país no podían ignorarlo.
Aunque ambos usaban el número 3, Killebrew nunca iba a ser Ruth. No se iría para la calle, no dispararía misiles, no iría a ninguna parte que no fuera la calvicie. Y por supuesto tampoco se iría al patio. Killebrew bateó jonrones que pocos bateadores han logrado. Fue el primero en batear una pelota por encima del techo del left field del Tiger Stadium, a tres pisos y 94 pies del suelo. Bateó el jonrón más largo en la historia del Metropolitan Stadium, hogar de los Mellizos. Cuando finalmente aterrizó en las gradas, a 520 pies del plato, los Mellizos pintaron de rojo el asiento, lo cual tuvo el mismo efecto en la cara de Killebrew.

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En 1969, cuando bateó 49 jonrones y empujó 140 carreras, Killebrew fue a la vez el Pelotero Más Valioso y el Pelotero Menos Volátil. Siempre lideró desde el silencio. Una simple mirada de de Killebrew le hacía ver a sus compañeros de los Mellizos que no debían lanzar sus bates, o cascos, o comportarse de alguna manera no profesional.
El jonrón inmenso hasta lo ridículo, entonces, era su única expresión de inmodestia. Su primer jonrón, cuando era un novato de 18 años con los Senadores de Washington en 1954, fue literalmente uno digno de medirse: El director de relaciones públicas del equipo midió la distancia recorrida por la pelota al día siguiente. Los Senadores estaban siendo apaleados por los Tigres, Washington perdería 18-7, el catcher de Detroit Frank House, le dijo a Killebrew , en un esfuerzo de psicología en reverso: “Te vamos a lanzar una recta”. El joven Harmon tomó sus palabras al pie de la letra y se sentó a esperar la recta de Billy Hoeft, la cual devolvió a 476 pies de distancia.

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Seguirían, a lo largo de 22 temporadas, 572 jonrones más, el úndécimo total más alto de la historia. Es una coincidencia divertida que Killebrew haya crecido en Idaho para hacerse sinónimo de jonrones. Nació en Payette, el cuarto hijo de Harmon, un pintor de brocha gorda, y su esposa Catherine, cuyos tres niños a menudo jugaban béisbol en el patio. Cuando Catherine se quejaba de que le estaban destrozando la grama, papá Killebrew le decía: “Estamos criando niños, no grama”.
Killebrew todavía era un adolescente, 17 años, cuando firmó con los Senadores con un bono de 30.000 $. En 1961, se mudó con el equipo a Minnesota, al Metropolitan Stadium en Bloomington, donde yo crecí. Para la época cuando yo asistía al Met Stadium, Killebrew ya se había retirado, lo recuerdo como narrador ocasional de los juegos de los Mellizos, con la cara rodeada por un marco blanco. Recuerdo su voz suave, pronunciando el apellido del infielder Ron Washingtopn de los Mellizos como “Warshington”.
Principalmente recuerdo que la calle que llevaba al estadio fue rebautizada en su honor, por eso yo, y muchos nativos de Minnesota, asociamos algunas de nuestras memorias más felices con la calle Killebrew,
Es uno de varios monumentos que hay en Minnesota para un hombre quién, sin un bate en sus manos, nunca llamó la atención hacia si mismo. Hay una estatua de bronce de Killebrew en las afueras del nuevo hogar de los Mellizos, Target Field, eso es exactamente lo que el 11 veces Todos Estrellas nunca pidió ser: durar más que la vida. Killebrew sabía, mientras batallaba contra el cáncer de esófago, que la vida era más larga que él, por eso declaró el 13 de mayo de 2011 su “profunda tristeza” porque esta “horrorosa enfermedad” hubiera “avanzado más allá de las expectativas de mi médico por hallar una cura”.
Al final, esa dignidad y humildad fueron las que le ganaron a Killebrew el cariño de la gente en Minnesota. Ellas estarán ahí como su autógrafo, el cual fue el más legible del béisbol. Cuando él fue al hospicio de cuidados, varios peloteros y ex peloteros de los Mellizos dijeron que Killebrew los aconsejó como a peloteros jóvenes sobre la legibilidad de sus firmas. El aficionado que espera por el autógrafo de un pelotero, creía Killebrew, tiene derecho a poder descifrarlo. Así el hombre cuyo nombre había sido malinterpretado, tenía la oportunidad de corregirlo con su firma. Gracias a él, así lo hacen Joe Mauer y Torii Hunter y Justin Morneau. Ese legado de clase y decencia es la verdadera medida de la personalidad de Killebrew.
Cuando el Met Stadium fue demolido y reemplazado por el Mall of America, el asiento rojo de las gradas fue elevado bien alto hasta el atrio central del mall, en aproximadamente el mismo espacio que ocupó en el antíguo estadio. Ahí está hasta el día de hoy, un permanente testamento a uno de los hombres de más poder en el béisbol, en una calle aún llamada Killebrew Drive, ahora y por siempre un Boulevard de pelotas descosidas.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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