lunes, 4 de junio de 2012
Johan Santana y la pared de ladrillos
En algún momento del juego de los Mets de Nueva York ante los Cardenales de San Luis de este viernes 01 de junio de 2012, me parece que al completarse el séptimo episodio, empecé a recordar un testimonio de Jim Bunning sobre los juegos sin hits ni carreras. El autor de dos no-hitters (uno de ellos perfecto) dijo que lanzar un juego sin hit ni carrera era como manejar un carro a toda velocidad en una bajada, maniobras el volante, mueves la palanca de los cambios de velocidad, pisas el pedal del freno hasta el fondo, cuando el olor de liga de freno impregna la cabina y piensas en lo inevitable el carro se detiene como por arte de magia a centímetros de la pared de ladrillos.
Quizás en el segundo episodio cuando caminó a David Freese y a Yadier Molina después de sacar el primer out en largo elevado al jardín central, nadie imaginaba siquiera que Santana completara aquel juego. Regresó para ponchar a Matt Adams y a Tyler Green.
Cierta tendencia al descontrol sugería que veríamos a Santana salir del juego a partir del sexto inning. Empecé a sospechar los primeros asomos de que había algo en el ambiente cuando en el cierre del cuarto inning, Lucas Duda trajo a Kirk Nieuwenhuis con la carrera que le habría bastado al merideño para ganar. Luego anotaría Dave Wright la segunda impulsado por triple de Daniel Murphy. En el sexto Duda trajo 3 más con jonrón. Y en el séptimo marcaron otro trío.
El sexto episodio resultó el más controversial del partido. Carlos Beltrán soltó una línea sobre tercera base que levantó cal de la línea del jardín izquierdo. Adrian Johnson, el árbitro de tercera, sentenció foul, aunque la repetición mostró que la pelota había caído sobre la línea. “Vi que la pelota pegó fuera de la línea”, le dijo Johnson a un reportero. En aquel momento recordé a Armando Galarraga y al árbitro Jim Joyce el 02 de junio de 2010. También burbujeó en mi mente Jim Bunning manejando el carro por la bajada. Me dije, “Bueno, el béisbol al menos le va a dar a Beltrán la oportunidad de volver a batearle otra línea a Santana”. El pitcher zurdo terminó dominando a Beltrán con rodado por la antesala. Entonces ponchó a Matt Holliday y salió de Craig con elevado en foul a la inicial. Allí empecé a ver que los neumáticos del carro tenían sustancia para resistir el frenazo.
En el séptimo empezaron a flotar los fantasmas de todos los no-hitters truncados en la historia de los Mets. Cuando Mike Baxter decapitó un batazo peligroso de Yadier Molina con etiqueta de extrabases, por un momento flotó en el ambiente aquel juego del 13 de mayo de 1970 cuando Gary Gentry llegó al octavo innings ganando 4-0 sin permitirle imparables a los Cachorros de Chicago. Luego de dos outs, Ernie Banks despachó sencillo a la izquierda.
En el octavo los escalofríos me hicieron levantar varias veces de la silla de extensión. La inexistencia de no-hitters en la historia de los Mets me hizo pensar en Tom Seaver cuando Santana concedió boleto a Rafael Furcal luego de dos outs. Tom El Terrífico, quién le declaró a Richard Sandomir que estaba muy contento por Santana “porque es un tremendo pitcher” y que por fin los Mets habían alcanzado esa meta que tenían pendiente desde hacía mucho tiempo, perdió un juego perfecto ante los Cachorros de Chicago el 09 de julio de 1969 cuando luego de un out en el noveno inning Jimmy Qualls le conectó imparable. El 04 de julio de 1972 Seaver perdió otro no-hitter en el noveno inning ante los Padres de San Diego, esta vez el victimario fue Leron Lee. El 24 de septiembre Seaver sacó 2 outs en el noveno out para perder otro no-hitter ante los Cachorros, Joe Wallis fue el encargado de estropear la joya.
Todo ese panorama llenó se mariposas negras y sonidos de bisagras herrumbrosas la apertura del noveno episodio. La línea de Holliday al jardín central corto me hizo saltar como si tuviera el guante con que Andrés Torres capturó el batazo. Cuando Craig soltó la línea hacia el jardín izquierdo me pareció que era una reencarnación de Qualls, Lee y Wallis. El humo de liga de frenos se mezcló con el de caucho quemado cuando Nieuwenhuis tomó la pelota en el campo izquierdo.
Había llegado el momento de completar la magia. Santana respiró profundo hasta encontrar los strikes que le permitieron atravesar los 50 ladrillos de historia que separaron a los Mets de Nueva York de su primer juego sin hits ni carreras.
Alfonso L. Tusa C.
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