jueves, 28 de septiembre de 2017
Fragmentos de 1967. Aquella victoria de Isaías “Látigo” Chavez en Candlestick Park.
El 30 de septiembre de 1967 el Látigo Chavez logró vencer a los Filis de Filadelfia. El manager Heman Franks lo trajo a relevar al abridor Bill Henry en el cuarto inning. Mantuvo en blanco a los Filis por 4 episodios hasta Lindy McDaniels lo relevó en el octavo inning. El Látigo solo permitió 2 imparables, 2 boletos y ponchó 2, no permitió anotaciones. San Francisco 1 – Filadelfia 0.
Alfonso L. Tusa C. 28-09-2017.
Navegantes del Magallanes: Un centenar de anécdotas...(IV)
31.- La gesta de Johnny Hetki: Uno de los juegos que más escuchaba comentar a mis hermanos en la habitación, cuando cada temporada llegaba a su fase culminante tenía que ver con un tal Johnny Hetki y un juego que lanzó ante el Cervecería Caracas. Ellos sabían de ese juego porque un familiar les había contado al respecto, pero hablaban del tema como si hubiesen estado en el estadio “Cerveza Caracas” aquel 14 de febrero de 1952. Los lupulosos habían asegurado el título por amplio margen, sin embargo, eternos rivales al fín, salieron al campo a batirse con todos los hierros. Carrao Bracho abrió por Cervecería y Hetki por los Navegantes. Caracas marcó una rayita en la apertura del séptimo inning, Magallanes igualó en el cierre de ese episodio. Julio Bracho relevó al Carrao en el inning 17, cuando su equipo se fue al frente con 2 carreras. Magallanes volvió a igualar en el cierre del inning. El juego terminó 3-3. Hetki lanzó los 18 innings, concedió 9 imparables, 3 carreras limpias, 4 ponches y 1 boleto.
32.- Felo Ramírez y Luis Enrique Arias versus Abelardo Raidi y Henry Altuve: Al terminar la temporada 1978-79, Radio Caracas Televisión anunció que transmitiría la Serie del Caribe y sus narradores serían Raidi y Altuve. Disfrutaba tanto con la transmisión del circuito radial y tenía tanta curiosidad por lo que ofrecerían los narradores de la televisión que escuché cada uno de los juegos en simultaneo por radio y televisión. Recuerdo con agrado el momento cuando Luis Enrique Arias anunciaba “…y ahora quedará con ustedes Felo Ramirez, lo mejor del Caribe…” En el juego decisivo Abelardo en medio del jolgorio por el jonrón de Mitchell Page llegó a decir “Diviértase y sonría…en la feria del Magallanes…” En clara alusión a la “Feria de la Alegría”, el programa de variedades que Altuve animaba en RCTV.
33.-Aquel jonrón de Cheo Malavé: Cardenales de Lara ganaba cómodo el quinto juego de la serie final 1995-96 y acariciaba el título puesto que aventajaban al Magallanes 3 juegos a 1. A mediados del juego Cheo Malavé le bateó un jonrón descomunal a Kelvim Escobar para voltear la pizarra. Desde entonces, Magallanes nunca perdió la delantera en el resto de la serie hasta titularse campeón.
34.- El primer pitcher venezolano que le ganó a Cuba en la Serie del Caribe: Otra de las armas recurrentes a la cual apelaban mis hermanos en sus discusiones con los caraquistas era un juego del 14 de febrero de 1955: Almendares versus Magallanes. Emilio Cueche había estado a punto de lograr la hazaña en el juego de la primera vuelta ante el mismo pitcher de Almendares: Joel Hatten, con quien se batió en duelo de lanzadores y terminó perdiendo luego que el juego se detuvo alrededor de media hora por un incidente con el público. En esta ocasión con el respaldo ofensivo de Alfonso Carrasquel, Luis St. Claire, George Wilson, Pablo García entre otros, Cueche logró contener a los cubanos en 4 carreras para llevarse la victoria 6-4.
35.-Almuerzos, cenas y Magallanes: En casa siempre fue un ritual sagrado la hora de la comida, tanto al mediodía, como al atardecer, cuando papá llamaba al comedor, había que presentarse de inmediato en la más estricta tradición familiar. Las únicas veces que vi peligrar a esa tradición era cuando había un juego muy cerrado del Magallanes y papá se quedaba escuchando la transmisión radial. Entonces aparecía mamá y sonreía irónica: “Muy bonita tu disciplina”.
36.- Herman Hill, rápido y fugaz: El atardecer del 14 de diciembre de 1970 mis hermanos escuchaban un programa de beisbol y de pronto enmudecieron. Me acerqué a ver que pasaba y fue después de casi quince minutos que respondieron que Herman Hill el jardinero izquierdo del Magallanes, ese que volaba en las bases y los jardines, se había ahogado en la playa de Guaicamacuto, Carabobo. Los peloteros del Magallanes no jugaron hasta que apareció el cuerpo. Lo encontraron en la clásica posición del estilo libre de natación. Había ido a disfrutar el dia libre del lunes con sus compañeros de equipo Ray Fosse, Dale Spier y John Morris.
37.- Aquella temporada de José Villa: Buena parte de la razón por la cual el manager Felipe Rojas Alou condujo a los Navegantes del Magallanes hasta el segundo lugar de la ronda eliminatoria en la temporada 1987-88 se debió a la sorprendente actuación del novato José Villa quien había debutado en LVBP la temporada anterior. Villa se convirtió en el preparador del cerrador Steve Shirley (11 salvados, 0.81 efectividad) y también fue el primer pitcher que encabezó la liga en triunfos (9) haciendo todas sus presentaciones como relevista. En 24 juegos, dejo marca de 9-1 con 4.54 de efectividad.
38.- El tipo de la sirena: Cuando le pregunté a Felipe que era ese sonido que siempre había antes, durante y después de los juegos de los Navegantes del Magallanes, respondió que esa era una de las tradiciones más viejas del equipo. Me dijo que esa era la sirena del Magallanes. Había un hombre con una caja de madera donde llevaba el artilugio eléctrico que generaba aquel sonido lacerante, cuando entraba a la tribuna, los magallaneros se acercaban para pedirle al tipo que le diese más volumen a la sirena.
39.- Bill Taylor, el primero en batear tres jonrones en un juego en LVBP: El 24 de enero de 1954 el jardinero izquierdo de los Navegantes del Magallanes implantó la marca de más jonrones bateados en un juego de LVBP, en el quinto inning con Henry Schenz en circulación, Taylor se la desapareció a Tommy Fine y decretó su salida del juego para poner la pizarra Magallanes 5 – Caracas 2. En la apertura del séptimo inning Taylor volvió a encontrar embasado a Schenz y está vez le conectó vuelacercas a Julián Ladera, Magallanes 7 – Caracas 2. Finalmente en el noveno con George Wilson en primera base, Taylor descargó su tercer cuadrangular ante Elio Suarez en ruta a una victoria 10-2.
40. Magallanes para todo el mundo: Al indagar acerca del origen de esta frase, mis hermanos comentaron que provenía de la inspiración de un señor llamado Temistocles Melean, muchas veces iniciaba o terminaba la reseña de algun juego y no podía ocultar su devoción por los Navegantes.
Alfonso L. Tusa C.
Hace treinta y cinco años, Jonathan Keane fue golpeado por una pelota en foul. Luego Jim Rice salvó su vida.
Despues de ver a un niño pequeño ser golpeado por una pelota en foul en Yankee Stadium, Jonathan Keane recordó como hace 35 años le ocurrió algo semejante y como Jim Rice salvó su vida.
Ben Reiter. SI.com. 26-09-2017.
El viernes pasado fue, de muchas maneras, uno de los mejores días en la vida de Jomnathan Keane. Para celebrar su cumpleaños 40, Keane, junto a dos de sus cuatro hermanos menores locos por el golf y su padre Tom, salieron de Bethpage Black a las 7:54 am, luego de haber acampado por 14 horas para tener su primera oportunidad en el legendario terreno de Long Island. Keane golpeó un 96. “Él tiene tres hijos pequeños, así que no tiene mucho tiempo para el golf estos días”, dice su papá. Sus pensamientos también se mantuvieron conectados con un incidente que ocurrió hace dos días y 45 millas al oeste, en Yankee Stadium.
Allí, el tercera base de los Yanquis, Todd Frazier bateó una pelota de 105 millas en el quinto inning de un juego diurno contra los Mellizos. La línea golpeó a una niña de dos años de edad, quien estaba sentada con su familia justo al pasar el dugout de tercera base, en la cara. Los detalles de la condición de la niña son de cuidado, se dijo que permanece en el Columbia Presbyterian Hospital, y que está mejorando, pero los Keane podían imaginar el dolor que ella y su familia experimentaban. El 7 de agosto de 1982, esos sentimientos fueron de ellos.
Ese día Tom llevó a Jonathan, entonces de cuatro años de edad, y su hermano de dos años desde Greenland, N.H., hasta Fenway Park. Los Keane tenían asientos de ensueño, detrás del dugout de primera base. En el cuarto inning el segunda base de los Medias Rojas, Dave Stapleton bateó un foul. Lo próximo que Tom supo, fue que Jonathan se había caído.
Ese evento se recuerda más por el heroísmo de Rice. Él corrió desde el dugout, levantó a Jonathan y se embaló hacia el clubhouse de los Medias Rojas para darle tratamiento y luego llevarlo al Boston’s Children Hospital, donde fue sometido a una cirugía de emergencia para aliviar la presión causada por la inflamación en su cerebro. El momento fue inmortalizado por una imagen de Rice, el futuro inquilino del Salón de la Fama quien fue muy conocido por su irritatibilidad y su bate, cargando al niño sangrando. “Jim Rice salvó la vida de Jonathan”, dice Tom. “Si él no hubiese reaccionado tan rápidamente, solo Dios sabe que podría haber ocurrido”.
Jonathan pasó cinco días terribles en el hospital pero se recuperó por completo. “Los médicos, no podían decir si habría una lesión permanente, en aquel momento”, dice Tom. “Fuimos muy afortunados”. Jonathan ahora realiza labores de servicio al usuario para una compañía de tecnología en Raleigh. Aunque solo tiene una ligera cicatriz sobre el ojo izquierdo, ese día en el estadio marcó su vida. “Las probabilidades de ocurrencia son muy pequeñas”, dice Jonathan, “pero el impacto cuando ocurre es tan dramático”.
De hecho, las probabilidades no son tan pequeñas. Se cree que esta es la tercera lesión más seria relacionada con una pelota bateada en foul que afecta a un aficionado en Yankee Stadium esta temporada, y un estudio de Blomberg de 2014 estimó que 1750 aficionados son lesionados por pelotas bateadas en los estadios de grandes ligas cada año. La solución parece obvia: Extender la red protectora detrás del plato hasta más allá de los dugouts. Pero la liga, la cual advierte a sus aficionados en los boletos y señales de los estadios del peligro que corren, ha sido reticente al respecto, porque privaría a sus mejores clientes de una visión sin obstáculos y de la alegría de llevar a casa una pelota de recuerdo.
Solo 10 equipos tienen esa red, aunque la semana pasada cuatro más dijeron que extenderían las suyas. “Redoblaremos nuestros esfuerzos en este importante punto”, dijo el comisionado Rob Manfred, sin hacer promesas concretas.
Los peloteros parecen ser virtualmente unánimes en querer más protección. “No me importa la visión del aficionado”, dijo un molesto Brian Dozier de los Mellizos, quien vio desde segunda base como la niña fue golpeada. “Se trata de un tema de seguridad. Todavía tengo un nudo en el estómago”.
Los peloteros también saben que aun la más vigilante atención de los espectadores a menudo no es suficiente para protegerlos. “Si nunca has visto una pelota como esa, la cual no ha visto la mayoría de las personas, es muy difícil”, dijo un devastado Frazier, quien se hincó en una rodilla mientras la niña recibía tratamiento de emergencia y desde entonces se ha comunicado regularmente con su padre. Parado en segunda base, Matt Holliday, compañero de equipo de Frazier, lloraba.
Los Keane han seguido la historia desde el pasado miércoles, y esperan hablar con la familia de la niña. “Por favor háganle saber que entendemos el dolor por el que están pasando, y deseamos una rápida y completa recuperación”, dice Tom. Jonathan toma posición con quienes culpan a la familia de la niña por sentarse tan cerca de la acción. “Eso me molesta”, dice él. “Tratas de poner a tus hijos en buenas ubicaciones, de tener una vida satisfactoria. Quieres tener buenos asientos en el juego, ver el juego con tus hijos. Esa es una cosa perfectamente razonable”.
Por mucho tiempo Jonathan, quien no recuerda aquel día de 1982, ha declinado abogar por la extensión de la red. Sus sentimientos han cambiado, especialmente mientras ha llevado a su hijo de cinco años de edad a varios juegos del equipo de ligas menores Durham Bulls. “Eso se ha hecho más tangible para mí, saber lo frágil que él es a esa edad”, dice él. “Si me hubieran preguntado hace cinco años, pienso que probablemente hubiera sido más neutral. Tener hijos hace que la red sea una buena idea”.
35 años después es muy tarde. Peloteros como Dave Stapleton y Todd Frazier deberían poder jugar sin sentir la culpa de haber golpeado a un niño involuntariamente, y también sin tener que convertirse en el tipo de héroe que fue Jim Rice. Y todas las familias deberían regresar a casa intactas luego de un dia en el estadio, solo con recuerdos gratos y la disposición de tener muchos más en las décadas siguientes, aún si no pueden atrapar una pelota bateada en foul.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 22 de septiembre de 2017
Un centenar de anécdotas...en el centésimo aniversario de los Navegantes del Magallanes (III)
21.- SuperMario: En medio de la ronda semifinal de la temporada 2012-13. Magallanes fue a jugar a Puerto La Cruz, plaza donde sacar una victoria se había convertido en un logro casi imposible. El 18 de enero los Navegantes llegaron perdiendo 6-1 al octavo inning ante Caribes. Erold Andrus y Ramón Hernández se embasaron por boletos y Reegie Corona acercó el marcador 6-4 con cuadrangular. Luego Elvis Andrus conectó imparable y Eliezer Alfonzo negoció boleto y todo quedó servido para que Mario Lisson la desapareciera en las gradas del jardín central para darle el triunfo al Magallanes 7-6.
22.- Un centerfielder llamado Gary Woods: Los entendiddos hablan de la importancia de Dave Parker, Mitchell Page, James Easterly, Felix Rodríguez, Manuel Sarmiento, Chris Batton, Gustavo Gil, Ken Macha, Paul Reuschel, Alexis Ramírez, etc., pero es difícil que ese equipo hubiese logrado el campeonato de la temporada 1976-77 sin la habilidad extrema de Gary Woods para atrapar batazos en todas direcciones y su gran sentido de colocación en el jardín central.
23.- Un relevo de 10 innings: El 23 de enero de 1970 los Tigres de Aragua parecían encaminarse a la victoria que los pondría adelante dos juegos por uno en la serie semifinal. Para el cuarto inning ganaban 3-0 al castigar al abridor Danny Morris. Los Navegantes del Magallanes reaccionaron con dos carreras en el quinto y cuadrangular de Jim Holt en el sexto inning ante Luis Peñalver. Gregorio Machado relevó a Morris en el quinto inning. El juego se mantuvo igualado hasta el episodio 14 cuando Gustavo Gil despachó triple a las profundidades del jardín derecho para que Machado (quien corría en primera base por boleto) anotara la ventaja. Además de lanzar 10 innings en blanco donde solo permitió cinco imparables, y de correr con todo desde primera hasta el plato, Machado vino a lanzar en el cierre del décimocuarto inning para dominar a los Tigres.
24.- La seguidilla de Dámaso Blanco: Cada vez que se hace referencia a la carrera como pelotero de Dámaso siempre prevalecen sus virtudes defensivas, siempre sale a relucir aquel intento de squeeze play ejecutado por Santos Alomar padre en el juego decisivo de la Serie del Caribe de 1970 ante los Leones de Ponce, cuando a intuición y reflejos puros Dámaso atacó la pelota cual tren en paralelo con el corredor de tercera (Jorge Roque) y logró sacarlo en la mascota de Ray Fosse en el plato. Sin embargo, lo que más recuerdo de Dámaso es aquella seguidilla de imparables que acumuló entre los juegos del 29 y el 30 de diciembre de 1970, en los últimos cinco turnos del juego del 29 despachó 5 inatrapables y en los primeros tres del 30 también, con lo cual quedó a uno de la marca de Victor Davalillo (20 al 25 de enero de 1963).
25.- La Vaina: En la temporada 1950-51 los Navegantes del Magallanes trajeron al pitcher de los Dodgers de Brooklyn, Clem Labine, quien dejaría marca de 13-4 con 1.95 de efectividad. De 10 decisiones ante el Cervecería Caracas, Labine ganó 8. Los caraquistas se sentían tan molestos cada vez que anunciaban a Labine contra su equipo que rumiaban frustrados: “Muy difícil que ganemos, hoy va a pitchear La Vaina” (En alusión a la pronunciación inglesa de Labine).
26.- Edgardo Alfonzo el voluntarioso: A comienzos de la temporada 1993-94, Alfonzo era un novato que esperaba impaciente que le dieran oportunidad de salir a jugar. Durante un juego dominical en el estadio Universitario, el manager Tim Tolman lo trajo de emergente para que tocara la pelota hacia el final del juego y Alfonzo hizo la bicicleta y despachó imparable hacia la derecha para poner adelante al Magallanes.
27. Alejandro “Patón” Carrasquel versus Roy Wellmaker: Este juego de los albores de LVBP, el 20 de enero de 1946, siempre me ha parecido fantasioso, ahora más que nunca por las restricciones de los pitchers. ¿Patón Carrasquel lanzando para Magallanes? ¿Luis Aparicio Ortega campocorto del Magallanes? ¿Sam Jethroe jardinero central del Vargas? ¿Roy Campanella cátcher del Vargas? Todo eso está plasmado en el box score. En el primer inning Vargas se fue adelante mediante imparable de Campanella para remolcar a Jethroe. Magallanes empató en el noveno en las piernas de García Cedeño luego que un rodado de Domingo Barboza se le fuera entre las piernas al torpedero, Olivares.
Magallanes marcó dos en el décimoseptimo, ante Wellmaker mediante sencillos impulsores de Chucho Ramos y Quincey Trouppe para traer al plato las carreras de Teófilo Piñate y Luis Aparicio. Vargas solo pudo anotar una vez contra Carrasquel en el cierre de la entrada.
28.- Melvin Mora, el fantasma: El sexto juego de la final 1993-94 está inscrito en la historia como un carbonizante duelo de pitcheo entre Urbano Lugo hijo y Juan Carlos Pulido. También se recuerda aquella carrera vertiginosa de Carlos García para anotar el triunfo; sin embargo, la imagen principal de ese juego es la jugada fantasmal de Melvin Mora lanzándose de cabeza para atrapar sobre la grama un batazo de Omar Vizquel que amenazaba con poner adelante a los Leones del Caracas en el sexto inning.
29.- Los Eléctricos: En el segundo semestre de 1973 empezó a sonar la segunda canción que Billo Frómeta le dedicara a los Navegantes del Magallanes. Siempre me llamó la atención una estrofa donde dice: “…no sé si seremos Turcos, Eléctricos, Navegantes…” sabía el motivo de los términos ‘Turcos” (la presencia de personajes de origen árabe en la directiva de aquellos primeros equipos magallaneros) y “Navegantes” (por el navegante portugués Fernando de Magallanes). ¿Por qué Eléctricos? Entonces me enteré que Don Carlos Lavaud, el dueño del equipo a finales de la década de 1940 y la primera mitad de la de 1950, tenía una ferretería llamada “El Equipo Eléctrico”.
30.- El policía Ken Berry: En la temporada 1966-67 escuchaba a mis hermanos quejándose del rendimiento de un jardinero central que había venido para Magallanes con bombos y platillos, por su rendimiento con los Medias Blancas de Chicago, también se preguntaban porque lo llamaban “el policía” en las grandes ligas; hasta que un día Delio Amado León narraba como Berry había atrapado batazos hacia la derecha, la izquierda, hacia adelante, atrás y luego lanzaba de manera certera a las bases, “…todo un policía en los jardines este señor Ken Berry…”
lunes, 18 de septiembre de 2017
Un centenar de anécdotas,...(II)
11.-“¡…yyy la bola…se lleeevó la cerca...!”; A principios de la temporada 1971-72 hubo un Caracas-Magallanes que parecía dominar los Leones. El narrador Felo Ramírez elogiaba los méritos caraquistas que ganaban 3-2 hasta que en el séptimo inning los Navegantes plenaron las bases y fue a batear Iván Murrell, un jardinero atlético quien había jugado con Cardenales de Lara en la temporada 1969-70. Felo describió una conexión hacia la izquierda donde el jardinero Joe Lis intentó tomarla de aire “…es un batazo alto…largo…la bola da de aire contra la cerca…ahí vienen embalados hacia la goma Gregorio Machado, Rigoberto Mendoza y Jim Holt…pero quien más corre es Murrell amigos…dobla por tercera y se barre quieto en la goma…¡qué bárbaro señores…Murrell ha concretado un jonrón dentro del parque con la pelota en manos del leftfielder y ahora está ganando el Magallanes 6-3…ahora puedo entender porqué este señor practicó futbol y boxeo en su adolescencia!”
12.- Bob Gibson y Patrice Lumumba: La promesa de pitcheo de los Cardenales de San Luis reforzó a los Indios de Oriente en la temporada 1960-61. En medio de una campaña donde dejó balance de 7-10 y 2.54 de efectividad, Gibson lanzaba una joya de pitcheo ante los Leones del Caracas. Desde el dugout empezaron a gritarle “Lumumba” como lo apodaban en secreto en toda la liga por su gran parecido con el político africano Patrice Lumumba. La cuarta o quinta ocasión cuando lo llamaron “Lumumba”, Gibson efectuó el wind up y lanzó un meteoro que se incrustó en el dugout caraquista, la pelota repiqueteó varias veces entre las paredes y el techo y el dugout quedó desierto.
13.- Tres momentos grandes de Armando Ortíz. El tema del mejor juego de Ortíz siempre aparece en las discusiones más apasionadas de los magallaneros. Para mí, la mejor actuación de jardinero anzoatiguense ocurrió el 31 de diciembre de 1967, durante un juego diurno dominical en el estadio de la UCV, cuando realizó 3 asistencias en el plato (Segundo inning: Ortiz captura elevado de Cesar Tovar al jardín central y enfría a Paul Schaal en la mascota de Ed Herrmann. Quinto inning: Teodoro Obregón intentó anotar mediante imparable de Musulungo Herrera al centro y Ortíz lo hizo out en el plato con certero disparo. Sexto inning: Elevado de Obregón al jardín central, Ortiz atrapó la pelota y dobló a Nelson Castellanos en el plato con potente disparo) y le bateó triple y jonrón a Diego Seguí para terminar un invicto de 8 triunfos. Magallanes 2 – Caracas 1. Por Magallanes abrió y ganó Tom Fisher.
Otros dicen que más mérito tiene el cuadrangular que le bateó Ortíz a Mike Cuellar (05-02-1970), flamante ganador de premio Cy Young de la Liga Americana (1969) en el segundo juego de la Serie del Caribe de 1970. Magallanes 3 - Ponce 1.
Otros hablan del triple en el décimotercer inning a lo profundo del jardín derecho en el sexto juego (03-02-1971) de la serie final de la temporada 1970-71, ante Orlando Peña para remolcar a Richard Chiles quien corría en primera con dos outs. El manager Carlos Pascual trajo de bateador emergente a Ortíz por Nelson Cañas en conteo de 0 bolas y un strike. Magallanes 6 - La Guaira 5.
14.-La pasión de Lázaro Salazar. Una de las historias más recurrentes de mis hermanos cuando Magallanes llegaba ganando a los innings finales y los relevistas no podían mantener la ventaja, tenía que ver con un manager de la década de 1950, llamado Lázaro Salazar. Cuando él traía a dos o tres relevistas y no hacían el trabajo, se iba a calentar al bullpen y se metía a relevar y terminaba dominando a los rivales.
15, Puros reflejos y un guante excepcional. Hacia mediados de la década de 1980 hubo un tercera base quien siempre es recordado en las discusiones del mejor antesalista defensivo en la historia magallanera. Algunos lo ponen al mismo nivel de Dámaso Blanco, por los reflejos superlativos que mostraba Dimas Gutiérrez ante roletazos y linietazos candentes bateados hacia la raya de tercera base, que impresionaban hasta al propio Bill Madlock en los entrenamientos primaverales de los Piratas de Pittsburgh. A veces saltaba hacia la zona posterior a la almohadilla y desde el suelo pintaba un strike en el mascotín del primera base. Otros decían que Gutiérrez también podía batear, de hecho, tiene dos juegos de cinco imparables con el Magallanes.
16.- Rocky Colavito y su brazalete: La temporada 1955-56 fue gris en muchos aspectos, uno de ellos fue que el jardinero Rocky Colavito nunca pudo batear como venía de hacerlo con los Indians de Indianapolis de la American Association League (AAA) donde conectó 30 jonrones, impulsó 104 carreras y bateó para .268 en 150 juegos. El consuelo de la afición magallanera fue los lanzamientos que Colavito hacía desde las profundidades del jardín derecho, la pelota tronaba en la mascota del receptor y el corredor quedaba paralizado.
17.- El pitcher dominguero: En la temporada 1982-83, luego de tres años seguidos en el sótano, los Navegantes del Magallanes lograron que los Dodgers de Los Angeles les permitieran traer sus prospectos de pitcheo, Brian Holton y Orel Hershiser, Tambien trajeron a Ted Power (Rojos de Cincinnati) y Randy Niemann (Piratas de Pittsburgh). Hershiser casi siempre era programado para lanzar los domingos, esos días los Navegantes eran difíciles de vencer. Esa temporada Hershiser dejó marca de 6-5 y 3.54 de efectividad.
18.- Oswaldo Blanco por Roberto Muñoz: Durante la temporada 1968-69, Oswaldo Blanco jugaba la primera base del Magallanes cuando se lesionó. El manager Napoleón Reyes, lo sustituyó con Joe Rudi. Cuando Blanco se recuperó de la lesión, empezó a reclamar tiempo de juego. Como el manager seguía alineando a Rudi, Blanco tuvo una airada discusión con el gerente deportivo Rodolfo Mauriello. Al día siguiente, fue cambiado a los Llaneros de Acarigua por el as de pitcheo Roberto Muñoz.
19.-Méritos de Ramón Monzant: Mis hermanos siempre me contaban que Magallanes tuvo un pitcher muy bueno llamado Ramón Monzant. Una vez recibió un jonrón de Willie Mays en una Serie del Caribe (1955) y unos cuantos magallaneros pretendieron crucificarlo. Hubo muchas discusiones donde salieron a relucir todos los juegos cruciales que Monzant había ganado para Magallanes, los críticos tuvieron que disminuir las quejas, porque entre otras cosas ¿a quien no le bateaba un jonrón Willie Mays?
20.- No hay cerveza: A mediados de la década de 1980, cerca de la desembocadura del río Manzanares de Cumaná, había un bar donde se reunían los aficionados para escuchar los juegos Caracas-Magallanes. Cuando los Navegantes estaban perdiendo por amplio margen, el dueño del bar cerraba el negocio y no le vendía cerveza ni siquiera a los magallaneros.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 15 de septiembre de 2017
Un centenar de anécdotas, leyendas, memorias, juegos, curiosidades a través del centésimo aniversario de los Navegantes del Magallanes.
1.- Octubre de 1968 y un agónico jonrón de Clarence Gaston. Cada noche a las 8, religiosamente Felipe encendía el radio transistor y se escuchaba la marcha deportiva de Radio Rumbos. Jesús Mario reclamaba más volumen y la voz del narrador plenaba la habitación de bolas, strikes, squeezeplays, jonrones, dobleplays, toda una jerga, todo un universo de reglas desconocidas para mí. A los siete años de edad estaba más pendiente de los aviones de papel, los trompos, las metras y los gurrufíos, sin embargo me llamaba mucho la atención eso que mis hermanos escuchaban en el radio. La afición de ellos no terminaba en escuchar los juegos, durante el día compraban barajitas de beisbol, compraban la revista Sport Gráfico, devoraban las páginas deportivas de El Nacional y El Universal. Me miraban con ojos punzantes cada vez que les preguntaba por algun pelotero o jugada relacionada con los Leones del Caracas. Se quedaban silenciosos y decían que ese era el equipo rival, el que tantos malos ratos le hacía pasar a su idolatrado Magallanes. Por algunas semanas escuchaba los juegos y trataba de conocer el juego, Felipe decía que era muy fastidioso seguir a un equipo como el Caracas que ganaba todos los días y también ganaba muchos campeonatos. Jesus Mario añadía que era mucho más emocionante seguir el beisbol desde la incertidumbre y la sorpresa del Magallanes. Todo eso lo empecé a comprender mejor la noche del sábado 8 de diciembre de 1968, cuando los Navegantes del Magallanes vencieron a los Leones del Caracas, después que estos empataron el juego en las entradas finales, entonces conocí otro término de la jerga: extra inning. Cuando mis hermanos se lamentaban y daban por perdido el juego, la voz del narrador inundó el comedor a través de las cornetas del radio: “…la bola se va…se va…se va…joooonrooooooon de Clarence Gaston…Magallanes deja en el terreno al Caracas” Yo no sabía que era eso de “dejar en el terreno”, ni mucho menos que era un jonrón, pero a partir de ese momento supe que el equipo de mis simpatías era los Navegantes del Magallanes.
2.-Un tal Camaleón. Hacia finales de 1968 estuve con mis hermanos en el estadio municipal de Cumaná. Me quedé abismado de cómo Felipe permanecía petrificado mirando el terreno de juego. Se puso muy contento cuando notó que se podía bajar al terreno y casi corrió hacia la zona de la tercera base. Caminaba como un astronauta en su primera excursión lunar, revisaba cada pedazo de arcilla colorada, cada palmo de grama, cada milímetro de raya de cal. Cuando le pregunté porqué hacía eso, me quedó mirando cual monstruo fantasmal. “Aquí jugó Camaleón García, el mejor tercera base de Magallanes y de toda la liga venezolana, yo lo vine a ver con mi tío una noche hace dos o tres años, Magallanes vino a jugar versus Cardenales de Lara y Camaleón me sorprendió con su agilidad para tomar toques de bola casi en frente del plato, lo que luego lanzaba hacia primera base eran riflazos. También se lanzó de cabeza dos veces hacia la raya. Y largó dos batazos que casi salen del estadio, uno agrietó la pared del jardín izquierdo, el otro lo capturó el jardinero central pegado a la cerca”. Había dicho todas esas palabras sin respirar y para nada se veía asfixiado.
3.-Los dos juegos sin hits ni carreras de Vidal López. Uno de los tragos más amargos que veía pasar a Felipe ocurría cuando los caraquistas le restregaban los juegos sin hits ni carreras de LennyYochim (8 de diciembre de 1955) y Howie Reed (24 de octubre de 1968) precisamente ante el Magallanes. Se quedaba mudo por unos instantes y recurría a las dos joyas de pitcheo de Vidal López, el 7 de julio de 1941 ante el Santa Marta y el estelar pitcher boricua Tite Figueroa (2-0), y el 10 de agosto de 1941 versus el Vargas de Luis Aparicio Ortega, Antonio Briñez, Balbino Inojosa y Daniel Canónico (4-0). De inmediato los caraquistas alegaban que eso había ocurrido antes de la liga profesional. Entonces Felipe recurría al juego sin hits ni carrera de Mel Nelson (18 diciembre 1963) y los caraquistas replicaban que el equipo de Nelson se llamaba Orientales. Pasó mucho tiempo para que los Navegantes del Magallanes vieran a un pitcher lanzar sin hits ni carreras, el 10 de enero de 1996, Donnie Wall, Oscar Henriquez y Dave Evans dominaron a Cardenales de Lara para vencerlos (4-0), Chris Roberts lanzó el segundo no-hitter ante La Guaira el 3 de noviembre de 1996 y finalmente Anthony Lerew dejó sin imparables ni anotaciones a los Leones del Caracas el 21 de noviembre de 2010.
4.-La llegada a Valencia. No recuerdo haber visto más desconcertados a mis hermanos que en aquellos meses de inicios de 1969. Empezaron los rumores de la venta del Magallanes y cuando se concretó la transacción a un grupo de Valencia, Felipe temía que le iban a cambiar el nombre al equipo, también que ya no iba a poder ir a ver algun juego cuando fuese a Caracas con papá, tenía que ser muy sortario para que esos días el Magallanes jugara ante el Caracas o La Guaira en la capital. Recuerdo que una de las críticas más grandes que hicieron mis hermanos a los nuevos dueños fue que le pusieran al equipo: Magallanes de Carabobo. “Ese equipo va más allá de un simple estado. Ese equipo tiene seguidores en todo el país”.
5.-La barriada y el equipo. Uno de los cuentos más descabellados que le escuché a mis hermanos hacia finales de la década de 1960 fue que el barrio Los Magallanes de Catia en Caracas había recibido ese nombre debido a que el equipo de beisbol Magallanes se había fundado allí a comienzos de siglo. En eso momento ni se me ocurría preguntarles si estaban seguros de esa historia, me parecía una muestra más del desbordado fanatismo que mostraban en determinados momentos por el equipo. Viéndolo a la distancia, recuerdo que les tenía mucho miedo a mis hermanos cuando su intensidad por el equipo llegaba a esos niveles. Luego, cuando muchos años después, tuve oportunidad de escuchar y leer por varias fuentes que efectivamente el barrio había recibido el nombre en homenaje al equipo, reconocí en mi interior que mis hermanos estaban en lo cierto, aún les debo una disculpa por eso.
6.-Carnaval e inmersión en un tambor de agua. El 01 de febrero de 1970 llegamos a Cumaná a eso de las once y media de la mañana. La Guaira ganaba 1-0 en el segundo inning. Magallanes dominaba la final 2 juegos por 0. En la esquina había un templete con música a todo volumen y cada cierto tiempo sintonizaban el juego de beisbol. Justo en el momento cuando llegamos una muchacha convirtió sus pasos en zancadas y aún así, los manganzones de la esquina descargaron un balde de agua en su espalda. Cuando Magallanes pasó a ganar 2-1 en el quinto inning, los tipos de la esquina llenaron la calle con el juego de pelota. Al verlos tan pendientes del juego, en el cierre del noveno, me llegué hasta la esquina y en menos de dos minutos me levantaron en vilo y me sumergieron con todo y radio en el tambor de agua. Salí pataleando de allí, el radio había dejado de funcionar y ya había dos outs. Corrí desesperado hacia casa de mis abuelos y encendí el radio de tubos de la sala. La voz de Delio Amado León retumbaba en las paredes, “Magallanes tiene montado el sancocho de tiburón…estraiiic el tercero…los Navegantes ganan su primer campeonato en 15 años”.
7.-Historia fragmentaria. Desde 1917, cuando se realizó la famosa reunión en el bar “Back Stop” me ha resultado difícil conectar aquel equipo amateur, improvisado, que solo se mantuvo hasta 1918, con los Navegantes del Magallanes que ingresaron a la Liga Venezolana de Beisbol profesional en 1946. Principalmente porque entre 1918 y 1927 transcurrió mucho tiempo y aunque esa vez el equipo vivió por seis años, en 1933 volvió a desaparecer hasta 1940. Fueron 16 años de ausencia en el beisbol de primera categoría y primera división de aquella época que hacen muy intrincada la ruta para enhebrar la historia magallanera. Además, luego de la temporada 1955-56, por dificultades económicas y familiares de Don Carlos Lavaud, el nombre Navegantes del Magallanes desapareció de LVBP. Empezaron los años de Oriente y Orientales, hasta que la insistencia y empeño del Catire Istúriz logró convencer a Lavaud para que le permitiera utilizar el nombre y los Navegantes del Magallanes reanudaron su historia en la temporada 1964-65. En total fueron 24 años de ausencia que tuvo el Magallanes en el beisbol venezolano, quizás mdemasiados para muchos de sus seguidores.
8.-Maratón de infarto. Entré al estadio José Bernardo Pérez por los lados de tercera base. Aun cuando hubo un duelo de pitcheo en los primeros siete innings. Quizás Ben Callahan fue quien estuvo más cerca de que le anotaran en el séptimo episodio, solo una jugada fantasmal de Joe Orsulak ante batazo contra la cerca de Clint Hurdle mantuvo el marcador en blanco. En la apertura del noveno inning estuve a punto de abandonar el estadio cuando Juan Francisco Monasterio despachó imparable ante Jeff Zaske para remolcar a Oswaldo Guillén. Esa carrera parecía un muro infranqueable ante el dominio del relevista Jeff Dedmon quien había venido a relevar a Marty Decker. Entonces Orsulak soltó imparable al centro y luego de un passedball de Antonio Córdova, Benny Distefano despachó trueno a la derecha para igualar las acciones. Zaske y Nelson Torres debieron sortear situaciones de hombres en circulación donde La Guaira parecía despegarse. En el duodécimo inning los escualos volvieron a tomar ventaja cuando Guillén trajo al plato a Gustavo Polidor. En el cierre de ese inning Ernesto Gómez sencilleó a la izquierda y Wolfgang Ramos emergió por Carlos Porte. El linietazo que despachó Ramos por toda la línea de cal del jardín derecho me provocó una taquicardia que no se detuvo hasta que Gómez pisó el plato con el empate. El sufrimiento continuó porque Ramos se quedó varado en tercera. En el cierre del décimo cuarto inning Gómez volvió a batear imparable a la izquierda y Alfredo Pedrique lo llevó a la intermedia con toque. Cuando recordaba como Ramos se había quedado esperando remolque, Stan Cliburn soltó imparable al centro que me hizo experimentar la fantasía de disfrutar una victoria esquiva y muy sufrida, aun no lo creía cuando vi a Gómez pisar el plato aquella noche del 9 de noviembre de 1983.
9. Antaños del Stadium.Hacia finales de la década de 1960, cada sábado cuando llegábamos a casa de mis abuelos en la calle “Ayacucho” de Cumaná, el vecino de enfrente siempre tenía música a todo volumen y uno de los discos que más repetía era el de los Antaños del Stadium. Cada vez que sonaba una canción que después me enteré se llama “San José”, sonaba el chasquido de la aguja y después sonaba “Cocoíta”. Varios años después encontré en una tienda de discos el famoso LP de los Antaños del Stadium con el estadio San Agustín en la portada, y al revisar las canciones en el reverso me di cuenta que entre “San José” y “Cocoita” había una canción llamada “Magallanes”. Le pedí el favor al encargado de la tienda que sonara ese surco y escuché el famoso pasodoble. Esa misma tarde le pregunté a abuelo cual era el equipo predilecto del vecino del frente y me dijo con los ojos desorbitados “¡Muchacho, ese es más caraquista que el tipo de la corneta!”
10.- La abnegación de un manager. En la temporada 1987-88, Rodolfo J. Mauriello como gerente deportivo de los Navegantes del Magallanes contrata a Felipe Rojas Alou como manager. Luego de uno de los primeros juegos de la temporada, Mauriello en sus funciones como periodista fue al dugout magallanero luego de un juego. Estuvo esperando por Alou por espacio de hora y media, como el manager no aparecía y ya casi todo el equipo estaba de vuelta en el bus, Mauriello se aventuró en el clubhouse. A unos cinco metros de distancia observó como Felipe Alou hacía gestos con los brazos, se inclinaba un poco hacia adelante, se agachaba y hacia otras observaciones al jardinero John Fishel quien estaba sumido en una larga sequía ofensiva. “Vamos John, yo sé que tu puedes batear en esta liga. Yo sé que eres un gran bateador. Sé que en el próximo juego vas a dar al menos dos imparables y una va a estrellarse contra la cerca”.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 8 de septiembre de 2017
Esquina de la barajitas: Cara de niño Rawly Eastwick.
Bruce Markusen.
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
De todas las barajitas que Topps produjo de Rawly Eastwick, ninguna captura mejor su cara de niño que la de 1978. A excepción del as de relevo de los Piratas de Pittsburgh Kent Tekulve, no puedo recordar alguien quien pareciera menos que un pelotero, que Eastwick, con su contextura demasiado flaca, Eastwick solo superaba a Tekulve por escasos kilogramos, pero aún así parecía un firifirito. Su rostro tampoco le aportaba ninguna fiereza adicional. Y para aquellos a quienes les gusta la hstoria de Hollywood, Eastwick tenía ese tipo de cara de niño que pondría celosa a Barbara Stanwyck.
Luego está el nombre. Rawly Eastwick, abreviatura de Rawlins Jackson Eastwick III, le hace a uno pensar en la realeza inglesa, o podría traer memorias de aquella película de 1987, Las Brujas de Eastwick, protagonizada por Jack Nicholson en un papel demoníaco. De seguro no suena como el tipo de nombre que deberíamos ver en el frente de una barajita de beisbol Topps.
El rostro y el nombre no encajaban con el beisbol, pero el brazo derecho de Eastwick si. En su apogeo, podía lanzar al nivel de los mejores relevistas. Y fuera del terreno, tenía talentos que igualaban sus destrezas de pitcheo.
Inteligente y bien hablado, Eastwick vive ahora en Boston, donde gerencia una serie de edificios de oficinas. Su nombre regresó a la conciencia pública en 2013, cuando planeaba presenciar la maratón de Boston. Quería estar en la meta, para saludar a algunas de las muchachas quienes corrían en apoyo a la caridad del jugador de la NFL Tedy Bruschi, conocidas como el “Tedy’s Team”. Una de las corredoras competía en tributo a Haylee Eastwick, la hija de Rawly, quien había sufrido un ataque cardíaco hacía cinco años. Eastwick tuvo que cancelar el saludo cuando supo del ataque terrorista en la meta de la maratón.
Hace mucho tiempo, Eastwick tenía muchos menos asuntos serios en su mente. Para el momento cuando esta barajita Topps fue publicada, a principios de la primavera de 1978, Eastwick se había convertido en un hombre rico. Había firmado un generoso contrato como agente libre con los Yanquis de Nueva York. Pero la barajita Topps no refleja la firma de Eastwick. En lugar de eso, esta lo muestra luciendo los colores pintados de los Cardenales de San Luis, con quienes había terminado la temporada de 1977 luego de un cambio de mitad de año desde los Rojos de Cincinnati. (Los Rojos, al haber perdido las esperanzas de firmar a Eastwick como agente libre, lo cambiaron a San Luis por el pitcher zurdo Doug Capilla. El cambio no recibió mucha publicidad porque ocurrió la misma noche cuando los Rojos adquirieron al futuro inquilino del Salón de la Fama, Tom Seaver desde los Mets de Nueva York).
Eastwick terminó la temporada de 1977 en San Luis antes de engrosar su capital mediante la libre agencia. Los Yanquis lo firmaron durante el invierno, aunque ya tenían a otros dos destacados relevistas en Sparky Lyle y el recién firmado futuro inquilino del Salón de la Fama, Goose Gossage.
En una época, Eastwick había sido el as relevista de los Rojos. Fue drafteado en 1969 por Cincinnati, Eastwick debutó en grandes ligas cinco años después. Al aparecer en ocho juegos al final de la temporada, mostró el tipo de brazo derecho que sería crucial para los Rojos durante su dinastía de mediados de la década de 1970. En 17 innings, ponchó 14 bateadores y su efectividad fue de 2.04.
Con envíos a tres cuartos de brazo, una recta sobresaliente y una gran slider, Eastwick emergió como relevista dominante de los innings finales en 1975 y ’76. Lideró la liga en salvados en 1975 y terminó tercero en la votación del premio Novato del Año de la Liga Nacional, pero tuvo alguna dificultad en la Serie Mundial de ese año. En el icónico sexto juego en Fenway Park, Eastwick recibió un jonrón de tres carreras al bateador emergente Bernie Carbo para permitir que los Medias Rojas de Boston igualaran el juego en camino al jonrón decisivo de Carlton Fisk.
Ese momento desafortunado no impidió que los Rojos ganaran la Serie Mundial. El siguiente verano, Eastwick se reivindicó con creces al empatar el liderato de juegos salvados de la liga, ganar 11 juegos, y disminuir su efectividad hasta 2.09. Mientras el bateo de poder de los Rojos se llevaba los titulares, Eastwick jugaba un silencioso pero clave papel en el segundo campeonato seguido de los Rojos.
En 1977, Eastwick perdió algo de fuerza en su recta. En la fecha límite para realizar cambios del 15 de junio, los Rojos lo enviaron a San Luis, donde tuvo dificultades el resto de la temporada. Los Cardenales no lo firmaron, y eso le permitió probar el mercado de la libre agencia. Así fue como aterrizó en Nueva York.
Eastwick no fue un miembro clave de los Yanquis campeones mundiales de 1978, solo hizo un puñado de relevos. Sin embargo, la primera temporada de Eastwick con el uniforme a rayas, ocasionó una de las primeras controversias de ese verano. Con Eastwick, Gossage y Lyle en la nómina del inicio de la temporada, el manager Billy Martin tenía exceso de ases relevistas. Martín se inclinaba por Gossage para cerrar la mayor parte del tiempo (se mantuvo con él a pesar de no empezar bien la temporada), empleaba a Lyle en el papel de preparador (set-up), Eastwick tenía pocas oportunidades.
No es que Eastwick lanzara mal en sus ocho apariciones con los Yanquis. Se convirtió en el ornamento del plan de trabajo de Martin, donde los abridores duraban muchos innings y solo los mejores relevistas de Martin recibían oportunidades en situaciones significativas. Si Eastwick hubiese lanzado en el beisbol actual, habría sido el hombre ideal del séptimo inning, preparando el camino para que Lyle lanzara el octavo y Gossage el noveno.
El llevadero Eastwick hizo un número de amigos entre sus compañeros de los Yanquis, pero Martin nunca pareció tenerle confianza para ponerlo a lanzar. En un bullpen de los Yanquis tan recargado, Eastwick se hizo negociable. Los Yanquis lo enviaron a los Filis de Filadelfia por el jardinero Jay “Moon Man” Johnstone y el jardinero de ligas menores Bobby Brown. De alguna manera, el cambio hizo realidad un sueño, Eastwick alguna vez había soñado con jugar para los Filis. Al crecer en Haddonfield, N.J., Eastwick había asistido a varios juegos con su padre en el Connie Mack Stadium. Los Filis nunca fueron a ver ni se acercaron a Eastwick cuando pitcheaba en el amateur.
Desafortunadamente para Eastwick, el bullpen de los Filis de 1978 estaba casi tan sobrecargado como el de Nueva York. Con Gene Garber, Tug McGraw, y Ron Reed disponibles para encargarse de los innings finales, las oportunidades de Eastwick siguieron de capa caída, igual que su recta. Quizás afectado por los 204 innings que acumuló en 1976 y 1977, Eastwick nunca recuperó su dominio con los Filis, los Reales de Kansas City, o los Cachorros de Chicago y se encontró fuera del beisbol para 1981.
Más allá de su meteórico éxito con la “Gran Maquinaria Roja” y su breve estadía con los Yanquis, el derecho tan delgado como un lápiz llamaba la a tención por sus hábitos exóticos. Eastwick practicaba meditación trascendental, algo que había hecho desde la infancia en un esfuerzo para controlar la ansiedad. También, durante su primera primavera con los Yanquis, Eastwick hablaba de una nueva dieta que había empezado. Era un régimen que prescindía de las carnes rojas y las comidas que contenían preservativos o colorantes, lo cual relativamente era una dieta radical para la época.
Durante los inviernos, Eastwick pasaba buena parte del tiempo coleccionando antigüedades, las cuales incluían un anillo centenario y monedas persas. Quizás, más notablemente, Eastwick mostraba aptitudes para hacer arte. Le gustaba hacer esculturas. También pintaba sobre lienzos. Se le daba muy bien la pintura con pincel, Eastwick dijo que su mejor pintura fue un fresco que le obsequió al inquilino del Salón de la Fama, Johnny Bench y su esposa como regalo de bodas.
Era otro aspecto de la vida de Eastwick que lo convertía en alguien más que un pelotero estereotipo.
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Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 7 de septiembre de 2017
Fragmentos de 1967. El debut de Isaías “Lätigo” Chávez en grandes ligas.
El 4 de septiembre de 1967 los Gigantes de San Francisco llamaron a Isaías Chavez al equipo grande con la expansión del roster hasta 40 jugadores. El Látigo venía de una destacada temporada con el Waterbury en la Eastern League AA (12-5, 7 blanqueos, 1.77 de efectividad).
El 9 de septiembre en juego diurno, efectuado en Candlestick Park, el manager Herman Frank trajo a relevar a Isaías en el séptimo inning, en sustitución de Bobby Etheridge quien bateó por el pitcher Lindy McDaniel en el sexto. Los Gigantes perdían 6-0 ante los cachorros de Chicago. Dominó a Billy Williams con roletazo al campocorto Hal Lanier quien completó el out en el mascotin de Jack Hiatt en la inicial. Luego concedió boleto a Ron Santo. Retiró a Ernie Banks con elevado al guante de Willie Mays en el jardín central. Concedió otro boleto a Randy Hundley. Bob Raudman se embasó por error de Lanier y Santo anotó en la jugada. Adolfo Phillips despachó imparable a la izquierda para remolcar a Hundley. Finalmente ponchó al pitcher Rich Nye. En el octavo inning fue relevado por Bobby Bolin.
Alfonso L. Tusa C. 07-09-2017.
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