miércoles, 23 de mayo de 2012
La conexión de Harvey Haddix y Graciliano Parra. Dos no-hitters truncados.
De acuerdo, la gesta de Haddix duró 12 episodios a ritmo de juego perfecto. Graciliano sólo tenía un juego sin hits ni carreras luego de 9 entradas. Sin embargo la tensión que ambos vivieron en el décimo tercer y el décimo inning respectivamente registró los escalofríos de cada uno de los presentes en el County Stadium de Milwaukee el 26 de mayo de 1959 y en el estadio Universitario de Caracas el 15 de octubre de 1965. El primer bateador del capítulo 13 fue el segunda base borícua Félix Mantilla. Destapó un roletazo hacia la antesala, Don Hoak tomó la pelota hacia su izquierda con suficiente tiempo de hacer el out, pero apresuró su disparo y el inicialista Rocky Nelson se salió de la base. Mantilla llegó a salvo. Un silencio escandaloso removió el estadio. El juego perfecto se había esfumado. Graciliano logró sacar los dos primeros outs del décimo. José Martínez disparó imparable al centro. “El Pompo” dejó de sonar en la tribuna de la izquierda.
Graciliano debió lidiar con la temible alineación de los Tiburones de La Guaira de Ángel Bravo lf, Luis Aparicio ss, José Cardenal cf, Jim Wynn rf, John Bateman c, José Martínez 2b, José Herrera 3b, Graciano Ravelo 1b y Darrell Brandon p. En el segundo episodio Mike Andrews disparó imparable. Fue retirado en la antesala de Wynn a Herrera luego de otro sencillo de Leopoldo Chingo Tovar. En el cuarto episodio el Chingo Tovar corrió unos cincuenta metros hacia la raya del right field para atrapar una línea bestial de Jim Wynn. En el séptimo acto Mike Andrews recibió cuatro malas. Llegó a segunda por wild pitch. Alli Brandon lo sorprendió y lo sacó en corre y corre. En el noveno episodio Luis Aparicio descargó un linietazo peligrosísimo con etiqueta de extrabases hasta que el Chingo Tovar se lanzó de cabeza para mantener la magia de Graciliano.
Antes del juego Haddix reflexionaba con su catcher Smoky Burgess que si querían ganar aquel juego iban a tener que fajarse como los buenos con aquella alineación de Wes Covington, Del Crandall, Eddie Matthews, Han Aaron, Joe Adcock, Johnny Logan,etc. Cada dos minutos carraspeaba. Desde que se levantó a primeras horas de la tarde la garganta le había estado molestando. Al ver la alineación de su equipo ladeó la cabeza. Ni Dick Groat (sumido en un prolongado slump con el madero) ni Roberto Clemente (debido a varias lesiones) jugarían aquella noche. Además en la trinchera de enfrente quién lanzaría las serpentinas sería mister Lew Burdette. Haddix consiguió el primer out con un solo envío, Johnny O’Brien roleteó al campocorto. Luego llevó a Matthews a la cuenta máxima, la única vez que llegó a ese conteo en el juego, antes de retirarlo con línea a primera base. Y dominó a Aaron con elevado al centro.
Abriendo el décimo episodio Graciliano dominó a Wynn y a Bateman. José Martínez se resistió a ser el último out. La detonación de la línea que pasó sobre segunda base interrumpió por instantes “El Pompo” que interpretaba la banda municipal. Cuando la pelota pasó al jardín central, Graciliano bajó la cabeza y respiró profundo a un lado del montículo. El catcher Owen Johnson, Oswaldo Blanco, Cesar Gutierrez, Marv Breeding y Andrews rodearon al pitcher, le dieron unas palmadas en la espalda. José Herrera siguió con otro petardo para llevar a Martínez a la antesala. La Guaira intentó el doble robo. Graciliano estaba alerta y reventaron a Martínez en el plato. En el cierre del décimo Andrews disparó imparable que hizo sonar la sirena en todo el estadio. La banda municipal empezó a tocar “El Pompo” otra vez. “¡Mira, mira, mira, mira, mira, mira, mira,mira, mira, vaaaaaaaaaa!”
La esposa de Haddix había pasado aquella noche entre la cocina de la casa y el carro estacionado en la calle. A medida que avanzaba el juego pasaba intervalos más largos escuchando el radio del carro. El inning trece la inmovilizó en el asiento. Luego de sonreír al escuchar que Felix Mantilla había bateado un fácil rodado por tercera base. Cerró los ojos cuando Don Hoak lanzó mal a primera base. Eddie Matthews se sacrificó. Hank Aaron recibió boleto intencional. Joe Adcock sacó la pelota de cuadrangular. La mujer apagó el radio y salió del carro. Pasó como quince minutos para entrar a la casa. Haddix apuró el paso hacia el dugout. Nadie hablaba en el dugout de los Piratas. Los periodistas debieron esperar más de una hora para hablar con Haddix. Antes de salir del clubhouse, Hoak se acercó al pitcher y le pidió disculpas. Haddix respondió que todo estaba bien.
El Chingo Tovar llevó a Andrews a la intermedia con toque de sacrificio. Victor Colina se fajó con Darrell Brandon y le sonó imparable a la izquierda para traer la carrera de la victoria. En el dugout Graciliano explicaba como había afrontado el juego. “Johnson es un maestro de la receptoría. Sabe dirigir a los pitchers. Pide los lanzamientos de acuerdo a los bateadores. Además resultó un gran conductor dirigiendo a los jardineros. Tovar hizo dos jugadas formidables para impedir los hits”. Sólo cuando Leopoldo Tovar hizo la segunda maravillosa atrapada para eliminar el peligroso batazo de Aparicio en el noveno inning, el joven de 20 años se convenció de que podía lanzar 9 innings sin hits ni carreras. “Fue entonces cuando lancé con el alma para dominar a José Cardenal con aquel globo a segunda base. En ese momento sentí la mayor emoción de mi vida ante aquel inolvidable espectáculo de tanta gente aplaudiendo mi actuación”.
En los días posteriores al juego de los 12 episodios perfectos la gente empezó a llamar a Haddix “Harvey mala suerte”. Los periodistas recordaron el episodio de su niñez cuando con sólo 5 años casi perece en una cacería. Alguien le disparó a un conejo y cinco fragmentos de plomo se le encajaron en el cráneo a Haddix. Después su carrera en Grandes Ligas casi termina en 1954, su tercera en la gran carpa. Entonces un linietazo del propio Joe Adcock se estrelló contra su rodilla izquierda y le dañó un nervio que lo obligó a cambiar su mecánica de pitcheo. “Fue un buen pitcher que pudo haber sido grandioso si no hubiese perdido la curva. Nunca fue el mismo después del linietazo”, dijo Stan Musial. Pero Haddix siempre dijo que tenía la buena fortuna de su lado. La prueba principal era que llegó a pitchear en Grandes Ligas. Creció en una hacienda de 450 acres en Ohio central. Allí escuchaba los juegos de los Rojos de Cincinnati mientras rebotaba una pelota de goma contra los escalones de la entrada de su casa. Firmó con los Cardenales de San Luis tan pronto lo vieron hacer 12 lanzamientos. Cuando llegó al campo de entrenamiento, los jugadores de los Cardenales empezaron a llamarlo “Kitten” (“Gatico”), por el parecido con el as de los pitchers de San Luis, Harry (the Cat) Brecheen.
Graciliano lanzó varios juegos cerrados luego de su juego especial. Venció dos veces 1-0 a los Leones del Caracas, una de ellas ante el as cubano Luis Tiant. Ese desafío probablemente marcó el pase de Parra hacia el Caracas. Había nacido en Maracaibo, Zulia; el 04 de agosto de 1944. En 1960 jugó para la novena de las FAC de Maracaibo en la categoría A. Allí es dirigido por el gran lanzador profesional Carrao Bracho. Más adelante ese mismo año pasó a jugar con el OSP y dejó marca de 4-2.
Después fue al Nacional AA de Barcelona (1960) con el estado Zulia y dejó registro de 4-1. En 1961 estuvo inactivo por dolores en el brazo. En 1962 saltó al profesional con el Cabimas de la Liga Occidental.
Al terminar la Liga Occidental lo llamó Orientales para la temporada 63-64. En 1965 con el Lexington de la Liga Western Carolina (A) participó en 36 encuentros, completó 4, ganó 4, perdió 4. Lanzó 100 episodios, recibió 94 imparables, aceptó 38 carreras limpias, regaló 61 pases gratis, ponchó a 73 rivales. Su efectividad: 3.42.
¿Qué sintió Harvey Haddix cuando Hoak lanzó mal a primera base en el inning décimotercero o que experimentó Graciliano Parra en el décimo episodio cuando José Martínez sonó imparable al centro? Es algo que sólo ellos conocen en su real magnitud. El silencio y la melancolía que arropó County Stadium y el estadio Universitario aún se escucha a más de cuatro décadas de esos momentos especiales del béisbol.
Alfonso L. Tusa C.
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