domingo, 20 de enero de 2013

Earl Weaver, el volátil y visionario manager de los Orioles, fenece a los 82 años.

Bruce Weber. The New York Times. Earl Weaver, el manager del Salón de la fama que llevó pugnacidad y pragmatismo al dugout de los Orioles de Baltimore, liderando al equipo a cinco temporadas de más de 100 victorias, 4 banderines de la Liga Americana y la Serie Mundial de 1970, falleció este sábado temprano en la mañana a causa de un ataque cardíaco, mientras disfrutaba un campamento de fantasía de los Orioles, según la página web del equipo. Un luchador incansable de baja estatura y un temperamento efervescente, Weaver estuvo entre los managers mas influyentes y combativos del beisbol moderno, Su fiero carácter le ocasionó muchas batallas con sus peloteros y los árbitros. Consciente de que el resultado de una temporada podía depender del resultado de cualquier juego y que este a su vez dependía del resultado de cualquier jugada, pitcheo o sentencia arbitral, mantenía una familiaridad académica con las reglas del juego, con las estadísticas, con las destrezas de la psicología motivacional y con la habilidad para punzar la vergüenza de sus peloteros a favor del equipo. “Escriban en mi tumba: ‘El perdedor más atribulado que jamás existió’”, dijo en 1986, su temporada final. Dirigió a los Orioles más como un pragmático que como un ejecutante de corazonadas, basado en sus observaciones de las ligas menores, primero como jugador de buen guante y bate nulo y después como manager. Weaver prefería a los bateadores que se podían embasar y llevar la pelota lejos, a los pitchers abridores que llegaban lejos en el juego y los peloteros que podían evitar carreras con su guante. “Pitcheo, defensa y el jonrón de tres carreras”, era la fórmula de Weaver para ganar juegos. Los Orioles de Weaver contaron con muchos peloteros valiosos, incluyendo a los inquilinos del Salón de la Fama Frank Robinson, Jim Palmer, Brooks Robinson, Eddie Murray. Pero sabiendo que la profundidad en la banca ganaba banderines, era un gran orfebre de nóminas. Escogía peloteros para llenar los vacíos entre sus estrellas, no necesariamente por su habilidad total o por su atleticismo, sino por sus destrezas aisladas, un buen brazo en los jardines, velocidad en las bases, poder, y luego los traía en situaciones donde podían rendir. En 1979, por ejemplo, su alternabilidad de John Lowenstein y Gary Roenicke en el jardín izquierdo, dos peloteros promedio, le dio números combinados de 36 jonrones y 98 carreras empujadas, números excelentes para cualquier jardinero. “El hombre es un genio para encontrar situaciones donde un pelotero promedio como yo, puede parecer una estrella porque factores muy sutiles juegan a tu favor”, dijo Lowenstein en 1982. “Tiene una pasión por encontrar al pelotero perfecto para el momento perfecto”. La estrategia de juego de Weaver, fue construida alrededor de estudiar cada uno de los 27 outs de su equipo, buscaba eludirlos mediante gambitos convencionales como el toque de sacrificio y el bateo y corrido. Y a menudo se le acredita el uso de estadísticas en el dugout. Mucho antes de que los análisis informáticos y la sabermetría se convirtieran en parte integral de la estrategia de un manager, mucho antes de la llamada era Moneyball que estableció la importancia del porcentaje de embasado y el porcentaje de slugging como medidas cruciales en el valor de un pelotero, Weaver reconoció que las medidas tradicionales de éxito, promedio de bateo y promedio de carreras limpias permitidas, eran insuficientes para sus propósitos. El sabía, por ejemplo, que a ciertos bateadores les iba mejor ante ciertos pitchers y que algunas veces los bateadores débiles bateaban mejor ante ciertos pitchers que los bateadores fuertes. Por eso, se guiaba por los números, de cómo les había ido a sus bateadores contra determinado pitcher rival. El bate débil de Mark Belanger siempre era enviado a jugar cuando Jim Kern, un relevista lanzallamas de Cleveland, Texas y otros equipos, estaba en la lomita, inexplicablemente, Belanger bateó .625 contra él en su carrera. En 1975, durante el entrenamiento primaveral, Weaver introdujo el uso de una pistola de radar para medir la velocidad de los envíos de los pitchers. “Weaver fue el Copernico del beisbol”, escribió Tom Verducci en Sports Illustrated en 2009. “Así como Copernico entendió la cosmología heliocéntrica un siglo antes de la invención del telescopio, Weaver entendió el beisbol inteligente una generación antes de que fuera demostrado empíricamente”. Weaver dirigió a los Orioles desde 1968 hasta 1982, luego volvió del retiro en 1985 y dirigió al equipo hasta 1986. Su record vitalicio fue 1480 victorias y 1060 derrotas, un porcentaje de triunfos de .585, noveno en la historia de las Grandes Ligas y primero entre los managers cuyas carreras comenzaron en los últimos 50 años. Su única temporada negativa fue la última. Con una voz de papel de lija, aficionado a la cerveza (dos veces fue multado por conducir mientras bebía) y un estilo tenso y competitivo, Weaver tenía una personalidad muy dura, aunque poseía una mente muy aguda y un bien desarrollado sentido del sarcasmo. Una vez cuando el jardinero Pat Kelly estaba molesto porque Weaver no le daba tiempo suficiente para una sesión religiosa antes de un juego, le dijo “Earl, ¿No quieres que caminemos con el Señor?” Weaver replicó que prefería que Kelly caminara con las bases llenas. Fumador compulsivo que aspiraba Raleighs entre innings en el pasillo entre el clubhouse y el dugout, Weaver consideraba impropio ser amistoso con sus peloteros porque sus sentimientos afectaban su habilidad para tomar decisiones respecto a ellos. Admitía que rara vez hablaba con estrellas como Frank Robinson, y sus prolongadas relaciones con otros jugadores, principalmente con Jim Palmer y el cátcher Rick Dempsey, eran para ponerlos a prueba, aun así, muchos admiraban su sello competitivo y su record positivo. “Earl tiene razón, no puedes ser amigo de tus peloteros”, dijo Dempsey en una entrevista con The New York Times en 1982. “Y Earl dirige para ser duro con los peloteros. Nos alienamos los unos a los otros cuandollega la hora de salir al terreno. Él quiere que los pitchers escojan sus pitcheos. Pero si los batean, me echa la culpa a mí”. Pero la mayoría de los aficionados recordarán a Weaver por sus enfrentamientos con los árbitros. Fue expulsado de casi 100 juegos, a menudo luego de pintorescas manifestaciones de temperamento con la visera de su gorra girada hacia atrás para evitar rozar accidentalmente al árbitro con ella. Una vez, luego que Weaver había sido expulsado y el árbitro Jim Evans sacó un cronómetro para darle 60 segundos para que saliera del campo antes que los Orioles perdieran por forfeit, Weaver le arrebató el cronómetro de la mano y lo lanzó al dugout. Otra vez rompió un libro de reglas frente al árbitro y lanzó el papelillo al aire. En 1980, en el primer inning de un juego entre los Orioles y los Tigres de Detroit, Weaver reclamó un balk sentenciado por Bill Haller, y los dos hombres se enfrascaron en un maratón de insultos que fue grabado y es un video favorito en YouTube. “Me molest´´o tanto que casi no veo”, le dijo Waever a Playboy en 1982. “Me explico, una equivocación en la sentencia de una bola o strike puede costar un juego. Bien, ¡eso me puede costar mi trabajo! ¡Entonces no podría enviar a mis hijos a la universidad1” Agregó: “Si un árbitro se equivoca con tercer strike cantado y el contrario termina anotando por eso, no olvidaré eso. Si hay corredores en segunda y tercera y dos outs, y si un árbitro Le ha dado un strike extra a un bateador y el próximo lanzamiento es bateado imparable y anotan ambas carreras, tengo que decirle algo al tipo. ¡Con esa sentencia, él está dejando a mi hijo fuera de la escuela!” Earl Sidney Weaver nació el 14 de agosto de 1930, en San Luis, donde su padre tenía una lavandería entre cuyos clientes estaban los Cardenales y los Carmelitas. Se apasionó por el béisbol desde la infancia, jugó segunda base en secundaria, y a pesar de batear poco y de ser un corredor lento, co0nsiguió ofertas de contrato con ambos clubes locales de beisbol profesional, por su buena defensiva y su juego inteligente. Firm{o con los Cardenales en 1948, y desarrolló una carrera de ligas menores que duró dos décadas. Para 1956 ya era manager-jugador, y en 1957 llegó a la organización de los Orioles, quienes estaban intrigados por sus destrezas como manager.De ahí en adelante, al reconocer que no llegaría a las Grandes Ligas como jugador, dirigió más y jugó menos. “Eso me rompió el corazón”, le dijo a la revista Time en 1979, “pero empecé a convertirme en una buena persona del beisbol, porque cuando empecé a rfeconocer, y más importante, a aceptar mis deficiencias propias, entonces pude reconocer las fallas de otros peloteros y aprendí a aceptarlas, no por lo que no podían hacer, si no por lo que podían hacer. En el proceso, supongo que rompí algunos corazones”. En las menores, Weaver desarrolló su destreza estratégica así como su estilo para enfrentarse a los árbitros. En una ocasión, luego de una cerrada sentencia de bola foul o buena contra él luego de un batazo sobre la línea de tercera base, arrancó la almohadilla del suelo y corrió con ella mientras le decía al árbitro: “No necesitas esto de todas formas”. Los Orioles lo promovieron a las Grandes Ligas como coach de primera base en abril de 1968, y en julio, con el equipo en tercer lugar, reemplazó a Hank Bauer como manager; los Orioles terminaron segundos, luego ganaron el banderín de la Liga Americana el próximo año, lograron 109 victorias en la temporada regular. Para sorpresa de todos, sin embargo, perdieron la Serie Mundial ante un equipo considerado inferior ampliamente: los llamados Milagrosos Mets. En el cuarto juego, ganado por los Mets, Weaver fue expulsado, el primer manager extrañado de un juego de Serie Mundial en 34 años. En 1970, los Orioles ganaron 108 juegos y ganaron la Serie Mundial, al vencer a los Rojos de Cincinnati. Y en 1971, eran campeones de la Liga Americana otra vez, uno de s{olo dos equipos en la historia de las Grandes Ligas (el otro los Medias Blancas de Chicago de 1920) con cuatro pitchers ganadores de 20 juegos, Palmer, Mike Cuellar, Dave McNally y Pat Dobson, pero perdieron la Serie Mundial ante los Piratas de Pittsburgh. Los Orioles perdieron con los Piratas otra vez en 1979, luego de ir ganando 3 juegos a 1. En un panel de Sporting News, Weaver de todas formas ganó el premio del Manager del Año. Cuando se retiró la primera vez en 1982, solo tenía 52 años. “En verdad no me gustan las confrontaciones”, dijo Weaver ese año. “Una de las razones por las que me retiro es que estoy cansado de herir los sentimientos de las personas”. Weaver, cuyo primer matrimonio terminó en divorcio, vivía en Pembroke Pinas, Fla., con su segunda esposa, conquien se casó en 1964. De acuerdo a su hijastra, Kimberly Ann Benson de Bel Air, Md., sus otros sobrevivientes incluyen un hijo, Michael Weaver de Fort Lauderdale, Fla., dos hijas Rhonda Harms de Houston y Theresa Leahy de San Luis; siete nietos; y tres biznietos. Weaver recogió su memoria y sabiduría en dos libros, “Es lo que aprendes después que sabes que todo cuenta”, una memoria escrita con Berry Stainback, y “Weaver acerca de la estrategia”, con Terry Pluto. Fue elegido al Salón de la Fama en 1996, y en su discurso de inducción dio sorpresivos agardecimientos a un grupo a quien a menudo parecía fustigar: los árbitros. “Hablo en serio cuando digo que su integridad y honestidad está, y debe estar, más allá de los reproches,” dijo en parte. “Ellos aceptan la ira de los peloteros y los managers y nunca dejan que eso afecte su próxima sentencia. Ahora al contar bolas, strikes y jugadas cerradas en las bases, ellos han debido haber hecho más de un millón de sentencias mientras fui manager, y excepto por esas 91 o 92 veces que estuve en desacuerdo, ellos estuvieron acertados en las otras”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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