jueves, 31 de enero de 2013
Once años para alzar el undécimo banderín
La pelota emergió de la mano de Enrique González, un arsenal de emociones ebullían en mis pasos alrededor del radio. Esas instancias del séptimo juego de una final engrinchan cada fibra del corazón y retuercen todas las esperanzas hasta que de pronto una penumbra espesa envuelve el horizonte. Cuando Oswaldo Navarro de emergente por C.J. Retherford descargó aquel cuadrangular ante González para poner la pizarra Magallanes 11 Lara 9 sin outs en el noveno episodio, fantasmas de 2007 y 2010 asomaron a un costado de la puerta, veía aquel noveno inning horroroso ante los Tigres donde ningún relevista encontró la fórmula de los outs y después la onomatopeya del vuelacercas de Gregor Blanco ante Francisco Rodríguez para voltear la tercera final ante el Caracas. Bajé un tanto la mirada hasta que una brisa helada me hizo levantar el cuello y con obstinación le dije al radio “Vamos Enrique González, tu si puedes sacar esos tres outs, vamos chico ¡anda!”.
Algo me decía en mi interior que Magallanes iba con todas las velas inflamadas. Jonrón de Luis Jimenez ante Austin Bibens Dirkx en el primer inning hacia presagiar una posible explosión de los cañones Cardenales. Sólo que en el cierre de ese episodio Endy Chavez despachó cuadrangular para abrir la entrada, todas las luces estaban encendidas en los camarotes del buque y se escuchaba una música de fondo lejana pero sin pausa. “En ese barco que va por la bahía…” Allí empecé a ver las sonrisas de mis hermanos cuando me animaban en aquella temporada 1969-70, había juegos que los Navegantes comenzaban perdiendo y siempre decían “tranquilo, ya vas a ver como el equipo viene de atrás, como aquellos Magallanes de Don Carlos Lavaud, Lázaro Salazar, Camaleón García, Vidal López, Ramón Monzant, Clem Labine, Jim Pendleton, Bob Lennon, Bob Skinner y tantos otros que se partieron el pecho en el terreno para darle al Magallanes sus primeros tres títulos a comienzos de los años ’50”. El juego final de aquella temporada 1969-70 fue domingo en la mañana, a las puertas del carnaval, iba escuchando el juego en la calle Ayacucho de Cumaná, como en el cierre del octavo inning, de pronto me agarraron los muchachos de la cuadra y me levantaron en peso con todo y radio para sumergirme en un tambor de agua, lo único que no me pudieron mojar fue la mano del radio, mientras caminaba rezumando agua hacia la casa de mis abuelos, Delio Amado León sentenciaba, “…y el Magallanes tiene montada la olla para el hervido de tiburón”.
Si hubo un momento donde empecé a creer con más certeza en las posibilidades de campeonato para Magallanes fue cuando Carlos Maldonado se la desapareció a Raul Rivero en el segundo inning. Seguía viendo el rostro de mis hermanos en un juego de la semifinal ante Zulia en la temporada 1976-77. Las Águilas llegaron al noveno inning venciendo al Magallanes 1-0 con soberbio trabajo monticular de Gilberto Marcano ante Chris Batton. Luego de un out, Dave Parker negoció boleto y Mitchell Page largó un linietazo escalofriante que me hizo gritar en la tranquilidad de las once de la noche. Papá se levantó para ver que pasaba. Con hombres en tercera y segunda y Steve Nicosia en la caja de bateo, Marcano intentó sorprender a Parker en la antesala y lanzó mal para que anotaran las dos carreras que volteaban la pizarra. Felipe me miraba y sonreía, papá también se acercaba a la pantalla contagiado de nuestra emoción. Batton salió para el cierre del noveno y dominó a las Águilas para que los Navegantes siguieran rumbo hacia la final.
El jonrón de Juan Rivera ante Yohan Pino en el tercer inning despegó al Magallanes 7-2, más de inmediato Cardenales ripostó en otro valle de montaña rusa. Allí escuché como en la hora aquel imparable de Rafael Cariel en el cierre del décimo inning ante las Águilas Cibaeñas en la Serie Del Caribe de 1979. Con las bases llenas y el bigleaguer William Castro en la lomita, Cariel descargó el imparable que derramó la victoria, enseguida papá nos llamó y salimos en el carro con la corneta en modo contínuo.
La carrera de Ezequiel Carrera en el quinto inning amparado por doble de Maldonado parecía superflua en aquel marcador de 11-5. Entre los parietales centelleaba aquella carrera de Carlos García para entrar de cabeza en el plato con la victoria del sexto juego de la final 1993-94, todo el equipo celebrando sobre el pentágono es una imagen inolvidable junto al túnel que dejé en el pasillo ente el cuarto y la cocina de tanto ir a tomar agua en aquel carbonizante duelo de Urbano Lugo y Juan Carlos Pulido.
El segundo jonrón de Luis Jimenez ante Fabio Castro me hizo aterrizar, Lara pelearía con todos sus picotazos hasta el final, con el juego 11-7 sentía el mar picado y me fui hasta aquel jonrón de Cheo Malavé en el quinto juego de la final 1995-96. Lara dominaba la serie 3 juegos a uno y a partir de ese momento las velas se inflamaron sin cesar.
Mientras transcurrían los episodios finales de esa novela de suspenso, la única forma de más o menos paliar mi ansiedad fue regresar a aquel blanqueo de Ramón García ante el Caracas en el quinto juego de la final 1996-97, ¡que dominio de la curva y la zona de strike!, aún recuerdo a Victor Cordova parodiando la canción de Radio Rochela cuando los caraquistas empezaron a abandonar el estadio “no se vayan…no se vayan…”
Y justo antes de empezar el noveno inning escuché el crujido del jonrón de Robert Pérez ante Kelvim Escobar al final del partido para que Magallanes ganara el primer juego de la final 2001-2002, el corazón empezó a saltarme como en aquella noche y aún no empezaba este noveno inning. Quién me mandaría a recordar ese momento.
Enrique González recuperó su dominio de la zona de strike para dominar a Robert Pérez con elevado al campocorto. Cuando ponchó a Tomás Pérez vi a mis hermanos sonriendo y a papá cerca del televisor. Aquel lanzamiento crucial se hundió en el plato para eludir el swing de Paulo Orlando, strike tres. Magallanes campeón, la maraña azul de los peloteros corrió hacia el montículo y la fiesta se prendió.
Alfonso L. Tusa C.
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