miércoles, 20 de mayo de 2015
Un equipo sorprendente
Hasta aquella temporada de 1975, tenía hasta cuatro equipos favoritos en las Grandes Ligas, los Expos de Montreal, por un pitcher llamado Carl Morton que había sido novato del año de la Liga Nacional cuando ganó 18 juegos para un equipo sotanero y lanzó hasta cuatro blanqueos; y porque Remigio Hermoso había debutado con ellos en Grandes Ligas. Los Astros de Houston porque Nellie Fox había terminado su carrera con ellos y había sido mentor de otro gran camarero como Joe Morgan, por un escopetero de nombre Don Wilson quien había ejecutado dos juegos sin hits ni carreras hacia finales de los años ’60 y porque jugaban en el Astrodomo. Los Royals de Kansas City porque tenían un campocorto microscópico en Fred Patek, porque Lou Piniella había sido novato del año con ellos en 1969, por Jim Rooker y por Mike Hedlund. Y los Medias Rojas de Boston por los muchachos cardíacos y el sueño imposible de 1967.
Al empezar la temporada me llamó mucho la atención que Jim Rice, Dwight Evans y Rick Burleson fuesen regulares en la alineación de Darrell Johnson. Rice había jugado con Magallanes en la temporada 1973-74. Boston lo dejó venir porque el manager era Jim Frey. Evans (1972-73) y Burleson (1973-74) vinieron con Lara, asignados al manager Luis Aparicio. También me maravillaba el hecho de que Luis Tiant, el mismo de tantos juegos épicos en la liga venezolana de beisbol con los Leones del Caracas y después con los Tiburones de La Guaira (al punto de tomar venganza con un sin hits ni carreras en noviembre de 1971 ante el Caracas) era el pitcher principal de la rotación de abridores luego de agenciar marca de 22-13, 7 blanqueos y 2.92 de efectividad en la temporada de 1974.
Me pareció que de nuevo flotaba la magia de 1967 en los juegos de los Medias Rojas. Los Orioles de Baltimore partían como favoritos y los patirrojos acaso si podrían batallar por los puestos secundarios. Pronto el equipo empezó a mostrar rasgos de competitividad en la consistencia ofensiva y defensiva de Lynn, en el poder imparable de Rice, quien comenzó la temporada como bateador designado ante la presencia de la leyenda viviente de Carl Yastrzemski, y terminó apoderándose del jardín izquierdo a partir de un juego donde Johnson decidió descansar a Yaz en primera base, Rice capturó todo lo que batearon por el left field esa noche, y además jugó a la perfección con los rebotes del monstruo verde.
La temporada avanzaba y aunque los Medias Rojas no tomaban el primer lugar de manera definitiva, se mantenían en la cercanía de los primeros lugares, ganando y perdiendo juegos, teniendo jornadas maravillosas y descorazonadoras como aquel bolazo de Nolan Ryan en la cabeza de Doug Griffin, eso le quitó la titularidad en la segunda base y trajo al equipo a quien sería su camarero regular hasta octubre.
Por otro lado el cuerpo de lanzadores mostraba cada vez una fortaleza quizás nunca vista desde 1967. Rick Wise daba muestras que su recuperación de la intervención quirúrgica que había vivido eran un hecho que se consumaba con cada salida que hacía al montículo. Lanzaba blanqueos a un ritmo similar al de sus mejore años con Filadelfia y San Luis. Bill Spaceman Lee se convirtió en una garantía de mantener al equipo en el juego tanto o más que el propio Tiant, cuando subía al morrito. Luis Tiant ganó quizás el juego más determinante, el que de verdad me hizo pensar junto a todos los poco expertos y más conocedores de juego que esos Medias Rojas iban tan en serio como los del Sueño Imposible; el derecho cubano se fajó en un duelo de pitcheo contra los Orioles de Baltimore y el mismísimo Jim Palmer. Hacía rato había empezado la recta final de septiembre y Tiant apretó el brazo hasta que Rico Petrocelli y Carlton Fisk jonronearon para darle una victoria 2-0 a los patirrojos. Si, ocurrió lo que ahora es casi una pieza de museo, Tiant y Palmer lanzaron completo, nueve episodios.
También recuerdo mucho un juego donde el jardinero de reserva Rick Miller negoció tres bases por bolas y anotó dos carreras de un juego que terminó por diferencia de un par de anotaciones. Y a Bernie Carbo largando jonrones determinantes mucho antes de octubre, hubo un juego en mayo donde bateó dos jonrones y empujó todas las carreras para que los Medias Rojas vencieran a Kansas City 4-2.
Había juegos que se ganaban por jugadas fantasmales de Lynn en el centerfield o un disparo preciso de Evans al guante de Petrocelli, el equipo seguía en los primeros lugares, el calendario avanzaba y cada vez seguía más a los Medias Rojas. Carl Morton ya no ganaba tantos, ya ni siquiera jugaba con los Expos. Joe Morgan ahora jugaba con Cincinnati y Don Wilson había fallecido en un sospechoso accidente en el garaje de su casa. Hedlund se había retirado en 1972, Rooker jugaba para los Piratas y Piniella había sido enviado a los Yanquis, el único sobreviviente era Patek.
Entonces aquella gran temporada de Lynn y Rice, quienes como novatos empujaron cada uno más de 100 carreras y batearon más de 20 jonrones, terminó de redondear mi creciente seguimiento de los Medias Rojas, aun cuando al final de la temporada Rice se lesionara y no pudo jugar en la postemporada, el equipo seguía mostrando la magia de cada día un héroe distinto e inesperado, como las apariciones de Rogelio Moret ante los Yanquis, las intervenciones de Tim Blackwell y Tim McCarver cuando Carlton Fisk pasó tres meses lesionado al inicio de la campaña, los relevos de Jim Willoughby y las victorias inesperadas de Reggie Cleveland. Y cuando hacían falta relevos largos, llegaban Diego Seguí y Dick Pole.
Alfonso L. Tusa C.
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