lunes, 28 de febrero de 2011

El inquilino del Salón de la Fama Duke Snider fallece a los 84 años.

AP.

Duke Snider, el center fielder del Salón de la Fama de los prósperos “Boys of Summer”, quién ayudó a los Dodgers a traer la esquiva y única corona de Serie Mundial a Brooklyn, falleció este domingo 27 de febrero de 2011.
Snider dejó de existir en el Valle Vista Convalescent Hospital en Escondido, Calif., dijo el Salón de la Fama y Museo Nacional de Béisbol, el cual anunció la muerte en representación de la familia. Snider había estado enfermo varios meses. Su familia dijo que falleció de causas naturales.
“The Duke of Flatbush” bateó para .295 con 407 jonrones de por vida, jugó en seis Series Mundiales y ganó dos títulos. Pero el ocho veces seleccionado al Juego de Estrellas fue definido por mucho más que sus estadísticas, el era, después de todo parte de idilio de amor entre la parroquia de Brooklyn y los vagabundos que vivían en las vecindades locales.
Ebbets Field estaba lleno de estrellas como Pee Wee Reese, Roy Campanella y Gil Hodges durante aquella temporada del campeonato de 1955. Aún así es el nombre de Snider el que es nombrado en la favorita de los estadios “Talkin baseball”.
“Willie, Mickey and the Duke”, dice la canción popular.
Snider usaba el número 4 en azul Dodger y a menudo era catalogado como el tercer mejor center fielder de Nueva York, detrás de Willie Mays de los Gigantes y Mickey Mantle de los Yanquis, durante lo que muchos aficionados consideraron la época dorada de la ciudad en el béisbol.
“Los periódicos comparaban a Willie, Mickey y a mí, ese era su asunto”, dijo Snider hace varios años. “Como equipo competíamos con los Gigantes y enfrentábamos a los Yanquis en la Serie Mundial. Teníamos una rivalidad entre equipos, eso era todo. Fue un honor ser comparado con ellos, ambos fueron grandes jugadores”.
Mantle murió en 1995 a los 63 años. Willie, ahora de 79 años, lanzó la primera bola antes de un juego de play off en el pasado otoño en San Francisco.
“Willie, Duke y Mickey fueron grandes jugadores en una ciudad, un pueblo”, dijo el antíguo compañero de equipo Don Zimmer, quién jugó con Snider durante 5 años. “Duke nunca recibió el crédito de ser el tipo de jardinero que Willie y Mickey fueron. Primero que todo jugaba en un estadio pequeño, Ebbets Field. Pero Duke fue un gran jardinero. Fue un gran pelotero”.
Snider bateó al menos 40 jonrones en 5 temporadas seguidas y encabezó la Liga Nacional en bases totales 3 veces. Nunca ganó un premio al Jugador más Valioso. Aunque un error de votación pudo haberle costado el premio en 1955. Perdió con Campanella por un estrecho margen, luego se supo que un votante dejo a Snider fuera de la votación, supuestamente por error.
Carl Erskine fue compañero de cuarto de Snider por 10 años y ambos compartían una casa en los entrenamientos primaverales en Vero Beach, Fla., con sus familias.
“Duke jugaba muy bien cuando yo lanzaba”, recuerda Erskine. “Hizo muchas grandes jugadas para mí en la Serie Mundial, parecía dar lo mejor cuando yo lanzaba”.
Snider bateó .309 con 42 jonrones y un tope en su carrera de 136 carreras empujadas en 1955. Ese octubre despachó 4 jonrones, empujó 7 carreras y bateó .320 mientras los Dodgers vencían a los Yanquis en una serie de 7 juegos.
Para un equipo que siempre decía “Esperemos hasta el próximo año” después de las derrotas ante los Yanquis en 1953, ’52, ’49, ’47 y ’41, ese próximo año era innegable. Una generación después, mucho después que todos habían envejecido, aquellos Dodgers fueron apreciados como los “Boys of Summer” en el libro de Roger Kahn.
El inquilino del Salón de la Fama Willie McCovey admiraba a Snider como uno de sus jugadores favoritos en su adolescencia. Ambos fueron compañeros de equipo brevemente cuando Snider firmó con los Gigantes de San Francisco en 1964, su última temporada.
“Es un tipo de Primera Clase, eso es todo”, dijo McCovey. “Un gran bateador de poder y center fielder”.
Orlando Cepeda, también un inquilino del Salón de la Fama de los Gigantes, dijo que Snider le dio una de las emociones más grandes cuando llegó a las Grandes Ligas en 1958.
“Cuando llegué a primera base en el juego inaugural, él me dijo, ‘Orlando, buena suerte, buena suerte’”, dijo Cepeda. “Era uno de mis ídolos. Casi me desmayo”.
Su nombre de pila es Edwin Donald Snider, se ganó el apodo cuando era muy joven. Al notar que su hijo regresaba a casa de un juego con un estilo de caminar elegante, su padre dijo, “Aquí viene el Duque”.
El apodo se quedó. Snider hizo lo propio, una vez que jugó su primer juego en las mayores en 1947, dos días después del histórico debut de Jackie Robinson.
Un bateador de poder resistente con un brazo respetable, buenos instintos en las bases y un estilo espléndido, Snider bateó el último jonrón en Ebbets Field en 1957.
El swing de Snider le daba a los Dodgers una presencia zurda en una alineación cargada de derechos. A menudo disparaba toletazos sobre la pequeña pared del jardín derecho del estadio de Brooklyn, para recompensar a una expectante multitud que se agolpaba en Bedford Avenue. “Viene a batear el Duque”, gritaban los aficionados de la tribuna central para que escucharan los que estaban en la calle.
Snider tenía un swing salvaje que fue controlado por Branch Rickey, quién lo hizo practicar parándose en el plato con un bate en su hombro reconociendo las bolas y los strikes sin hacer swing.
Snider siguió con los Dodgers cuando estos se mudaron a Los Angeles en 1958 y ganaron otro anillo de Serie Mundial el año siguiente. Sus cabellos se tornaron grises prematuramente, “The Silver Fox” regresó a Nueva York con los Mets en 1963 y terminó su carrera en 1964 con los Gigantes.
“No había alguien de más clase o llevadero que Duke Snidder”, dijo el Presidente del Salón de la Fama Jeff Idelson. “Sobre todo era uno de los favoritos de los aficionados por su estilo de juego, personalidad, accesibilidad, y su alegría por jugar pelota de goma con los muchachos en las calles de Brooklyn”.
Snider fue elegido al Salón de la Fama en 1980 en su undécima aparición. Narró los juegos de los Expos de Montreal por varias temporadas, jugó en esa ciudad como pelotero de ligas menores del sistema de granjas de los Dodgers. Después narró los juegos de los Dodgers.
“Una de las figuras simbólicas del béisbol, un jugador del Salón de la Fama, una persona del Salón de la Fama y un maravilloso narrador con grandes habilidades descriptivas, uno de los mejores contadores de anécdotas con quién haya trabajado”, dijo Dave Van Horne, el narrador de los Marlins y compañero de transmisión de Snider por 15 años con los Expos. “Fue un compañero maravilloso y me enseñó mucho del juego”.
El narrador del Salón de la Fama Marty Brennaman agregó: “Si lo conocías, nunca tendrías una idea de que desarrolló el tipo de carrera que él tuvo”.
En 1995, Snider se declaró culpable por cargos de impuestos federales y fue sentenciado a dos años de vigilancia y multado con 5000 dólares. Admitió no haber declarado más de 97000 dólares en efectivo por la firma de autógrafos, shows de barajitas y ventas de memorabilia.
Snider fue sentenciado en la Corte Federal de Brooklyn, a pocas millas de donde destacó como pelotero. El juez dijo que Snider había sido “públicamente humillado y desgraciado…aquí en Brooklyn, donde fuiste idolatrado por una generación…de la cual forme parte”.
Snider se disculpó. Dijo que empezó a hacer sesiones de autógrafos porque tenía pocos ahorros y había hecho varias decisiones erradas en los negocios. El juez dijo que Snider pagó casi 30000 dólares en impuestos y notó que tenía diabetes, hipertensión y otras enfermedades.
Un nativo de California, Snider se convirtió en parte del alma de Brooklyn durante sus días de jugador.
“Nací en Los Ángeles”, dijo una vez. “Para el béisbol, nací en Brooklyn. Vivimos en Brooklyn. Morimos con Brooklyn.”.
Sin embargo, el Duque tuvo algunas dificultades con los aficionados de Brooklyn.
Una vez a comienzos de los años 50, fue citado calificándolos como los peores del mundo. Fue al estadio después que la declaración fue publicada y fue recibido con un coro de abucheos. Pero tuvo una de sus mejores noches al campo, y silenció a los aficionados para su bien.
“Los aficionados eran algo serio”, dijo Snider. “Estaban muy cerca de ti. Tenías que conocerlos, a algunos de ellos por su nombre”.
Durante su carrera como jugador, Snider se hizo granjero de aguacates y vivió muchos años en Fallbrook, Calif.
Le sobrevive su esposa Beverly, con quién se casó en 1947.
Zimmer lamentó que se haya ido otro Dodger.
“Todos se están yendo. No quedan muchos”.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

sábado, 26 de febrero de 2011

Cuando estaba “cargado y asegurado” nadie podía vencer a Paige.

El hombre que se dice lanzó 55 no-hitters fue elegido el mejor lanzador del béisbol negro.
Justice B. Hill. MLB.com 07-02-2011.

En la vecindad del Año del Pitcher y como un saludo al Mes de la Historia Negra, MLB.com le fórmulo la siguiente pregunta a un panel de 19 de las más respetadas autoridades en “béisbol negro”, un término que incluye el período anterior a que Rube Foster fundara las Ligas Negras en 1920: ¿Quienes fueron los 5 mejores pitchers negros antes de la integración de las Grandes Ligas? Basados en una compilación de sus clasificaciones, aquí está un perfil de Satchel Paige, la escogencia número 1 del panel:
La historia suena como el cuento más grande. Pero la mayoría de la gente que oye algo de Satchel Paige parece estirar la verdad hasta su punto de ruptura. Para la mayor parte de los registros, Paige a menudo lograba lo improbable.
De acuerdo a esta historia, Paige pitcheaba para los Monarcas de Kansas City. Ellos enfrentaban a los Grays de Homestead en la Serie Mundial de las Ligas Negras de 1942, y los Grays embasaron la carrera del empate con dos outs en el noveno inning.
Paige llamó a su compañero Buck O’Neil al montículo.
“¿Sabes lo que voy a hacer?. Le dijo Paige a O’Neil. “Voy a caminar a Howard Easterling. Voy a caminar a Buck Leonard; le voy a lanzar a Josh Gibson”.
Paige y Gibson, conocido como el “Babe Ruth negro” habían sido compañeros de equipo hacía unos años con los Crawfords de Pittsburgh, y habían hablado del momento especial cuando se enfrentaran. Ese momento había llegado.
“Vamos Satchel, lanza la pelota”, Gibson le gritó a Paige.
“Te voy a lanzar algunas rectas”. Dijo Paige.
Lanzó tres rectas, cada una más dura que la anterior y cada una en strike. Se acabó el juego.
Mientras bajaba del montículo, Paige se volvió hacia O’Neil, a quién él llamaba “Nancy”, y dijo, “Sabes una cosa Nancy, nadie batea la recta de Satchel Paige”.
Cierto o falso, la historia es un clásico de Paige. Pintoresco y simbólico, él fue la cara de las Ligas Negras. Su persona sobresalía sobre el béisbol negro.
“Tienes esa combinación de Muhammad Ali en Satchel Paige: “Voy a hacer lo que digo que voy a hacer”, dijo Larry Lester, un reportero y una de las autoridades más reconocidas en béisbol negro. “Eso te pone un poco a la vanguardia. Te da un toque de originalidad el que puedas hacer lo que alardeas”.
Quizás ningún hombre en la historia del béisbol alardeó más que Paige o tuvo su inclinación por el drama. Ninguno lanzó más episodios, tampoco. Por lo menos eso es lo que le dijo a la gente. “Mientras más lanzaba, mas fuerte se ponía mi brazo”, decía Paige.
¿Quién se lo podía rebatir?
En su carrera, Satchel dijo que lanzó en más de 2600 juegos, tiró 300 blanqueos y agenció 55 no-hitters. La mitología atada a Paige, un espigado lanzador con un brazo relajado, podría exagerar su total de victorias a un fuera de este mundo 2500.
Seguramente la carrera de Paige influyó para que fuera el mejor de todos los tiempos, esa es la razón de que esté en el tope de estas clasificaciones.
¿Cuan bueno fue realmente, dejando a un lado la mitología?
Su trabajo con los Monarcas, los Crawfords y media docena de otros equipos y su gira contra Grandes Ligas en los años ’30 y ’40 dejaron muchos indicadores de cuan grande fue Paige.
Aquellos que se le enfrentaron durante sus años dorados decían que su recta parecía un guisante y viajaba a más millas por hora que la de Bob Feller o Dizzy Dean; la curva de Paige era igual a la de cualquier otro, decían.
¿Y su control?
Piensa en Greg Maddux. Se decía que Paige podía pasar una recta por el ojo de una aguja.
O’Neil solía decir que si tenía que ganar un juego, el pitcher que escogería, desde los tiempos modernos a los pasados, sería Paige.
“Buck siempre dijo que cuando Satchel estaba cargado y asegurado, nadie lo podía tocar”, dijo Bob Kendrick, un amigo del finado O’Neil y antiguo director de mercadeo del Museo del Béisbol de las Ligas Negras en Kansas City, Mo. “Podías vencerlo cuando estaba descuidado, pero cuando estaba asegurado y cargado, olvídense”.
Los sentimientos de O’Neil fueron iguales a los de los fanáticos, periodistas e historiadores, hombres y mujeres que han seguido la carrera de Salón de la fama de Paige. Los sentimientos de O’Neil también reprodujeron aquellos de los peloteros que tuvieron que batear contra Paige.
En 2000, el museo fue anfitrión de un grupo de jugadores de las Ligas Negras. Kendrick les hizo una pregunta: ¿Cuál fue el punto culminante de sus carreras?
Casi todos dijeron que enfrentar a Paige.
“Hallé eso impresionante”, dijo Kendrick. “Para mí, eso habló muy alto sobre cuan grande fue Satchel Paige”.


Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Horton bendecido por las influencias de su vida.

El slugger de los Tigres de Detroit está agradecido con la gente que
lo ayudó a hacerse una leyenda.
Jason Beck. MLB.com

Detroit. Willie Horton tenía tanta fuerza física como cualquiera en el beisbol de su época, pero sin la ayuda de Junior Strong, ¿quién sabe cuanto tiempo le hubiera tomado llegar al béisbol organizado?
Horton tenía la fortaleza de carácter que heredó de sus padres, pero también aprendió con las leyendas de Detroit Ron Thompson y Damon Keith, como la convicción moral puede jugar en un campo de beisbol. Él tenía la clase de talento especial que muchos aficionados disfrutaban ir a ver en los entrenamientos primaverales, más sin Madeleine Brooks, podría nunca haberse sentido en Lakeland, Fla. cómo en su casa.
Esas son unas pocas de las muchas figuras en la vida de Horton que lo convirtieron en una leyenda, tanto en el terreno como en la ciudad que ama. Y ellos son unas de las pocas razones por las que Horton dice cada vez que tiene oportunidad que ha sido bendecido en su vida, y en su carrera como estrella de los Tigres.
“Me siento bendecido por estar alrededor de esas personas”, dijo Horton. “Cuando pienso como me desenvuelvo en la vida, sé que todos ellos tienen algo que ver”.
La vida de Horton ha sido reflejada en biografías, la más reciente es “The People’s Champion”. Horton creció amando el beisbol desde la niñez en Virginia, pero nunca jugó beisbol organizado hasta que realizó el largo camino desde su pueblo de Stonega hasta otro pueblo cercano llamado Appalachia para jugar en un terreno bien mantenido.
Allí fue que halló a Strong, quién dirigía uno de los equipos de Pequeñas Ligas del lugar.
El equipo adolecía de jugadores Afro-Americanos, pero debido al talento de Horton, estaba a punto de añadir uno. Aún a su joven edad, tenía siete u ocho años en ese momento, tenía grandes condiciones naturales.
“Fue el comienzo de Willie Horton”, dijo Horton. “Él (Strong) dijo que pensaba que iba a jugar en Grandes Ligas desde que me vio cuando tenía siete años”.
Los padres de Horton, sus hermanos y hermanas lo educaron para que viera más allá de la raza y el color, por eso lo que enfrentó no fue tan duro para él. Pero eventualmente se topó con el asunto de la integración poco después de mudarse a Detroit, unos años después comenzó a jugar con el equipo local.
Thompson se convirtió en un gran entrenador de futbol americano en la secundaria, pero en ese momento entrenaba un equipo de béisbol. Sentía que su equipo era bueno lo suficiente para competir en la liga local de la Federación de Béisbol. No sólo tenía a un gran bateador en Horton, también tenía a un futuro campeón de bateo de Grandes Ligas en Alex Johnson. Mientras su equipo estaba integrado, el resto de la liga estaba segregado. Si querían jugar en la liga, necesitaban dividirse y jugar en otros equipos.
“Recuerdo a Mr. Thompson asistiendo a reuniones en la Federación en aquel tiempo”, dijo Horton. “Nos dijo lo que estaba ocurriendo. Dijimos que no queríamos separarnos. Permanecimos juntos y jugamos softbol y beisbol recreacional ese verano”.
Un año después les permitieron jugar como equipo en la Federación. Fueron los primeros en ser un equipo integrado.
“Tal vez hubo algo bueno en eso”, dijo Horton, “porque aprendimos de la importancia de la amistad y de mantenernos juntos. Hemos sido bendecidos. Bromeábamos entre nosotros. No lo hicimos tan mal para ser muchachos de los barrios bajos. Estamos muy orgullosos de eso”.
Horton y Johnson llegaron a las Grandes Ligas. Otros jugadores de ese equipo encontraron el éxito fuera del terreno de juego. Pero han mantenido el contacto a través de los años, muchos de ellos han permanecido en Detroit.
“Nos tratábamos como miembros de una familia”, dijo Horton. “Algunos de ellos se hicieron doctores. Otros abogados. Muchos se hicieron profesores. Hemos sido afortunados, más de 50 años de amistad. Hasta el día de hoy, muchos de nosotros nos reunimos una vez al mes para desayunar o cenar”.
Thompson hizo una de las presentaciones más importantes de la carrera de Horton, al conectarlo con un abogado local llamado Damon Keith. Él estaba destinado a ser un ejemplo para los niños como un Afro-Americano exitoso, un modelo a seguir, eventualmente se convirtió en el guardián legal de Horton. Horton todavía crecía y vivía con su familia, sus padres y su hermana, pero llegó a pensar que Keith era parte de la familia.
Mientras Horton llegaba al estrellato del béisbol, Keith se convertía en juez federal y un mentor para muchos, tales como la antígua gobernadora de Michigan Jennifer Granholm.
“El juez Keith es como un padre para mí”, dijo Horton. “Mi papá y mi mamá me pusieron en sus manos cuando tenía 14 años. Él me dijo ‘Aquí está un hombre que te puede enseñar muchas cosas’. Él ha estado ahí para mí desde entonces, todavía lo llamo papá. El me rodeó de personas toda mi vida. A través del juez Keith, conocí algunas personas muy importantes en mi vida. Conocí algunos presidentes y artistas”.
A través de Keith, Horton también mantuvo una relación estrecha con la ciudad, durante y después de sus días como jugador. Su papel en tratar de disolver los disturbios de la ciudad en 1967 fue famoso. La influencia de Horton en las relaciones raciales trascendió la ciudad de Detroit.
Cuando Horton iba al entrenamiento primaveral, tenía que enfrentar las relaciones raciales, especialmente cuando se trataba de segregación en el alojamiento. Encontró una figura crucial en Brooks, quién ayudó a los jugadores Afro-Americanos a encontrar alojamiento con residentes locales.
“Fuimos muy afortunados de tener a la Madre Brooks y a la familia Hamilton para proveer un hogar en la ciudad para los jugadores negros”, dijo Horton. “Los llamé mis padres lejos del hogar, especialmente después que mis padres fueron asesinados en 1965. La Madre Brooks me involucró con los derechos civiles. “Me quedé varias noches en su casa. Ella me llevó a su casa. No entendía todo aquello en mi primera vez lejos del hogar. Estar alrededor de todo eso me ayudó a saber lo que tenía que hacer”.
La primera vez que Horton llegó a Lakeland, dijo que tenía que caminar cinco millas desde la estación de buses hasta el estadio, porque no podía montarse en un taxi. Años después, era una figura importante en la ciudad y sus relaciones. Todavía la considera su segundo hogar.
Horton ha estado viniendo a Lakeland alrededor de 50 años. Su influencia en la ciudad no ha sido olvidada. Fue homenajeado hace unos pocos años al identificar una calle con su nombre. El año pasado trajo de vuelta al campo de entrenamientos a Jake Wood, el primer pelotero Afro-Americano de los Tigres. Este año, será honrado con el honor de ser el anfitrión de muchos de sus amigos de aquel viejo club de la Federación.
Él puede pensar en muchas otras influencias, desde el narrador del Salón de la Fama Ernie Harwell hasta el entrenador de la secundaria Northwestern Sam Bishop. Estos fueron solo unos pocos.
“Todavía tenemos un largo camino a seguir”, dijo Horton, ahora un asistente especial del presidente del equipo Dave Dombrowski, “pero he visto ocurrir de todo en mi vida”.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Si, es el mismo Willie Horton que en la temporada 1978-79 se encargó de los Navegantes del Amgallanes a mediados de temporada y los sacó del sótano con su estilo de juego heterodoxo que hacía arrancarse los acbellos a Carlitos Gonzalez al tocar la pelota con el cuarto bate y sacarse el mismo del juego en un turno decisivo para traer de emergentes a rafael Cariel o Alfredo Torres y estos respondían con el batazo de oro. El equipo fue Campeón de Venezuela y la Serie del Caribe. Hace tres o cuatro años vino con Mitchel Apge a las celbraciones de los 90 años del Magallanes y se sorprendió de las muestras de afecto de la afición a casi 30 años de su gesta al frente del buque magallanero.

jueves, 24 de febrero de 2011

Black fue un gigante dentro y fuera del campo.

Scott Merkin. MLB.com

Chicago.- Los logros deportivos de Joe Black deben ser considerados históricos si no exactamente vastos.
Black jugó un papel importante en el logro de dos campeonatos en las Ligas Negras como parte de los Baltimore Elite Giants. Se convirtió en el primer pitcher Afro-Americano en ganar un juego de Serie Mundial mientras lanzaba para los Dodgers de Brooklyn en 1952 y alcanzó el premio al Novato del Año de la Liga Nacional a la edad de 28 años con 15 victorias, 15 salvamentos y 2.15 de efectividad durante esa misma
temporada.
Pero si el impacto de Black fuera evaluado únicamente a través de la plétora de amigos que dejó luego de fallecer en 2002 por cáncer de próstata, o del padre que fue para sus hijos o las grandes cantidades de personas que ayudó, entonces el pitcher derecho debería ser considerado como candidato número uno al Salón de la Fama.
“El beisbol fue lo más pequeño de lo que hizo”, dijo el director de los Medias Blancas Jerry Reinsdorf de Black, quién fue su amigo íntimo por dos décadas. “Fue un gran, gran tipo. Tenía una gran filosofía de vida, donde sabía lo que era y lo que no era importante”.
“Siempre tenía a la mano un consejo práctico”, dijo Len Coleman, quién se hizo amigo de Black casi inmediatamente después de convertirse en el último presidente de la Liga Nacional en 1994. “Él disfrutaba con la gente”.
Mientras Coleman y Reinsdorf tienen suficientes historias relacionadas con Black para hacer un libro y luego una o dos ediciones adicionales, su aficionada más grande fue su hija Martha, quién ahora continúa su legado de beisbol como coordinadora de White Sox Experiences.
Si usted quiere pasear por el infield o cambiar las bases con los empleados de mantenimiento un determinado día en el U.S Cellular Field o tener una boda o una fiesta en el campo durante los días cuando no hay juegos, ese tipo de planificación será colocada en las manos capaces de Martha.
Ella creció con grandes personajes del béisbol como Peter O’Malley, Roy Campanella y Dusty Baker, por no mencionar a la leyenda del entretenimiento Bill Cosby, para ella, ellos eran sólo buenos amigos de la familia. Conocer celebridades ciertamente no define a un padre que fue devoto con su hija, y viceversa.
“Para mí, personalmente, yo quería que la gente supiera que los hombres negros son buenos padres y que había buenos padres en la comunidad Afro-Americana antes de (Presidente Barack) Obama y Cosby”, dijo Martha orgullosa de su papá. “Mi papá hizo de todo. Me peinaba…y era muy feliz asustando a mis pretendientes. Era mi padre, y mi mejor amigo”.
“La característica más grande de papá era ayudar a la gente. Trataba de motivar y ayudar a la gente. Pensaba que la educación era la cosa más importante en la vida además del aire y la respiración”.
Durante sus días en la universidad, Martha tenía un amigo que estudiaba en Morehouse College en Atlanta mientras ella lo hacía en Spelman College. Una confusión con un trabajo escrito causó que su amigo perdiera su ayuda financiera como estudiante de segundo año, Joe Black pagó ese período escolar. Eso demuestra cuan importante era la educación para Black.
Luego de retirarse del beisbol después de la temporada de 1957, Black, un egresado de Morgan State, regresó a su hogar en Nueva Jersey y se convirtió en profesor.
“Veamos los hechos: Cuando Joe llegó a las Mayores, era extraño”, dijo Coleman. “Joe se graduó en la universidad, y no habían muchos peloteros con grados universitarios”.
Se convirtió en el primer Afro-Americano vice-presidente de una corporación de transporte mientras trabajaba para Greyhound. Black también escribió una columna para la revista Ebony y hasta hizo una aparición como invitado en un episodio del Show de Cosby, interpretando a un jugador ficticio de la Ligas Negras.
En cuanto a sus contribuciones al béisbol, Black y Joe Garagiola fueron los artífices de la inserción del programa Baseball Asístanse Team, que ayuda a los jugadores retirados que necesiten ayuda financiera, psicológica o médica.. Black jugó un papel importante en conseguir que los jugadores de las Ligas Negras ganaran beneficios y seguro de salud como los ofrecidos por el Comisionado del béisbol de Grandes Ligas Fay Vincent y el Comisionado Allan H. “Bud” Selig. Su trabajo fue determinar quién había jugado en las Ligas Negras, cuando y con cual equipo.
“Sus registros eran algo cuestionables”, dijo Coleman. “Pero Joe conocía a cada uno de los peloteros”. Entonces estaba la larga lista de historias, los testimonios del impacto de Black sobre la gente que ayudaba. La lista incluía personas de todos los caminos de la vida y de todas partes del mundo. Por ejemplo, cuando Black jugó como parte de una gira beisbolera a través de Cuba, él conoció a Fidel Castro y los dos se mantuvieron en contacto a través de los años.
“Las cartas eran todas en español”, dijo Martha, agregó que el español de su padre era muy bueno. “Y el gobierno empezó a rastrear sus cartas. Mi papá dijo que Castro era bueno como pelotero”.
Castro tenía fama de ser un buen jugador de béisbol”, dijo Coleman. “Joe jugó baloncesto mano a mano con él, y me dijo que Castro era mucho mejor basketbolista que beisbolista”.
¿Que decir de la vez cuando Black aparentemente influyó en el resultado del séptimo juego de la Serie Mundial de 1997 entre los Marlins y los Indios? Bobby Bonilla había fallado en sus dos primeros turnos ante el abridor de Cleveland Jaret Wright, con rolling por segunda base en el segundo inning y ponchándose en el cuarto, lució muy mal ante los envíos en la esquina de adentro de Wright.
Bonilla estaba parado en círculo de prevenidos al bate antes de su turno del séptimo inning cuando Black lo llamó y le dio un consejo.
“Joe le dijo que se retrasara un paso en la caja de bateo”, explicó Coleman. “El pitcher no notará el cambio de posición y cuando te lance la bola adentro, podrás castigarla con la parte gruesa del bate. Bonilla dijo, ‘Voy a tratar de hacer eso Joe’
“Wright hace el lanzamiento adentro, y Bonilla deposita la pelota en los asientos del right field. Cuando Bonilla cruzó el plato, dirigió sus manos directo a Joe Black”.
Ese jonrón redujo la ventaja de 2-0 de Cleveland a la mitad. Florida empató el juego en el noveno y ganó el campeonato en en undécimo. De acuerdo al relato de Reinsdorf, Mickey Mantle había empleado la misma estrategia contra Black en el séptimo juego de la Serie Mundial de 1952 y produjo el mismo resultado de jonrón.
Reinsdorf invitó a Black para que charlara con los Medias Blancas en un entrenamiento primaveral, principalmente con los jugadores jóvenes, sobre las distracciones que enfrentarían fuera del campo. Sirviendo como embajador no oficial del juego, Joe recomendó a los peloteros para que tuviesen un plan de negocios en la vida.
“No había nada que Joe no hubiese visto antes”, dijo Reinsdorf.
“Mi papá no recomendaría donde invertir dinero”, dijo Martha. “Pero te decía que tenías que hacer algo, invertir en algun lugar”.
Black, quién fue amigo y compañero de cuarto de Jackie Robinson, mientras jugó con los Dodgers, tambien fue amigo íntimo de Jesse Owens, quién fue padrino de Martha. Un grupo que incluía a Coleman, Black, Frank Robinson, Lou Brock, umpire Paul Runge, Garagiola y Don Baylor fue llamado “the posse” (el equipo) cuando estaban juntos, dijo Coleman.
También había individuos que conocían a Black sin haber departido con él. De acuerdo a Coleman, cuando Black fue vice-presidente de Greyhound, recibió una llamada de un agente desde fuera del estado informándole que alguién estaba usando su nombre para indicar que é (Black)l le había dejado un boleto. Al no tener registro del boleto, Black habló con el hombre por teléfono y este se describió como un comediante en quiebra que necesitaba ayuda para montar su próximo acto. Joe autorizó el boleto, ese comediante era Sinbad.
Esta historia fue confirmada años después por Coleman cuando se sentó en el puesto de enfrente de Sinbad en un vuelo de medianoche regresando de Los Angeles y bromeó con el comediante que estaba ahí para cobrar el costo del boleto. Sinbad largó la carcajada e inmediatamente supo de su conexión con Black.
Un apodo de “Número 1” fue adosado a Black por Coleman, porque todo el mundo decía “Él fue mi “Número 1”.
“Físicamente, era un hombre grande”, dijo Coleman. “Caminaba suavemente y con sabiduría”.
“Te digo que cualquier persona que se ponía en contacto con Joe Black lo consideraba un amigo personal”, dijo Reinsdorf. “Él fue el último embajador de buena voluntad y nunca conoció a alguien que no quisiera ayudar”.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Bumbry mantiene la conexión con Baltimore

Brittany Ghiroli. MLB.com

Pregúntele al antíguo jardinero de los Orioles de Baltimore Al Bumbry
que nombre un momento de su carrera de 13 años en Baltimore que
sobresalga sobre el resto y la respuesta le puede sorprender. No son sus logros individuales, que incluyen el título del novato del año en 1973, o una presencia en el Juego de Estrellas en 1980, o sus dos Series Mundiales con Baltimore en 1979 y 1983.
La memoria más hermosa que Bumbry guarda de los Orioles ocurrió fuera de un diamante de béisbol, tambien fuera de un estadio. El hecho ocurrió en las calles de una ciudad que apoyaba a su equipo, ganara o perdiera.
“Después que perdimos la Serie Mundial de 1979 ante los Piratas, la gente de Baltimore hizo un desfile para nosotros”, dijo Bumbry. “No podía creer la cantidad de personas que fue al disfile. Nos demostraron cuanto nos apreciaban, demostraron su amor y apoyo. Se hubiera pensado que ganamos la Serie Mundial”.
El gesto de los aficionados aún estremece la voz de Bumbry más de 30 años después mientras recuerda cuan hospitalario fue Baltimore con un joven beisbolista afroamericano a principios de los años ’70.
“Tuve una transición muy suave desde un punto de vista discriminatorio”, dijo Bumbry. “No siento que fui discriminado. La primera vez que llegué a las Grandes Ligas, mientras jugué con Baltimore todos aquellos años y en las relaciones que tuve con los aficionados, me sentí muy a gusto con eso”.
Nacido el 21 de abril de 1947 en Fredericksburg, Va, Bumbry creció en una época cuando los afroamericanos empezaban a integrarse al béisbol de Grandes Ligas. Jackie Robinson debutó con los Dodgers ese mismo año, y al ser febrero el mes de la Historia del Béisbol Negro, Bumbry se tomó un tiempo para reflexionar sobre lo que provocó la integración completa del beisbol.
“No pude visualizar las dificultades que Robinson tuvo, lo que tuvo que sufrir”, dijo Bumbry en referencia al abuso y el rechazo de los fanáticos y algunos peloteros que Robinson tuvo que soportar.
“Tuve la oportunidad de jugar y la aproveché. Cuando veo hacia atrás y pienso en eso, el tratamiento discriminatorio que recibió Robinson, sólo me imagino teniendo que sufrir lo que el vivió”.
“La presencia de Robinson hizo que el mundo del béisbol reconociera que los negros podían brillar en el juego de béisbol”.
Ese juego ha cerrado su círculo para Bumbry, cuyo hijo, Steven, fue seleccionado por los Orioles en la vuelta 12 del draft de 2009.
Al Bumbry, quién se retiró después de jugar la temporada de 1985 con los Padres de San Diego, espera que el paso de su familia por el béisbol profesional solo esté empezando. Steven Bumbry jugó la temporada pasada con el Delmarva clase A, bateó .263 con cuatro jonrones y 34 empujadas, y es parte de un sistema de Ligas menores de los Orioles que ha mejorado mucho en la selección de talento joven.
“Disfruto mucho verlo jugar”, dijo Bumbry, quién fue la undécima escogencia en 1968. “Hay ciertas cosas que sé que él necesita mejorar antes de llegar a las Grandes Ligas, pero lo más importante es que ahora tiene esa oportunidad”.
Es una oportunidad de la que Bumbry se aseguró que su hijo no la tomará superficialmente porque se debe al coraje y la fuerza de jugadores como Robinson.
“No estoy muy seguro de que hubiese hecho lo mismo que Robinson hizo”, dijo Bumbry. “Estoy muy agradecido de que fuera capaz de resistir y abrir el camino para todos los peloteros afroamericanos que hemos llegado a las Ligas Mayores”.
Bumbry jugó en Venezuela con los Tiburones de La Guaira en las temporadas 1973-74 y 1974-75. Es uno de cuatro peloteros que ha ganado títulos de bateo en la LVBP en temporadas seguidas junto a Clarence Gaston, Luis Sojo y Victor Davalillo. En aquella temporada 73-74 recuerdo mucho la narración de Musiú LaCavalerie cuando bateaban por sus predios o corría por las bases. “¡Apareció el negrito!”


Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Sandy Koufax está en la casa

Larry Stone. The Hot Stone. 20-02-2011.

Para los hombres (y mujeres) de cierta edad (que yo los defino como a
los que les toma algunos minutos enderezarse cuando se levantan de una
silla) y de una cierta geografía (haber crecido en el sur de
California) y una cierta época (la de haber sido aficionados en la
niñez de los Dodgers en los años ’60), Sandy Koufax todavía significa
algo. Por eso cuando esta mañana se empezó a correr la voz de que
Koufax estaba en el complejo de entrenamientos de los Mets, mi ídolo
de la niñez, como lo he confesado varias veces en este blog, agarré mi
cámara y corrí hacia el campo.
Allí estaba Sandy, sorprendentemente en forma a los 75 años,
recostado de un carrito de golf y hablando con el dueño de los Mets,
Fred Wilpon. Fueron compañeros de clase en el Brooklyn’s Lafayette
High School, donde de acuerdo a la leyenda, Wilpon era pitcher y
Koufax jugaba primera base. Mantienen la intimidad de su amistad,
motivo por el cual Koufax en años pasados se ha presentado en el
campamento de entrenamientos primaverales de los Mets, así como en el
de los Dodgers cuando estaba en Vero Beach, donde Koufax vivía. En una
breve entrevista con los reporteros, Koufax dijo que se sentía mal por
la situación de Wilpon en el asunto de Bernie Madoff.
Ahora que los Dodgers mudaron su complejo de entrenamientos a
Arizona, Port Saint Lucie es el escenario de béisbol primaveral para
Koufax. También tiene una larga relación con el manager nuevo de los
Mets, Terry Collins, quién solía trabajar en la organización de los
Dodgers.
Fue divertido observar el tropel de jóvenes jugadores de los Mets
acercarse a Koufax para estrechar su mano. Allí estaba Koufax hablando
con el pitcher derecho Blaine Boyer, quién tiene contrato de liga
menor. Luego, cuando Koufax se fue a otro campo, conversó con otro
lanzador de nombre Bobby Parnell y le dio una larga charla de pitcheo
mientras Parnell escuchaba muy atento. Koufax dijo después que el
zurdo Chris Capuano le había solicitado una asesoría de pitcheo.
Como escribí el año pasado, sí, tiendo a obsesionarme con Koufax,
discúlpenme. Koufax, en los últimos años, se ha hecho mucho más
accesible al ojo público. Mientras salía de un campo esta mañana para
dirigirse a otro, Koufax se detuvo para firmar autógrafos ante una
horda de aficionados frenéticos, muchos de los cuales habían traído
viejas fotografías de él. Bromeó y habló amigablemente con los
aficionados antes de continuar para lo cual se disculpó con aquellos a
los que no dio tiempo darles el autógrafo.
Han pasado 46 años desde que Koufax lanzó su último pitcheo con los
Dodgers a los 30 años, para retirarse luego de agenciar estos números:
27-9, 1.73 de efectividad, 317 ponches, una temporada de Cy Young,
porque no quería lidiar con las dolencias de la artritis. Pero no luce
como si hubiese aumentado un kilo. Como lo comentara un fablistán
cuando vio a Koufax hoy. “Es el principal candidato para el puesto de
quinto abridor en la rotación de los Mets”. Otro le comentó a Wilpon
que los periodistas estaban pensando preguntarle a Koufax si quería
jugar con ellos su partida diaria de baloncesto.
“Ustedes se van a lamentar de eso”, replicó Wilpon. “Él es muy competitivo”.
“Y también en mejor forma que cualquiera de nosotros”, apuntó otro reportero.
Si, admitiré que me sentí impresionado por su presencia. Es la única
persona en el medio deportivo que aún me provoca eso. Tuve suerte de
estar en el lugar adecuado en el momento preciso hoy.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 15 de febrero de 2011

Chuck Tanner: El manager que siempre veía oportunidades de ganar

Probablemente la madre de Tanner le habló de las hazañas de Honus Wagner, Bill Abstein, Fred Clarke, Vic Willis, Howie Camnitz, Lefty Leifield y todo el equipo de los Piratas de Pittsburgh que ganó la Serie Mundial de 1909, 4-3 ante los Tigres de Detroit. O compartió con Chuck el seguimiento de los Piratas que lucharon por el banderín de la Liga Nacional en 1938 y llegaron segundos a 2 juegos de los Cachorros de Chicago. Seguro pasaron momentos de silencio y tristeza consolándose porque los bucaneros se quedaron fuera de competencia. Ni que decir de que en 1960 a lo mejor su señora madre llamó a Chuck eufórica por el jonrón de Billy Mazeroski que le dio la Serie Mundial a los Piratas o que pudieron compartir la gesta de Danny Murtaugh, Roberto Clemente, Steve Blass, Manny Sanguillén, Richie Hebner, Al Oliver, Bob Moose, Dock Ellis y todo el equipo de Pittsburgh de 1971.
Toda esa pasión por el juego el pequeño Chuck la empezó a demostrar en cada encuentro en la calle o en el estadio. Cuando debutó en Grandes Ligas en County Stadium el 12 de abril de 1955 vino a batear de emergente en el octavo inning por el gran zurdo Warren Spahn y le bateó un jonrón a Gerry Staley para igualar el juego a 2 carreras. El batazo fue al primer lanzamiento que Tanner veía en las mayores. Los Bravos de Milwaukee derrotaron a Cincinnati 4-2.
La integridad y la pasión de Tanner afloraron en el recuerdo de Bob Sproule cuando relató su experiencia al llamar a Tanner para que hablara de béisbol en el Capítulo Pittsburgh de SABR. Chuck no sólo fue a la reunión sino que cuando Sproule le iba a decir que su hora de charla había concluído y podía dejarlo hasta ahí, él le respondió que terminaría cuando estuviera listo y no antes. Al día siguiente muy temprano Tanner llamó a Sproule para agradecerle por haberlo invitado a la reunión de SABR.
En dos ocasiones Tanner sustituyó a Hank Aaron en la alineación de los Bravos de Milwaukee. El 13 de mayo de 1956, (el primero de un doble juego en Cincinnati) y el 17 de junio de 1956 (el segundo de un doble juego en Brooklyn), en ambas ocasiones Tanner entró a jugar al campo en el cierre del sexto episodio y bateó en la parte alta del octavo. En Cincinnati jonroneó y en Brooklyn soltó doblete.
En 1970 Chuck Tanner recibió una propuesta para dirigir a los Medias Blancas de Chicago y aún cuando tuvo marca de 3-13 al final de esa temporada, Tanner sacó a los patiblancos del foso de la división Este de La Liga Americana para llevarlos al tercer lugar en 1971 y al segundo puesto en 1972 a 5 juegos y medio de los Atléticos de Oakland. Tanner convirtió a los patiblancos de un equipo basado en la defensiva y el pitcheo a otro que también aprovechaba la ofensiva de Dick Allen, Bill Melton y Carlos Mays y la velocidad de Pat Kelly. Allí fue donde junto a Johnny Sain le enseñó un cambio de velocidad a Rich Goose Gossage y a partir de entonces fue un mejor pitcher que en 1971 dejó marca de 18-2 y 1.83 de efectividad con el Appleton Clase A. El primer consejo que Gossage recibió de Tanner fue: “Hijo, si no eres capaz de hacer sentir incómodos a los bateadores mejor te buscas otro trabajo”. De allí fue convocado al equipo grande en los entrenamientos primaverales de 1972, asignado al bull pen. En un momento de los entrenamientos Tanner llamó a Gossage a su oficina y le dijo que lo iba a mandar a las menores. Gossage respondió que era el mejor pitcher que había en el campo. Tanner le pidió que se lo demostrara. En tres innings ponchó a cada bateador que se enfrentó, sólo hizo dos lanzamientos malos. Tanner también fue responsable por pasar al nudillista Wilbur Wood del bull pen a la rotación de abridores y le fue muy bien.
Después pasó a Oakland en 1976 y los llevó al segundo lugar (a 2 juegos y medio de los Reales de Kansas City) mediante un estilo de juego basado en la velocidad en las bases, impusieron una nueva marca para la Liga Americana con 341 robos.
En 1977 Tanner llega a los Piratas de Pittsburgh y los lleva al segundo lugar al igual que en 1978. En 1977 se llevó a Gossage y a Terry Forster a los Piratas. Gossage estuvo muy triste cuando al final de la campaña fue a retirar sus pertenencias del club house porque los Piratas no podían pagarle lo que valía. "Metí mis valijas en el carro y me senté a llorar. Me gustaba el lugar, me gustaba el equipo y jugar para Chuck. Cuando los Piratas desistieron de firmarme, Tanner me deseó lo mejor y dijo que hacia lo correcto".
En 1979 los Piratas galvanizaron una química que venían activando desde las dos campañas anteriores. En el clubhouse los ánimos se disparaban mediante los apodos de “Scrap Iron” (Phil Garner), Mad Dog (Bill Madlock), Pops (Willie Stargell), “Rubber Band Man” (Kent Tekulve), “Candy Man” (John Candelaria), “Crazy Horse” (Tim Foli), “Buck” (Grant Jackson). “Pops” implementó un sistema de premios mediante estrellas que entregaba a cada pelotero que hubiese hecho algo especial para ganar un juego. La gorra de Tekulve parecía una lluvia de meteoros de tantas estrellas que ganó. Ningún pitcher de ese equipo ganó 15 juegos. Ningún jugador de posición empujó 100 carreras, sin embargo Stargell compartió el premio al jugador mas valioso de la Liga Nacional con Keith Hernández.
“Por ejemplo Bill Robinson nuestro jardinero izquierdo, fue tan valioso como cualquiera de nuestros peloteros. Ed Ott y Garner tuvieron los mejores años de sus carreras”, dijo Tanner.
Otra marca de aquel equipo fueron los movimientos poco ortodoxos que Tanner hizo en varios juegos. En un juego ante los Filis, sacó como emergente al zurdo John Milner por Steve Nicosia frente al tambien zurdo Tug McGraw. “En las tribunas mi esposa era la primera que pensaba que estaba loco. Sin embargo cuando Milner bateó un jonrón con bases llenas, el público empezó a aplaudir la decisión. Le dije al masajista Tony Bartirome: ‘¿Que hubieran hecho si John no hubiese dado ese batazo?’. Me contesto: ‘Te hubieran colgado’”, recordó Tanner. Poco tiempo después Tanner dejó batear al zurdo Ott ante McGraw y nuevamente se produjo un jonrón con bases llenas para barrer un doble juego crucial en agosto ante los Filis.
La mañana del quinto juego de la Serie Mundial de 1979 sorprendió a Tanner con la muerte de su madre. Su padre lo llamó y le dijo: “Vas a quedarte a dirigir ese juego. Eso es lo que tu madre hubiera querido”. Tanner recordó que su madre le había prometido que estaría en las tribunas en cada juego de la Serie. “Recuerdo que Dave Parker era su jugador favorito, me dije : ‘Si estás ahí haz que Parker meta un batazo sobre el logo de los Cardenales de San Luis’. Parker procedió a despachar un doble impulsor en el séptimo inning justo sobre el emblema de los Cardenales pintado sobre la pared del outfield del Three Rivers Stadium. Tanner empezó a sentir que había una fuerza especial en el ambiente. “Se me erizaron todos los vellos cuando salió ese batazo”, confesó Tanner. Pittsburgh ganó el quinto juego 7-1 y viajaron a Baltimore con confianza.
Luego de derrotar a los Orioles 4-1 en el séptimo juego con jonrón de Stargell y relevo de Tekulve, el pitcher Jim Bibby se acercó a Tanner. “Los peloteros te dedicamos esta Serie Mundial, Chuck”.
También es casi seguro que luego de ver la película “The Winning Season”, Tanner recordara a su mamá a través de la barajita de Honus Wagner, como la recordó en el dugout antes del quinto juego de aquella Serie Mundial cuando les dijo a sus peloteros: “Mi madre era una gran aficionada de los Piratas. Seguro se fue allá arriba a buscar ayuda para nosotros”.

Alfonso L. Tusa C.

jueves, 10 de febrero de 2011

41 años de una hazaña

El templón de la mano me privó del oxígeno del final de aquel juego
decisivo de la Serie del Caribe. Por más que protesté mamá me llevó
hasta casa de su amiga Berenice. Había terminado la elección de la
reina del carnaval y querían compartir impresiones en un lugar más
tranquilo. El papelillo alfombraba los pasillos de la Plaza Montes y
en cada esquina se escuchaba la voz de Delio Amado León: “…y cuando
vamos para el cierre del undécimo inning Magallanes y Ponce siguen
igualados a 3 carreras…”
Aquella temporada 1969-70 quedaría grabada en mi recuerdo porque fue
la primera que seguí, además de todo lo que demostraron los Navegantes
del Magallanes sobre el terreno de juego. Su oportunidad de ganar el
campeonato fue comparada en marzo de aquel año con proyectos tan
complicados como la llegada del hombre a la luna y el logro de la
Serie Mundial para los Mets de Nueva York. El campeonato empezó y
Magallanes zarpó con muchos bríos de al menos disputar los juegos. A
principios de temporada Roberto Muñozfue dejado en libertad y Walter
Hriniak debió regresar a USA por bajo rendimiento. Dämaso Blanco
estuvo lesionado de una muñeca por un mes. Clarence Gaston debió
abandonar el equipo en diciembre por una lesión en la rodilla. Luego
se fueron los lanzadores Dick Baney y Danny Morris más llegaron Jay
Ritchie y Donald Eddy.
La noche cumanacoense se presentaba repleta por la alegría del
carnaval. En cada esquina emergían las “negritas”, los carros
paseaban con espontaneos disfrazados sobre los capós, los cohetes
estallaban. Y en el fondo seguía la narración del juego de pelota.
Ese Magallanes era un equipo que siempre tenía una respuesta a
cualquier eventualidad, si se cometía un error, el mismo que lo había
cometido o sus compañeros aparecían dos o tres episodios después con
un batazo importante para igualar la pizarra o ponerse adelante. Todos
se fajaban, todos joseaban, todos se daban la mano para levantarse y
al menos mostrar vergüenza deportiva.
La señora Berenice me preguntó porque estaba tan triste en una noche
como aquella. Cuando mamá le habló del juego de pelota, trajo uno de
aquellos radios.tocadiscos portátiles. Logré sintonizar la emisora
cuando Delio Amado decía: “…ahí viene el lanzamiento, Gustavo Gil
batea un roletazo por el medio del campo. La pelota pasa imparable,
Dámaso Blanco anota la carrera que le da a Venezuela su primera Serie
del Caribe. Es indescriptible lo que ocurre en el estadio
Universitario amigos, el público ha comenzado a cantar el himno
nacional…” En ese momento sonó una serie infinita de cohetes en el
cielo. Un carro se paró y el tipo que iba sobre el capó preguntó:
“¿Quepasó en el juego?” Cuando le dije que había ganado Magallanes, el
tipo empezó a saltar sobre el carro y el chofer empezó a sonar la
bocina, parecía la sirena que tantas veces ha animado al equipo en el
estadio, pero aquella sirena sonaba en todo el estadio y en toda
Cumanacoa.
En aquel juego Armando Ortiz (el mismo que le despachó cuadrangular a
Miguel Cuellar en el primer juego de aquella Serie del Caribe) cometió
una marfilada que permitió la segunda rayita borícua. En el octavo
episodio cuando Ponce ganaba 3-2, Ray Fosse soltó doblete y Ortiz lo
imitó con otro biangular para empatar el juego.
Mientras me confundía entre los abrazos de mamá y sus amigas junto a
las personas que se bajaban de los carros en medio de una lluvia de
papelillo, seguía viendo la gesta de aquel equipo, los batazos de Jim
Holt, la versatilidad de Hiraldo “Chico” Ruiz, el empeño de Dámaso
Blanco, el oportunismo de Gustavo Gil, el aporte de Cesar Tovar, la
solvencia de Gonzalo Marquez, la calidad de Don Eddy, la sabiduría de
Orlando Peña y la experiencia de Jay Ritchie quién además de ganar los
juegos que clasificaron al Magallanes a la semifinal, la final y el
que le dio el campeonato de Venezuela; en la serie del Caribe lanzó un
juego casi perfecto en el que solo permitió 1 hit para vencer a los
Tigres del Licey Que noche tan especial aquella del 10 de febrero de
1970.

Alfonso L. Tusa C.

El antíguo lanzador Woodie Fryman fallece a los 70 años.

Ewing, Ky. Woodie Fryman, quién lanzó 18 temporadas en Grandes Ligas e ingresó al Salón de la Fama de los Expos de Montreal en 1995, ha fallecido, tenía 70 años.

Fryman ganó 141 juegos entre 1966 y 1983 con los Expos, Piratas de Pittsburgh, Filis de Filadelfia, Tigres de Detroit, Rojos de Cincinnati y Cachorros de Chicago. Lanzó principalmente como relevista al final de su carrera, salvó 17 desafíos para Montreal en 1980.

Fryman lanzó cuatro juegos de un imparable, incluyendo uno casi perfecto el 01-07-1966 cuando era un novato en Pittsburgh. Permitió sencillo al primer bateador de los Mets de Nueva York (Ron Hunt), el corredor fue sorprendido en intento de robo y Fryman impidió que alguien más se le embasara. Pittsburgh ganó 12-0 en Shea Stadium.

En 1972, Fryman llegó a los Tigres en medio de la temporada y dejó marca de 10-3 con 2-06 de efectividad con ellos para ayudarlos a ganar el banderín de la división este de la Liga Americana.

El deceso de Fryman este viernes 04 de febreo de 2011 fue confirmado por Price Brothers Funeral Home en Kentucky.



Traducción: Alfonso L. Tusa C.