Ambos destacaron como excelsos actores cómicos. Uno a principios del siglo veinte en plena época del cine mudo, el otro en la famosa edad dorada del cine mexicano. Sus cualidades sobre el escenario dejaban sin estómago a más de uno, más allá de eso pudiera hablarse de un relativo punto común que comprobé hace unos días mientras leía el boletín de la Sociedad Americana de Investigadores de Béisbol (SABR). En el ejemplar titulado Endless Seasons, editado por Jean Hastings Ardell y Andy McCue, Rob Edelman escribió el artículo: Buster Keaton, Baseball Player. Me sorprendió mucho que el atleticismo desarrollado por Keaton desde sus tempranas prácticas beisboleras le permitió resistir las exigencias físicas del acto de vaudeville que protagonizaba con su padre. Debía resistir los empellones de su progenitor por todo el escenario para condimentar la comicidad del acto.
De Resortes desconozco su afición por el deporte de las cuatro bases, sólo que fue inevitable recordar las escenas de “El beisbolista fenómeno”, película de mediados del siglo veinte donde mientras encarnaba a un mendigo recibió un pelotazo mientras dormía detrás de un estadio y empezó a escuchar voces de un pelotero difunto. La manera como estira los brazos y entabla conversación con el fantasma hace pensar en que al menos algo de pasión debía sentir Resortes por el juego.
Como actor principal en las películas siempre les preguntaba a los potenciales miembros del reparto actoral si eran capaces de actuar y de jugar béisbol. Cuando llegó a tener la Keaton Production Company, esta también era un equipo de béisbol listo para jugar en cualquier parte. Por eso cuando ocurría cualquier imprevisto en las grabaciones, Keaton anunciaba oficialmente que se iban a jugar béisbol. Cuando se resolvía el imprevisto y debían reanudar la grabación era difícil traer de vuelta al elenco al set.
Resortes agarró la pelota que lo golpeó y la lanzó de vuelta al estadio y golpeó al dueño del equipo. De inmediato ordenaron buscar al autor del lanzamiento. Al llevar a Resortes al estadio le pidieron que hiciera unos envíos y decidieron contratarlo para jugar en la Liga Mexicana de Béisbol Profesional. Entonces empezó un diálogo con el pelotero fallecido. Acordaron que el pelotero jugaría a través de Resortes para alcanzar el campeonato que nunca logró en vida. Empezó a realizar unos lanzamientos que dejaban paralizados a los bateadores. Pronto se convirtió en la estrella del equipo y de la liga. En la película hacen sonar una guaracha que decía más o menos así: “Bola de humo… Bola de humo… Pone la bola mamita, como ninguno..” En la pantalla desplegaban imágenes de Resortes en el montículo enfrentando a los bateadores más peligrosos.
Keaton también filmó dos películas relacionadas con el béisbol. “College”, donde ofrece una explicación humorística de los fundamentos del juego y “The Cameraman”, aquí hace una pantomima del sueño de cada aficionado al béisbol de montarse en un montículo o entrar en el cajón de bateo de un estadio de Grandes Ligas.
En el momento cumbre de la película Resortes se enoja con el fantasma porque este le reclama su afición por el alcohol. Su ascenso al estrellato se derrumba y cuando está casi ido pide una última oportunidad que coincide con el juego por el campeonato. Empieza a rogar y a llamar al fantasma y hasta promete que dejará la bebida. Entonces reaparece el fantasma y juntos empiezan a dominar a los contrarios hasta ganar el campeonato.
Keaton escribió en su autobiografía que cada septiembre apuraba la filmación de su película de otoño para poder asistir a la Serie Mundial en octubre.
La pasión con que Resortes hacía en wind up y las encendidas conversaciones de béisbol que sostenía con el fantasma demuestran que sentía alguna simpatía por el juego.
Alfonso L. Tusa C.
sábado, 28 de enero de 2012
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