martes, 13 de junio de 2017
Esquina de las Barajitas: Jim Roland 1972.
CARDDDDDDTOPPS JICM ROLAND
Bruce Markusen
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
Esta barajita será para siempre conocida como la “Badger Camp Card”.
Esa denominación podría parecer un poco incoherente, así que tratemos de explicarla. En el verano de 1972, hace 45 años, asistí por primera vez a Badger Camp. Localizado en el condado de Westchester del estado de Nueva York, Badger Camp es un campamento deportivo que ofrece un poco de cada cosa: Natación, trampolín, baloncesto, tiro con rifle, arquería, tennis y softbol. El campamento todavía funciona a todo dar por estos días, lo cual es más que notable debido a nuestra siempre cambiante cultura y la tendencia de los jóvenes a usar computadoras y otras formas de tecnología antes que salir a la intemperie.
Pasé una buena parte de la década de 1970 en Badger Camp. Cada verano yo intentaba evitar ir a ese lugar, le decía a mis padres que prefería quedarme en casa y “jugar en el vecindario”, aún si eso significaba ver juegos repetidos de beisbol por televisión la mayoría de las tardes. De acuerdo a su mejor juicio, mis padres insistían en que yo tenía que ir a Badger Camp, debido a que allí tendría la oportunidad de participar en una variedad de deportes mientras hacia nuevas amistades en el proceso. Y a mediados de cada verano, me daba cuenta de que ellos tenían razón.
La mejor parte de Badger Camp era su falta de oficialidad respecto al tema del beisbol. Nos daban asignaciones por grupos o equipos, cada uno moderado por varios consultores y cada uno tenía el nombre de un equipo de grandes ligas, como los Bravos, o los Yanquis o los Dodgers. Y como el campamento coincidía con la temporada regular de beisbol, pasábamos mucho tiempo hablando de las luchas por el banderín, de los peloteros que merecían estar en el equipo de estrellas, y de las historias de los titulares diarios. A través de los años en Camp Badger, debatimos y disecamos algunos de los progresos más importantes del juego, incluyendo la persecución exitosa de Hank Aaron de la marca de jonrones de Babe Ruth y la contratación de Frank Robinson como el primer manager afroamericano del juego. También hablamos de las muertes de peloteros activos, especialmente la de Roberto Clemente en aquel accidente de aviación de víspera de año nuevo y la de Danny Frisella en un accidente de buggy en 1976. Esas muertes nos afectaron mucho.
En Badger Camp, el beisbol era el rey. Tenías que ser capaz de hablar de beisbol, el estado del juego en la década de 1970 y su historia, o estabas en problemas. Si no podías hablar de beisbol, no podías permanecer ahí.
¿Qué tiene que ver todo esto con un pitcher llamado Jim Roland? 1972 no solo representó mi primer año en Badger Camp, sino que también marcó el inicio de mis días como coleccionista. Ese año me convertí en un apasionado coleccionista de barajitas, particularmente cuando salió la primera serie de barajitas en la primavera. Pero más adelante en el verano, dejé de comprar tantas barajitas, porque me había quedado sin dinero. Un día, uno de los muchachos de nuestro grupo trajo sus barajitas más nuevas, incluyendo la de Jim Roland, la cual formaba parte de la última serie de Topps. Le pedí que me dejara ver la barajita más de cerca. Me gustó la fotografía de esa barajita, junto con la pose inusual que Roland tenía allí. Esa era una barajita que quería tener.
Le ofrecí a mi compañero de campamento un cambio de barajitas, varias de las mías, por la de Roland. Él rechazó la oferta, y todas las ofertas posteriores que le hice. A pesar de mis mejores esfuerzos, la barajita de Roland me eludió, al menos en 1972.
Muchos años después, la barajita de Roland aun destaca. Roland está sonriendo ampliamente, casí a carcajadas, como si estuviese haciendo una pose especial para el fotógrafo de Topps. La forma como él está inclinado, con sus brazos extendidos hacia adelante, lo hace lucir como si estuviera gritando: “¡Batea la pelota hacia mí!” O tal vez está tratando de darle un susto repentino al fotógrafo. Lo que sea que esté haciendo, Roland parece vivir un gran momento. Y ¿no es así como todos deberían lucir en su barajita de beisbol?
Para hacer las cosas más divertidas, Roland nos da una imagen de las preferencias de vestimenta de los peloteros a principios de la década de 1970. Nótese como él lleva puesto una sudadera sintética debajo de su uniforme de los Atléticos de Oakland. Esto es algo que los peloteros ya no hacen, pero era una tendencia común entre ellos para esa época. Los grandes ligas pensaban que un sudadera debajo de la camiseta del uniforme les hacía lucir muy bien, un sentimiento con el cual estoy de acuerdo por completo.
Si no hubiera sido por esta barajita, yo nunca habría profundizado acerca de Roland. Después de todo, él era un pitcher poco conocido de la década de 1960 y comienzos de la de 1970. Pero su historia es interesante, una que vale la pena indagar. Luego de su graduación en la escuela secundaria en Raleigh, N.C., los Mellizos de Minnesota lo firmaron y le dieron un bono de 45.000$, principalmente porque el delgado zurdo podía lanzar la pelota alrededor de las 95 millas por hora.
Después de menos de dos temporadas de ligas menores de aprendizaje, Roland se ganó la promoción a Minnesota. El 20 de septiembre de 1962, debutó, una exitosa aparición de dos innings en blanco, en relevo de Jim Kaat. Mientras mostraba pocas señales de nerviosismo, Roland permitió un imparable, y ninguna carrera en dos innings. Esa resultaría ser su única aparición con los Mellizos en 1962, pero dejó una impresión favorable.
En 1963, Roland emergió como la sensación del campamento primaveral de los Mellizos. No solo pitcheó bien, sino que hizo muchos amigos con su gran personalidad. Constantemente sonriendo y siempre dispuesto a conversar, Roland se hizo popular con sus compañeros de equipo y los medios. Gracias a esa actitud y a su pitcheo, el joven de 20 años estaba en el roster de Minnesota para el día inaugural, proyectado como quinto abridor ocasional y relevista largo.
Por momentos, Roland pitcheaba brillantemente. Lanzó un blanqueo de tres imparables un día y un juego completo de cinco incogibles otro día. Entonces llegó el juego del 5 de junio, cuando Roland mantuvo a los Atléticos de Kansas City en dos imparables por siete innings. Aunque pitcheó bien, sintió que algo le molestaba en el codo.
“Un nervió tronó en mi codo”, recordó Roland para el Sporting News muchos años después. “Recuerdo cuando me levanté la mañana siguiente. Tenía un saco marrón y no podía pasar el brazo a la altura del codo porque lo tenía muy inflamado”. El médico del equipo diagnosticó a Roland con cicatrices de tejidos que estaban afectando el músculo del codo. A excepción de una breve aparición como relevista, no pitcheó más con los Mellizos esa temporada.
Roland se sintió mejor del brazo en 1964, pero también aumento 15 kilos de peso. Él era quizás muy delgado antes, pero ahora se había ido al otro extremo de la escala. “Roland tiene como 5 kilos de sobrepeso”, le dijo el manager de los Mellizos, Sam Mele, al periodista que cubría al equipo, Max Nichols. “Principalmente alrededor de su estómago. Estamos detrás de él para que se deshaga de ese exceso de peso”. Sin ser más el tipo delgado, Roland se ganó un puesto en la rotación y agregó un slider a su repertorio, pero luego de un buen comienzo, empezó a tener dificultades. Eso provocó que lo enviaran al bullpen para trabajar como relevista largo. Su principal problema seguía siendo el control, concedía un promedio de seis boletos por cada nueve innings.
La primavera de 1965 trajo poca comodidad para Roland. Mientras muchos de los pitchers de los Mellizos se adaptaron al nuevo coach de pitcheo Johnny Sain, Roland no. También tuvo un tirón muscular en la cadera y fue enviado a AAA. Roland pasaría toda la temporada en las ligas menores, una gran desilusión para un pitcher quien había hecho 41 apariciones en su carrera de grandes ligas. También se perdió el primer viaje de los Mellizos a la Serie Mundial.
Roland esperaba regresar en 1966. Usó anteojos por primera vez, indicó que la pobre profundidad perceptiva había afectado su pitcheo en el pasado reciente. Roland no lanzó mal en el entrenamiento primaveral, pero la profundidad del cuerpo de lanzadores de los Mellizos creó un ambiente desfavorable para el lanzador zurdo. Sin espacio en la nómina, Roland regresó a AAA, donde pasó la mayor parte de la temporada antes de un breve llamado en septiembre. Aún en las menores, Roland tuvo dificultades, al perder 19 juegos con efectividad de 4.80.
Para 1967, Roland se había quedado sin opciones en las ligas menores, así que los Mellizos tuvieron que mantenerlo en su roster. Lanzó esporádicamente las próximas dos temporadas, perdió el ritmo de su mecánica debido a la baja frecuencia de su uso. Roland tuvo entrenamiento extensivo con el coach de pitcheo Early Wynn, quien sentía que el pitcher zurdo tenía el mal hábito de doblar la muñeca durante sus envíos. Pero las sesiones con Wynn no produjeron resultados tangibles. Así que los Mellizos dejaron a Roland disponible para el draft de expansión, pero ninguno de los dos equipos nuevos de la Liga Americana se interesó por el veterano pitcher zurdo.
Roland regresó a los Mellizos en la primavera de 1969, pero no seguiría con ellos por mucho tiempo. A fines de febrero, los Mellizos finalmente consiguieron alguien interesado en Roland. Vendieron su contrato a los Atléticos de Oakland. La transacción casi pasó por debajo de la mesa, pero Roland tendría buenas actuaciones con los Atléticos en 1969 y 1970. Lanzando casi exclusivamente como relevista, Roland logró efectividades de 2.19 y 2.70 respectivamente. Aunque no tenía la recta poderosa de su juventud, su habilidad para mezclar el cambio, la curva y la slider lo hizo efectivo.
La efectividad de Roland se desvaneció levemente en 1971, quizás debido a los problemas con su rodilla derecha, la cual se había lesionado en un choque en el plato en agosto de 1970. Regresó con los Atléticos para la inauguración de la temporada de 1972, pero para el momento cuando su barajita llegó a los estantes de las farmacias y puestos de revistas, ya no estaba en Oakland. Luego de solo dos apariciones al inicio de la temporada, los Atléticos lo vendieron a los Yanquis de Nueva York.
El movimiento no solo impidió que Roland ganara un anillo de Serie Mundial con los Atléticos (quienes lo ganaron todo en 1972), sino que tuvo una estadía desastrosa en Nueva York. En 16 juegos, la efectividad de Roland subió hasta 5.04. Para finales de agosto, los Yanquis habían visto suficiente. Lo cambiaron a los Rangers de Texas por el relevista Casey Cox. Roland lanzó aun peor con los Rangers que con los Yanquis. Al final de la temporada, con una efectividad por encima de 8.00, Roland solicitó su despido.
A la edad de 29 años, la carrera de Roland había terminado. Aunque su efectividad vitalicia fue un respetable 3.22, Roland se había quedado corto ante las expectativas que los Mellizos una vez tuvieron en los envíos rápidos del pitcher zurdo.
Roland regresó a su nativa Carolina del Norte, donde ingresó al negocio de los implementos deportivos como consultor de ventas. Lo hizo bien en ese cargo y continuó trabajando con implementos deportivos hasta enero de 2010, cuando fue diagnosticado con cáncer. Menos de tres meses después, Roland falleció a la edad de 67 años.
Aunque Roland había salido de la luz pública desde sus días de pelotero activo, su barajita me ha dado periódicamente razones para detenerme y considerar su importancia. Cuando veo esa barajita, pienso en Badger Camp, y los buenos tiempos que tuvimos hablando de beisbol y cambiando barajitas durante aquellos veranos de la década de 1970. También pienso en la pose de Roland en la barajita. Basado en todo lo que he leído acerca de él, el Roland de la vida normal era como el de la barajita, lleno de ridiculez, alegría e inocencia infantil. Más allá de eso, sus amigos lo elogiaban por su naturaleza generosa y su voluntad para ayudar a otros.
Para aquellos quienes dicen que Roland era solo un zurdo común, están equivocados. Jim Roland fue mucho más que eso.
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Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Nota del traductor: Actuación de Jim Roland con los Tigres de Aragua en la temporada 1967-68: 9 J, 3 completos, 2 relevos, 5 G, 3 P, 58.0 IL, 51 HP, 17 CL, 33 K, 19 BB, 2.64 Efect.
Roland regresó con los Navegantes del Magallanes en la temporada 1971-72: 4 J, 1 G, 3 P, 19.2 IL, 22 HP, 4 CL, 10 K, 4 BB, 1.86 Efect.
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