A mediados de la temporada 1969-70, o quizás antes, apareció un receptor en la alineación de los Navegantes del Magallanes que poco a poco hizo olvidar el gran desempeño realizado por Walter Hriniak la campaña anterior. En esta oportunidad Hriniak tuvo dificultades con el pitcheo de la liga. El nuevo máscara, todo disposición, empezó por adaptarse a Orlando Peña, Dick Baney, Danny Morris, Jay Ritchie, y Gregorio Machado entre otros.
Me sobresaltaba cada vez que el transistor de mis hermanos tronaba en un rincón del cuarto. “Ahí está otra vez Ray Fosse corriendo a hablar con su lanzador. Ahora antes de agacharse da señas para ubicar a los jardineros”. Más adelante en los juegos, cuando el marcador estaba más apretado se aparecía con un batazo que cepillaba la grama más recóndita de los jardines y llenaba las bases de adrenalina.
En el play off semifinal ante los Tigres de Aragua y en la serie final ante los Tiburones de La Guaira recuerdo como Fosse dirigió y logró establecer una comunicación sólida con el cuerpo de lanzadores y con el resto de sus compañeros para cementar una defensiva que llegó a merecer el remoquete de “la muralla de oro”. Cada vez que un corredor salía a robar una base, el disparo de Fosse llegaba certero y en un porcentaje apreciable realizaba el out en segunda, tercera o primera base. Cada vez que salía un rodado al cuadro sin corredor en la antesala, Fosse corría a hacer la asistencia en primera base como si el peto, las rodilleras fuesen de seda, y después regresaba con toda su rapidez a ubicarse detrás del plato. Cuando terminaban los innings venía quitándose los aperos al trote. El manager Patato Pascual le decía: “Hold your horses Ray”.
Uno de los dos momentos indelebles que guardo de Fosse pertenece al juego decisivo de la Serie del Caribe de 1970 escenificada en el estadio Universitario de Caracas. Magallanes por Venezuela y Ponce por Puerto Rico llegaron igualados en el marcador al inning nueve. En la parte de arriba de aquel episodio, con corredores en tercera y primera y un out, el manager Jim Fregosi ordenó el “squeeze play” al bateador Sandy Alomar padre. Dámaso Blanco jugaba algo adelantado en tercera base y empezó a adelantarse a medida que el pitcher Aurelio Monteagudo seguía las señas del catcher Ray Fosse. Cuando salió el toque, Dámaso arrancó en paralelo con el corredor Jorge Roque, agarró la pelota con la punta de los dedos de la mano derecha y en el impulso se la pasó a Fosse. Delio Amado León desbordó su modulación, “¡Fosse recibe la pelota y se planta como una pared ante el empuje de Roque y que clase de out señores!” Aquella jugada resultó esencial para la victoria magallanera que se concretaría dos innings más tarde.
Más adelante en 1970 llegó el juego de estrellas de mitad de temporada. La intensidad del enfrentamiento me mantuvo despierto hasta el cierre del episodio duodécimo. Después de dos outs, Pete Rose, Billy Grabarkewitz y Jim Hickman sencillearon. Rose pasó por tercera como una flecha y siguió hacia el plato. Fosse estaba adelantado y recibió la pelota fuera de la línea de carrera de Rose. Miré con tristeza y rabia como Pete Rose se encimaba sobre Fosse con una furia tal que lo hizo dar una vuelta de carnero sobre su cuerpo. Siempre había admirado el empuje y la entrega de Rose en el campo, pero esa vez me fui a la cama con la idea muy clara de que Rose pudo anotar la carrera sin siquiera rozar a Fosse. Ni siquiera tenía la justificación del que corre hacia segunda base porque este se le encima al segunda base o campocorto para evitar el dobleplay. Aquí hablamos de un catcher que tuvo que salir del home a buscar el disparo.
Aquella noche pasé como dos horas con aquel arrollamiento en la mente. Quería llegarme hasta el Riverfront Stadium para reclamarle a Pete Rose porque había entrado de esa forma al home. Si era posible estaba dispuesto a liarme a puñetazos con él. Y después de enterarme de las consecuencias sucesivas que tuvo aquella jugada, más deseé encontrarme cara a cara con Rose para reclamarle. Fosse siguió jugando casi el resto de la temporada con una fractura en la clavícula que le detectaron al final de la campaña. Por supuesto nunca volvió a ser el mismo catcher, ni en la segunda mitad de la temporada de 1970, ni en el resto de su carrera. Por si fuera poco cuando le preguntaron a Rose porque había arrollado a Fosse, respondió que no hubiera podido mirar a su padre a la cara de haber evitado el choque con Fosse. Por supuesto que eso molestó a Fosse. Cuando lo leí estrujé el periódico.
Alfonso L. Tusa C.
miércoles, 8 de febrero de 2012
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