lunes, 18 de febrero de 2013
¿Puede el odio de los rivales convertirse en la amistad de los compañeros? Ha ocurrido.
Dave Anderson. 16-02-2013. NYTimes
El enfrentamiento entre el ahora compañero de uniforme a rayas Kevin Youkilis, nuevo antesalista de los Yanquis y antígua estrella de los Medias Rojas, y Joba Chamberlain, una vez suspendido por lanzar dos rectazos a la cabeza de Youkilis, parecería una pelea de kindergarten comparada con lo ocurrido entre Carl Furillo y su verdugo por largo tiempo, el derecho de los Gigantes de Nueva York Sal Maglie, antes de convertirse de repente en compañeros en los Dodgers de Brooklyn de 1956.
En la primera parte de los años 1950, los Dodgers y los Gigantes ganaron seis banderines seguidos de la Liga Nacional, los Dogers 4 y los Gigantes 2. Eran rivales acérrimos, se odiaban y lo demostraban a través de los 22 juegos de la temporada, cada año.
“Excepto por un hola ocasional a Gil Hodges, cuando pasábamos por el club house de los Dodgers en ruta al nuestro bajo las tribunas de Ebbets Field, nunca hablé con alguno de ellos”, dijo Bobby Thomson cuyo jonrón ganó el banderín de 1951 para los Gigantes. También agregó. “No simpatizábamos”.
De todos los Dodgers, a Furillo, en particular, no le gustaban los Gigantes. No le caía bien Leo Durocher, su manager. No le agradaba Maglie, el pitcher estelar de los Gigantes conocido como Sal el Barbero, por la forma como sus lanzamientos afeitaban las barbillas de los bateadores contrarios.
Furillo tenía sus razones. A través de su carrera, el jardinero derecho de gran brazo fue golpeado en la cabeza seis veces por envíos de los lanzadores, incluyendo un pelotazo del derecho de los Gigantes Sheldon Jones que Furillo creía que Durocher había ordenado. En aquella época anterior a los cascos de bateo, él fue el primer jugador de los Dodgers en colocar un pedazo de plástico debajo del lado de la gorra que enfrentaba al pitcher. A menudo tenía que esquivar las curvas o rectas de Maglie, como lo hacían otros tres bateadores derechos de los Dodgers: Jackie Robinson, Roy Campanella y Hodges.
Hacia finales de la temporada de 1953, en un juego contra los Gigantes en Polo Grounds, Furillo, quién lideraba la liga en bateo con promedio de .344, fue golpeado en la cintura por el derecho Rubén Gómez. Pensando que Durocher había ordenado a Gómez que lo golpeara, Furillo le gritó al manager de los Gigantes mientras caminaba hacia primera base. Lo que sea que Durocher le gritó de vuelta hizo que Furillo corriera hacia el dugout de los Gigantes, de donde salió Durocher.
En el barullo que siguió, Furillo se agarró a puños con Durocher. Pero cuando fueron separados, fue Furillo quién salió lesionado, con el meñique izquierdo fracturado. Declaró que Durocher se lo había doblado hacia atrás.
El dedo roto congeló el promedio de Furillo en .344, lo cual le permitió ganar el título de bateo de la Liga Nacional. Pero el incidente aumentó el disgusto de Furillo por Durocher y los Gigantes.
En otra ocasión, luego que un lanzamiento de Maglie en Ebbets Field subiera hasta casi golpear la cabeza de Furillo, él hizo swing y falló el próximo envío y soltó el bate. Cuando el madero rebotó al pasar el montículo, Maglie se quedó mirando a Furillo, quién trotaba lentamente hacia él mientras otros peloteros se apuraban para desapartarlos. No hubo puñetazos, los árbitros restablecieron el orden y Furillo se ponchó, pero después le preguntaron porqué se había dirigido hacia Maglie.
“Sólo fui hasta allá para buscar mi bate”, dijo con rostro impávido.
Los Gigantes ganaron el banderín en 1954 y también la Serie Mundial, pero hacia finales de la temporada de 1955, Maglie, con un balance modesto de 9-5, fue cambiado a los Indios de Cleveland, para quienes dejó marca de 0-2. A principios de la temporada de 1956, luego de haber lanzado en solo cinco innings de dos aperturas sin decisión, los Dodgers, lo adquirieron. Y cada fanático de los Dodgers y los Gigantes se preguntaba que pasaría cuando Maglie se convirtiera en compañero de Furillo.
Lo que pasó fue esto: Cuando Maglie llegó al club house de los Dodgers en Ebbets Field, Furillo lo miró, sonrió y le dijo, “Que tal, paisano”.
Su herencia italiana fue más fuerte que la fina piel de sus escaramuzas. En la carretera, a menudo compartían habitación y cenaban juntos. Más importante, Maglie recuperó su maestría. A los 39 años, tuvo marca de 13-5 con 2.87 de efectividad incluyendo un juego sin hits ni carreras (5-0) el 25 de septiembre ante los Filis de Filadelfia.
Maglie también abrió la Serie Mundial de 1956 con una victoria 6-3 sobre los Yanquis y Whitey Ford, antes de convertirse en el otro abridor sin suerte en la victoria de los Yanquis 2-0 en el quinto juego, donde Don Larsen lanzó el único juego perfecto en la historia de las Series Mundiales. Maglie sólo permitió 5 imparables.
En 1957, el último año de los Dodgers en Brooklyn antes que Walter O’Malley se llevara la franquicia a Los Angeles, Maglie tuvo marca de 6-6 antes de ser vendido a los Yanquis, para convertirse en el último de 14 jugadores que compitieron con los tres equipos de Nueva York en aquella época. Luego fue coach de pitcheo de los Medias Rojas, mucho antes de Youkilis llegara a Boston y se convirtiera en un formidable bateador de la mitad de la alineación.
Maglie pasó sus últimos años en el area de su nativa Niagara Falls, N.Y., allí falleció en 1992.
Furillo fue a Los Angeles con los Dodgers en 1958 y tuvo una última sólida temporada. En 1960, fue despedido por los Dodgers cuando se lastimó una pierna, demandó por su salario y ganó. Pero nunca volvió a jugar, terminó con un promedio de .299 y 192 jonrones.
De vuelta en Nueva York, fue dueño de una tienda de exquisiteces en Queens y después instaló ascensores en el World Trade Center. Guardó cierto resquemor por la forma como fue tratado por el béisbol luego que terminara su carrera, creía que había sido excluído, pero fue instructor de los Dodgers en los campos primaverales. Falleció en 1989.
Y cuando Youkilis y Chamberlain empezaron a solventar sus diferencias, en algún lugar Carl Furillo y Sal Maglie largaron la carcajada. Juntos.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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