Las partículas de arena y lodo se han asentado. Dos semanas son suficientes para aclarar el estruendo de la hecatombe. La nitidez de las aguas muestra todas las fallas que causaron el desastre. La más notoria se observa en los fragmentos del mástil. El Magallanes de la temporada 2010-2011 era esencialmente el mismo equipo de la temporada anterior y en teoría mejorado. Sin embargo la química del equipo nunca llegó a resultados positivos. La armonía en el dugout callaba ante voces disonantes que anunciaban tempestades. La mística huía temerosa ante la falta de compromiso de muchos peloteros. Un compromiso que brilló por su ausencia hasta en el momento de evitar supuestos enfrentamientos en el dugout.
La única diferencia resultó determinante, la ausencia de Carlos García. El mismo equipo que llegó al séptimo juego de la temporada anterior, tenía serias dificultades para realizar jugadas defensivas de rutina, el pitcheo de relevo hacía agua por todos lados, los corridos de bases resultaban pavorosos al punto de encajar muchos outs en tercera y el plato, los toques de bola difícilmente se ejecutaban. Se sabe que en la vida y el béisbol nadie es imprescindible. Un verdadero equipo de pelota debe tener en el dugout los sustitutos adecuados para reemplazar con éxito a los ausentes. De alguna manera esta es la respuesta a quienes dicen que el crédito de las victorias de un equipo se debe a los peloteros. La presencia de un manager quién cree el ambiente del trabajo de equipo “team work”, quién hable a diario con cada uno de sus peloteros para conocer su estado físico y mental, su disposición al compromiso que tienen con el béisbol y la afición de dar lo mejor cada vez que se ponen el uniforme, quien lleve la voz cantante ante los árbitros y la gerencia, es determinante en el rendimiento de un equipo de béisbol. Eso hizo Carlos García en la 2009-2010.
También llama la atención las torceduras y magulladuras de los pedazos del puente de mando. La gerencia deportiva que en manos de Luis Blasini tuviera tantos aciertos en la 2009-2010. Esta vez empezó a cojear desde mucho antes que empezara el torneo. Luego de contratar a Frank Kremblas y saber que Carlos García presentaba dificultades para asumir el cargo de manager, se decidió entrar en el limbo de nombrar a Kremblas coach de banca junto a Gregorio Machado. Allí estuvo el germen de la ruta tempestuosa del buque en la 2010-2011. Al comenzar la temporada Kremblas fue nombrado “manager interino” y la situación de expectativa de los peloteros por la llegada de Carlos García empezó a crecer, al punto de no reconocer a Kremblas como manager y terminar éste dando un paso a un lado. Esta situación quizás se hubiese evitado si la gerencia nombra formalmente a Kremblas como manager del equipo antes de iniciar la temporada porque un equipo de béisbol es muy difícil de manejar mediante probabilidades dudosas. Un manager debe garantizar que permanecerá 100% del tiempo atendiendo al equipo y si se va a ausentar debe garantizar que regresará a la brevedad.
Los tablones astillados de babor muestran fracturas pendientes de la 2009-2010, en cuanto a la selección de algunos lanzadores como dos cubanos que vinieron al inicio de la temporada pasada (09-10) y Shairon Martis que pasó más de un mes en el pais y si lanzó 6 innings fue mucho. Esta temporada es muy corta para esperar tanto tiempo por un pelotero, más si es un pitcher. Es hora de hacer los ajustes necesarios en la búsqueda de refuerzos importados para disminuir al máximo este tipo de experiencia. La otra arista de esas astillas muestra una planificación de la segunda tanda de importados con varios puntos a mejorar como garantizar que se mantenga la calidad de los peloteros que se van, Sean Gallagher, Anthony Lerew y Mark Trumbo no tuvieron reemplazos que cubrieran ni en un 20% la calidad de su trabajo, tener segundas y terceras opciones por si alguno no puede venir, ese es un plan que se debe armar desde 10 meses antes que empiece la temporada.
En cuanto a los criollos Magallanes sigue teniendo bastante talento. Me parece que el año que viene deben resultar importantes los pitchers José Sánchez, sería bien importante ver a Fernando Nieve, parte del trabajo del nuevo manager está en hacerles recobrar la actitud positiva a Jean Machí, Clevelan Santeliz y Rafael Cova. Manuel älvarez debería rendir mejores frutos. Lino Urdaneta manejado con más mesura debería ser un buen setup. Y hay pitchers que no han lanzado aquí como Orangel Arenas o José Perdomo quienes podrían resultar valiosos, así como Gabriel García y Julio Salinas. Por otro lado ignoro que pasó con Argenis Díaz al final de la temporada, sigo pensando que debería dársele la oportunidad de ser el short stop titular. El año entrante debe estar de vuelta tambien Reggie Corona. Vecchionaci debería se el antesalista. Federico Hernández debería recibir más oportunidad detrás del plato, Jesús Flores también podría terciar en la receptoría, esperamos que mejore algunos aspectos de su defensiva, Robinson Chirinos es muy probable que vea mucha acción en Estados Unidos, por eso se debe pensar en tenerlo como un refuerzo por un número limitado de juegos. En los jardines Johermin Chávez debería por fin ser regular, junto a Ezequiel Carrera, Endy Chávez y ERold Andrus.
Si en Magallanes se pretende al menos armar un equipo competitivo capaz de llegar como mínimo al puerto de la semifinal de la 2011-2012, se debe empezar a trabajar en el astillero desde ya. Lo prioritario es reconfirmar o sustituir a Luis Blasini, porque el gerente deportivo resulta esencial en la arquitectura del equipo. Particularmente pienso que se le debería dar la oportunidad de reivindicarse a Blasini por todo lo que logró en la 2010-2011. Que debe aprender de los errores: si. Por eso sería recomendable que en la directiva reflexionaran en la posibilidad de nombrar un asesor a la gerencia deportiva. Quizás esa sea la instancia que necesite Blasini para ver todas las aristas que se pueden estar afectando al tomar una decisión. Una vez nombrado el gerente deportivo, es urgente conocer el manager de la 2011-2012 para que empiece a contactar a los peloteros desde ya, y desde ahora echar las bases del “team work” esencial para que un equipo dé lo mejor de sí sobre el terreno, dejar claro cuales son las reglas del equipo y cuales los objetivos principales. El manager de esa forma sabrá quién será valioso para el equipo y quién es mejor dejar de lado.
Las derrotas son experiencias de vida que bien asimiladas deben servir de punto de partida para volver a subir la cima de la victoria. Esa es la actitud que se debe asumir en Magallanes para regresar con mucha armonía, química y compromiso con el béisbol y la afición en la 2010-2011.
Alfonso L. Tusa C.
martes, 11 de enero de 2011
Aquel pitcher imberbe que resonaba en la oscuridad
Las tardes de Cumanacoa siempre traían expectativas de ir al cine Royal o al teatro Gardel para apreciar películas mexicanas en blanco y negro o norteamericanas en colores. De lo contrario me quedaba con mis hermanos jugando con la baraja española o dominó. O hacíamos un zapping con el radio de onda corta para ver si agarrábamos alguna transmisión en inglés de las Grandes Ligas.
Este miércoles 5 de enero de 2011, la noticia de la entrada al Salón de la Fama del camarero Roberto Alomar con sus 10 guantes de oro, sus .300 de promedio ofensivo en 17 temporadas, sus 4 bates de plata, sus dos campeonatos de Serie Mundial con los Azulejos de Toronto, sus 3 lideratos defensivos como segunda base y aquella combinación de filigrana que formó con Omar Vizquel a finales de los noventa en los Indios de Cleveland, relumbró en las cavernas de mi mente, sin embargo el anuncio de que Bert Blyleven había asegurado un nicho en Cooperstown, me templó hacia el pasillo posterior de la casa de mis padres en la calle La Florida.
Mis hermanos giraron el disco sintonizador 3 veces y estrujaron los labios. Agarré el transistor y corrí hacia el pasadizo camuflajeado tras un muro de matas de uña de danta. Las sombras del atardecer de aquel 5 de junio de 1970, siguieron mis pasos y las hojas del limonero acercaron su aroma a nanómetros de mis pómulos que bajaron como un calambre y me impulsé hacia la pared de bloques de dibujo en su extremo superior. Patiné tres veces en las rugosidades del cemento mientras me sostenía de la reja de la ventana. Al escuchar las voces de Felipe y Jesús Mario, ejecuté un salto que me dejó colgando de los bloques de dibujo. Dos patinazos más y una flexión de brazos sobre el tope del paredón me lanzaron sobre las láminas de asbesto que conectaban con la platabanda. Cuando las voces de mis hermanos inquirían que pretendía hacer, mis manos sintieron las púas de las piedritas del impermeabilizante dispersas sobre el techo cual arena de playa.
“Welcome to RFK Stadium at Washington DC. This Friday’s game between the Senators and the Minnesota Twins…”. Felipe se agachó en la punta del paredón entre el asbesto y el lecho de piedritas. Jesús Mario saltó desde los bloques de dibujo y cayó dos metros más allá de la orilla del techo. “¿Qué juego es ese?”. Subí el volumen bajo el resplandor del anuncio publicitario de Seguros Caracas.
El narrador hablaba de un muchacho de 19 años con cara de niño. Había nacido en Holanda y a los dos años viajó a Canadá con su familia. Cuando cumplió 6 años emigró a los Estados Unidos donde su padre empezó a trabajar de camionero en el negocio de su tío.
“It’s ball four. Cesar Tovar goes to first base”. Tovar se robó la segunda base y Jim Holt fue dominado por Casey Cox con elevado a la izquierda. Cuando Tony Oliva desargó el imparable a la izquierda para remolcar a Tovar, la voz de papá recorrió el aire desde la cocina y subió por la lámina de asbesto. “Muchachos, hora de cenar”.
Entre la interferencia radiofónica escuché el jonrón de Lee Maye en el cierre del primer inning. Dejé el radio al pie del poste de la antena del televisor en el patio y me senté a cenar. El sabor de las papas fritas con ajo se mezclaba con los comentarios del radio. “Bert Blyleven estruja la pezrrubia. Ahora escarba con fuerza a un lado de la caja de lanzar”. No le gustaba perder. A veces tampoco estaba a gusto aunque hubiese ganado, exigía mucho de si mismo. Quizás algo de esa gruñonería le venía de su afición por la comiquita de Pedro Picapiedra. Si perdía 1-0 se responsabilizaba del revés. Luego maduró y entendió que si perdía 2-1, él había hecho su trabajo.
Engullí la milanesa de res casi si masticar. Papá me preguntó si me iba a comer el dulce de lechosa pero ya agarraba el radio y enfilaba hacia el pasillo tras las uñas de danta. “Aurelio Rodríguez grounds out from short stop to first”. Felipe preguntó como hacía para entender si la transmisión era en inglés. “Los strikes y los outs son iguales. Bol es bola. Jonrón también es igual”. “Ed Brinkman is called out on strikes. This kid’s got a fantastic curveball”.
Jesús Mario hizo una seña con la mano. Un ruido metálico ascendió desde el pasillo. El rostro de papá burbujeó a ras de la platabanda. “¿Ustedes habrán visto la moneda de dos bolívares de mi escritorio?” Felipe apretó varias piedritas hasta tocar el manto asfáltico. “Está mañana la vi al lado de la máquina de escribir”. Papá regresó sus pasos en los tramos de la escalera. Felipe iluminó la oscuridad con la mirada. “Vieron porque hay que dejar esa moneda ahí. Esas son trampas de papá para ver si agarramos lo que no es de nosotros”.
En el radio el narrador refería una anécdota de Blyleven cuando tenía 5 años. Tenía un camioncito de juguete. Un día fue al abasto lo cargó de caramelos y se fue. En casa la mamá le preguntó si los había pagado y de inmediato lo hizo regresar a la tienda para devolverlos.
“Mike Epstein strikes out”. El narrador refería como la práctica del baloncesto y las carreras de campo traviesa habían favorecido a Blyleven en su formación como lanzador de béisbol. “Bernie Allen singles to second”. Quizás el secreto de la serenidad de Blyleven en el montículo sea que su padre siempre estuvo en las tribunas en cada uno de sus juegos, y lo apoyaba y reflexionaba con el en las derrotas. “Rodríguez pops to the catcher in foul territory”. Blyleven siempre ha preferido hablar de cosas positivas quizás por eso ha tenido éxito como comentarista de béisbol en televisión. “Brinkman strikes out. After four complete frames the game remains Twins 1, Senators 1”.
La silueta a contraluz paralizó nuestras respiraciones. El radio se me cayó de las manos. “¿Y ustedes piensan pasar la noche aquí? Papá mordió dos aceitunas y se recostó del anuncio publicitario
Cuando Blyleven llegó a los Mellizos en 1970, tenía la tendencia de lanzar a través de su cuerpo. El coach de pitcheo Marv Grissom colocó una silla sobre el montículo de manera que Blyleven quedara con el pie derecho sobre ella al prepararse para lanzar. El pitcher eludió la silla y mejoró su mecánica. Ese ajuste lo llevó a ganar 287 juegos, lanzar 4970 innings, ponchar 3701 bateadores, iniciar 685 juegos, y completar 60 blanqueos.
“Frank Quillici singles to the pitcher”. Papá se acercó al radio y apretó los labios. “¿Y cómo saben ustedes lo que está pasando en ese juego?”. Jesús Mario se acercó hasta tocar el poste de luz de la calle. “Alfonso dice que hay palabras del béisbol que las entiende cualquiera que sepa del juego”. “Blyleven is out on a sacrifice bunt from first to second”. Blyleven pasó de Minnesota a Texas en junio e 1976. Su debut con los Rangers fue el 5 de junio contra los Tigres de Detroit y el Pájaro Mark Fydrich. Ambos lanzaron 11 innings. Blyleven perdió 3-2, una de las carreras fue sucia. “Tovar singles to right. Quillici scores”. Subí el volumen del radio. “¿Viste papá? Cesar Tovar acaba de empujar la carrera de poner a su equipo a ganar”. En su primer mes con los Rangers, Blyleven lanzó un juego de 10 innings y 1 hit; le ganó a los Atléticos 1-0. Ganó otro juego de 10 innings ante los Medias Blancas. Perdió un juego completo 1-0 contra los patiblancos y perdió en otro juego completo 2-1 ante los Tigres con otra carrera sucia. “Jim Holt flyes out to right”.
El 22 de septiembre Blyleven lanzó sin hits ni carrera ante los Angelinos en el Anaheim Stadium. Fue el mejor lugar para alcanzar la hazaña. Él creció en Garden Grove, muy cerca de Anaheim. Sus padres estaban en el estadio.
“Jim French singles to right”. Papá lanzó las semillas de aceitunas sobre las piedritas. “De verdad que hay llevar ese juego en la sangre para entenderlo en otro idioma”. “Casey Cox is out on a sacrifice bunt from first to second”. Los Rangers cambiaron a Blyleven a los Piratas y con ellos llegó a la Serie Mundial de 1979. En el play off ante Cincinnati ganó el tercer juego 7-1 en trabajo completo. “Maye flies out to center”. Abrió el segundo juego de la Serie Mundial ante Jim Palmer y salió en el sexto inning con el juego 2-2. Manny Sanguillén ganó el juego para Pittsburgh con sencillo en el inning once para igualar la Serie 1-1. “Ed Stroud strikes out. This young boy from Holland is showing he belongs in MLB”.
En el quinto juego de la Serie, con los Piratas abajo 3 juegos a 1 y Jim Rooker perdiendo 1-0, Chuck Tanner trae a relevar a Blyleven en el sexto inning y este silencia por completo a los Orioles mientras los bates filibusteros reaccionan para llevarse el triunfo 7-1. Luego ganarían dos veces más para coronarse campeones.
“Frank Howard strikes out”. Felipe se agacha a un lado de papá. “¿Usted no va a jugar dominó hoy?”. “Epstein grounds to first and is out”. Papá se inclina más hacia el radio. “Allen grounds to second and is out at first”. “Este juego está mucho mejor que el dominó”.
Blyleven pasó a Cleveland y de ahí a Minnesota en 1985. En la Serie Mundial de 1987 Blyleven lanzó 7 innings y los Mellizos ganaron 8-4 el segundo juego. El quinto juego fue en San Luis y Blyleven perdió 4-2 en 6 innings de labor. Los Mellizos se llevaron la Serie.
“Rodríguez strikes out”. Cuatro mariposas oscuras nos hicieron inclinar sobre el mar de piedritas para evitar el contacto de sus peluzas. “Brinkman walks”. Papá se levantó y se paró a un lado del tanque de agua. “¿Qué está pasando en el juego?”. “French grounds to second and is out at first”. Subí el radio al aviso publicitario. “El pitcher de 19 años sigue dominando a los Senadores de Washington”. “John Roseboro pinch hits for Casey Cox and flies out to right”.
Blyleven lideró la liga en juegos completos una vez, en blanqueos 3 veces, en innings lanzados 2 veces, y en ponches una vez. Lanzó al menos 200 innings en 17 de sus 21 temporadas.
En el octavo inning Ron Perranoski sustituyó a Blyleven y le preservó su primer triunfo 2-1 con un relevo perfecto.
Alfonso L. Tusa C.
Este miércoles 5 de enero de 2011, la noticia de la entrada al Salón de la Fama del camarero Roberto Alomar con sus 10 guantes de oro, sus .300 de promedio ofensivo en 17 temporadas, sus 4 bates de plata, sus dos campeonatos de Serie Mundial con los Azulejos de Toronto, sus 3 lideratos defensivos como segunda base y aquella combinación de filigrana que formó con Omar Vizquel a finales de los noventa en los Indios de Cleveland, relumbró en las cavernas de mi mente, sin embargo el anuncio de que Bert Blyleven había asegurado un nicho en Cooperstown, me templó hacia el pasillo posterior de la casa de mis padres en la calle La Florida.
Mis hermanos giraron el disco sintonizador 3 veces y estrujaron los labios. Agarré el transistor y corrí hacia el pasadizo camuflajeado tras un muro de matas de uña de danta. Las sombras del atardecer de aquel 5 de junio de 1970, siguieron mis pasos y las hojas del limonero acercaron su aroma a nanómetros de mis pómulos que bajaron como un calambre y me impulsé hacia la pared de bloques de dibujo en su extremo superior. Patiné tres veces en las rugosidades del cemento mientras me sostenía de la reja de la ventana. Al escuchar las voces de Felipe y Jesús Mario, ejecuté un salto que me dejó colgando de los bloques de dibujo. Dos patinazos más y una flexión de brazos sobre el tope del paredón me lanzaron sobre las láminas de asbesto que conectaban con la platabanda. Cuando las voces de mis hermanos inquirían que pretendía hacer, mis manos sintieron las púas de las piedritas del impermeabilizante dispersas sobre el techo cual arena de playa.
“Welcome to RFK Stadium at Washington DC. This Friday’s game between the Senators and the Minnesota Twins…”. Felipe se agachó en la punta del paredón entre el asbesto y el lecho de piedritas. Jesús Mario saltó desde los bloques de dibujo y cayó dos metros más allá de la orilla del techo. “¿Qué juego es ese?”. Subí el volumen bajo el resplandor del anuncio publicitario de Seguros Caracas.
El narrador hablaba de un muchacho de 19 años con cara de niño. Había nacido en Holanda y a los dos años viajó a Canadá con su familia. Cuando cumplió 6 años emigró a los Estados Unidos donde su padre empezó a trabajar de camionero en el negocio de su tío.
“It’s ball four. Cesar Tovar goes to first base”. Tovar se robó la segunda base y Jim Holt fue dominado por Casey Cox con elevado a la izquierda. Cuando Tony Oliva desargó el imparable a la izquierda para remolcar a Tovar, la voz de papá recorrió el aire desde la cocina y subió por la lámina de asbesto. “Muchachos, hora de cenar”.
Entre la interferencia radiofónica escuché el jonrón de Lee Maye en el cierre del primer inning. Dejé el radio al pie del poste de la antena del televisor en el patio y me senté a cenar. El sabor de las papas fritas con ajo se mezclaba con los comentarios del radio. “Bert Blyleven estruja la pezrrubia. Ahora escarba con fuerza a un lado de la caja de lanzar”. No le gustaba perder. A veces tampoco estaba a gusto aunque hubiese ganado, exigía mucho de si mismo. Quizás algo de esa gruñonería le venía de su afición por la comiquita de Pedro Picapiedra. Si perdía 1-0 se responsabilizaba del revés. Luego maduró y entendió que si perdía 2-1, él había hecho su trabajo.
Engullí la milanesa de res casi si masticar. Papá me preguntó si me iba a comer el dulce de lechosa pero ya agarraba el radio y enfilaba hacia el pasillo tras las uñas de danta. “Aurelio Rodríguez grounds out from short stop to first”. Felipe preguntó como hacía para entender si la transmisión era en inglés. “Los strikes y los outs son iguales. Bol es bola. Jonrón también es igual”. “Ed Brinkman is called out on strikes. This kid’s got a fantastic curveball”.
Jesús Mario hizo una seña con la mano. Un ruido metálico ascendió desde el pasillo. El rostro de papá burbujeó a ras de la platabanda. “¿Ustedes habrán visto la moneda de dos bolívares de mi escritorio?” Felipe apretó varias piedritas hasta tocar el manto asfáltico. “Está mañana la vi al lado de la máquina de escribir”. Papá regresó sus pasos en los tramos de la escalera. Felipe iluminó la oscuridad con la mirada. “Vieron porque hay que dejar esa moneda ahí. Esas son trampas de papá para ver si agarramos lo que no es de nosotros”.
En el radio el narrador refería una anécdota de Blyleven cuando tenía 5 años. Tenía un camioncito de juguete. Un día fue al abasto lo cargó de caramelos y se fue. En casa la mamá le preguntó si los había pagado y de inmediato lo hizo regresar a la tienda para devolverlos.
“Mike Epstein strikes out”. El narrador refería como la práctica del baloncesto y las carreras de campo traviesa habían favorecido a Blyleven en su formación como lanzador de béisbol. “Bernie Allen singles to second”. Quizás el secreto de la serenidad de Blyleven en el montículo sea que su padre siempre estuvo en las tribunas en cada uno de sus juegos, y lo apoyaba y reflexionaba con el en las derrotas. “Rodríguez pops to the catcher in foul territory”. Blyleven siempre ha preferido hablar de cosas positivas quizás por eso ha tenido éxito como comentarista de béisbol en televisión. “Brinkman strikes out. After four complete frames the game remains Twins 1, Senators 1”.
La silueta a contraluz paralizó nuestras respiraciones. El radio se me cayó de las manos. “¿Y ustedes piensan pasar la noche aquí? Papá mordió dos aceitunas y se recostó del anuncio publicitario
Cuando Blyleven llegó a los Mellizos en 1970, tenía la tendencia de lanzar a través de su cuerpo. El coach de pitcheo Marv Grissom colocó una silla sobre el montículo de manera que Blyleven quedara con el pie derecho sobre ella al prepararse para lanzar. El pitcher eludió la silla y mejoró su mecánica. Ese ajuste lo llevó a ganar 287 juegos, lanzar 4970 innings, ponchar 3701 bateadores, iniciar 685 juegos, y completar 60 blanqueos.
“Frank Quillici singles to the pitcher”. Papá se acercó al radio y apretó los labios. “¿Y cómo saben ustedes lo que está pasando en ese juego?”. Jesús Mario se acercó hasta tocar el poste de luz de la calle. “Alfonso dice que hay palabras del béisbol que las entiende cualquiera que sepa del juego”. “Blyleven is out on a sacrifice bunt from first to second”. Blyleven pasó de Minnesota a Texas en junio e 1976. Su debut con los Rangers fue el 5 de junio contra los Tigres de Detroit y el Pájaro Mark Fydrich. Ambos lanzaron 11 innings. Blyleven perdió 3-2, una de las carreras fue sucia. “Tovar singles to right. Quillici scores”. Subí el volumen del radio. “¿Viste papá? Cesar Tovar acaba de empujar la carrera de poner a su equipo a ganar”. En su primer mes con los Rangers, Blyleven lanzó un juego de 10 innings y 1 hit; le ganó a los Atléticos 1-0. Ganó otro juego de 10 innings ante los Medias Blancas. Perdió un juego completo 1-0 contra los patiblancos y perdió en otro juego completo 2-1 ante los Tigres con otra carrera sucia. “Jim Holt flyes out to right”.
El 22 de septiembre Blyleven lanzó sin hits ni carrera ante los Angelinos en el Anaheim Stadium. Fue el mejor lugar para alcanzar la hazaña. Él creció en Garden Grove, muy cerca de Anaheim. Sus padres estaban en el estadio.
“Jim French singles to right”. Papá lanzó las semillas de aceitunas sobre las piedritas. “De verdad que hay llevar ese juego en la sangre para entenderlo en otro idioma”. “Casey Cox is out on a sacrifice bunt from first to second”. Los Rangers cambiaron a Blyleven a los Piratas y con ellos llegó a la Serie Mundial de 1979. En el play off ante Cincinnati ganó el tercer juego 7-1 en trabajo completo. “Maye flies out to center”. Abrió el segundo juego de la Serie Mundial ante Jim Palmer y salió en el sexto inning con el juego 2-2. Manny Sanguillén ganó el juego para Pittsburgh con sencillo en el inning once para igualar la Serie 1-1. “Ed Stroud strikes out. This young boy from Holland is showing he belongs in MLB”.
En el quinto juego de la Serie, con los Piratas abajo 3 juegos a 1 y Jim Rooker perdiendo 1-0, Chuck Tanner trae a relevar a Blyleven en el sexto inning y este silencia por completo a los Orioles mientras los bates filibusteros reaccionan para llevarse el triunfo 7-1. Luego ganarían dos veces más para coronarse campeones.
“Frank Howard strikes out”. Felipe se agacha a un lado de papá. “¿Usted no va a jugar dominó hoy?”. “Epstein grounds to first and is out”. Papá se inclina más hacia el radio. “Allen grounds to second and is out at first”. “Este juego está mucho mejor que el dominó”.
Blyleven pasó a Cleveland y de ahí a Minnesota en 1985. En la Serie Mundial de 1987 Blyleven lanzó 7 innings y los Mellizos ganaron 8-4 el segundo juego. El quinto juego fue en San Luis y Blyleven perdió 4-2 en 6 innings de labor. Los Mellizos se llevaron la Serie.
“Rodríguez strikes out”. Cuatro mariposas oscuras nos hicieron inclinar sobre el mar de piedritas para evitar el contacto de sus peluzas. “Brinkman walks”. Papá se levantó y se paró a un lado del tanque de agua. “¿Qué está pasando en el juego?”. “French grounds to second and is out at first”. Subí el radio al aviso publicitario. “El pitcher de 19 años sigue dominando a los Senadores de Washington”. “John Roseboro pinch hits for Casey Cox and flies out to right”.
Blyleven lideró la liga en juegos completos una vez, en blanqueos 3 veces, en innings lanzados 2 veces, y en ponches una vez. Lanzó al menos 200 innings en 17 de sus 21 temporadas.
En el octavo inning Ron Perranoski sustituyó a Blyleven y le preservó su primer triunfo 2-1 con un relevo perfecto.
Alfonso L. Tusa C.
Un pitcher de fábula llamado Bob Feller
La noticia me sorprendió con dos imágenes. Aquel lanzador del que supimos por reportajes, historias y anécdotas había fallecido de leucemia aguda el 14 de diciembre de 2010. La primera tiene que ver con algo que leí en un artículo de John Kuenster, se jugaba el primer juego de la Serie Mundial de 1948 entre los Indios de Cleveland y los Bravos de Boston. El juego llegó 0-0 al octavo episodio. Feller había conversado con el short stop Lou Boudreau lo que iban a hacer cuando un corredor llegara a segunda base. Bill Salkeld se embasó por boleto. Phil Masi corrió por él. Mike McCormick se sacrificó. Boudreau ordenó bolear a Eddie Stanky, Feller no quería pero siguió la estrategia del manager. Con Johnny Sain en el cajón de bateo, Feller se volteó y lanzó a segunda. Boudreau tocó a Masi antes que se deslizara. “Lo agarramos como un metro fuera de la base pero el árbitro Bill Stewart lo cantó quieto”. Boudreau reclamó, pero Masi permaneció en segunda. Luego Feller dominó a Sain con elevado a la derecha. Pero Tommy Holmes dejó caer una bala fría detrás del tercera base Ken Keltner y de Boudreau para empujar a Masi. El juego terminó 1-0. Fue lo más cerca que Feller estuvo de ganar en una Serie Mundial. “Después Stewart reconoció que se había equivocado”.
Como se lo contara a Joe Posnanski, Feller tuvo el primer campo de los sueños mucho antes de la película. Su padre Bill hizo uno para él en la granja de su propiedad y allí empezó a jugar con su hijo. Sin decirle que lo haría sabía que su hijo llegaría a las Grandes Ligas.
A los 17 años Bob firmó con los Indios de Cleveland y en su primer juego de exhibición ante peloteros de Grandes Ligas, ponchó 8 Cardenales de San Luis en 3 innings. Cuando le preguntaron a Dizzy Dean si quería tomarse una foto con Feller, respondió. “Me parece que a quién le tienen que preguntar es a él”.
En su primera apertura ponchó 15 Carmelitas de San Luis que eran dirigidos por Roger Hornsby.
En el juego inaugural de 1940 lanzó un juego sin hit ni carreras ante los Medias Blancas de Chicago. En 1946 lanzó lo que el propio Feller llamó su mejor día en el béisbol al lanzar sin hits ni carreras ante los Yankees en Yankee Stadium.
Satchell Paige dijo una vez: “Si alguien lanza más duro que Rapid Robert el ojo humano es incapaz de seguir ese lanzamiento”.
Aquella entrega y pasión de los jugadores de otros tiempos destilaban en cada gesto y palabras del muchacho que salió de una granja de Iowa. Como lo refirió James Houlihan en otro artículo. En los días previos a una ceremonia del Salón de la Fama, Houlihan llevó a su hijo Bryan de 9 años a conocer el museo y luego presenciar los actos de la inducción de ese año. Coincidieron en el hotel con muchos de los peloteros del Salón de la Fama. Cuando les tocó el turno de solicitar un autógrafo de Bob Feller, Bryan sorprendió a su padre al decirle a Feller: “Vi su uniforme hoy en el Salón de la Fama”. Bob le dijo: “Ah te refieres a mi uniforme de los Indios de Cleveland”. “No, su uniforme de la Segunda Guerra Mundial”. Feller dejó de firmar autógrafos y sostuvo una conversación de 15 minutos con Bryan. Por la noche escuché una voz. “Hola Bryan ¿Cómo te va?”. Era Bob Feller.
Bob creció en una granja de Iowa durante la gran depresión. Ayudaba a mantener la familia cazando zorros por un premio de 10 dolares. Al día siguiente que los japoneses bombardearon Pearl Harbor, Feller se enlistó en la Naval. Le ofrecieron un cargo de preparador físico y lo rechazó, pidió que lo pusieran en el frente de batalla. Sirvió como franco tirador derribando aviones japoneses.
Regresó al beisbol 4 años después y ganó 25 juegos en 1946, se estima que el tiempo que se ausentó pudo haber ganado unos 100 juegos.
Tal como lo refiriera un editorial del Boston Globe, Feller fue un legendario lanzallamas que nunca necesitó que le mantuvieran el brazo con operaciones o límites de lanzamientos, ni mucho menos con relevistas en el bull pen en el sexto inning.
La otra imagen tiene que ver con algo que leí en las páginas deportivas de El Nacional en referencia a que Feller una vez midió la velocidad de sus envíos contra una motocicleta. Tratamos de hacer el experimento en el solar de asfalto donde jugábamos béisbol. Lo más que conseguimos fue una bicicleta y el ciclista se cayó por querer salir antes de tiempo.
Alfonso L. Tusa C.
Como se lo contara a Joe Posnanski, Feller tuvo el primer campo de los sueños mucho antes de la película. Su padre Bill hizo uno para él en la granja de su propiedad y allí empezó a jugar con su hijo. Sin decirle que lo haría sabía que su hijo llegaría a las Grandes Ligas.
A los 17 años Bob firmó con los Indios de Cleveland y en su primer juego de exhibición ante peloteros de Grandes Ligas, ponchó 8 Cardenales de San Luis en 3 innings. Cuando le preguntaron a Dizzy Dean si quería tomarse una foto con Feller, respondió. “Me parece que a quién le tienen que preguntar es a él”.
En su primera apertura ponchó 15 Carmelitas de San Luis que eran dirigidos por Roger Hornsby.
En el juego inaugural de 1940 lanzó un juego sin hit ni carreras ante los Medias Blancas de Chicago. En 1946 lanzó lo que el propio Feller llamó su mejor día en el béisbol al lanzar sin hits ni carreras ante los Yankees en Yankee Stadium.
Satchell Paige dijo una vez: “Si alguien lanza más duro que Rapid Robert el ojo humano es incapaz de seguir ese lanzamiento”.
Aquella entrega y pasión de los jugadores de otros tiempos destilaban en cada gesto y palabras del muchacho que salió de una granja de Iowa. Como lo refirió James Houlihan en otro artículo. En los días previos a una ceremonia del Salón de la Fama, Houlihan llevó a su hijo Bryan de 9 años a conocer el museo y luego presenciar los actos de la inducción de ese año. Coincidieron en el hotel con muchos de los peloteros del Salón de la Fama. Cuando les tocó el turno de solicitar un autógrafo de Bob Feller, Bryan sorprendió a su padre al decirle a Feller: “Vi su uniforme hoy en el Salón de la Fama”. Bob le dijo: “Ah te refieres a mi uniforme de los Indios de Cleveland”. “No, su uniforme de la Segunda Guerra Mundial”. Feller dejó de firmar autógrafos y sostuvo una conversación de 15 minutos con Bryan. Por la noche escuché una voz. “Hola Bryan ¿Cómo te va?”. Era Bob Feller.
Bob creció en una granja de Iowa durante la gran depresión. Ayudaba a mantener la familia cazando zorros por un premio de 10 dolares. Al día siguiente que los japoneses bombardearon Pearl Harbor, Feller se enlistó en la Naval. Le ofrecieron un cargo de preparador físico y lo rechazó, pidió que lo pusieran en el frente de batalla. Sirvió como franco tirador derribando aviones japoneses.
Regresó al beisbol 4 años después y ganó 25 juegos en 1946, se estima que el tiempo que se ausentó pudo haber ganado unos 100 juegos.
Tal como lo refiriera un editorial del Boston Globe, Feller fue un legendario lanzallamas que nunca necesitó que le mantuvieran el brazo con operaciones o límites de lanzamientos, ni mucho menos con relevistas en el bull pen en el sexto inning.
La otra imagen tiene que ver con algo que leí en las páginas deportivas de El Nacional en referencia a que Feller una vez midió la velocidad de sus envíos contra una motocicleta. Tratamos de hacer el experimento en el solar de asfalto donde jugábamos béisbol. Lo más que conseguimos fue una bicicleta y el ciclista se cayó por querer salir antes de tiempo.
Alfonso L. Tusa C.
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