lunes, 27 de julio de 2015
Él era ‘El Natural’ de Natick, ahora está en su Salón de la Fama
Lenny Megliola. Boston Globe. 02-05-2010.
¿Un Natural? Olvídelo. Walt Hriniak rechaza la noción de que cualquier deporte que haya jugado, que eran casi todos cuando crecía en Natick en los años ’50 y principios de los ’60, se le haya dado fácil. Ni siquiera jugar “paredita” con las barajitas de beisbol en la acera.
“Muchas personas dicen que fui un gran atleta, pero no pienso que fui un natural”, dijo Hriniak. “Tenía algún talento que Dios me dio, pero todo se daba por mi pasión por los deportes. Y el trabajo duro”.
Pero eso no es convincente para los tipos quienes vieron a Hriniak desarrollarse a nivel escolar en beisbol, futbol americano, y hockey en Natick High. Un titular de un periódico de Boston luego de una victoria del equipo de hockey de Natick resumía su talento: Hriniak 6, Dedham 3.
Cualquiera que viese a Hriniak lanzar pelotas al aro con los jugadores regulares de Natick las mañanas dominicales en Coolidge Field sabía que él también podía haber jugado con el equipo de baloncesto.
Él se convirtió en un buen golfista. Se podía parar frente a una mesa de pool y empezar a meter las pelotas con una gran coordinación mano-ojo.
Parecía hacerlo todo, naturalmente.
“Crecer en Natick en esa época fue fenomenal”, dijo Hriniak, quien cumple 67 años este mes. “Jugaba algo así como 350 dias al año. Fue la mejor época de mi vida”.
Natick tiene una profunda, rica herencia deportiva, y cuando se decidió que la escuela secundaria necesita un salón de la fama deportivo, el nombre de Hriniak fue uno de los primeros en ser nominado. Él estará en la primera clase de inducidos el jueves en la noche, en el hotel Crowne Plaza de la Route 9 en Natick.
Entrenador de inquilinos del Salón de la Fama
Con los scouts de beisbol empezando a seguirlo durante su segundo año, Hriniak dejó de lado la universidad luego de graduarse en Natick High en 1961, en su lugar firmó con los Bravos de Milwaukee como agente libre amateur (en ese momento no había draft de MLB).
Él tenía un gran brazo, y lo mostró en el campocorto. Y cuando el legendario entrenador de Natick John Carroll necesitaba un lanzallamas para cerrar un juego, Hriniak subía al montículo.
Su carrera fue muy corta, solo 25 imparables durante paradas en los Bravos y los Padres de San Diego en 1968 y 1969. Por eso tal vez hay algo de ironía que en sus discursos del Salón de la Fama, Carl Yastrzemski, Wade Boggs, y Carlton Fisk notaron el papel que Hriniak había jugado, desde su posición como coach de bateo de los Medias Rojas de Boston, para ayudarlos a llegar a Cooperstown.
Nadie trabajaba más duro. Él empezó como coach de bullpen de los Medias Rojas, y lanzaba práctica de bateo hasta que el brazo le dolía (él necesitaría cirugía en consecuencia).
Una vez cuando la lluvia canceló un juego entre los Medias Rojas y los Cerveceros en el County Stadium de Milwaukee, Yastrzemski quería batear. Le preguntó a Hriniak si podía lanzarle algo de práctica de bateo.
“Él dijo ‘No te preocupes, saldré al campo’. Y lo hizo”, recordó Hriniak. Y así mojado por la lluvia, en un estadio vacío, él le lanzó al gran Yaz.
“Él amaba batear”, dijo Hriniak de Yaz, pero también era “una cantidad de trabajo, porque él siempre estaba ajustando su forma de pararse en el plato”. Y él no era el único. “Fisk era un tipo de gran mantenimiento. Gran tiempo. Había muchas discusiones. Pero él estaba ahí, ahí con Yaz en ética de trabajo”.
Con Dwight Evans era diferente.
“De todos los peloteros con quienes trabajé”, dijo Hriniak, “él es probablemente el tipo por el que hice más. Él hizo unos tremendos cambios cuando tenía 26,27 años de edad. Cambió drásticamente. Él tenía dificultades. Trataba de halar todas las pelotas.
Evans perdió su trabajo como jardinero derecho regular de Boston en 1980, dijo Hriniak. “Entonces vino a hablar conmigo”.
Evans se dispuso a tener sus mejores temporadas. En los años ’80, lideró la Liga Americana en jonrones y extrabases.
“Si no hubiera sido por Walter, yo no habría jugado 20 años”, dijo Evans. “Él es el mejor entrenador que haya visto. Su trabajo duro influía en todos. Él lanzaba por horas, cada día. Hicimos eso por 10, 12 años”.
Hriniak permitía a los bateadores hallar su propio estilo. Pero si tenían dificultades, él estaba ahí para ellos.
“Una vez que ellos me buscaban, hacía todo lo posible por ver si podía ayudar”, dijo él.
Hriniak adoptó la controversial filosofía de bateo desarrollada por Charley Lau, quién esencialmente le pedía a los peloteros que soltaran la mano de arriba luego de hacer contacto con el bate.
“Walter no quería que halaras la pelota de buenas a primeras”, dijo Evans. “Es fácil meterse en problemas de esa manera. Te puedes concentrar en batear la pelota por el medio”.
Se podría haber puesto unas cintas de acordonamiento, como las que usan los bomberos para aislar un lugar, detrás de Hriniak durante la práctica de bateo y él ni lo habría notado. Se doblaba hasta casi agacharse a un lado de la caja de bateo, estaba enfocado en cada detalle se los movimientos de los bateadores en el plato. Él podía haber colocado un anuncio de “No molestar”.
“Esa era mi manera de hacer las cosas”, dijo él. “Me metía en problemas con muchos periodistas. Les decía, ‘No puedo hablar con usted ahora’”.
Hriniak salió de los Medias Rojas en 1988, y regresó como coach de bateo con los Medias Blancas. Frank Thomas se convirtió en su discípulo. Aún en el receso entre temporadas, Thomas le pagaba los pasajes aéreos a Hriniak para que trabajara con él.
“Lo más grande que un coach de bateo te puede enseñar es que no lo necesitas más”, dijo Evans. “Él quería enseñarte a sobrevivir por tu cuenta”.
Una carrera incompleta como jugador activo.
Hriniak estaba en el carril rápido para llegar a las Grandes Ligas a finales de los ’60, bateó sobre .300 en sus dos primeras temporadas en las menores, pero sufrió un retraso cuando se vio involucrado en un accidente automovilístico mientras jugaba en la Texas League. Un compañero falleció. Hriniak estuvo incapacitado por varios meses.
“Nunca pensé que el accidente me iba a privar de llegar a las Grandes Ligas”, dijo él. “Eso ocurrió, y tenía que superarlo”.
Despues que firmó con los Bravos, y antes que los enviaran a Aberdeen para empezar su carrera profesional, lo llevaron a Milwaukee para que trabajara con el equipo grande liga. Fue impresionante.
“Eddie Matthews y Hank Aaron estaban ahí. Yo coleccionaba sus barajitas de beisbol. Ahora yo estaba en el mismo terreno con ellos. Aaron fue muy bueno conmigo. En el entrenamiento primaveral del año siguiente, él me recordó”.
Los Bravos lo convirtieron en cátcher, y Hriniak fue subido en septiembre de 1968. En un juego, se fue de 3-0 contra los Gigantes. El día siguiente, 15 minutos antes del inicio del juego, el cátcher de los Bravos, Joe Torre fue sacado de la alineación debido a molestias en la espalda. Hriniak lo reemplazó. Cuando Willie Mays vino a batear, su swing entre pitcheos tocó a Hriniak. Mays le dio al novato una mirada fría y silenciosa.
“Yo dije ‘Disculpe Mr. Mays, retrocederé un poco’”, recordó él.
Hriniak estuvo bien ese día ante el gran pitcher de los Gigantes, Juan Marichal.
“Le conecté sencillos en mis dos primeros turnos”, dijo él. “Ambos imparables cayeron delante de Mays”.
El bateador zurdo también descargó imparables contra Bob Gibson y Tom Seaver en una carrera donde bateó de 99-25.
Él vive ahora en North Andover con su esposa Karen. Es un abuelo, y visita Natick a menudo. La mayor parte del tiempo está fuera del beisbol, pero si se lo pidieran, prestaría apoyo a algún equipo de escuela secundaria o a un pelotero joven. Él está en rehabilitación luego de una cirugía de hombro.
Hriniak dijo que está conmovido por ser inducido al Salón de la Fama deportivo de la escuela secundaria junto a su difunto entrenador, John Carroll.
“Él hizo muchas cosas por la gente de Natick, por los mayores, y ayudó a los muchachos a conseguir entrevistas universitarias”, dijo él.
El nombre Hriniak aún evoca cierta admiración en Natick, donde a los 8 años él ya era una estrella de las Pequeñas Ligas, jugaba contra niños de 11 y 12 años de edad (“Jugar con niños mayores era la única manera de mejorar”, dice él), y su precocidad era reconocida en todo el estado. Los muchachos deseaban poder jugar al menos un deporte tan bien como el rubio Hriniak, quién tenía cierto parecido con Mickey Mantle.
Pero también hay lamentos.
“Las cosas no funcionaron para mí como profesional”, dijo él. “Deseaba haber podido ser el próximo Mickey Mantle”.
Él lo fue en Natick, en una época dorada.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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