viernes, 18 de noviembre de 2011

Beisbol en el aire

Siempre me he preguntado porque ahora casi todos los narradores de los juegos de béisbol solo le imprimen emotividad al juego cuando el equipo de su circuito radial es el favorecido. Mis momentos iniciales como seguidor del juego a través de un radio me permitieron escuchar a profesionales como Delio Amado León, Carlos Tovar Bracho, Luis Enrique Arias, Foción Serrano, Felo Ramírez, Buck Canel, Juan Vené, entre otros tantos. Aún cuando se sabía que trabajaban para un determinado circuito, ellos siempre se prodigaban con los mejores adjetivos y quiebres de voz para plasmar el juego, independientemente de cual equipo estaba jugando mejor.
Hace poco leí un artículo de Greg King en el boletín de SABR, Asociación Americana de Investigadores de Béisbol. El mismo era un homenaje a Vin Scully y su carrera como narrador de los juegos de béisbol.
Entre los atributos reconocidos a Scully, a lo largo de una prolongada y laureada carrera como locutor de los juegos de béisbol de los Dodgers, primero en Brooklyn y luego en Los Angeles, la objetividad siempre sale a relucir. Èl lo atribuye a dos razones: primero cuando inició su carrera en Nueva York, había tres equipos, los Dodgers, los Gigantes y los Yanquis. “Estaba muy conciente de que aficionados de otros equipos escuchaban el juego”. Segundo, él trabajaba con Red Barber, quién fue su mayor influencia en su trabajo. Barber lo impresionó al aconsejarle que reportara el juego antes que convertirse en animador del mismo. “Eso me sirvió de mucho porque aunque prefiero la emoción, he aprendido a conducirla hasta un punto determinado. La objetividad es un hábito”. Desde pequeño vivió esa emoción cuando se acurrucaba al lado del radio de la sala en el apartamento de sus padres en el Bronx.1
Uno de los juegos que jamás olvidaré ocurrió en diciembre de 1968. Caracas – Magallanes. Escuchaba el juego junto a mis hermanos a través del circuito de los Leones. En el cierre del noveno episodio Clarence Gaston largó un estacazo descomunal que Delio Amado León narró más o menos así: “La bola se va, se va, se va, jooooooooooooooonroooooooooooooooooooon de Clarence Gaston y el Magallanes deja sobre el terreno al Caracas en un juego sencillamente escalofriante…” Delio Amado siempre refería en sus transmisiones que estaba consciente de que lo escuchaban aficionados de otros equipos además del Caracas. “Esos aficionados merecen todo mi respeto y como tal debo narrar el juego con la misma intensidad independientemente del equipo que ejecute la jugada”.
Cuando le preguntaron a Scully cual había sido su narración más memorable dijo sin dudar, “el séptimo juego de la Serie Mundial de 1955. Los Dodgers de Brooklyn habían perdido con los Yanquis las Series Mundiales de 1941, ’47, ’49, ’52 y ’53. El equipo de 1955 tenía muchos peloteros que estaban en el equipo cuando yo empecé. Conocía su frustración de llegar tan cerca y no poder ganar. Sentía lo que les ocurría. Cuando se hizo el último out de esa Serie Mundial dije ‘Damas y caballeros los Dodgers de Brooklyn son los campeones mundiales’, luego callé. Todo el invierno la gente me preguntaba ‘¿Por qué te quedaste tan tranquilo?’. La verdad era que estaba tan impresionado que si hubiera dicho algo más pienso que habría llorado”. 2
Felo Ramírez también me sorprendió muchísimas veces. Siempre le imprimía una energía enorme a las grandes jugadas de los peloteros del Magallanes. Una vez en un juego Caracas – Magallanes vino a batear Antonio Armas y largó un batazo dantesco. Felo estremeció los radios con “Allá va un batazo alto, largo….la bola se va elevando…. y la bola…se llevó la cerca. Que clase de línea ha conectado Antonio Armas, esa pelota iba echando chispas por todos lados…”
Un mediodía sabatino en uno de aquellos juegos que los Tiburones de La Guaira jugaban en el estadio César Nieves de Catia La Mar, Carlos Tovar Bracho narraba el juego por el circuito de los escualos. En medio de un duelo de lanzadores, me parece que era Jim Shellenback ante Larry Gura, un bateador de La Guaira metió un balazo a lo profundo del hueco. Tovar Bracho reaccionó con una avalancha emocional que incendió la corneta del transistor donde escuchábamos el juego en las sombras del jardín. “Roger Metzger llega hasta la grama del jardín izquierdo atrapa la pelota con el guante de revés gira en el aire y el corredor es out por medio paso. Que bárbara jugada se ha metido este muchacho señores. Es todo un señor campocorto. Llegó a lo más lejano del hueco y tomó la pelota con una sangre fría que paralizó a todo el mundo en el estadio”.
Otra noche, mientras buscaba el juego del Magallanes en aquel mar de numeritos amarillos en fondo verde botella del radio de tubos de mis padres escuché: “Y ahora para el cierre del cuarto capítulo, por el circuito de Cardenales de Lara, los dejo con Luis Enrique Arias”. El tono de voz y la gracia en la descripción me soldaron por un momento al juego. “Al bate Doug Rader, tercera base de Cardenales. Ahí viene el envío de Bart Johnson. Es un estacazo inmenso la bola va tomando altura por el jardín izquierdo Tom Shopay retrocede, sigue corriendo, salta contra la pared y señores y señoras es una jugada fantasmal la que ha ejecutado Shopay, atrapó la pelota con el guante de revés, chocó contra el muro y cayó en la zona de seguridad con la mano enguantada en alto. Es una jugada que de seguro estará entre las mejores del campeonato. Tom Shopay es un valiente, allí está levantándose y enviando de regreso la camilla donde lo fueron a buscar”.
Para Scully y aquellos narradores que escuchaba en mis inicios como aficionado al béisbol, el juego más que fuente de su trabajo, era y es una diversión que llevaban en la sangre, por eso se inspiraban con todas esas palabras para hacer literatura oral en muchas situaciones del juego, bordaban sin alterar el curso del juego la trayectoria de cada pelotero incluidas las dificultades que debieron vencer hasta llegar a su estatus actual, sentían los triunfos y las derrotas del equipo como propias, por eso a veces podían quedarse en silencio al terminar un juego o formar una alharaca con una jugada en apariencia sencilla.

Alfonso L. Tusa C.

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