jueves, 24 de noviembre de 2011

Un ganso en la barajita.

La primera vez que supe de Rich Gossage fue en las vacaciones de 1975. Aquel agosto me levantaba temprano, desayunaba y abuela me pedía que le hiciera varios mandados junto a mis primos Luis Alfredo y Luis José. Luego de comprar algunos víveres, nos deteníamos ante el kiosco de los periódicos y comprábamos varios sobres de barajitas de béisbol. Recuerdo a Richie Hebner, Pete Rose, Al Oliver, David Concepción, Wayne Twitchel y aquel tipo con la gorra roja de los Medias Blancas de Chicago. “Parece como si estuviera apretando los dientes”, dijo Luis José. A mi me parecía que estaba disimulando una sonrisa. Luis Alfredo me templó el brazo. Teníamos que regresar a casa antes de las once. Metí las barajitas en el bolsillo del pantalón y corrimos hasta el número 30 de la calle Ayacucho. Sabía que si quería jugar pelota en la tarde tenía que mantener buenas las relaciones con abuela.

Abuela nos esperaba en la puerta de calle y agarraba los víveres de mis manos con fuego en los ojos. No podía dejar de mirar las barajitas, eso era lo que molestaba más a abuela, por eso no había regresado más temprano. Después de almorzar, le tuve que rogar por más de 10 minutos para que nos dejara ir a jugar pelota. En el juego Luis Alfredo me tenía que llamar a cada momento. “Vamos, te toca batear”. Tenía los ojos soldados al respaldo de la barajita de Rich Gossage . Había un ganso con un guante de béisbol haciendo el wind up sobre un montículo. Metía la barajita en el bolsillo trasero del pantalón y agarraba el bate. Tan pronto como llegaba a una base o iba de regreso al dugout sacaba el montón de barajitas. Había una pregunta debajo del dibujo del ganso. “¿Cuál es el apodo de Rich Gossage?” Empecé a preguntarme porque lo llamaban “Ganso”. Tal vez porque usaba una almohada de plumas de ganso. Quizás porque le gustaba volar alto. Por cierto el ganso lucía muy dominante sobre el montículo.

Cada vez que trataba de leer las estadísticas del reverso de la barajita me tocaba batear o teníamos que ir a servir al campo. Sólo pude ver el primer equipo de ligas menores, de la liga de novatos, por eso pensé que era un aspirante más para llegar ala GranCarpa.Cada momento libre que tenía en el juego corría a esconderme detrás de un gran árbol de jabillo y miraba el reverso de la barajita. Los números no eran muy impresionantes pero algo en su sonrisa me decía que aquel tipo tenía mucho béisbol desde su gorra hasta sus zapatos. De vez en cuando el viento soplaba tan fuerte que parábamos el juego. Una vez, Luis Alfredo me dijo que varias barajitas estaban volando en el viento. Dejé el guante en el suelo y comencé una gran carrera. Logré alcanzar las barajitas en el límite con la calle, un carro marcó un frenazo que dejó un reguero de humo sobre el pavimento. El conductor estaba muy molesto conmigo, pero yo sólo estaba pendiente de las barajitas.

Luis Alfredo me fue a buscar a la calle y me dijo que los muchachos me estaban esperando para continuar el juego. Como le dije que no regresaría hasta que recuperara la última barajita de la calle, los muchachos me sacaron del juego. No me importó porque había encontrado unas barajitas en las ramas de una mata de mango. Moneé la mata y agarré las barajitas una por una. La barajita del Ganso con aquella gorra de los Medias Blancas estaba en la rama más alta.



Alfonso L. Tusa C.

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