El hombre que compartió con Johnny Bench, Thurman Munson y Carlton Fisk la élite del receptor más completo de las Grandes Ligas en los años setenta y ochenta, Gary Carter, se marchó este jueves 16 de febrero de 2012, víctima de un cáncer cerebral. Tal vez sus hazañas más recordadas datan de su paso por los Mets de Nueva York y la Serie Mundial de 1986.
Las imágenes que impregnaron mis retinas al enterarme del deceso de Carter pertenecen a la época de los Expos de Montreal. Gary Edmund Carter nació en Culver City, Calif., cerca de Los Ángeles, el 08 de abril de 1954. Él estaba detrás del plato el 10 de mayo de 1981 para recibir los envíos de Charlie Lea en el segundo juego de una doble cartelera ante los Gigantes de San Francisco quienes habían ganado el abrebocas 5-1. De seguro Carter intensificó sus conversaciones previas al juego con Lea para transmitirle la confianza y esas ganas de dar lo mejor que le ganaron el mote de “El Niño Perenne”. El lanzador venía de dos aperturas tormentosas donde había sido bateado a placer. Lea empezó retirando los primeros nueve bateadores. Cuando Billy North negoció boleto en la cuarta entrada, Carter se encargó de tranquilizar a su pitcher. Soltó un balín a segunda para enfriar el intento de robo de North. Más adelante Lea concedería 3 boletos más, Carter desde el plato o en el montículo transmitía todo el entusiasmo infantil que animaba al pitcher. Los Expos ganaron 4-0. Al caer el out 27 Lea se acreditaba el primer juego sin hit ni carrera lanzado en el estadio Olímpico de Montreal.
Carter era el líder de aquellos Expos. La temporada de 1981 fue recortada por una huelga de peloteros que ocasionó un play off especial que enfrentaba a los ganadores de la primera mitad ante los vencedores de la segunda. Montreal venció a Filadelfia. Luego cayeron ante los futuros campeones de la Serie Mundial, los Dodgers de los Angeles en la serie por el campeonato de la Liga Nacional.
Tal era la popularidad de Carter en Montreal que el entonces primer ministro de Canadá, Pierre Trudeau llegó a decir que por ningún motivo se le ocurriría competir contra él en una elección.
Hacia finales de los años setenta o comienzos de los ochenta disfruté a través de “Lo mejor de la semana” un episodio muy ilustrativo del amor de Carter por el juego. Johnny Bench desde la tercera base y él en el plato jugaron un corre y corre con el filifanático, aquel oso hormiguero gigantesco, se pasaron la pelota como siete veces y cuando el oso casi pisa el plato Carter se le plantó cual muro de contención, rodaron por el suelo y Carter se levantó con la pelota en la mascota. Saltaba como si hubiese sido el último out de la Serie Mundial.
Siempre le preguntaban por el origen de “El Niño Perenne”. Carter refería que en su primer entrenamiento primaveral, Tim Foli, Mike Jorgensen y Ken Singleton se quedaban con la boca abierta y se daban codazos porque el catcher novato quería ganar todas las carreras que hacían en los jardines y sacar de jonrón todas las pelotas. “Parece un niño de las pequeñas ligas”.
“El Niño Perenne”, convivió siempre con Carter, hasta los novatos como el catcher Tim Laker se maravillaban verlo jugar como si fuera la primera vez que se ponía un uniforme de béisbol.
A Carter le sobreviven su esposa Sandy, su hija Kimmy Bloemers, su hijo Douglas a quién lamman D.J., su otra hija Christy Kearce, y tres nietos.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 17 de febrero de 2012
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