miércoles, 2 de enero de 2013

….en el right field Roberto Clemente.

Aquella tarde de julio de 1972 Carmen lamentaba la muerte del bolerista Felipe Pirela en tierras boricuas. Me dijo que antes que se terminara el año los puertorriqueños también llorarían a alguien muy querido. ¿Quién? ¿Roberto Clemente? No, ni se te ocurra. Cada vez que el narrador anunciaba la presencia del puertorriqueño en el jardín derecho de los Piratas de Pittsburgh, la esperanza burbujeaba en los rostros de los aficionados de Pensilvania. El orgullo inflamaba el rostro de los latinoamericanos. El concierto de atrapadas contra la pared, hacia la raya, hacia el callejón del right center, hacia delante de cordón de zapato, el brazalete capaz de pintar un strike en la mascota del cátcher desde el rincón más remoto de la derecha. La posición alejada del plato a la hora de empuñar el madero, sin embargo despachaba linietazos entre dos ante lanzamientos en la esquina de afuera. En ese momento del juego los latinos se sentían reivindicados; eran vistos con respeto legítimo. La imagen de Clemente volando hacia tercera base con el mensaje de un triple sacaba toda la solidaridad entre los latinos. Ya no temían que los señalaran por pronunciar mal el inglés, el color de la piel o la efusividad. La Serie Mundial de 1971 resultó una de mis primeras experiencias de como la voluntad de un hombre puede cambiar un juego y una competencia. Clemente dejó el alma sobre el terreno y los Piratas ganaron el título. Por eso todos sus compañeros viajaron a Puerto Rico antes de la temporada de 1973. Todos tenían una frase, una mirada, hasta un guante donde refulgía el rostro de Roberto. Un turno de más de 21 lanzamientos ante Juan Marichal para terminar rechinando la pelota contra la pared del jardín central, un jonrón en la Serie Mundial de 1971, una clínica con niños en Puerto Rico, refulgieron todos aquel 1 de enero de 1973 cuando la fanfarria de NotiRumbos anunció que Roberto Clemente había fallecido al precipitarse al mar Caribe un avión donde viajaba para llevar ayuda humanitaria a los damnificados del terremoto de Managua. Carmen bajó la cabeza y lloró a Clemente igual que a Felipe Pirela, se quedó muda el resto del día. Steve Blass, Manuel Sanguillén, Richie Hebner, Al Oliver, Bob Moose, Rennie Stennett, Doc Ellis, Steve Giusti, Danny Murtaugh y todos sus compañeros de los Piratas recorrieron las calles de San Juan en busca de los batazos y las carreras, de las atrapadas y los disparos de Roberto Clemente, entraron a la catedral y allí sintieron la presencia del jardinero derecho al fondo de la nave central. Los latinos levantaron el rostro y enfrentaron la realidad, recordaban a Clemente reclamar a los periodistas “…mi nombre es Roberto, dejen de llamarme Bob”. Alfonso L. Tusa C.

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