lunes, 14 de mayo de 2012
Ron Guidry puede explicar la atracción por los jardines (outfield)
Harvey Araton. The New York Times. 05-05-2012
Ron Guidry entendió perfectamente. Sabía porque a Mariano Rivera le gustaba perseguir elevados durante la práctica de bateo y porqué el sueño de Rivera ha sido jugar en el jardín central antes de que termine su carrera de Salón de la Fama.
Cuando lo llamaban el Relámpago de Louissiana mientras pitcheaba, Guidry no sólo tenía la misma rutina diaria, en realidad llegó a jugar dos tercios de inning en la más reverenciada de las posiciones de Yankee Stadium, distribuidos en dos memorables ocasiones (para él).
“Honestamente, fue grandioso, mejor que cualquier sentimiento que tuve mientras pitcheaba”, dijo Guidry este viernes 04 de mayo en la mañana, horas después de enterarse de la triste noticia proveniente de Kansas City acerca de la lesión que terminó con la temporada de 2012 para Rivera y amenaza su carrera como pelotero.
¿De verdad?, le preguntaron. ¿Mejor que dejar marca de 25-3 con 1.74 de efectividad y 9 blanqueos en 1978?
“Les digo que fue fantástico”, dijo.
Consideren esto como una ventana a la aventura, el alma competitiva de un pitcher que se enorgullecía de su atleticismo superior, quién creía que podía correr, fildear, lanzar y quizás en otra vida hasta batear como los mejores.
Haber jugado como pitcher y jardinero central en la secundaria y la universidad, le permitió a Guidry decir: “Siempre pensé que podía ser mejor center fielder que pitcher, pero alguién más tenía otra idea”.
Al hablar por teléfono desde su hogar cerca de Lafayette, La., Guidry todavía permanecía atrapado por las emociones luego de enterarse que Rivera se había lesionado el ligamento anterior cruzado de su rodilla derecha y también tenía daño en el menisco. Desde la primera vez que vio a Rivera a comienzos de los años ’90 en un diamante del complejo de Fort Lauderdale, Fla., ha simpatizado con el flaco panameño.
Mark Connor, un entrenador de los Yanquis, le pidió a Guidry, un instructor invitado, que fuera a ver a un joven pitcher que había empezado a escalar posiciones a través de la organización, en ruta a convertirse en el mejor cerrador de la historia del juego.
“Me recuerda mucho a cierta persona”, dijo Connor.
“¿A quién?”, dijo Guidry.
“Cuando lo veas, sabrás”.
Cuando Guidry vio a Rivera lanzar, sintió que estaba mirando una versión de si mismo pero a la derecha. El físico endeble de Rivera no cuadraba con la manera como la pelota estallaba en la mascota del catcher, ni con la fluidez casi hipnótica de sus envíos. La conversación que tuvieron luego desembocó en una amistad de dos décadas que se renovaba cada febrero en las crujientes mañanas de Florida, con largas sesiones de lanzamientos y bromas.
“Uno de estos días vas a ser como yo, viejo”, Guidry le decía a Rivera, quién hasta el jueves en la noche podía ser objeto de confusión en cuanto a su edad.
En los años ’70, Guidry era el Rivera de su época, una maravilla atlética que podía dejar a atrás a los jugadores de posición en las carreras de los jardines y se le podía ver en las prácticas de bateo persiguiendo elevados en todas direcciones.
Guidry también era el pitcher abridor estelar de los Yanquis, y su proclividad a practicar en los jardines irritaba a cierto dueño.
“Fui llamado a la oficina tal vez seis, siete veces y recibía el jarabe de lengua de Mr. Steinbrenner”, dijo Guidry del Boss George. “Pero yo siempre lo disfrutaba, eso me daba la oportunidad de mantenerme al día con mi trabajo. Correr sólo es aburrido. Perseguía moscas allá afuera, corría casi una hora, nunca parecía tanto tiempo. Eso fortalecía mis piernas”.
Guidry recuerda que le dijo a Steinbrenner, "Si me quitas eso, me voy a casa”.
Mientras consideraba que 2012 sería su última temporada, Rivera intentó convencer al manager Joe Girardi que le permitiera cumplir el deseo que Guidry materializó dos veces. El 29 de septiembre de 1979, Billy Martin envió a Guidry al center field para el noveno inning de una victoria 9-4 sobre Toronto, ante el remanente de una multitud de 30.016 personas.
Cuatro años después, otro “cf” quedó por siempre adherido al nombre de Guidry en un box score más histórico, el infame juego del alquitrán de pino, reanudado el 18 de agosto de 1983. Enfurecido porque el béisbol había permitido que prevaleciera el jonrón de dos carreras de George Brett a pesar del exceso de alquitrán de pino en el bate, Martin envió a Guidry al center field y a Don Mattingly a segunda base para el out final en la primera parte del noveno inning, en franca protesta.
Como Guidry llegó allí no importa. “¿Cuántos tipos logran jugar center field en Yankee Stadium?”, dijo y añadió que su único lamento era que ninguno de los dos outs que se hicieron en sus dos apariciones fueron hechos por él.
“Podía hacer las atrapadas”, dijo. “Vi la repetición de Mariano lesionándose y te diré esto: Perseguí pelotas con más intensidad que esa. Salté varias cercas”.
¿Muy arriesgado? Guidry recordó el hecho de que Dave Robertson, el probable reemplazo de Rivera, se lesionó en la primavera mientras bajaba unas escaleras.
La preocupación de Guidry de que Rivera sería el blanco de las críticas, no tenía fundamento sin embargo. Hay mucha buena voluntad en el banco, como en el caso del pobre Joba Chamberlain, quién recibió su ración de críticas en los medios por romperse el tobillo mientras saltaba en un trampolín con su hijo pequeño, solo trataba de ser papá.
“Somos personas, no sólo pitchers”, dijo Guidry. “Si ellos no hubieran dejado a Mariano disfrutar el juego, tal vez no hubiera pitcheado tanto tiempo”.
Para el viernes en la tarde, Guidry estaba contento de oir que Rivera quería regresar. Ok, tendrá 43 años para el comienzo de la próxima temporada, tal vez deba dejar de correr en los jardines si decide regresar.
“Le dije que se pondría viejo como yo”, dijo Guidry, 61. “Y se puso”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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