viernes, 13 de noviembre de 2015
Alfredo Guadarrama, un directivo quien marcó un antes y un después en el rumbo de la nave magallanera, ingresa a los muros del Salón de la Fama de los Navegantes, este diciembre de 2015.
Intentabas recordar ese apellido entre la pléyade de personalidades que integraban el grupo de hombres de beisbol que adquirió la franquicia del Magallanes en 1969 de manos del dueño anterior Antonio José Istúriz. Siempre lo veías entre los actores de reparto entre los voceros del equipo. Por eso quizás el apellido Guadarrama te pareció algo familiar cuando lo anunciaron como el próximo gerente general del Magallanes luego de la gestión de John Carrillo (1991-1992). Junto a él como adjunto estaría otro insigne trabajador en los laberintos del barco: Juan José Ávila.
La voz de Ávila aquella mañana de septiembre de 2015 sonaba entre ansiosa y temblorosa, sabía de los méritos de su compañero de gerencia general, de muchos episodios compartidos en ese período de inflexión en la historia reciente de la franquicia, de la diligencia y la tenacidad de quien más que planificar nunca descansaba hasta que los proyectos se convertían en realidad.
Luego de las gestiones de Santiago Sánchez, Rodolfo Mauriello, Rubén Mijares y John Carrillo al frente de la gerencia deportiva del equipo entre finales de los ’80 e inicios de los ’90, en la directiva de Magallanes decidieron entregarle ese cargo a Alfredo Guadarrama en la temporada 1992-93. Lo primero que recuerdas es que sentía algo de desconfianza por lo que pudiese lograr alguien quien en principio te parecía carecía de la experiencia para ocupar un cargo donde se necesitaba muchos conocimientos de beisbol, pero también de administración y psicología. A medida que avanzó el tiempo empezaste a entender que habías hecho un análisis injusto.
Ese primer año de gestión empezó a mostrar la intensidad y la planificación del trabajo de Guadarrama mucho antes de empezar la temporada 1992-93, cerraron una negociación que resultaría clave en el futuro inmediato del itinerario del buque magallanero. Efectuó una negociación con los Tigres de Aragua donde recibieron al campocorto Álvaro Espinoza, el jardinero Raúl Tucupita Marcano y el receptor Alfredo Torres a cambio de los pitchers Lester Straker y Argenis Conde y el infielder Román Rodríguez. A pesar de que Espinoza no pudo jugar esa temporada debido a una lesión, Magallanes llegaba a su primera serie Final desde 1979. Aunque fueron barridos por las Águilas, se empezaba a notar una brisa de competitividad en la cubierta del barco, se respiraban aires de compromisos por cumplir y de responsabilidades compartidas que siempre eran discutidas y tratadas con mucha intensidad y pertinencia, el liderazgo de Guadarrama empezaba a colarse entre las ranuras del buque.
Durante esa campaña 1992-93 y la siguiente la gerencia deportiva le dio continuidad a los acuerdos de trabajo iniciados con los Astros de Houston por John Carrillo tanto con los peloteros importados como con el sistema de formación de nuevos talentos venezolanos mediante la liga paralela, y la academia junto a la liga de verano y el seguimiento de los peloteros venezolanos en las ligas menores con una planificación sostenida y minuciosa que empezó a palparse en cada juego que realizaba Magallanes en el campeonato venezolano.
Luego del trago amargo de la barrida en la serie final ante Águilas del Zulia en la temporada 1992-93, sentías que muy probablemente el equipo volvería a las irregularidades de ciertos períodos cuando luego de una o dos buenas temporadas el equipo caía en un bache de importaciones mediocres y el material criollo languidecía ante unas oportunidades que difícilmente se presentaban o se generaban. Por eso empezaste a sorprenderte al ver como a medida que avanzaba la temporada 1993-94 empezaron a ocurrir una serie de movimientos que te sorprendieron. Cristalizó la combinación de Álvaro Espinoza y Carlos García alrededor de segunda base. En momentos clave de la eliminatoria y los playoffs, la gerencia liderada por Guadarrama ejecutó el cambio de William Magallanes con Caribes de Oriente, para traer al efectivo bateador zurdo Oscar Azócar que hacía falta para nivelar la alineación. Luego para las instancias decisivas de la temporada se consiguió traer al pitcher abridor Jason Grimsley, quien jugara un papel clave en la final versus Caracas, y los jardineros Chris Hatcher y Ray Montgomery para sustituir a Brian Hunter. Sentías que algo estaba cambiando en el puesto de mando del Magallanes, que ese tipo Alfredo Guadarrama mostraba que estaba ahí las 24 horas del día, listo para calafatear cualquier avería del buque. Por eso a medida que avanzaba ese campeonato empezaste a tener confianza como en las temporadas 1969-70, 1976-77 o 1978-79.
Fue durante el período de Guadarrama que Magallanes empezó a editar con regularidad anual su guía de medios y también se empezó a reconocer la importancia de promover iniciativas bibliográficas, un tema por mucho tiempo eludido por los equipos de LVBP, con la edición del libro “La Travesía” de Giner García y Emil Bracho, un recorrido por las pasajes históricos del buque magallanero. Tambien se estableció un contrato de trabajo con Radio Caracas Radio para transmitir los juegos de los Navegantes que persiste hasta la actualidad y ha permitido estabilizar la acción del equipo en un lugar del dial y en toda la geografía nacional y allende los mares.
A partir de esos años la ruta del barco siempre ha estado marcada por la estabilidad del empeño y la dedicación institucionalizadas por la disposición para solventar dificultades de Alfredo Guadarrama. Si, el equipo ha pasado por momentos difíciles en los últimos 12 años; pero la referencia, la memoria reciente de lauros importantes, la experiencia de tantos momentos gratos, ha servido como inspiración, como nuevo punto de partida para retomar el rumbo de las victorias. He allí la trascendencia y el valor de un hombre que seguirá unido por siempre a los destinos de ese barco de sueños y fantasías, que muchas veces cruza el cielo de la realidad para alegría de sus seguidores.
Alfonso L. Tusa C.
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